- Puedo explicarlo.
Pero no podía explicárselo. Ni siquiera se lo explicaba a sí misma. Se habían prometido tantas cosas en las noches en las que no paraban de hablar, habían jurado que aguantarían, que podrían con ello. Pudieron con la muerte de Chuck, pudieron con la muerte de sus padres, incluso con la intervención de Ned. Había funcionado durante meses, lo tenían todo: amor, confianza, seguridad, respeto, amistad. Pero no tenían sexo. Ni siquiera tenían un beso, o una caricia. Ni siquiera podía cogerle la mano. Vivía en plena tensión para no rozar al hombre que amaba. Y no lo soportaba más. No lo había soportado más. Así que no podía explicarlo, pero en realidad había mil explicaciones para que el la encontrará con las maletas preparadas, escribiéndole una nota.
- Me voy, Ned, me voy. Lejos. No voy a volver.
Las palabras salieron de su boca tan dolorosas como había creído. Por eso no quería hacerlo en persona, por eso no quería ver la cara del pastelero cuando se enterara. Porque dolía. Mucho. Le debía la vida, literalmente. Luego le había creado un jardín de flores para crear miel en una azotea. La amaba. Y ella le amaría siempre. Pero no podía tocarla. Y ella no podía soportarlo.
Ned lloraba. Charlie no pudo contener las lágrimas.
Y quizá hubiera podido aguantar sin su piel. Pero estaba todo lo demás. Estaba el vivir escondida de todos, sobre todo de sus tías. Verlas, mandarles sus tartas. Y que lloraran su muerte. Verlas llorar su muerte.
Olive podría querer a Ned. Y Ned habría acabado queriendo a Olive si ella no hubiera aparecido para romperlo todo. Olive podía darle un beso. O mil.
- Cuida a nuestras abejas.
Y es lo último que dice antes de cerrar la puerta sin mirar atrás. Porque necesita vivir su nueva vida.
