Renuncia: No, no soy JK, no he inventado la historia de Harry Potter y no me lucro para nada escribiendo esto; solo es una forma más de entretenerse y matar el tiempo libre.

Todo aquello que reconozcas no me pertenece.


Masión Macnair, Condado de Yorkshire. Diciembre de 1979

Se tambalea, tratando de que sus piernas reaccionen y le permitan seguir caminando. Todo está lleno de polvo y escombros, un insoportable olor a óxido impregna sus fosas nasales y siente ganas de vomitar.

Ignorando el dolor punzante que le atraviesa la cabeza y la calidez espesa que le recorre la sien, empapándole la mejilla, intenta avanzar hacia la parte de la casa que todavía sigue en pie.

No puede oír nada más allá de un intenso zumbido, pero sabe que tras ella la lucha continua y que el bramido de innumerables maldiciones debe ser lo único que se escuche en lo que, hasta hace apenas escasos minutos, era la mansión Macnair. Siente un fuerte dolor en el costado derecho y al acercar la palma de la mano a la zona adolorida, ésta se mancha por completo de sangre.

Busca su varita para cauterizar el corte, pero no la encuentra, debe haberla perdido en el caos de la explosión. La sangre comienza a bajarle por la pantorrilla, dejando un reguero a su paso.

Está más malherida de lo que creía.

Sin embargo, no hay tiempo para inspeccionarse los daños, debe salir de ahí cuanto antes o la maldita Orden del Fénix la encontrará y su tapadera se irá a la porra. Trata de hacer presión con las manos y continúa su camino, si el despacho de Walden sigue en pie, podrá usar la chimenea para escapar vía red flú.

Dando tumbos consigue seguir avanzando, por el rabillo del ojo distingue el color escarlata de un conjuro lanzado a escasos metros de donde se encuentra. Debe darse prisa.

Algo le roza la pantorrilla, obligándole a detener su huida, al bajar la vista el espanto le surca el cuerpo como un escalofrío. Un cuerpo yace en el suelo, frente a ella. No es el primer cadáver que ve, pero no puede evitar sentirse paralizada ante su presencia. Es uno de los suyos, pero no puede verle el rostro ya que todavía lleva la máscara puesta, aunque no es eso lo que consigue paralizarla, sino el largo cabello negro que se le escapa tras la capucha de la túnica, desparramado por el suelo, sucio y manchado de sangre.

Se agacha y, sin pensarlo, le quita la máscara con ansiedad y dedos torpes.

Siente un tremendo alivio al reconocer a Allan Jugson tras ella, sabe que no debería sentirse de aquel modo, pero no es Amycus. Y eso es lo único que le importa.

Incorporándose de nuevo, usando lo que queda de pared como soporte, reanuda el paso, con renovada energía.

Dobla la esquina y cuando apenas tiene que alzar la punta de los dedos para dar con la manilla de la puerta del despacho, nota como la punta de una varita se clava en su espalda.

—Quieta—Dice una voz ronca tras ella—. Pon las manos en alto y date la vuelta muy despacio—Cierra los ojos con rabia y aprieta los dientes con fastidio, pero aun así no se mueve—¡Que te des la vuelta he dicho! —Insiste la voz, clavándole la punta de la varita en las costillas, provocándole un gemido de dolor.

Resignada, se gira, si tuviese su varita todavía consigo podría tener alguna posibilidad de escapar, pero herida y desarmada sabe que no puede hacer otra cosa que obedecer.

Debe de tener un aspecto horrible y, seguramente, polvo y sangre cubran gran parte de su cara pero Benjy Fenwick no tiene problema alguno en reconocerla.

El mago abre los ojos con sorpresa y una mueca de verdadera estupefacción se dibuja en su rostro.

—¿Talkalot? —Pregunta, Lucinda apenas puede oírle—¿Eres tú? —Parece querer decir algo más, pero se retracta. Su gesto de sorpresa deja paso a uno de desolación—¿Eres una de ellos?

Puede mentir, puede hacerle creer que en realidad está allí investigando, que todo es una tapadera, que no tiene nada que ver con las actividades del Lord, que es todo un malentendido. Pero, por muy desesperado que Fenwick pueda estar por creerla, Lucinda sabe que su compañero no es tonto, en el departamento donde ambos trabajan llevan meses estudiando la posibilidad de que el Señor Tenebroso haya infiltrado a un topo entre sus filas, da igual lo que diga, sabrá que es ella. Aunque no quiera creer que la bruja con la que lleva trabajando codo con codo desde hace más de cuatro años es una mortífaga.

—Supongo que esto significa que ya no estoy invitada a pasar noche vieja con tu familia este año ¿No, Ben? —Dice, antes de dejarse llevar rumbo a la inconsciencia presa del agotamiento, no sin antes esbozar una sonrisa socarrona al pensar lo que significará el descubrimiento de su traición para el Departamento de Aurores.


Nota: no me puedo creer que este aquí otra vez, han pasado ya por lo menos ¿tres años? Y la verdad, creía que pasarían más, cada vez que me sentaba a escribir no era capaz ni de juntar más de dos palabras seguidas, a pesar de tener miles de ideas rondándome la cabeza era incapaz de plasmarlas en el papel… Ha sido lo más frustrante.

Pero bueno, aquí estamos de nuevo, y por intentarlo que no quede, seguramente sea una patata mal cocida esta historia comparada con los otros fics que he publicado, porque estoy bastante oxidada, pero siempre he querido escribir sobre los inicios de la guerra contra Voldemort y sobre la primera generación de mortífagos. Así que vamos a ellos.

Importante: La historia no será lineal, así que abarcará distintos períodos comprendidos entre 1970 y 1981 y cada capítulo variará de protagonista. Pero no va a ser tan lioso como suena (o eso espero).

En fin, que gusto estar de vuelta ¡Nos leemos!