CAPÍTULO I – HERMIONE
22 de Marzo
Eran pasadas las 11:25 de la mañana y Londres muggle se encontraba abarrotado de personas apuradas caminando o corriendo de arriba para abajo por las calles, el tráfico provocaba miles de sonidos que aturdían a cualquiera. El bullicio era ensordecedor y las personas no se detenían a observar más allá de lo que estaba frente a sus ojos. De haber prestado más atención, los muggles habrían notado como una cabina telefónica en medio de un callejón poco transitado, descendía para dar paso a otra cabina telefónica. De haber notado esto, habrían dado con una de las tantas entradas al Ministerio de Magia. Apartado del bullicio muggle, bajo Londres, se encontraba el Ministerio de Magia repleto de personas, aviones de papel mágicos, sonidos extraños, papeles de se busca pegados en las paredes e incluso unos banners grandes. Las chimeneas conectadas a la red Flu no paraban de flamear con un verde brillante, claro sin quemar a las personas que salían en medio de las llamas. Y aunque parezca increíble, también se encontraban diferentes tipos de criaturas mágicas en medio del amplio lugar, haciendo diferentes asuntos administrativos; y aún más increíble era ver la gran cantidad de Elfos domésticos que caminan apresuradamente por todo el lugar haciendo recados e incluso sus propios asuntos. Y ¿cómo no asombrarse? para cualquier mago de antaño aquello hubiera sido inimaginable, ilógico, absurdo, una completa traición a la sangre, pero para el nuevo mundo mágico todo aquello comenzaba a ser parte de su cotidianidad, y era aceptado por la mayoría del mundo mágico, los que no estaban de acuerdo se abstenían de comentarios y esquivaban a la muchedumbre. Nadie ponía oponerse, ya que este era uno de los primeros cambios que la nueva joven ministra había realizado unos cuantos meses atrás cuando comenzó a ejercer. Y es que aunque se dijera lo que se dijera, el mundo mágico adoraba a la gran bruja, la proeza andante, la ídolo, a la ministra más joven de toda la historia de la magia, el mundo mágico simplemente amaba a Hermione Jean Granger.
FLASHBACK
8 Meses antes.
-Hermione ven por favor... -dijo débilmente un hombre negro postrado en una cama.
-¡Señor Ministro! ¿Qué necesita? ¿Cómo se siente? -preguntó una mujer castaña de ojos color miel.
-Hermione, siempre tan atenta. Por eso eres mi mano derecha, mi secretaria de confianza -el hombre hablaba lentamente y tosió varias veces antes de continuar hablando-. Sabes que estoy muriendo lentamente, el doctor dice que no voy a durar más de un mes con vida y...
El hombre fue interrumpido por los sollozos de la chica.
-Señor Ministro no diga eso, ¡pronto encontraremos una cura! Sin usted el mundo mágico caería en pedazos -dijo la chica con lágrimas en los ojos, como evitarlo si quería tanto aquel hombre que era como un padre para ella.
-Hermione, no podemos tapar el sol con el dedo aunque seamos magos. Fue imprudencia mía dejar que esa extraña maldición me impactara. Pero no es eso de lo que quiero hablar -dijo mirando los ojos de la castaña para verificar que ésta le ponía atención y no lo interrumpiría, pues hablar era muy difícil para él en su condición actual-. Desde hace seis años que saliste de Hogwarts y viviste cosas horribles después de la guerra, te he acogido como mi propia hija; además, eres una increíble y talentosa bruja por eso eres mi mano derecha, porque te lo has ganado por mérito propio. Nadie en el ministerio conoce mejor mi labor como tú, cuando he enfermado o faltado al trabajo, tú siempre has estado ahí y has desempañado tu papel tan impecablemente que nadie puede refutártelo. Y es por eso que te he llamado. Cuando fui herido por esta maldición supe que no me recuperaría, no podía dejar al mundo mágico desamparado, por eso durante años te he instruido correctamente. Ayer convoqué al Wizengamot a una asamblea para decidir el futuro de la comunidad mágica. He expuesto mis razones y puntos de vista para escoger al nuevo ministro de magia en caso de que mi situación lo amerite.
-Señor Ministro, sabe que confío en su buen juicio, por eso le prometo que apoyaré al nuevo ministro en todo, cuanta con mi lealtad -le cortó Hermione que no aguantaba quedarse un minuto más callada pues sentía que se iba a quebrar algo dentro de ella si no hablaba ni le daba la confianza al pobre moribundo.
-Hermione déjame terminar, es difícil para mí hablar tanto y estoy cansado -replicó el hombre un poco molesto.
-Lo siento Señor Ministro, disculpe mi imprudencia, continúe por favor -se disculpó educadamente la castaña.
-Gracias, por donde iba... Ah sí, el Wizengamot consideró todos mis comentarios y aportes y está mañana me llegó una notificación oficial del Ministerio de Magia. La notificación está sobre la mesa por si la quieres leer luego -señaló el hombre-. El Ministerio de Magia oficialmente declara que en mi ausencia parcial o permanente, el cargo de Ministro de Magia se le otorga a Hermione Jean Granger.
