Disclaimer: Total Drama Island y todos sus personajes son propiedad de sus creadores.

Advertencias: OoC, lime y lemon, AU! Viven en un mundo en el que Total Drama es un instituto (Total Drama High) y todos son compañeros de clase.

Pareja(s): Dott (Dawn x Scott), mención de otras parejas (u OT3)

Objetivos del fanfic: Me ha venido a la mente y no he podido evitar escribirlo.

Canciones escuchadas mientras escribía: Sleeping sun - Nightwish

Summary: Scott lleva casi una semana viviendo en la calle y sólo tiene dos opciones: la primera es seguir congelándose el trasero en un banco del parque; la segunda es vivir escondido en la habitación de Dawn.

AVISO IMPORTANTE: NO robes este fanfic, si quieres que tus amigos lo lean enviales el enlace a este fic. No te apropies de algo que no te pertenece.

-.-.-.- La nueva mascota de Dawn-.-.-.-

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Era un frío invierno en la pequeña ciudad donde estaba situado el Total Drama High, un instituto que se encontraba en una pequeña zona boscosa entre varios pueblos y una ciudad de tamaño medio, ese hecho propiciaba que llegasen al centro alumnos muy diferentes que acababan conviviendo en perfecta armonía los unos con los otros... casi siempre. Había muchas cosas que convertían el Total Drama High en una institución respetable y atractiva tanto para padres como para alumnado: no era un internado, por lo tanto cada quien volvía con sus padres al acabar la jornada; estaba cerca de la costa, así que cuando hacía calor se organizaban jornadas de deporte y otras actividades en la playa. La razón más importante para casi todos era la misma: a pesar de su incompetente director -cuyo nombre era Chris McLean- el Total Drama High suponía tener las puertas abiertas hacia un futuro brillante... si te esforzabas.

Scott no era de los que se esforzaban, no qué va, bastante tenía él ya con aguantar los insultos y las vejaciones a las que le sometían sus padres, su hermana mayor Albertha y el novio gordo y alcohólico de ésta. Bastante tenía él con trabajar en la granja de sus padres sin descanso, con aguantar las duchas heladas porque su "papi" no consentía que utilizase agua caliente, que eso era de nenazas y los hombres no lo hacían decía... Bastante tenía ya con tener que estar obedeciendo ordenes constantemente, con aguantar que su cuñado, en sus borracheras, le despertase en mitad de la noche vomitándole encima... no tenía tiempo de preocuparse por una nimiedad como estudiar.

Ahora tendría que encontrar un modo de salir adelante, pues había cumplido los dieciocho y al ser mayor de edad sus padres le dieron un regalo odioso pero que a Scott en parte le alegró: le dijeron que recogiese todas la pertenencias que quisiese y se pudiese llevar y que se marchase de casa, que era hora de que se convirtiese en un hombre. Habían dos problemas: uno, no tenía ningún lugar al que ir, y dos, su cumpleaños caía en diciembre lo cual significaba que era un sin techo en pleno invierno. Antes de irse su "papi" le lesionó la espalda con una tabla de madera, para asegurarse de que no volvería llorando al día siguiente dijo. Scott empezó a caminar cargado con sus cosas y soportando ese horroroso golpe que le produciría, días más tarde, una tremenda moradura.

Sólo se le ocurrió un lugar en el que vivir: el parque que había cerca del insti. Se fue al escondrijo más oculto que encontró: un enorme hueco oculto entre las plantas, un agujero enorme en el muro final del parque, parecía una cueva. Al no encontrar basura ni pintadas Scott dedujo que nadie había estado allí. No era un lugar calentito, pero era mejor que la calle, allí sacó unas mantas y se escondió maldiciendo a sus padres, a su hermana, a su cuñado y al trastero que iban a construir en su antigua habitación. Escuchó sus tripas sonar y apretó los ojos sintiendo una lágrima escurrirse de uno de sus ojos y recorrer su rostro. No tenía nada, estaba solo, nadie le quería y su espalda dolía de verdad. Se durmió horas más tarde y cuando despertó el sonido del reloj del parque le recordó que tenía un instituto al cual asistir, un instituto en el que le darían almuerzo y comida.

Y corrió hasta la institución pensando únicamente en comer.

No se fijó -nunca lo hacía- en que una chica le observaba. La chica pudo leer por primera vez el aura de Scott sin problemas -eso era muy raro- y se puso a llorar inevitablemente cuando vio el dolor que sentía claramente marcado en los colores de su aura.

