Hola queridos lectores. Aquí os traigo esta historia. No es una historia mía (por desgracia no tengo tanta imaginación). Es de una serie que vi y que me he animado a adaptar. Así que he decidido usar personajes de Digimon para contar esta historia. Así que, universo alterno total. También lo tengo publicado con otro anime. Debéis tener en cuenta que la historia se encuadra en la sociedad japonesa y lo vi subtitulado al inglés. Hay cosas que me han resultado muy difíciles de traducir. Cuando aparezca algún término japonés lo iré aclarando al finalizar cada capítulo con asteriscos.

Disclaimer: los personajes de Digimon y la historia no me pertenecen. Sólo intento contar la historia de Orange Days con los personajes de Digimon, pero sin ningún fin lucrativo, pero si alguien me quiere pagar no le voy a decir que no.

ORANGE DAYS

Capítulo 1. La Madonna que perdió su voz.

Tres jóvenes amigos iban por las calles de Tokio. Se dirigían hacia el campus universitario. Se llamaban Yamato Ishida, Taichi Yagami y Jou Kido. Se podría decir que eran tres chicos del montón. Yamato no era un chico ni muy alto pero tampoco bajo, delgado, con pelo rubio y unos impresionantes ojos azules. Taichi era bastante alto y también delgado. Tenía el pelo castaño y tenía un atractivo singular que atraía mucho a las chicas. Por último, Jou tenía el pelo mucho más oscuro que sus amigos y llevaba gafas.

Al pasar por la puerta de una casa, protegida por una valla, vieron que sobresalía un naranjo. Jou se subió a la baranda hasta que consiguió coger una de las naranjas.

–La tengo. –dijo Jou apreciando la naranja que había arrancado. –Es muy grande.

De repente, el propietario de la casa se asomó por la baranda gritándoles.

–¡Eh!¡Vosotros! ¡¿Qué estáis haciendo?!

–Tenemos problemas. –dijo Jou. –¡Corred!

Los tres amigos salieron corriendo, pero en realidad les hacía gracia la situación y no podían evitar reír mientras corrían. Sería uno de esos recuerdos de juventud que atesorarían en su corazón. Entonces, los tres amigos todavía no sabían lo que una simple naranja significaría para ellos.


Pensamientos de Yamato:

En ese momento pensé que tenía mucho valor. Incluso me tomaba mi tiempo para ver el atardecer. Tenía 22 años y no tenía trabajo. Vivíamos bajo el cielo tokiota y teníamos el mismo valor que una naranja que había descendido de él. Como compañeros, todos mirábamos la puesta de sol. Por supuesto, en ese momento no valoraba esos momentos. También ocurrieron muchas cosas importantes. Mis amigos, vidas anteriores, el amor… Probablemente pienso en demasiadas cosas. Por ejemplo, en buscar trabajo…

Era primavera. Época en la que empezaban las clases y las búsquedas de empleo de los estudiantes de último año de universidad. Yamato, vestido con su mejor traje y corbata se encontraba en una entrevista de trabajo intentando poner la mayor de sus sonrisas mientras contestaba a las preguntas de sus posibles futuros jefes.

–Así que, licenciatura en asistencia social ¿verdad? –preguntó uno de los entrevistadores mientras Yamato asentía con la cabeza. –¿En qué consiste?

–Estudio cómo ayudar a los demás. Personas enfermas, con algún tipo de discapacidad, con problemas emocionales o que requieren algún tipo de cuidado. –respondió Yamato.

–Pero, ¿no sería mejor buscar un trabajo en un hospital o algo parecido? –preguntó el otro entrevistador. –Aquí fabricamos relojes. ¿Por qué está interesado en trabajar aquí?

–Creo que los asistentes sociales pueden trabajar en cualquier parte. Si mi intención es fomentar la ayuda mutua, realmente no importa el lugar en el que trabaje. Lo importante es cuidar los unos a los otros ¿no? –contestó Yamato como parte de un discurso aprendido.

Pero en realidad era todo una mentira. Un hospital, un centro de traducción…En aquel entonces, cualquier sitio habría servido. Tenía que conseguir trabajo donde fuera. Así funciona la vida.

Tras la entrevista, Yamato se disponía a esperar el metro para volver al campus universitario. A su derecha había un hombre trajeado hablando por su móvil pidiendo disculpas a alguien por llegar tarde, mientras que por su izquierda llegaban tres chicos que estarían en secundaria comentando que hacía tiempo que no iban a un goukon* con un tal Seiji que era el mejor del mundo.

Aquí estoy. Esta imagen representa perfectamente mi lugar. Atrapado entre una vida de estudiante universitario y la de un miembro productivo de la sociedad.

Ya en el campus, Jou lo sorprendió por detrás. Llegaba con su moto de poca cilindrada. Tenía una cesta en la parte delantera donde llevaba una naranja.

–Oye, no vengas a la universidad llevando ese traje. ¿No ves que todo el mundo te mira? –dijo Jou en tono de burla mientras aparcaba la moto y se quitaba el casco.

–Vengo de una entrevista de trabajo. He tenido un montón. –dijo Yamato mientras le quitaba a Jou la naranja que llevaba en la cesta de la moto.

–La universidad es la mejor época. Los días de oro. –dijo Jou.

–Lo sé. Esta naranja está dulce, ¿verdad? –preguntó Yamato mientras la olía y haciendo caso omiso a lo que dijo Jou.

–Quizás. –respondió Jou. Yamato le devolvió la naranja mientras separaban sus caminos, pero antes de eso, Jou preguntó.

–Espera, ¿tomamos un café?

–Tengo que seguir con la búsqueda de trabajo –respondió Yamato. –Adiós.

–¡Hey, te regalo la naranja. Queda muy bien con tu traje! –y se la lanzó. –¡Nos vemos!

Yamato seguía su camino por el campus mientras jugaba con la naranja lanzándola y cogiéndola. Se notaba mucho más relajado que en la entrevista. En el campus era común ver grupos de alumnos tocando instrumentos. Tras pasar a unos estudiantes tocando "Copa Cavana" con sus saxofones, se dio cuenta de que tenía los cordones de un zapato sueltos y se agachó para atarlos. Entonces escuchó la melodía de un violín. Se dio cuenta que lo tocaba una bonita chica de pelo pelirrojo. Le llamó la atención lo bien que tocaba. Se dirigió andando hacia ella como un marinero atraído por los cantos de sirena.

La chica seguía concentrada en lo que estaba tocando, la "Partita para violín", específicamente el solo número 3 en Mi mayor de J.S Bach. De repente, se dio cuenta de que había alguien plantado cerca de ella y dejó de tocar.

Y así, en mi último año como estudiante, la conocí.

Sujetando la naranja con los dedos, Yamato empezó a aplaudir. De repente, la chica estiró la mano.

–¿Qué? ¿Quieres dinero? –preguntó Yamato extrañado. –Vale, espera un minuto. –Yamato empezó a buscar en su portafolio. –Lo siento, he gastado lo que tenía en el metro. Espera, toma esto. –y le entregó la naranja. La chica la cogió también extrañada por lo que utilizó como recompensa. De repente llegó un chico.