La bruja se quedó boquiabierta sin poder exclamar o decir nada. Muchas imágenes pasaron por su mente, muchos sentimientos encontrados la llenaban y confundían. Después de unos minutos logró a duras penas articular unas palabras.
-Oh... Señor Ministro... yo ... no sé qué decir... -dijo la castaña entrecortadamente.
-Llámame Kingsley, como en los viejos tiempos y di acepto -sonrió sinceramente el hombre.
-King...Kingsley... ¿estás seguro de esto? ¿Crees que realmente yo pueda ocupar tu lugar responsablemente? soy muy joven, no creo que me apoyen muchas personas -dijo la chica.
-Hermione, estoy completamente seguro que esto es lo correcto. No existe ninguna persona en el mundo mágico mejor que tú para ocupar este puesto. Además, es otro récord que logras: ser la ministra de magia más joven de toda la historia de la magia. Confío en ti, en tus capacidades, eres la indicada para esto y pronto te darás cuenta que tienes muchas personas apoyándote -sonrió Kingsley.
-Si tú confías en mí, yo confío en ti y en tu buen juicio. Acepto ser la Ministra de Magia cuando no estés -la chica le devolvió la sonrisa, aunque su voz sonó temblorosa al decir aquel comentario.
-Esa es la niña que apoyé durante estos seis años, felicidades Hermione -dijo el ministro.
FIN DEL FLASHBACK
El despacho de la ministra era bastante espacioso, las paredes eran de un color crema que combinaba perfectamente con el juego de sillones. Una de las paredes estaba ocupada por varias estanterías repletas de toda clase de libros ordenados cuidadosamente. La pared de enfrente era de vidrio y permitía ver lo que sucedía en los otros pisos del ministerio. En la pared donde se encontraba la entrada de la oficina, había unos cuantos armarios que contenían extraños artefactos mágicos y alguno que otro trofeo. La decoración en sí era sencilla y sofisticada, consistía en uno que otra pintura, plantas y unos retratos donde se mostraba a la ministra un poco más joven con sus padres o amigos.
Hermione se encontraba sentada en su escritorio, el cual era bastante amplio y lujoso. Claro, nadie dudaba del tamaño del escritorio pues el lado derecho siempre está repleto de torres de informes que Hermione debía revisar y firmar y el lado izquierdo se encontraba ocupado por varias pilas de libros que ella leí en su tiempo libre; es decir, en sus horas de comida mientras no tuviera que asistir a algún almuerzo con algún mago o bruja importante. El centro del escritorio estaba ocupado únicamente por una lámpara y un porta-lapiceros, ya que Hermione necesitaba aunque fuera un pequeño espacio para realizar aquellas tareas.
-¡Siete meses Kingsley! -suspiró Hermione-. Siete meses desde que te fuiste para siempre, seis meses de ser ministra. ¿Qué hiciste Shacklebolt? No tengo vida social, desde hace seis años que no sé nada de mis amigos, mi vida consiste en mi trabajo y mi casa, solo me relaciono con personas del trabajo, ¿cómo es posible que no tenga amigos? me siento más sola que nunca, desde que te fuiste, estoy sola, muy sola. Creo que Ron tenía razón en Hogwarts, moriré solterona y sin amigos -Hermione se lamentaba mientras recordaba todo lo que había vivido en toda su vida.
Habían pasado siete meses desde la muerte de Kingsley Shacklebolt, Hermione era ministra desde hacía seis meses atrás y en muy poco tiempo había hecho varios cambios drásticos que habían impactado al mundo mágico, muchos de estos cambios habían sido muy bien acogidos por la comunidad mágica y esto hizo que Hermione se volviera muy popular y amada por los magos y brujas. Sin embargo, el tiempo que disponía Hermione para su vida personal era casi nulo, ya que consistía en ir a su casa, cenar, bañarse, tal vez ver una película o leer un libro y dormir. A pesar de que Hermione tenía muy poco tiempo para sí misma, se mantenía en muy buena forma. Su cabello, que durante su estadía como alumna de Hogwarts era una maraña indomable, ahora lucía largo hasta su media espalda y un poco lacio para terminar en unas ondas perfectas en sus puntas. La chica ya no era una niña, sus facciones y cuerpo habían dejado a la niña atrás para convertirla en una esbelta y curvilínea mujer. Tampoco era que tenía grandes pechos o inmenso trasero, pero su figura destacada como la número uno de las mujeres más guapas y envidiables del mundo mágico. Y no era para menos, ella era la combinación perfecta de belleza física, amabilidad, respeto e intelecto; muchos magos y brujas así lo creían, creían que ella era la mujer perfecta. Sin embargo, solo Hermione conocía y sabía muy en el fondo que ella no era perfecta, ni siquiera estaba completa. Ella sabía que en ese momento de su vida Hermione significaba Sola y no Perfecta. Pues así se sentía y estaba ella: sola.