Tuvo hasta el viernes para comprobar que Scott cada vez estaba más débil, delgado, triste y que parecía más desaliñado que de costumbre. Cuando le pilló robando manzanas de la cocina del colegio se preocupó todavía más si era posible. Todo ocurrió mientras la chica paseaba en la hora libre que tenían antes de almorzar por la parte trasera del instituto, allí había mucha vegetación y eso le resultaba sumamente agradable. Por la puerta que había en la parte trasera metían todos los ingredientes para la preparación de los almuerzos y la comida, un camión dejaba allí las cajas y los cocineros las iban metiendo una por una. Era un instituto grande y por ello era una tarea que se prolongaba bastante, así que durante largos periodos de tiempo las cajas restantes quedaban desatendidas mientras los cocineros colocaban el contenido de las primeras en la cocina y preparaban el almuerzo. Dawn estaba observándoles desde arriba de un árbol mientras realizaban esa tarea, le daban un poco de pena pero nunca la dejaban ayudarles. Una cocinera la saludó porque a pesar de que no era fácil verla ellos ya sabían que estaba allí, como todos los días.

Un poco más tarde pudo ver a Scott aparecer de la nada, abrir la caja de la fruta y colocar unas cuantas manzanas en su mochila. Le siguió levitando mientras éste huía y en un momento se puso frente a él haciendo que se detuviese.

—¿Por qué has robado las manzanas, Scott? —preguntó ella hablando tan dulcemente como siempre.

Él frunció el ceño.

—No sé de qué me estás hablando, niña de la luna, pero no tengo tiempo para tus tonterías —Scott intentó irse, pero Dawn le cerró el paso de nuevo.

—Te he visto cogiendo manzanas de la caja y metiéndolas en tu mochila.

—¿Y bien? ¿Qué vas a hacer? ¿Chivarte al director McLean? —dijo él con una expresión dura que pretendía ocultar las lágrimas que querían escapar de sus ojos. ¿Por qué a él? Sólo quería tener algo que llevarse a la boca a la hora de la merienda y la cena.

—No me voy a chivar, Scott, sólo quiero saber por qué las has robado —dijo la rubia.

—¡No las he robado, sólo las he tomado prestadas!

—Entendido ¿Por qué las has tomado prestadas, Scott?

—¡Quédatelas si quieres! —dijo dejando a sus píes la mochila, cuando se agachó sintió dolor en su espalda de nuevo. Dawn notó algo en el aura del pelirrojo.

—No, quedatelas tú —Scott no esperó a que dijese algo más, sólo agarró de nuevo el asa de su mochila azul. Dawn se le acercó bastante, tanto que incomodó un poco al chico, y le miró directamente a los ojos y es que a pesar de ser mucho más alto el pelirrojo no podía evitar bajar su mirada cuando ella le hablaba —. tú las necesitas más que nosotros.

Scott sintió miedo y se marchó de allí tan rápido como pudo. Obviamente se llevó su botín. Al final lloró tras asegurarse de estar completamente solo.

Dawn suspiró con dolor. Algo le pasaba a Scott, estaba totalmente segura.

—Mi querido Scott, ¿Qué es lo que te ocurre? —murmuró para sí misma.

Durante el almuerzo Dawn asentía periódicamente a lo que Mike y Zoey les explicaban a ella y a B, obviamente ni B ni Dawn decían nada, el chico porque no hablaba y la chica porque estaba observando a Scott, el cual se estaba comiendo un bocadillo de un tamaño inusual, un bocadillo ciertamente enorme ¿Tantísima hambre tenía? ¡Pero si cada vez estaba más delgado! La chica intentó leer el aura del pelirrojo, pero ésta estaba cerrada totalmente, inaccesible. Dawn suspiró, lo cual llamó la atención de sus amigos y compañeros de mesa.

—¿Pasa algo, Dawn? —preguntó Zoey preocupada.

Dawn miró a su amiga con una inmensa expresión de tristeza.

—Dis-disculpadme —se levantó y se dirigió a la salida del comedor rápidamente.

—¡Dawn! —la llamó Mike.

Zoey, Mike y B se levantaron y fueron tras ella abandonando sus almuerzos.

Scott vio lo que pasaba y sintió curiosidad, luego sólo siguió a lo suyo.

—¡Dawn! —la seguían llamando y siguiendo, de hecho estaban ya casi en la salida del instituto. Justo antes de que la rubia saliese para poder esconderse en el bosque colindante B la alcanzó. Para su sorpresa la rubia estaba llorando, hizo un gesto de duda y ella le abrazó y siguió llorando y gimoteando contra el pecho de su amigo.