–Siento llegar tarde. –le dijo a la chica. –¿Necesitas algo? –preguntó el chico a Yamato al verlo ahí plantado.

–No. Nada. –respondió Yamato. Veía que ahí hacía mal tercio. Así que, se giró y se fue, mientras la chica guardaba su violín en el estuche.

–¿Vamos? –preguntó el chico. La chica sólo asintió con la cabeza y fue tras él, sin olvidar la naranja.


En clase, el profesor Koushiro Izumi se dirigía a sus alumnos, entre los cuales estaba Yamato y Jou.

–Por tanto, lo aprendido en clase lo podéis aplicar en el mundo real. Estoy aquí para ayudaros en lo que necesitéis. Aprenderéis a entender estos principios. Acudid a mí si tenéis cualquier duda, preocupación o necesidad especial. Éstos son los términos y condiciones de la clase. –dijo señalando a la pizarra escrita. Entonces, la campana sonó, dando por concluida la sesión. –Eso es todo por hoy, chicos.

Fuera de clase se encontraba Taichi. El castaño, que poseía un gran imán para las chicas, se encontraba mirando un móvil mientras una chica se dirigía a él llorando.

–¿Por qué no me lo has dicho hasta hace un minuto?

Taichi sólo la ignoraba.

–¿Es tu novia? –le dijeron unos chicos que pasaban por ahí en tono de broma.

–Dejadme en paz. –les contestó Taichi.

–¿No te importo? –le preguntó la chica llorando. Entonces llegaron Jou y Yamato, que habían escuchado los lamentos de la chica.

–Hay más chicos por ahí. –intentó consolarla Jou. –¿Qué tal yo?

–¿Y qué pasa conmigo? –insistió la chica llorando sin hacer caso a Jou.

–Yo soy muy, pero que muy simpático y amable. –insistió Jou dirigiéndose a ella.

–Para ya, Jou. –le pidió Yamato.

–Llego tarde a la siguiente clase. Tengo que irme –dijo Taichi apurado. Y se fue haciendo caso omiso de la chica.

–¡Taichi! –gritó la chica persiguiéndole.

–Esa chica también fue tras él ayer, ¿verdad? –preguntó Yamato a Jou.

–Sí, es una acosadora. –dijo Jou asintiendo. –Utiliza un método de acoso perfecto. El sistema 24 horas.


Sora Takenouchi se encontraba en una sala a la que acudían los estudiantes de la universidad a relajarse un poco. Allí había alguna mesa, algunos sillones y máquinas expendedoras con bebidas y algo de comida y dulces. El chico con el que se fue anteriormente, le dejó un fajo de billetes, pero Sora negó con la cabeza. El chico buscó en su cartera y añadió un par de billetes más. Sora ladeó la cabeza.

–Está bien, está bien. ¿Qué te parecen 100.000 yenes? –dijo esto mientras enseñaba las palmas de las manos. Sora sonrió, pero de repente negó con la cabeza.


Afuera, Maki Himekawa, una estudiante de posgrado se encontraba haciendo sus horas de voluntariado con el club de lengua de signos. Eso le permitía obtener créditos para su postgrado. Era una chica delgada de pelo castaño oscuro. Maki enseñaba lengua de signos a tres estudiantes que querían aprender. Debían aprovechar el buen día que hacía, por eso estaban dando la clase afuera. Maki empezó a hablar en lengua de signos.

–Muy bien, ¿qué acabo de decir? –preguntó a sus alumnas.

–"Con mis ojos, me enamoré de tu figura. Con mis oídos me enamoré de tu voz". Oye, eso es de Shakespeare. –tradujo una de las chicas dándose cuenta de la cita del autor.

–Felicidades. Muy bien, ahora probemos con esto.

Las chicas siguieron practicando. Por el fondo, pasó Sora con su bicicleta roja. Llevaba el violín a la espalda. Unos segundos después, Maki se percató de algo por el lado contrario por el que había pasado Sora.

–Esperad, chicas. Enseguida vuelvo. –pidió Maki.

–Es su novio. –dijo una de las chicas, mientras lo hacía también en lengua de signos y dirigía la mirada hacia el rubio. Maki se encontró con Yamato, que caminaba junto a Jou.

–Yamato, ¿has encontrado trabajo?

–Todavía no.

–¿La entrevista no era hoy? –volvió a preguntar Maki.

–Sí, hoy ha tenido una entrevista y no para de llorar por ello. El entrevistador dijo "¿a que eres tonto?" –contestó Jou.

–No dijo eso. –dijo Yamato mientras golpeaba a Jou en el brazo.

–Bueno, sigue intentándolo. –animó Maki.

–Sí. –dijo Yamato.

–Ya ha fallado en más entrevistas. –siguió Jou chinchando a Yamato.

–Ánimo. Perdonad. Estoy a mitad de mi clase de lengua de signos. Adiós. –se despidió Maki con la mano.

–Adiós. –le dijo Yamato con una sonrisa bobalicona.

–Siempre está muy animada, ¿verdad? –comentó Jou. –¿Os va bien?

–Claro. –se limitó a contestar Yamato.


Por la noche, Yamato se encontraba en su diminuto apartamento. Entonces su móvil empezó a sonar.

–¿Diga? –contestó Yamato.

–Soy Jinji, de Relojes Alpha. Lo hiciste bien pero hubo una cosa que nos preocupó. Se trata de su aspecto.

–¿Qué? ¿Mi aspecto? –preguntó Yamato extrañado.

–Sería mejor si llevara gafas. No es que no estuviera fantástico. Pero ese lenguaje corporal…

Yamato empezó a sospechar.

–Esto suena raro.

Jou y Taichi le estaban gastando una broma. Taichi le quitó el teléfono a Jou.

–Estuvimos llamándote pero no contestabas.

–Idiotas. –dijo Yamato, colgando.

–Está enfadado. –dijo Taichi.

–Por eso te dije que no era buena idea. –dijo Jou.

Después de colgar, el teléfono de Yamato volvió a sonar.

–Qué cabezotas. –se quejó Yamato mientras miraba el número. Pero esta vez no se trataba de los imbéciles de sus amigos. Era Maki.

–Hola, ¿qué pasa?

–¿Puedes bajar?

Yamato y Maki se encontraron abajo unos minutos después. Hacía bastante frío, pero merecía la pena pasarlo por ver la cara de Maki. Cuando Yamato se acercó, se sentaron en un banco que había cerca. Maki sacó un sobre que tenía una flor de cerezo y se lo dio a Yamato.

–Toma. Olvidé dártelo esta tarde.

–¿Es un amuleto de la suerte? –preguntó Yamato al abrir el sobre.

–Sí. Los venden en el templo de camino al campus, así que paré y compré uno.

–"Shuusoku Jouju" –leyó Yamato.

–Significa "buena suerte en la búsqueda de trabajo".

