–– Bianca Dinorah Cara Montesco Capuleto ¿se puede saber a dónde piensa dirigirse la futura Gran Duquesa de Neo Verona a estas horas de la noche? –preguntó una voz en la oscuridad de uno de los callejones detrás del palacio.
–Sir Conrad… yo… ehm… no me sentía muy bien y quería tomar un poco de aire fresco –murmuró la voz que se escondía debajo de una oscura capa
–claro, y para eso tenía que salir a media noche, a escondidas de todos, envuelta en una capa que oculta su identidad, con una canasta de víveres. Claro, es perfectamente ilógico pensar que podría salir a su balcón simplemente con una bata y sentarse en santa paz –comentó el hombre acercándose a ella
– ¿Cuándo piensas empezar a portarte bien? Eres igual que tu madre, siempre haciendo cosas buenas que parecen malas –continuó él pasándole un brazo por los hombros a la chica con la intención de regresarla adentro.
–No creo que lo del "Torbellino Rojo" parezca de ninguna manera algo malo –replicó Bianca
–ahora no, pero eran otros tiempos lady Bianca, era otra situación ¿Por qué si quieres ayudar a alguien tienes que hacerlo a escondidas? –preguntó él mientras entraban.
–es que no me gustan las habladurías que eso causa, los nobles me llaman loca y dicen que deberían encadenarme y despiojarme por acercarme a los plebeyos, y en el pueblo dicen que lo hago para ganarme a la gente, me molesta eso, es horrible que malinterpreten las intenciones de uno –replicó Bianca mientras subían.
–Por lo menos lleve a alguien con usted, sabe que en sus hombros está el futuro de Neo Verona, ha sido así desde la muerte de sus padres, incluso desde el momento en que fue concebida –razonó Conrad mientras llevaba a la chica por los largos pasillos del palacio.
–escríbale una nota a la familia a la que iba dirigida esta canasta, dígales la verdad, que la atraparon a la salida del palacio, pero ha procurado que les lleguen las cosas. Yo mismo iré a entregarla si me dice dónde es –le dijo el hombre tomando la canasta frente a la habitación de la muchacha.
–está bien, gracias –murmuró ella y entró, algunos minutos más tarde le entregó una nota corta e instrucciones de dónde debían entregarse las cosas.
–buenas noches, se lo agradezco mucho, Sir Conrad –le dijo Bianca, el hombre hizo una inclinación y se fue mientras ella cerraba la puerta.
Miró la sala frente a ella, su recibidor personal, con una chimenea, algunos sillones elegantes y una mesa, atravesó el lugar y entró a su estancia, con una pared recubierta de libros, una mesa con sillas, un pequeño clavicordio, un secreter y una mecedora junto a las puertas de cristal que llevaban al enorme balcón. De nuevo pasó de largo y entró a su habitación, el cuarto más grande la pieza, con su cama alta y adoselada en el extremo más alejado de la puerta, una salida al balcón, un tocador, una mesa con un jarrón lleno de flores y figuras de porcelana, y dos sillas frente a la enorme chimenea de la esquina.
Se quitó la larga capa, la colgó en un perchero junto a la puerta y se sentó frente al tocador, llevó su mano delicadamente a su cabello y retiró una peineta, dejando una espesa melena castaña rojiza caer hasta su cintura. Se pasó una mano por el pelo y comenzó a hacerse una trenza, sin dejar de ver a la chica de brillantes ojos verdes que le devolvía la mirada desde el espejo.
Se preguntó cómo habría sido su vida de haber tenido a sus padres con ella, sabía que habían muerto cuando ella tenía apenas tres meses de edad, pero nunca le habían dicho como, lo que sí sabía era que la mayor decepción en la vida de Sir Conrad había sido la concepción de la chica, no por falta de cariño, sino por la manera en que sus padres habían consumado su amor. También conocía la historia de la enemistad ente las familias de sus padres y como habían luchado para estar juntos.
Volteó a ver el cuadro sobre la chimenea, se levantó y se acercó lentamente hasta poner las puntas de los dedos en el marco, miró con detalle la pintura y suspiró, era un regalo de su primer cumpleaños que le habían hecho los amigos de sus padres, los que los habían conocido y recordaban sus caras. Habían mandado hacer esa pintura de ellos juntos, como deberían de haber vivido, aunque sabía que era imposible que hubieran posado para ese retrato.