Mike y Zoey observaban la escena sin atreverse a intervenir por lo extraño de la situación: Dawn era una muchacha que se dedicaba a meditar, estaba en continuo contacto con su paz interior y por eso no se creían que estuviese llorando completamente devastada.

—¿Qué pasa?

—No puedo conseguir la paz, ¡No puedo!

—¿Por qué no? —preguntó Zoey.

—Él no está bien, si él no está bien yo no puedo ni estar bien ni alcanzar la paz —ya no estaba tan histérica pero definitivamente no estaba bien porque las lágrimas seguían delineando su rostro. Ahí advirtieron que estaba realmente ojerosa y que sus ojos no tenían ningún brillo —. él nunca ha estado del todo bien, siempre ha estado triste pero es que ahora le está pasando algo malo de verdad.

—¿A quién te refieres? —preguntó Mike completamente desconcertado.

—Mike, no hace falta que lo sepamos si ella no quiere —B asintió apoyando la afirmación de Zoey.

—Yo creo que sí hace falta, cariño, ¿No ves cómo está? —replicó el moreno de la cresta.

—¿No habéis visto a Scott? Está cada día más delgado, parece que está enfermo y... —la rubia no pudo seguir. B le acarició el pelo como muestra de su amistad y comprensión.

—Ahora que lo dices... —dijo Mike.

—¿Pero qué tiene que ver Scott o lo que sea que le pase con tu paz y contigo misma? —preguntó Zoey.

Dawn miró a su amiga a los ojos y respondió sin titubear:

—No puedo ser feliz si mi amado no es feliz.

—¿Qué? —preguntó Mike alucinado. Zoey y B la miraron con la boca abierta.

—Estoy enamorada de Scott, muy muy enamorada, creedme, y no puedo soportar no saber qué es lo que le hace tan infeliz, no saber qué es lo que le ocurre.

—Oh, amiga —Zoey la abrazó y al abrazo se unieron también sus amigos varones.

—Te ayudaremos con eso —dijo Mike con una expresión de determinación; B le apoyó levantando el pulgar —. descubriremos qué le pasa a Scott todos juntos.

—No, creo que... creo que quiero hacer esto yo sola.

—Pero no es necesario, Dawn, nosotros podemos ayudarte —dijo la pelirroja.

Se sintió muy afortunada de tener unos amigos tan buenos, aún así declinó su oferta.

—Quiero demostrarme a mi misma que puedo ayudarle, y quiero demostrarle a él que lo es todo para mi.

—Ten cuidado, es un cabezota de cuidado.

—Le amo con todas sus virtudes y sus defectos, nada podrá pararme —dijo la amante de la naturaleza.

Los cuatro rieron antes de compartir otro abrazo de grupo.

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Al terminar la jornada escolar Scott recogió sus cosas sin entretenerse. Tenía que volver al parque rápido porque temía que alguien le robase el escondite y sus pertenencias. Por lo menos no iba a ser una mala noche ya que había conseguido robar cuatro manzanas y un paquete de galletas, tenía que administrarse bien. Sonrió un poco al pensar que igual, con un poco de suerte, le daba para merendar, cenar y volver a merendar al día siguiente. Después de sonreír se estremeció a causa del frío que cada vez era más fuerte.

Caminó todo lo rápido que sus piernas le permitieron, se sentía más débil y cansado que de costumbre. Cuando llegó a su escondite no pensó ni en hacer deberes ni en comer, estaba muy cansado y se sentía aturdido, así que se cobijó en su improvisado lecho y se dejó llevar a los brazos de Morfeo.

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Dawn salió de clase tan rápido como pudo recoger sus cosas y despedirse de sus amigos y compañeros, estuvo siguiendo al pelirrojo desde lo lejos hasta que lo perdió de vista por uno de los muchos caminos del parque.

Después de una hora recorriendo el lugar, y sabiendo a ciencia cierta que su querido chico no había dejado el parque, ya no tenía ni una sola pista de dónde podía encontrar a Scott, tenía que hallarlo como fuese puesto que la noche iba a ser muy fría, de hecho ya estaba haciendo un frío terrible y apenas eran las seis de la tarde. Se volvió a colocar el gorro y se sentó en un banco a meditar, la madre naturaleza le ayudaría a encontrar al joven y, de hecho, acudió a su auxilio indicándole el camino a seguir cuando no llevaba más de dos minutos meditando. Tuvo que andar por un camino poco concurrido y escurrirse entre la descuidada vegetación del final del bosque, sabía que debía buscar algún lugar con piedra en las paredes, una construcción o algo así, allí estaría Scott. Estuvo buscando y entristeciéndose cada vez que encontraba alguna pista que la conducía a ninguna parte. Estaba oscureciendo y cada vez que miraba su reloj y veía el ritmo vertiginoso que llevaba el segundero sentía sus esperanzas desvanecerse, siempre indicándole el inexorable paso del tiempo, incrementando su angustia. Cuando ya estaba en un verdadero estado de desesperación encontró casualmente una ardilla que volvía a su casa con una manzana roja entre las patitas, una vez más le agradeció a la madre naturaleza el haberle otorgado el don de poder comunicarse con los animales.