–Gracias. –dijo metiéndolo en el bolsillo de su chaqueta. Entonces, Maki se levantó como para reunir el valor de lo que le tenía que decir.

–Yamato, eres genial y muy guapo, pero siento que soy como una hermana mayor.

–¿Pero qué dices? –preguntó Yamato levantándose para ponerse a su altura.

–Pese a todo, me quedaré en esta pequeña universidad durante tres años, donde no hay tantos estudiantes. Pensar en irme lejos da algo de…miedo.

Yamato la atrajo hacia él y se quedaron mirando al horizonte, haciéndole saber a Maki que él se encontraba a su lado a pesar de sus miedos.


Al día siguiente, Yamato se encontraba en el campus mirando ofertas de trabajo en un panel de anuncios. Esta vez iba vestido como cualquier joven. Mientras apuntaba en una libreta lo que le interesaba, notó como si alguien le mirara fijamente. Al girar la cabeza, se encontró con la chica del violín. Al ver que no decía nada, Yamato siguió apuntando. Entonces, Sora se acercó a Yamato, viendo qué apuntaba. Se dio la vuelta para ir a los paneles de anuncios que estaban al otro lado. A continuación, fue Yamato el que se giró preguntándose qué estaba haciendo y fue tras ella.

–¿En qué año estás? –preguntó Yamato intentando romper el hielo. Al no obtener respuesta, volvió a hacer otra pregunta. –¿Qué tipo de trabajo buscas?

Sin más, Sora se giró y se fue a los paneles que estaban a continuación.

–¿Pero qué diablos? –se preguntó Yamato. –Al menos podría responder. –Al ver la actitud de la chica, Yamato dio media vuelta y se fue a seguir con su búsqueda junto a otro panel de anuncios. Unos minutos después, Yamato escuchó cómo le llamaban. Era Maki, que le llamaba desde el edificio, asomada por una de las ventanas.

–¡Jou y Taichi te están buscando. Van a la charla sobre empleo!

–Vale, gracias. –y se despidieron con la mano. Mientras Yamato recogía sus cosas, no se percató de que se le cayó el amuleto que le regaló Maki.

–¿Vienes a la charla? –le preguntó a Sora, que seguía mirándole. Al ver que no contestaba, se fue. A continuación, Sora recogió el amuleto. Cuando fue tras él para devolvérselo ya era demasiado tarde. De repente, una chica tocó a Sora por la espalda. Era Mimi Tachikawa, la mejor amiga de Sora. Una chica de piel blanca y pelo castaño claro. Al igual que Sora, también era bastante bonita.

–Hola Sora, ¿estás bien? –le dijo a Sora en lengua de signos, aunque también lo dijo hablando. Sora simplemente le hizo saber que sí, también en lengua de signos.


Jou, Taichi y Yamato se encontraban en la charla sobre empleo. Mientras el profesor hablaba, Jou, desesperado, le pedía algo a Taichi.

–Por favor, te lo ruego.

–¿Cuántas veces me lo has pedido? –preguntó Taichi.

–Venga, será la última vez.

–Esa chica también estaba en el goukon del otro día. –dijo Taichi, haciendo referencia a la fiesta en la que habían estado unos días antes.

–¿Es guapa? –preguntó Yamato a Jou. Éste sólo asintió con la cabeza.

–Me pregunto si son alumnas transferidas. Eran todas tan guapas. –dijo Jou mientras el timbre daba por concluida la clase. –No puede ser que nadie las haya notado todavía. Ayúdame, Taichi. –consciente del éxito que éste tenía con las chicas.

–Tengo hambre. –dijo Yamato cambiando de tema. –¿Qué comemos hoy?

Al salir de clase, se encontraron con la acosadora de Taichi. Esta vez no tenía escapatoria, así que no tuvo más remedio que ir con ella para hablar en un restaurante cerca del campus, aunque Jou y Yamato se pusieron con ellos para no dejar sólo a su amigo.

–Oye, tienes que dejar de perseguirme por todas partes. –dijo Taichi a la chica.

–¿En serio? –dijo la acosadora.

–Sí. –dijo Taichi. –Lo siento.

–¿Por qué? –preguntó la chica mirando a Yamato, al ver que Taichi no parecía muy dispuesto a darle explicaciones.

–No conozco los detalles, pero Taichi es homosexual. –respondió este.

–¿Es una relación profunda? –preguntó ésta mirando a Jou, que estaba junto a Taichi, dando por hecho que eran novios.

–Sí, de hecho apenas me deja dormir. –mintió Jou mientras Taichi se encendía un cigarro y Yamato se aguantaba la risa. La chica, enfadada, cogió un vaso de agua, se lo tiró a Taichi y Jou y se fue corriendo no sin insultarlos previamente.

–¡Maricones! –gritó la chica. Taichi por fin se sintió aliviado de haberse deshecho de su acosadora.

–Gracias por ayudarme. –agradeció Taichi a sus amigos.

–Yo todavía tengo un favor que pedirte. –le recordó Jou a Taichi.

–¿Era parte del acuerdo? –Preguntó Taichi.

–Oye, se ha ido llorando. –comentó Yamato.

–Este tipo de cosas son las que más hieren el orgullo de una chica. Descubrir que el chico que le gusta es repugnante para ellas. –dijo Taichi. –No pasa nada.

–Deberías salir en serio con las chicas. –le reprochó Yamato a Taichi.

–¿Qué quieres decir con eso? –preguntó Taichi.

–Calma, chicos. –intentó poner paz Jou. –¿Queréis probar mis croquetas?

–Me refiero a asentar cabeza. Si no buscas trabajo, ¿qué planeas hacer? –preguntó Yamato a Taichi.

–Yo también me lo pregunto. –dijo Taichi aburrido. –En primer lugar, no me gusta llevar corbata y en segundo lugar, no quiero convertirme en uno de esos hombres que viven sólo para servir a los demás. Dime, ¿son las entrevistas divertidas?

–Son aburridas. –dijo Yamato. –Pero quiero un futuro. ¿Qué vas a hacer en el futuro?

–No quiero convertirme en un salaryman*. Tendría suerte si lo consiguiera pero, ¿llevar traje, jugar al golf y ponerme gordo? Qué aburrido.

–Pensarás que soy arrogante, –dijo Yamato. –pero si lo haces bien en la empresa, te premiarían, ¿no está eso bien?

–Entiendo lo que quieres decir. –se incorporó Jou a la conversación. –Esos oficinistas brillan y han elegido su carrera. Esa es la imagen que dan. En mi caso, cuando me gradúe, no puedo decidir dónde estaré ni en qué me convertiré.

–No me quiero convertir en esa clase de persona. –dijo Taichi.

–¿Entonces qué quieres para ti? –preguntó Yamato. –¿Qué clase de persona quieres ser? ¿Hay algo especial en ti?

–Eso es irrelevante. Déjame en paz. –sentenció Taichi. Se levantó y se fue.