Examinó atentamente la cara de su madre, la sonrisa serena, sentada, con ella en sus brazos, y a su padre, de pie junto a la silla, con una mano protectora sobre el hombro de su madre, con la misma expresión alegre de la mujer que tanto había amado en vida y que de la misma manera había sido correspondido.
Tocaron en su puerta.
–Adelante –contestó Bianca
–BiDiCa, venía a darte las buenas noches antes de irme a dormir, no sabía que seguías despierta –le dijo su abuela entrando a la habitación. Había vuelto al palacio al siguiente día de la muerte de su hijo, únicamente para cuidar a su nieta.
–he ahí dos que en verdad se amaron. Tú naciste de su amor y te volviste el más grande tesoro que haya habido jamás en Neo Verona –le dijo la mujer besando su mejilla y abrazándola.
–Ya sé que soy una hija del amor –murmuró la chica con una sonrisa pícara, su abuela era la única persona con la que hacía ese tipo de bromas, era la única que entendía que reía para no llorar.
–no digas locuras, tu madre era muy buena, demasiado bien criada como para andar haciendo esas locuras, era un dama en toda la extensión de la palabra, estoy más que segura de que habrán encontrado una forma de casarse en secreto, a ellos su mismo juramente les habría valido lo suficiente –replicó Portia.
–lo sé, eso era amor verdadero, y eso me hace sentir segura en este enorme palacio y entre los nobles hipócritas… Abuela ¿me dirías que soy horrible si te digo que más que extrañarlos, siento curiosidad de tenerlos cerca? –preguntó Bianca
–BiDiCa, querida, tú no debes sentirte culpable por eso y no eres horrible. Es normal que ya no los extrañes por que no tienes absolutamente nada que extrañar por que no los conociste. Es normal que te intriguen sus personalidades, cómo hubiera sido tu vida, pero ellos, ambos se sacrificaron por Neo Verona, pero más que por nadie, por ti, para que tú pudieras vivir y hacerlo como lo haces –contestó Portia muy seria.
–estoy segura de que ellos te cuidan y te aman, princesa, dónde sea que estén siempre estarán contigo –afirmó la abuela de Bianca.
–me gustaría tener un amor tan grande como el que ellos tuvieron… antes de tomar el control del gobierno completamente, porque en el momento en que suba al trono… bueno, sólo digamos que se acabó la fiesta y mi matrimonio va a ser cosa del gobierno –admitió Bianca
–no te pongas así, creo que a ellos les encantaría que tuvieras un amor así, y van a ser precisamente ellos los que pongan a esa persona especial en tu camino, y por "la fiesta" yo no me preocuparía, en ese momento vas a conocer a más gente, irás a lugares lejanos y recibirás a príncipes de otras tierras… tal vez uno de ellos sea tu gran amor –le dijo Portia recargando su cabeza en el hombro de su nieta
–sé que te fuiste cuando murió la familia de mi madre ¿Qué crees que pensarían mis abuelos si me vieran? ¿Qué dirían de mis padres? Siempre me lo he preguntado –comentó Bianca
–bueno, nunca lo sabremos, así que es mejor no pensar en eso. Yo soy tu abuela y te digo que te adoro y que avalo, respeto y apoyo a tus padres por su decisión –le dijo la mujer
–Buenas noches, mi preciosa BiDiCa –terminó ella, le dio un beso en la mejilla a Bianca y salió.
–BiDiCa –murmuró la chica "eres la única que me puede llamar así, la única que puede hablarme por mis tres nombres" pensó Bianca con una sonrisa.
Estiró su mano por su espalda y comenzó a deshacer los nudos que le sujetaban el vestido, que algunos minutos más tarde cayó al suelo, lo puso sobre la silla y se quitó los fondos de la falda junto con el corsé, caminó hasta la cama, de abajo de la almohada tomó un ligero camisón blanco, se quitó la camiseta, se lo puso y miró una vez más el retrato de sus padres mientras se metía en su cama.
–Bianca Dinorah Cara –murmuró, pensando en su nombre, lo había elegido su madre. Conocía a la perfección el significado de cada uno de esos nombres "para alguien con una historia como la suya es normal que me nombrara así" pensó
–Blanca Luz Querida –murmuró recordando la traducción literal de sus nombres.
