Hola a todos. Ha pasado mucho tiempo desde que publiqué aquí por última vez. Empecé varias historias, que al final he terminado abandonando por una u otra razón. Pero esta vez, tras volver a ver la película de Peanuts, me he decidido a escribir este fic. Este fic se trata de los eventos de la película de Peanuts desde el punto de vista de su personaje más desconocido, la niña pelirroja, que en esta historia se llamará Heather Wold. Sí, es el nombre que sale en algún momento de la película, pero ya llegaremos a ese punto.
Como bien he dicho, solo aporto mi opinión sobre como sería el punto de vista de este personaje, así que probablemente se vean pocas cosas nuevas. La historia me quedó algo extensa, así que la he dividido en tres partes.
He usado los nombres de los personajes en castellano, por lo que en algunos casos no coincidirán, por lo que aquí os dejo las equivalencias para que nadie se pierda:
Carlitos = Charlie Brown
Pecas Patty = Peppermint Patty
Emilio = Woodstock
Cochino = Pigpen
Para terminar informo que Peanuts es una creación de Charles M. Schulz y sus derechos pertenecen a sus herederos. Esta historia solo está escrita con el propósito de entretener a los fans de estas geniales tiras cómicas.
Y sin más que añadir, comencemos.
Capítulo 1. Una nueva vida.
Un coche circulaba por una carretera. En el asiento de atrás, unos ojos se abrieron lentamente. Allí estaba ella. Pelo rojizo, con un lacito verde esmeralda en la cabeza. Nariz puntiaguda. Vestido verde esmeralda muy sencillo con un lazo atado a la espalda. Zapatos blancos con calcetines verde esmeralda. Ella era Heather. Heather Wold. Su familia y ella se estaban mudando, siguiendo a un camión de mudanzas de la empresa Mendelson & Melendez.
Heather bostezó mientras trataba de poner en claro sus ideas. Su padre había encontrado un trabajo mejor en otra ciudad, por lo que la familia debía mudarse. Pero para ella no habían sido unos días fáciles, ya que había tenido que despedirse de todas sus amigas. Ahora debería asistir a un nuevo colegio y empezar de cero en una ciudad que no conocía. No iba a ser un curso fácil.
De una pequeña mochila que llevaba junto a ella sacó un lápiz rosa que tenía un adorno de plumas en su parte de atrás. El lápiz tenía señales de mordeduras. Los últimos días había estado más nerviosa que de costumbre por el tema de la mudanza, por lo que algunas de las marcas de mordiscos eran muy recientes.
Un pequeño atasco hizo que perdiesen de vista al camión. Pero no importaba, ya estaban llegando. Tras un viaje que le pareció eterno, y que había provocado que se durmiese, vislumbró por fin la nueva ciudad. Las calles estaban cubiertas de nieve. Debía haber nevado la noche anterior. Mientras llegaban pudo ver por el camino muchos niños jugando en la nieve o patinando sobre el río helado. Tendría que habituarse a este nuevo paisaje, tan diferente al de su ciudad anterior.
El coche por fin se detuvo frente a la que iba a ser su nueva casa. Heather miró por la ventanilla. Ante ella tenía una casa con la fachada hecha de maderas amarillas y tejado gris oscuro. Pero lo que más le llamó la atención fue la puerta y ventanas, que eran de un tono verde, casi más parecido al azul.
"Qué casualidad, del mismo color que mi vestido", pensó.
Escuchó la voz de su madre. El camión había llegado antes que ellos, estacionado junto a la casa. Heather se desperezó, pensando en el trabajo que tendría aquel día para ayudar con la mudanza y ubicar todas sus cosas en su nueva habitación.
Los empleados de la mudanza estaban descargando cosas del camión y llevándolas hasta el interior de la casa. Algunas cajas aun aguardaban sobre la nieve. Heather las miró mientras se ponía su abrigo para bajar del coche. Las habían dejado junto a una valla de madera. Se fijó en que al otro lado de la valla se estaban agolpando varios niños, que observaban movidos por la curiosidad de ver a alguien nuevo mudarse.
La pelirroja pensó que igual algunos de estos niños podrían ser futuros compañeros de colegio. Sería maravilloso que pudiera hacer nuevos amigos, después de haber tenido que despedirse de los compañeros de su antiguo colegio de forma tan repentina. Esperaba poder saludarles si se acarcaban un poco más.
Pero antes que ninguno de ellos pudiese verla, se escuchó un fuerte estruendo. Heather vio desde lejos como las tablas que formaban la valla de madera se derrumbaban como si fuesen fichas de dominó. Aun sin que ellos la viesen, pudo distinguir un poco más al grupo de niños que observaban la mudanza.