–¿Es asistente de fotografía en su trabajo a tiempo parcial, verdad? –preguntó Yamato una vez que se fue Taichi.

–Sí. –asintió Jou.

–Haciendo eso ¿espera convertirse en fotógrafo profesional?

–No lo sé. –respondió Jou. –No sé en qué acabará todo. Vivimos en un mundo difícil.

–Por eso tenemos que buscar trabajo. –dijo Yamato. –No podemos continuar como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.


Taichi cogió su cámara de fotos. Yendo por el campus, vio a Sora sentada en un tronco cortado mientras leía un libro. Era la misma chica a la que se refería Jou y que habían visto en el goukon. Pensó en que esa desconocida era bastante fotogénica y natural y que no debía desperdiciar esa oportunidad que se le había presentado, así que, empezó a tomarle fotografías sin que se diera cuenta. Después, ya sin ningún disimulo, se acercó a ella, colocándose al lado y apuntando con la cámara. Cuando Sora percibió movimiento cerca de ella, levantó la cabeza para encontrarse al chico tomándole una foto. Taichi sonrió.

–Perdóname. Te he estado sacando fotos pero ni te has dado cuenta. ¿No has oído el sonido? –dijo Taichi. Sora cerró el libro, lo dejó en su mochila, se levantó y extendió su mano. Taichi le dejó su cámara pensando que quería ver las fotos. Entonces, Sora se dispuso a lanzarla. –¡Ehh! –Taichi consiguió arrebatarle la cámara al ver las intenciones de la chica. –Uf. Estuvo cerca. Mirándote nadie pensaría que fueras una persona tan violenta.

–¡Hey! –Mimí Tachikawa, que había quedado con Sora, se acercó hacia donde estaban Taichi y su amiga. –¿Qué ha pasado? ¿Qué estás haciendo? ¿Quién eres tú? –preguntó Mimí al chico. Sora empezó a explicarle la situación a su amiga en lengua de signos ante la mirada atónita de Taichi, que no esperaba aquello. Por eso no había notado que le estaba tomando fotos. –No deberías ir sacando fotos a la gente a sus espaldas. –le recriminó Mimí al fotógrafo.

–Lo siento. –se disculpó Taichi. –Si no te importa, me gustaría tratar algo con ella. ¿Me ayudas a traducir?

Había llegado la hora de devolverle el favor a Jou.


Jou y Taichi caminaban por el campus.

–¿Lo dices en serio? –preguntó Jou.

–Sí. Mañana a la una frente a la entrada del parque de atracciones. –confirmó Taichi.

–Come lo que quieras. –dijo Jou en forma de agradecimiento mientras entraban a la cafetería del campus.

–¿Me traes a la cafetería del la facultad? Qué soso eres. –se quejó Taichi esperando algo más de despliegue en el agradecimiento. Taichi se sentó mientras Jou fue a por lo que tomaría Taichi. Cuando Jou llegaba a su sitio se encontró con Yamato, que llevaba una bandeja con su comida.

–Hola Yamato. –saludó Jou. Yamato se quedó parado y Taichi se giró para verle. Se notaba cierta tensión entre ellos tras la discusión del día anterior. Al ver que Yamato fue a sentarse solo Jou le pidió que se sentara con ellos. Este no hizo caso, pero estaba lo suficientemente cerca como para poder hablar con ellos.

–Si vas a preguntarme si he recibido alguna llamada la respuesta es no. –dijo Yamato mirando su móvil antes de ponerse a comer. –Y se acabaron las bromitas telefónicas.

–De acuerdo. Lo sentimos. –Se disculpó Jou. –Taichi me ha conseguido una cita con una chica muy guapa. –comentó Jou para cambiar de tema y rebajar la tensión. –¿Has dormido bien? –volvió a preguntar Jou al ver la cara de cansancio de Yamato.

–No. –respondió Yamato mientras comía.

–¿Estuviste esperando la llamada? –preguntó Jou. Pero después de la mirada de pocos amigos que le dio Yamato, se disculpó por preguntar.

–¡Número 35!–dijeron los de cafetería.

–¡Sí, yo! –dijo Jou. Se levantó a por su pedido, dejando a Taichi y Yamato asolas.

–Perdona por la discusión de ayer. –se disculpó Taichi al ver a Yamato de tan mal humor.

–Yo también lo siento. Fui yo el que dio un sermón. –dijo Yamato asumiendo su parte de culpa.

–¿Es dura, verdad? –añadió Taichi.

–¿Qué? –preguntó Yamato.

–La carne que sirven aquí. –aclaró Taichi.

–Sí. Es carne normal. Nada especial. –dijo Yamato mientras comía.

–No estoy hablando de la carne. –dijo Taichi.

–Lo sé. –dijo Yamato sonriendo.

–Sé que tengo que hacer algo, pero algo diferente. Algo que salga de mi interior. –se expresó Taichi.

–Creo que sé cómo te sientes. En cierto modo he dejado eso de lado y me he conformado. De un tiempo a esta parte sólo busco un trabajo. Aceptaré cualquier trabajo que consiga. No dejo de pensar "si no lo hago, ¿qué va a ser de mí"? –dijo Yamato.

–He estado pensando en ello desde ayer. –dijo Taichi.

–¿En qué?

–Ayer fue la primera vez que alguien me dijo algo así. Nunca había pensado seriamente en ello. Pero fuiste muy bruto. –dijo Taichi sonriendo. Yamato también sonrió. Con eso, supieron que todo estaba bien entre ellos.


En el apartamento de Taichi, su hermana menor Hikari estaba cortando verdura para hacer la cena.

–Taichi, pensaba que tenías que trabajar, así que he hecho un poco de sopa de pollo. –dijo Hikari.

–¿Por qué haces sopa de pollo si tengo que trabajar?

–Pensé que podíamos comer hoy y lo que sobre por si vienes a comer mañana. –explicó ella.

–Trabajo mañana. –corrigió su hermano.

–Debo haberlo recordado mal.

–No pasa nada, me la comeré hoy.

Hikari se dirigió con la comida hacia la mesa cojeando. Taichi abrió el frigorífico y sacó una cajita.

–Oye, ¿qué es esto? –preguntó él.

–Oh, lo trajo mamá anoche. Dijo "vamos a comprar algo dulce, un pastel". Fue divertido.

Taichi lo volvió a dejar en el frigorífico.

–Para ya con eso. –se lamentó Taichi.

–¿Qué hay de malo? –preguntó Hikari. –Es nuestra madre. Dijo que conocía un montón de pastelerías a las que podría ir con mi novio.

–¡No hables de novios!


Jou se estaba tomando una cerveza de manera preocupada en el sofá de su pequeño apartamento debido a la cita que le había concertado Taichi. No paraba de visualizar su cita.

