Nunca he considerado que tuviera ningún don especial. Quizá el no pensar las cosas y actuar por instinto a veces pueda funcionar como algo positivo, pero no es algo que destacaría como una virtud. Por eso, es momentos como este me siento tan perdida como aquel día en el que Steve me encontró en el museo. Desde pequeña, siempre quise seguir los pasos de mis padres, ambos militares, algo que en ningún momento frenó el hecho de que los dos murieran en aquel ataque. En ese instante, en ese estallido aleatorio que les capturó, como podía haber capturado a otros tantos, mi vida se desmoronó como un edificio que colapsa. Hija única, sin familia cercana, completamente sola. Por suerte, no tuve que pasar por casas de acogida. El año en que mis padres murieron fue el año en el que cumplí los 18 y tuve la libertad de actuar por mí misma. Pero no fue hasta que me topé con Steve cuando comencé a vivir verdaderamente.

Solía ir al museo a abstraerme, a imaginarme cómo fue la vida de mis padres cuando estaban lejos, a tratar de imaginarme a mí misma con su valentía, con su inteligencia. Fue una de esas tardes, con lágrimas en los ojos, cuando tocó mi hombro y, mirándome con esa sinceridad que siempre rebosan sus ojos, me habló por primera vez.

-Sé lo que se siente. Yo también he perdido mucho ahí - Dijo señalando las diferentes fotografías de los conflictos bélicos en los que ha estado involucrado Estados Unidos a lo largo de los años.

Secándome las lágrimas a toda prisa y tratando de recobrar la calma, miré fijamente a ese rostro que tantas veces había visto en televisión y que ahora me resultaba extraño.

-El mundo entero conoce tu historia, Steve Rogers. Yo no soy más que una de las muchas huérfanas anónimas que dejan las guerras. Y lo peor es que...

Esto último lo dije con un hilo de voz, según recuerdo, pero tratándose de él, es difícil ocultarle algo.

-¿Qué es lo peor? ¿Que no te quitas de la cabeza seguir sus pasos?

-Eh... Algo así...-Respondí descolocada tras comprobar que una persona, no, un superhéroe que me acababa de conocer sabía más de mí que yo misma.

-A veces nuestras vocaciones, nuestros sueños y nuestros fantasmas son absurdos. Pero eso no significa que no haya que seguirlos. -Hizo una pausa que en mis recuerdos se siente como un milenio- A propósito. El mundo conoce mi historia, pero pocos conocen mi dolor.

Recuerdo quedarme helada con esa respuesta. Toda mi vida pidiendo que no me juzgaran y era lo que acababa de hacer con alguien que, en cierta manera, había vivido el mismo infierno que yo. Debió notarlo, porque no tardó en preguntarme mi nombre, a lo que yo contesté con la mirada perdida.

-Algo me dice que vienes a menudo por aquí, Chloe. Así que nos veremos pronto.

(Momento actual)

Salí de mi ensoñación y le vi al fondo, sin la luz que siempre había sido protagonista en su mirada, completamente roto por haber perdido no sólo a parte de su familia, sino a parte de los millones de seres que protegía día tras día. No hacía ni unas horas que Thanos había chasqueado sus dedos y lo había destrozado todo y Steve ya estaba pensando en cómo solucionarlo. Aún me sorprendía su capacidad de colocarse en el último lugar de su lista de prioridades con tal de ayudar. Una cualidad que creí haber adquirido después de tanto tiempo a su lado, pero que Thanos y su maldad me arrebataron en unos segundos. Otra vez. De nuevo, mi mundo se había venido abajo.

(Años atrás)

Esa especie de promesa de Steve se cumplió y seguimos encontrándonos muchas tardes. Las primeras veces, yo mantuve mi coraza firme, pero poco a poco fui descubriendo a una persona especial, casi mágica. Quien siempre había visto como Capitán América fue abriéndose, explicándome que iba allí siempre que podía para no olvidar, para repasar los fallos que pudo haber cometido, para tener presente a Bucky. Y yo no tardé demasiado en explicarle por qué continuaba torturándome al visitar el museo. Sola, sin tener muy claro qué paso dar, con una meta que en realidad fue la que me arrebató a mis padres. Y poco a poco, nuestro lazo se fue haciendo más fuerte. Lo recuerdo como un proceso natural, muy paulatino y curativo en cierta manera. Creo que los dos limpiamos nuestras heridas en las mesas de esa cafetería.

Un día, sin previo aviso, Steve me invitó a entrenar con él.

-Si realmente quieres seguir tu vocación, si quieres convertirte en alguien capaz de ayudar a los demás en situaciones de emergencia, tendrás que entrenar. Ven a correr conmigo, prometo no machacarte -me dijo con una de las sonrisas más sinceras que guardo en mi memoria.

Esa fue nuestra mejor época, no tengo dudas. Ahí éramos Steve y yo, sin dolor, sin miedos, sin luchas, sin más pérdidas. Y fue ahí cuando empecé a entender que tenía delante de mí al hermano mayor que siempre me faltó. Fue ahí cuando volví a sentir que tenía una familia.

Ahora pensar en esas carreras a las que se unió Sam, el único al que podía seguir el ritmo, era como sentir el puño de Thanos sobre mí una y otra vez. Pero antes de conocerle, mi entrenamiento fue volviéndose más duro y más específico. No sé de qué manera ni por qué, Steve vio en mí algo especial. O quizá una versión de sí mismo antes de que su vida cambiara. Y quiso que entrara a formar parte de ella.

Recuerdo el día en que me llevó a las instalaciones de S.H.I.E.L.D. Nunca antes había estado tan sobrepasada por una situación. Me recuerdo a mí misma repitiéndole una y mil veces que era una mala idea, que no tenía ninguna virtud, ningún don que me diferenciara del resto. Y recuerdo con una claridad espectacular su respuesta.

-Lo que tú tienes es más valioso que cualquier poder. Y está aquí -dijo tocándome ligeramente el pecho- y aquí -y repitió la acción apoyando su dedo en mi frente-.

(Momento actual)

Su confianza en mí me abrumaba, como más tarde lo haría la de todas las personas que me ayudaron a convertirme en lo que soy ahora. Steve le encomendó a Natasha la tarea de transformarme en una agente. De repente, cuando me quise dar cuentas, estaba superando pruebas que meses atrás ni siquiera había sido capaz de imaginar. Cuando Steve me conoció no era más que una niña resentida, que no se aceptaba a sí misma y que no aceptaba lo que había ocurrido en su entorno. Toda esa rabia y ese dolor se convirtieron en impulsos para lograr una meta que llegó antes de tiempo. Concretamente cuando Bucky, reconvertido en Soldado de Invierno, regresó a la vida de Steve y entró de lleno en la mía.