- ¡Ha sido él! - gritaron todos los niños al unísono mientras señalaban a un otro niño que estaba tumbado boca abajo sobre la nieve. Acto seguido se esfumaron
El aludido se levantó de repente y al ver lo que había provocado, huyó asustado en dirección opuesta a la que habían tomado los demás niños, aunque seguidamente cambió de rumbo y se marchó en la misma dirección.
Heather no pudo verle la cara, solo que llevaba un abrigo rojo y un gorro marrón. Ella se rió por lo cómico de la situación, aunque a sus padres no les hizo gracia que alguien hubiera derribado aquella valla. Oyó decir a su padre que cuando descargaran todas sus pertenencias se encargaría de volverla a dejar como estaba.
Descargar las cosas llevó bastante trabajo. Tuvo que colocar toda su ropa, sus libros, sus objetos personales… pero tras todo aquel trabajo, por fin se había instalado en su nuevo hogar. Sonrió satisfecha. Su nueva vida acababa de empezar.
Aquella noche, estaba nerviosa. Al día siguiente asistiría a su nuevo colegio, y no paraba de revisar una y otra vez si tenía todos sus libros y libretas listos.
Durante aquella preparación, Heather distrajo la mente volviendo a pensar en el niño que había tirado la valla. ¿Quién sería?
Llegó el día siguiente, por fin iría a su nuevo colegio. Ese día no tomó el autobús escolar. En lugar de eso fue junto a su madre en coche, pues tenían que terminar los trámites para que pudiese asistir a clases.
En cuanto vio el colegio, supuso que le gustaría. Era un edificio bonito, y más grande que su colegio anterior. Se fijó en que en las ventanas estaban decoradas con dibujos de copos de nieve. Habían llegado cuando todos los demás niños ya habían entrado, así que aun no podría ver a nadie. Mientras llegaban a la puerta, Heather se fijó en un perro que estaba sentado y dando lamentos. Era un perro, un beagle blanco con orejas negras. Pero lo raro eran las gafas y la pajarita roja que llevaba puestos. ¿Un perro llevando gafas y pajarita? Bueno, siempre hay lugar en este mundo para las cosas sorprendentes.
El perro se marchó, y mientras ella entró junto a su madre. Durante el tiempo que los adultos hablaban, ella solo podía pensar en qué clase de compañeros le tocarían en clase, cómo serían las asignaturas,… en definitiva, cómo sería aquel curso escolar.
Una vez su madre hubo hablado con la directora, Heather ya podía entrar a su nueva clase. Tenía que ir a la clase de la señorita Othmar, para lo que se le indicó la ruta que debía seguir.
Mientras se encaminaba hacia la clase, se sintió nerviosa. Estaba a punto de empezar de nuevo en otro colegio, de tener que volver a hacer amigos, de presentarse ante mucha gente. Eso le hacía sentirse abrumada. Cuando eres la novedad, todos los focos de atención están puestos en ti, sientes que todos te observan atentamente. No es fácil tener una buena primera impresión.
Perdida momentáneamente en sus pensamientos, llegó junto a la puerta de la clase. Al lado de esta había un cristal, que solo dejaba ver el interior de forma emborronada, por lo que pudo distinguir varias siluetas que le indicaban que en la clase había bastante gente.
Sería mejor que aquella sensación pasara cuanto antes mejor. Lentamente, pero con decisión, levantó la mano y asió el pomo de la puerta, que se abrió con facilidad. Se quedó un momento en la entrada de la clase mientras exhibía su mejor sonrisa. Quería parecer relajada, pero se sentía intranquila. Con nerviosismo, apretó con fuerza su lapicero. También apretó contra su cuerpo su libro de matemáticas. Este era su momento.
Oyó que la profesora le decía que se sentase en un pupitre vacío que había en la primera fila. Mientras se dirigía a su nuevo sitio, Heather miró por el rabillo del ojo a los demás niños de aquella clase. En efecto, todas las miradas estaban puestas en ella. Incluso escuchó susurros de algunos alumnos. Esperaba que dijesen cosas buenas de ella.
Antes de sentarse, echó un breve vistazo a los niños que se sentaban filas atrás de ella. Entonces vio como uno de ellos, que estaba sentado en la última fila, abría a toda prisa su pupitre para esconderse. ¿Sería tímido?
Terminó de ocupar su asiento. La clase iba a comenzar.
La profesora dijo algo. Por alguna razón, a Heather las voces de los adultos le sonaban todas como si fuese el sonido de un trombón estropeado. En cualquier caso, entendió que decía que tenían que hacer una prueba de evaluación, como se hacía todos los años. Volvió a echar un vistazo hacia atrás para observar las reacciones de sus nuevos compañeros. Todos estaban protestando.
Ese vistazo le dio una idea general del tamaño del aula. Con ella, hacían un total de dieciséis alumnos, aunque había un pupitre vacío en la segunda fila. Tal vez su propietario estuviese enfermo y por eso no había podido asistir.