–Transporte. Necesito transporte para ir mañana al parque de atracciones. Podemos ir a tomar algo, montar en la noria, lo que queramos. –No aguantando más sentado, se levantó. –Cuando ella baje, le puedo extender mi mano y entonces ella dirá: "Oh, gracias" –dijo poniendo voz aguda. –Oh, sólo de pensarlo me da vergüenza. –Jou se dejó caer en su cama. –Ha pasado mucho tiempo. Cuatro años en la universidad y por fin voy a conseguir una novia. Salvado en el último momento. Es tan guapa. Estoy tan emocionado. –dijo Jou de manera soñadora y hablando solo. Entonces, su teléfono empezó a sonar.

–Hola. –contestó Jou.

–El teléfono no suena. –era Yamato, refiriéndose a que no le llamaban de ningún trabajo. Yamato llamaba mientras tomaba un baño en el ofuro*. –¿Quieres que cuelgue porque estás esperando una llamada de tu "novia"? –preguntó Yamato bromeando, al ver que Jou no decía nada.

–¿Qué clase de pregunta es esa? –y colgó.

–Oh, no tengo amigos. –se quejó Yamato al ver que no se podría desahogar con Jou. Enseguida su teléfono empezó a sonar. –¿Para qué me cuelga si ahora me vuelve a llamar?

–¿Qué me pongo mañana para la cita? ¿La cazadora roja de Beams o la marrón de PPFM?

–¿Qué clase de pregunta es esa? –y colgó.


Al día siguiente, Jou y Taichi estaban sentados en el hall de la facultad. Finalmente Jou se había puesto la cazadora roja de Beams.

–¿Qué? ¿No puede oír? –preguntó Jou.

–Exacto. –lo confirmó Taichi –Por lo visto es sorda.

–Sólo la había visto de lejos, no sabía que fuera sorda. ¿Y me lo dices ahora?–dijo Jou

–Por eso no habla. –dijo Taichi como el que dice que no hace sol.

–¿Qué?¿No habla? –preguntó Jou bastante agobiado.

–Bueno, no sé si puede o no, pero se comunica con lenguaje de signos.

–¿Y qué puedo hacer? ¿Cómo se supone que voy a salir con ella? –preguntó Jou.

–Cuando se trata de un hombre y una mujer, no necesitas palabras –dijo Taichi. –Cuando llegue el momento, ¡hazlo!

–¿Qué clase de conversación es esta de buena mañana? –apareció Yamato.

–La típica de universitarios. –dijo Taichi sonriendo.

–Eh, hoy tienes la gran cita. –le dijo Yamato a Jou. Aunque este se encontraba con la cara desencajada.


En clase, mientras el profesor aburría hasta a las ovejas, Jou le preguntaba en voz baja a sus amigos si podían ir con él a la cita.

–¿Vendréis conmigo?

–No. –dijeron a la vez.

–Entonces, ¿por qué no vamos a mi casa? –preguntó Jou intentando librarse de la cita intimidado por lo que le dijo Taichi de la chica.

–Tengo que trabajar. –dijo Taichi.

–¿Vienes? –dirigiéndose a Yamato, que se encontraba tomando apuntes.

–No. Eres tú el que quería la cita. –respondió Yamato.

–Pero eres tú el que trata con esa clase de personas. No soy bueno saliendo con chicas. ¿O acaso no recuerdas cuando estaba en primero y me olvidé mi libro de francés y no pude hablar con las francesas?

–Olvídate de eso. –dijo Yamato.

–Te lo ruego, por favor. –insistió Jou.

–Apáñatelas tú solo. –zanjó Yamato. Después de clase se fueron a la sala. Yamato se sacó algo de beber mientras Jou hablaba por teléfono.

–Sí, sí. Iré. –dijo Jou. Una vez sentados Jou dijo: –Estoy perdido. No sé qué hacer. Mi senpai*, el que se graduó el año pasado me ha conseguido un par de entrevistas.

–¿Te refieres a hoy? –preguntó Yamato.

–Si no puedo ir, no puedo ir. –dijo Jou –Y no podemos poner triste a la chica, ¿verdad? Así que cuento contigo, Taichi. Nos vemos. –y salió corriendo.

–¡Eh, espera! –intentó detenerlo Yamato.

–Te pido que vayas en su lugar. –pidió Taichi a Yamato sin darle opción. –Tengo que trabajar. Reúnete con ella a la una en la entrada del parque de atracciones.

–¡Eh, no pienso ir! –dijo éste viendo que le habían dejado el marrón a él.


A pesar de que había dicho que no iría, a la una, Yamato esperaba puntual a la cita de Jou apoyado en un árbol. Después de todo, la chica no tenía culpa de que sus amigos fueran tan merluzos. Llevaba un vaquero negro, una camiseta gris, una chaqueta blanca, deportivas oscuras y una mochila. Entonces vio aparecer con su bicicleta roja a la chica del violín. Después de aparcar la bicicleta, la chica se dispuso a acercarse a la entrada del parque a esperar. Llevaba una falda blanca y una camiseta rosada, unas botas claras que le llegaban casi a la rodilla y una chaqueta vaquera azul, un bolso y una cesta de picnic. Entonces, vio a Yamato apoyado en el árbol y se detuvo. Al ver que la chica estaba sola, Yamato intuyó que se trataba de la cita de Jou.

–No me puedo creer que esté haciendo esto. –dijo Yamato para sí. El chico se acercó a ella. –Soy el sustituto de Jou Kido. –Entonces recordó que Jou le dijo que era sorda. –Espera. –y se puso a buscar algo en su mochila. Sacó una libreta y empezó a escribir lo que quería decir. Entonces, ella le tocó el brazo y señaló sus labios y sus ojos.

–¿Puedes leer los labios? –preguntó Yamato. Ella asintió con la cabeza. –Ya veo. La persona que te invitó no ha podido venir. Le ha surgido un asunto urgente. –le dijo Yamato mirándola de frente y hablando despacio. Sora asintió con la cabeza y se giró para irse, pero Yamato la detuvo cuando llegaba a su bicicleta.

–¡Espera!¡Espera! ¿No has preparado ese almuerzo para la cita? –preguntó señalando la cesta. Volvió a repetir la pregunta utilizando lenguaje de signos. Sora se quedó sorprendida de que supiera hablar el lenguaje de las personas sordas.

–¿Puedes hablar en signos? –preguntó Sora, evidentemente, en lenguaje de signos.

(Nota de autora: cada vez que Sora se comunique o alguien hable con ella, será en lengua de signos, a no ser que especifique otra cosa. Los personajes oyentes suelen acompañar el lenguaje de signos con el verbal).

–Un poquito. –dijo Yamato. –Vamos a comer. –sugirió Yamato. Sora se lo pensó un poco, pero ya que se había tomado la molestia de ir, decidió aceptar. Una vez dentro del parque de atracciones, se sentaron en una mesa para comer. –Está delicioso. –alabó Yamato. Sora no le estaba mirando. Tan sólo se encendió un cigarro. Yamato se quedó sorprendido de que una chica como ella fumara. No había probado nada. Yamato llamó la atención de Sora con su mano. –Eh, esto te ha llevado tiempo cocinarlo, ¿verdad? –preguntó Yamato. –Deberías comer un poco. –dijo ofreciéndole comida. Sora hizo algunos signos. –¿Lo ha hecho la asistenta? ¿De verdad? Tienes una gran asistenta.