Uno de los alumnos, sentado justo delante del que seguía con la tapa del pupitre levantada, trataba de argumentar con la maestra sobre la utilidad de la prueba de evaluación, mientras que otro niño rubio, que estaba sentado justo detrás de ella, también había levantado la tapa de su pupitre, pero en este caso ella escuchó el sonido de un piano. ¿Guardaría este niño un piano debajo de su pupitre? Definitivamente, este iba a ser un colegio interesante.
La profesora contestó al alumno que había hablado con tanta vehemencia que hizo que este se callase. Parece que iban a tener que hacer aquella prueba y no se admitían protestas.
Repartieron las hojas de respuestas, así como los exámenes. Por suerte aquel examen iba a ser de tipo test.
Observó las preguntas. El nivel no parecía muy alejado del que había seguido en su anterior colegio, por lo que pensó que no le sería difícil obtener una buena nota. Se puso a trabajar en silencio, meditando bien sus respuestas.
Un repentino grito la sacó de su concentración. Vio que todos los demás alumnos se volvían hacia el origen del ruido. Un beagle blanco con largas orejas negras (¿Era el mismo que había visto llorar en la entrada cuando llegó al colegio?) de alguna manera había entrado en el aula y, como si fuera un alumno más, se había sentado en el otro pupitre vacío. Había gritado porque se había pillado una pata con las anillas de un archivador.
La profesora ordenó que lo sacaran de la clase de inmediato. Heather vio como una niña de pelo negro y vestido azul, que se sentaba detrás del niño que tocaba el piano, agarraba al perro y se lo llevaba del aula. También le pareció ver como el niño que había levantado antes la tapa de su pupitre se tapaba ahora la cara con las manos. Vaya cosas más raras estaba presenciando en su primer día de colegio.
La prueba prosiguió sin más interrupciones. Una vez hubo terminado de rellenar su hoja de respuestas, la entregó junto con la hoja de las preguntas en el pupitre de la profesora. Creía que iba a sacar una buena nota.
La profesora anunció que solo quedaba un minuto. Por lo que Heather pudo ver, casi todos los alumnos habían terminado ya. Únicamente faltaba una niña pelirroja (menos pelirroja que ella, claro) con pecas en la cara y un vestido verde de rayas que estaba sentada a su izquierda, que aparentemente se había pasado toda la prueba dormida, y despertó en ese momento (¿Cómo era posible que la profesora no le hubiese dicho nada antes?). Heather observó que los demás alumnos miraban a esta con expresiones de reproche, y la niña de las pecas, al darse cuenta de su situación se dispuso a rellenar a toda prisa la hoja de respuestas. A Heather le pareció ver que incluso había dibujado una cara sonriente en esa hoja.
La niña de las pecas se levantó corriendo y Heather observó que no era la única que iba ajustada de tiempo. El niño que había levantado antes la tapa de su pupitre, al que ahora podía observar bien (casi sin pelo, una camiseta amarilla con una línea negra) también corrió a entregar su hoja. Los dos coincidieron en la mesa de la profesora, colocando sus hojas encima del resto. La señorita Othmar les hizo saber que les faltaba por escribir sus nombres en la hoja, a lo que ambos se pusieron de inmediato, cogiendo de entre aquel revuelto de hojas las únicas que no tenían el nombre puesto. Ambos las volvieron a colocar, cruzando sus manos.
- Litos, ¿intentas cogerme la mano? - preguntó burlonamente la niña de las pecas mientras juntaba su nariz con la de él - ¡Ay granujilla!
- ¡Uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuh! - exclamó el resto de la clase
Heather vio como el niño sin pelo, al que la niña de las pecas había llamado Litos, le soltó corriendo la mano, haciendo que con el brusco movimiento se diese un golpe contra su pupitre.
Este niño se volvió corriendo hacia ella, y al verle la cara, se sorprendió y habló atropelladamente:
- Hoooola, soy Brown Carlitos – le dijo nerviosamente mientras no paraba de gesticular – ¡digoooo Pitos Clown! ¡digoooooooo…!
No terminó la frase. Cada vez más nervioso, el niño abandonó corriendo el aula mientras gritaba, ante las risas de sus compañeros. La niña de las pecas, en cambio, sonrió complacida.
A Heather le pareció divertida la escena. En cuanto a aquel niño… ahora que le había visto bien la cara, le pareció reconocer al niño que tumbó la valla de madera el día anterior. Parecía simpático, aunque el pobre estaba demasiado nervioso. ¿Habría sido por la niña de las pecas o porque le había mirado a ella a la cara?
Llegó la hora de salida. Heather abandonó el edificio del colegio mientras se dirigía junto a sus compañeros al autobús del colegio. No había sido capaz de encontrar su lápiz después de haber hecho la prueba ¿dónde estaría?