–Por supuesto que no. –dijo Sora. La chica hizo unos cuantos gestos más aclarando a Yamato lo que había dicho.

–Ah, ¿tu madre? –preguntó Yamato.

–¿Está el pulpo bueno? –preguntó Sora. –El tiempo límite para apreciarlo ha terminado.

Yamato se quedó parado y dejó los palillos.

–¿Entiendes lo que estoy signando ahora? –preguntó Sora.

–Aprendí lenguaje de signos en el departamento de literatura de la universidad. Voy a graduarme en asistencia social. El lenguaje de signos es una asignatura obligatoria. –explicó Yamato en signos y hablando.

–Ya veo. –dijo Sora.

–También fui voluntario en una escuela para personas sordas. –añadió Yamato.

–Entonces ¿has venido aquí como voluntario? –preguntó Sora.

–No.

Después de comer, Sora y Yamato iban caminando por el parque de atracciones. La chica por fin se había soltado y charlaba con Yamato.

–¿Qué? ¿Todos? –preguntó Yamato.

–Sí, todos lo intentan una vez. Pero cuando ven que soy sorda me abandonan. –explicó Sora. Sora empezó a signar lo mismo otra vez pensando que Yamato no lo entendió, pero éste puso sus manos sobre las suyas deteniéndola.

–Lo entiendo perfectamente. –Sora siguió andando y Yamato la tocó para detenerla. –No creo que tu sordera sea el problema. –Yamato volvió a signar otra vez lo mismo pensando que Sora no le entendía. Pero igual que hizo él antes, le interrumpió.

–¡Lo entiendo perfectamente! –Sora echó a andar otra vez. Yamato la volvió a detener.

–No es tu culpa. Sin embargo, más que tus oídos, es tu actitud lo que deberías mejorar, ¿no crees? –Ante esto, Sora se le quedó mirando unos segundos y entonces, le dio una patada en la pierna para seguir caminando.

–¡Ouch! ¡Eso duele! ¿Vas pateando a la gente normalmente? –preguntó Yamato. –¿Qué clase de mujer eres? –pero Sora iba demasiado adelantada para leerle los labios.

Ella tenía una cara preciosa, unos dedos bonitos, una bonita manera de utilizar la lengua de signos y cosas interesantes de las que hablar.

–Según tengo entendido, la profesión más antigua de la humanidad es la prostitución. La prostitución en Pompeya se remonta a la Antigua Roma. Pintaron un fresco que todavía se conserva. –explicaba Sora. –¿No es interesante? –Sora y Yamato siguieron hablando un rato.

Además de hablar de la Antigua Roma, también me enseñó a expresar agradecimiento en el dialecto de Kansai*, para darme las gracias. Recuerdo que ese día aprendí a decir en dialecto Yakuza*"¿qué estás haciendo, idiota? en lenguaje de signos.

Más tarde, estuvieron un rato jugando al mole*.

–¡Mira cuántos he conseguido! –celebró Yamato. Pero Sora se había ido a otro juego de encestar bolas. Yamato se unió a ella. Al verlo, Sora empezó a tirarle bolas a él. –¡Se supone que tienes que lanzarlas allí! –dijo Yamato mientras le lanzaba una bola a ella. Tras pasarlo bien en los juegos, se dirigieron a la montaña rusa, pero Sora se detuvo. –¿Quieres montar? –preguntó Yamato. –Vamos, subamos. Ya que estamos aquí. –Cuando el tren paró frente a ellos, Sora no parecía muy decidida en montar, de lo que el chico se dio cuenta. –¿Qué pasa? –preguntó él. Tras hacer signos él dijo –¿No has vuelto a montar desde que perdiste la audición? –Sora asintió con la cabeza.

–Me da miedo. –reconoció Sora.

–Ya veo. –comprendió él.

–Los siguientes. –dijo la encargada de la montaña rusa.

–Oh, lo siento. Es que hemos decidido no subir. –explicó Yamato. Pero Sora se armó de valor, lo detuvo y le señaló para subir. –¿Estás segura?

Una vez en la montaña rusa, mientras el tren cogía altura, Yamato le pregunto si realmente se encontraba bien al verla un poco nerviosa. Ella asintió con la cabeza. Cuando empezaron a bajar, ella se agarró fuerte y al principio no se atrevía a abrir los ojos. No obstante, cuando los abrió, empezó a disfrutar de las bajadas y los loopers y no podía quitar su sonrisa de la cara. Cuando llegaron otra vez a una subida, Sora hizo el gesto de que levantaran las manos en la caída. Al bajar de la atracción, Sora estaba muy contenta.

–Ha sido divertido. Gracias. No pensé que fuera capaz de volver a montar. Pero ha estado bien. Cada vez me gustaba más. –decía Sora emocionada. –¿Has montado en la "Fujiyama" en "Fujikyuu Highlands" y la "White Canyon" en Yomiuri?*.

–Espera, espera. Signas demasiado rápido. –dijo Yamato.

–Lo siento. –se disculpó Sora. que todavía sentía los efectos de la adrenalina en su cuerpo. Al llegar a la salida de la atracción, un empleado les ofreció comprar la foto que realizan mientras están subidos en la montaña rusa.

–Miren, si la quieren, pueden imprimirla en aquel puesto. –dijo el empleado enseñándoles una foto.

–Dice que si queremos la foto la revelan allí. –explicó Yamato. Para ello tenían que esperar su número. Pero tenían el número 27 y todavía les llevaría tiempo. Así que se sentaron en una mesa a esperar. –Parece que falta un rato. –le explicó Yamato. –¿Cuándo dejaste de oír? –preguntó Yamato curioso. Pero al ver que no contestaba, pensó que quizá no debería haber preguntado eso. –Lo siento, olvídalo.

–Hace cuatro años. –contestó Sora. –¿Pero por qué piensas que antes podía oír?

–Lo dijiste antes de subir a la montaña rusa. Y también, la primera vez que nos vimos, estabas tocando el violín.

–Ya veo. –recordó Sora. –Cuando podía oír se me daba mucho mejor.

–Yo creo que tocabas genial. –la alabó Yamato. Pero Sora negó con la cabeza. Se quedó mirando un cuervo que había en la rama de un árbol.

–A pesar de que perdí mi oído hace cuatro años, todavía no me acostumbro a ello. Es como cuando veo un pájaro. Es como si no fuera yo la extraña, sino el pájaro. ¿Por qué no canta? ¿Dónde ha dejado su voz? ¿Se le olvidó antes de venir? Sin embargo, no es el pájaro, soy yo. –se sinceró Sora mientras observaba un pequeño cuervo en la rama de un árbol cercano. Yamato se quedó impresionado con lo que le estaba contando. El móvil de Yamato rompió ese momento.