Por lo demás, su primer día no había ido del todo mal. Había empezado a hablar con sus nuevos compañeros, y parecían simpáticos. Aunque no había vuelto a ver al que llamaban Litos. ¿Estaría bien?
Se subió al autobús. Al menos ya no tenía todos los ojos pendientes en ella. Ya solo era cuestión de encontrar donde sentarse. Se dirigió con lentitud al fondo del vehículo, donde parecía que había asientos vacíos. Finalmente, se sentó en un asiento del fondo. De lejos le había parecido que no estaba ocupado, pero ahora que estaba junto al mismo, observó que estaba vacío. Tal vez se lo hubiera imaginado.
- Hola, no te había visto antes. Debes ser nueva, ¿verdad? - dijo una voz
Heather se volvió. Una niña más joven que ella, rubia con un vestido rosa que se había sentado en uno de los asientos enfrente suya. Tenía una expresión sonriente.
Heather asintió ante la pregunta.
- Me llamo Sally – dijo la niña rubia –. Vimos el camión de las mudanzas ayer. Seremos vecinas. Espero que te haya gustado nuestra escuela.
Heather volvió a asentir. Estaba a punto de decir algo, pero Sally volvió a hablar:
- Eres mayor que yo – dijo –. Supongo que irás a la clase de mi hermano Carlitos
A Heather le llamó la atención ese nombre. ¿Podría ser…?
- ¿Litos? - preguntó entonces Heather
- Sí, es mi hermano – asintió Sally mientras miraba por los que estaban sentados en el autobús –. Qué raro que no le vea por aquí
El resto del trayecto, Sally estuvo hablándole de su clase, del colegio, de las actividades que se hacían y de un niño a quien ella llamaba "su corazoncito".
A Heather, Sally le pareció una niña alegre y divertida. Pero se seguía preguntando por su hermano. Ahora que se fijaba, no veía por ninguna parte a Carlitos. Y si Sally tampoco le veía… ¿dónde se habría metido?
Perdida en sus divagaciones, el autobús llegó a la parada junto a su casa. Mientras Sally y ella se levantaban, le pareció distinguir como un bulto rojo echaba a correr a toda velocidad hacia la casa que había enfrente de la suya tan pronto como el autobús abrió sus puertas.
Heather se despidió de Sally con un saludo. No había podido contarle nada sobre sí misma, ni siquiera su nombre. Pero eso parecía no importar a aquella niña rubia, que se dirigía alegremente hacia su casa.
Heather por su parte cruzó de acera y abrió el buzón de su casa para ver el correo. Abrió la puerta del mismo y sacó varias cartas de su interior. Mientras las revisaba, le pareció escuchar la puerta del buzón volver a abrirse, pero no le prestó atención, enfocada aun en las cartas que habían llegado.
Entonces escuchó como la voz de un niño a través de un cristal. Parecía venir de la casa verde de enfrente. Se dio la vuelta para mirar, pero sólo observó una ventana al otro lado de la cual se movían unas cortinas rojas. Habría jurado que escuchó la voz de alguien, tal vez se lo hubiese imaginado.
Heather terminó de revisar las cartas recibidas y acto seguido entró en la casa. Una vez dentro, habló con su madre sobre cómo había sido su primer día de colegio. También le habló sobre quiénes creía que serían sus vecinos de enfrente.
Se hallaba a punto de contarle a su madre sobre la prueba que habían hecho cuando escuchó el sonido del timbre de su casa
- ¡Voy yo! - dijo
Le había parecido escuchar como un grito cuando abrió la puerta. No había nadie
- ¿Hola? - preguntó mirando de derecha a izquierda – ¡Holaaaa!
Pero no había nadie. Tal vez se hubiera tratado de alguien que se equivocó, o algún niño gastando una broma. Cerró la puerta.
Su primer día había sido bueno. Pensó que le gustaría su nuevo hogar.
Bien, hasta aquí el capítulo 1. Espero que os haya gustado. Ahora hay un par de puntos que tengo que aclarar:
1) En ningún momento de la película se ve a Heather interactuar con Sally, pero me pareció acertado poner esto en mi historia para que la niña pelirroja conociese de la existencia de Carlitos.
2) Como es lógico, los adultos no aparecen en esta historia, más que con una breve mención. He tratado de mencionarlos lo mínimo posible (y no, no voy a incluir en la narración las onomatopeyas que hacían en las películas y especiales animados)
3) Snoopy apenas tendrá participación, pues como he dicho antes, la historia gira en torno a Heather
Y bien, esto es todo por el momento. No sé cuando subiré el siguiente episodio, pero será pronto.
Espero vuestras reviews, y por favor, si van a ser críticas, que sean constructivas.
Un saludo.