–Perdona un momento. –le dijo Yamato mostrándole el teléfono. Se levantó y fue a hablar a un lugar más privado por costumbre, ya que la pelirroja no escucharía nada. –¿Qué pasa? –preguntó Yamato.

–Quería saber cómo va. –dijo Jou.

–¿El qué? –preguntó Yamato.

–¿El qué?¡La chica! ¡No me digas que no has ido!

–Por supuesto que he venido. Estoy con ella ahora mismo.

–Menos mal. Sabía que no me dejarías tirado.

–¿Has ido a la entrevista con tu senpai? –preguntó Yamato.

–Sí. Me ha dicho que iba por algo de beber. Estoy esperando fuera.

–No bebas demasiado. Ya sabes que cuando lo haces no duermes bien. Nos vemos. –se despidió Yamato. –Lo siento. –se disculpó el chico cuando volvió donde estaba Sora. –¿Ocurre algo? –preguntó Yamato al verla ensimismada en el pájaro de la rama.

–Sólo pensaba en cómo sonará la voz que emite el cuervo.

–¿La voz del cuervo? –Yamato sacó un papel de publicidad del parque de atracciones de su mochila que le habían dado a la entrada y en un espacio en blanco escribió "kaa, kaa". Sora le quitó el bolígrafo y escribió: por supuesto. –¿Qué quieres decir con eso? –preguntó riendo. Pero no hubo respuesta. Al darle la vuelta al papel, vieron que a las 18:30 había un espectáculo de fuegos artificiales frente al autobús amarillo del parque de atracciones.

–Ah, por cierto. La llamada era de mi amigo Jou, la persona con la que tenías la cita. Me ha dicho que acaba de terminar el asunto urgente. Estaba preocupado y me ha dicho que lo siente mucho.

–Gracias por lo de hoy. –agradeció Sora. –Por pasar tiempo conmigo. Te lo agradezco mucho.

–El placer ha sido mío. –dijo Yamato sonriendo. Entonces, el móvil volvió a interrumpir. –Perdona. Compraré algo para beber. Espera aquí hasta que nos toque el número de la foto. –cogió su mochila y se fue. Cuando Yamato se apartó de la mesa contestó al teléfono.

–¿Diga?

–¿Hablo con Yamato Ishida? –preguntó la voz detrás del teléfono. –Me llamo Surenaga, de la compañía de Relojes Alpha.

–Oh, sí.

–Nos gustaría verle de nuevo.

–¿En serio? Pensé que me habían descartado.

–Queremos concertar una última entrevista con usted.

–¿Una última entrevista? Muy bien. Estoy deseando trabajar con ustedes.

–Ya concertaremos la hora de la entrevista con usted.

–Gracias. Adiós. –después de colgar Yamato se puso muy contento. –¡Sí! –Decidió entonces llamar a Maki, que estaba en la universidad. Al escuchar el teléfono, se salió de donde estaba para no molestar.

–¿Te han llamado? –preguntó Maki. –¡Eso es genial!¡Me alegro!

Mientras tanto, Sora seguía esperando sentada. Todavía iban por el número 22. Yamato se encontraba haciendo cola en la cafetería. Poco a poco iba oscureciendo.

–Hay mucha cola. –se quejó.


Jou se encontraba en un restaurante hablando por teléfono.

–Me pregunto si está mal que me presentara ahora.

–¿Y qué harías si fueras? –le preguntó Taichi, que seguía en el trabajo.

–Disculparme. –dijo Jou.

–No te preocupes por eso.

–Me disculparé mañana o pasado en la universidad. –decidió Jou.

–¿De verdad estás interesado en salir con ella? ¿Con una chica sorda? –preguntó Taichi.

–Pues…

–Por eso es mejor que no vayas. –intentó convencerle Taichi. "Perdona por dejarte tirada el otro día. No tengo interés en salir contigo". No le puedes decir eso.

–Ya veo. Soy un inútil ¿verdad? –dijo Jou desanimado. –Me siento mal por estar haciendo esto.

–Perdona, me llaman. Tengo que irme. –y colgó al oír que le requerían.

–¡Taichi, trae ese paraguas para proteger la cámara! –ordenó el jefe.

–¡Enseguida!


Cuando Yamato consiguió salir de la cafetería, se encontró con que afuera estaba lloviendo bastante. Cuando llegó a la mesa en la que estaban antes, vio que allí ya no había nadie. Por megafonía llamaban al cliente de las fotos número 33.

–Oh, es verdad. Ella no podía escuchar el anuncio. –lamentándose Yamato para sí. Cuando llegó a la mesa, vio la ficha con el número 27 encima de la mesa, decidido que a pesar de haber perdido el turno, conseguiría la foto de la montaña rusa.

Sora estaba refugiada en la tienda del parque de atracciones, donde un mogollón de gente estaba comprando paraguas al haberles pillado la lluvia de improviso. Pero se sentía inútil y salió hacia la entrada del parque de atracciones.

Mientras tanto, Yamato se acercó a la tienda a comprar dos paraguas, ignorando que hacía unos pocos minutos la pelirroja se estaba cobijando allí. Tras comprarlos, salió corriendo con uno de los paraguas abiertos. La buscó en el salón de recreativos en los que habían estado durante la tarde. Por megafonía anunciaron que debido a la lluvia, el espectáculo de fuegos artificiales quedaba suspendido. Al escuchar el anuncio, a Yamato se le ocurrió buscar a Sora frente al autobús amarillo donde iban a ser los fuegos. Pero no había ni rastro de la chica. Sora se había refugiado junto con más gente en un techado, hasta que decidió salir corriendo. Ya había oscurecido.


–Taichi, si ya has vuelto, ayúdame a recoger la ropa. –ordenó Hikari a su hermano.

–No quiero. No soy el chico de la lavandería. –dijo haciendo enfadar a su hermana mientras bebía un refresco tranquilamente.

–¿De qué vas? –preguntó Hikari. Entonces sonó el timbre de la puerta. Hikari fue a abrir con su evidente cojera mientras su hermano, sin saber por qué, se escondía en el cuarto, haciéndole saber a su hermana de que él no estaba en casa. Al abrir se encontró con una joven mujer muy bella de pelo largo oscuro con ropa cara y que no encajaba nada con la humilde casa en la que vivían los hermanos.

–Buenas tardes. ¿Está tu hermano en casa? –preguntó la mujer.

–No, lo siento. –dijo Hikari.

–No pasa nada. Muchas gracias. –y sin más se fue. Una vez que la mujer se fue, los hermanos empezaron a revisar qué prendas se habían secado y cuáles estaban húmedas.

–Esto todavía está mojado. –dijo Taichi apartando un pantalón.

–¿No vas a ver a esa mujer? –preguntó Hikari.

–Sería Alisa, es una pesada. –dijo refiriéndose a su acosadora particular.

–¿Alisa? –preguntó Hikari.

–Sí. Ese es su nombre. No estoy seguro de si querer ir en serio o no.

–No, no se llama así. La he visto en una revista. Todo el mundo la estaba viendo en clase. –informó Hikari. –Estoy segura que es una modelo que se llama Meiko Mochizuki. –Taichi se quedó mirándola.

–¿Era ella? –preguntó Taichi.

–Sí, es famosa. No puedo creer que una famosa haya venido a casa. –dijo Hikari emocionada.

–Tendrías que habérmelo dicho antes. –dijo Taichi mientras se ponía una chaqueta para salir. –Salgo un momento.

–¡Taichi! –le gritó Hikari, pero éste ya había salido de casa.


Yamato seguía esperando a Sora en la salida del parque. Las luces del parque empezaron a apagarse.

–Lo siento, pero estamos cerrando. –dijo un empleado del parque. –¿Espera a alguien? No queda nadie dentro.

Al salir, Yamato se dio cuenta que la bicicleta roja de Sora seguía en el mismo lugar en el que la dejó cuando llegó. Se acercó a la bicicleta, pero su dueña no estaba.


Taichi se dirigió a la estación de tren más próxima a su casa. Por detrás, apareció Meiko Mochizuki, que se había entretenido comprando un pastel en una pastelería de la estación.

–Taichi. –llamó la modelo al joven. –Llegas a tiempo. No he podido evitar ir a comprar un pastel. Sujétalo. –Taichi lo cogió. Cuando ella se disponía a meter una moneda para sacar su billete de tren, el joven puso la mano en la ranura para que no lo hiciera.

–¿Puedo preguntarte dónde has estado? –preguntó Taichi.

–¿No te lo dije? –dijo Meiko.

–¿Has estado en mi casa? –le preguntó Taichi mientras apartaba el pelo húmedo por la lluvia de ella detrás de la oreja y le pegaba contra la pared.

–Lo olvidé. –dijo Meiko.

–¿Lo olvidaste? –poniendo ahora las dos manos en su cara y pegando sus frentes.

–No, pero tu hermana estaba en casa. –Entonces se abrazaron con deseo.

–¿Vamos? –preguntó Taichi mientras seguían abrazados.

–Tu hermana sigue en casa. –dijo Meiko.

–Hay un hotel por aquí cerca. –sugirió Taichi. –Aunque está sucio. –añadió susurrando. Meiko no pudo evitar sonreír.

–A veces me pregunto si lo que hacemos está bien.


Sora se encontraba secándose el pelo en casa. Ya se había cambiado y puesto cómoda. Mientras tanto, su madre, la famosa pianista Toshiko Takenouchi se encontraba tocando una pieza tranquila al piano llamada "Preludio de Gotas de Lluvia en Re bemol menor op. 28 número 15" de Chopin. Sora salió de su cuarto y se dirigió a la cocina, donde tuvo que apagar el fuego de lo que se estaba cocinando. Por lo visto su madre se había abstraído demasiado con el piano y no se había dado cuenta. Se dirigió hacia su madre y la interrumpió en su interpretación.

–La cazuela estaba hirviendo. –le hizo saber Sora a su madre. Unos minutos después, Sora y su madre se pusieron a cenar.

–¿Qué tal está? –preguntó Toshiko. –¿Diferente? –preguntó tras las señas de Sora.

–Está bien. No es que no me lo pueda comer.

–Mañana es mi recital. Estoy un poco nerviosa. –dijo Toshiko. Después de cenar, la mujer miró por la ventana.

–Oh, sigue lloviendo. Si sigue lloviendo no sé si mañana acudirán los invitados al recital. Por cierto, ¿cómo has llegado a casa?

–En taxi. –dijo Sora.

–¿Y tu bicicleta?

–La dejé allí de momento. La recogeré mañana.

–Muy bien.

Mientras madre e hija tomaban un té bien calentito, Sora se quedó ensimismada porque encima de la barra de la cocina, vio la naranja que Yamato le dio el día que se vieron por primera vez. Después de cenar, Sora se puso a fregar los platos. Su madre se acercó y le tocó el hombro para que la mirara.

–¿Qué te pasa? Estás un poco rara. –dijo Toshiko. Sora paró de lavar los platos y le dijo:

–Tengo que salir un momento. –Sora no sabía por qué, pero sentía que debía volver. Cogió un taxi y se dirigió al parque de atracciones. Ya no llovía tanto como antes. Cuando el taxi llegó, abrió su paraguas y fue hacia la entrada del parque. Cuando llegó por fin dejó de llover y cerró su paraguas. Se dirigió a la entrada pero no vio a nadie. Después se dirigió hacia donde estaba su bicicleta. Se quedó sorprendida con lo que vio. Encontró un paraguas sujeto y abierto sobre su sillín para que no se mojara. Pero lo que vio después todavía la dejó más sorprendida. Sora giró la cabeza y encontró a Yamato sentado en su mochila. Parecía estar durmiendo con la cabeza gacha y un paraguas abierto sobre él y apoyando su espalda en la caseta donde se compran las entradas al parque de atracciones. Sora se acercó a él y se agachó. En un dedo de la mano colgaba un llavero con la foto de ellos en la montaña rusa. Al tocar el llavero, Yamato despertó un poco atontado, encontrándose con la cara de Sora. Yamato le sonrió.

–Estás aquí después de todo. –dijo Yamato. –Han cancelado los fuegos artificiales.

A Yamato se le fue borrando la sonrisa al ver que ella no cambiaba de expresión. Simplemente acortó distancias con él y lo besó en los labios.

Después de aquel beso después de la lluvia, empezó todo para nosotros.


Notas de autora: pues aquí está el primer capítulo. Espero que no sea demasiado lioso y espero mejorar a la hora de contar la historia. Sé que hay muchas referencias, pero poco a poco irán apareciendo menos. Obviamente, si sale alguna palabra que ya haya salido no la volveré a poner. Espero que os haya gustado. Hacédmelo saber en los reviews. Aquí os dejo el listado interminable de palabras por orden de aparición:

*Goukon: lugar donde se reúnen el mismo número de chicos y chicas, normalmente compañeros, para comer, beber y encontrar pareja.

*Kotatsu: es un marco de mesa bajo hecho de madera y cubierto por un futón o una cobija pesada, sobre el cual se apoya la superficie de la mesa. Debajo hay un brasero, o estufa, que a veces es parte de la estructura de la mesa misma.

*Salaryman: suelen ser empleados de oficina. En resumen: oficinista. Seguramente sabíais esta palabra, pero por si acaso la pongo.

*Ofuro: Bañera japonesa.

*Senpai: es un compañero de mayor edad y experiencia. Normalmente suelen actuar de guías e incluso amigos de su kohai, que es el compañero más joven y de menor experiencia.

*Kansai: Zona de Japón donde se encuentra Osaka y Kioto.

*Yakuza: mafia japonesa.

*Mole: es el juego de dar martillazos a los topos que salen de su agujero en las máquinas recreativas. Me parece que no tiene traducción en castellano, o al menos yo no la conozco.

*Fujiyama en Fujikyuu Highlands y la White Canyon en Yomiuri: nombres de unas montañas rusas y sus respectivos parques de atracciones.