—¡Hola amiguito, me llamo Dawn! —saludó con entusiasmo al animal —. encantada, ¿Podrías ayudarme con algo?... te prometo que no te quitaré mucho tiempo —el animal pareció meditarlo unos instantes antes de responder afirmativamente —. ¡Muchas gracias!... estoy buscando a un chico pelirrojo, puede que lleve por aquí viviendo varios días... ¡Sí, llevaba manzanas!... llevame con él... sí, te puedes quedar la manzana.

El animalillo empezó a correr seguido por Dawn, la ardillita agitaba su peluda cola graciosamente y la joven sentía su corazón latiendo cada vez más rápido, como si de un tambor se tratase.

Finalmente encontró una especie de cueva en el muro del final del parque y entró sin pensarlo, no tenía tiempo para pensar en nada, sólo tenía que asegurarse de que el pelirrojo estuviese bien. Cuando entró enseguida vio la mochila azul abierta, de allí había sacado la manzana su nuevo amiguito animal, encontró varias cosas más y en la parte más profunda al propio Scott en posición fetal, intentando mantenerse caliente aún dormido, aún con la chaqueta y durmiendo sobre un montón de prendas y mantas. Dawn miró su cara, estaba teniendo una pesadilla y la chica no pudo evitar acariciarle el pelo para intentar calmar su sufrimiento.

—Tranquilo, Scott, yo estoy contigo —le susurró—. ¿Y sabes qué? Yo nunca te abandonaré.

El chico pareció tranquilizarse, incluso sonrío levemente en sueños; Dawn sin embargo estaba preocupada, allí hacía un frío de mil demonios y no era un lugar adecuado para que nadie lo habitase, además se horrorizó al sentir la piel del chico tan fría ya que no la recordaba así. Un día Scott y ella se rozaron las manos sin querer y aunque fue rápido y fugaz la rubia pudo notar perfectamente el calor que emanaba, el mismo calor que inundaba su pecho cuando pensaba en Scott, cuando le veía, cuando alguien lo mencionaba en su presencia, incluso cuando tenía que evocar la sensación más agradable de su vida allí estaba, el calor de la mano de Scott, calor que el invierno iba a robarle si seguía viviendo en esas condiciones.

La rubia pensó y pensó, sólo le pareció viable una opción: Scott no tenía a quién recurrir, le habían echado de casa, así que ella le acogería en su cuarto sin que sus padres lo supiesen. Igual no era el plan más brillante del mundo pero estaba segura de que sería lo mejor. Ella podía llevarle comida a escondidas, y como su cuarto tenía vestidor su ropa cabría a la perfección, y además, tenía baño propio con bañera, Scott y ella podían convivir allí tranquilamente.

—Scott, despierta —dijo la chica acariciándole el pelo —. tenemos que irnos antes de que oscurezca del todo.

Scott despertó y cuando vio a Dawn frente a él primero se asustó y se levantó, después se enfadó.

—¡¿Qué demonios haces tú aquí!?

—He-he venido a ayudarte.

—¡Yo no necesito tu ayuda, pírate niña de la luna! —dicho esto se volvió a tumbar.

—¡Sí necesitas ayuda, no puedes vivir aquí!

—¡Esta es mi casa ahora, largo!

—¡Está bien! Entonces hazme sitio ahí.

Scott le hizo sitio en su lecho confundido. Dawn se tumbó junto a él quedando sus caras de frente.

—¿Qué haces? —preguntó él con más confusión que enfado en su voz.

—Yo no me voy a ir de aquí sin ti, si tú no vienes yo dormiré a tu lado.

—¡Pues vale! —gritó él recuperando su enfado.

—¡Pues eso!

—¡Pues a dormir! —no quería que Dawn tuviese la última palabra.

—Buenas noches, Scott —dijo ella en un susurro antes de cerrar los ojos y acurrucarse junto a él.

.Un minuto... Dos minutos...

—¡Vale, joder, tú ganas! —renegó él molesto —.iré contigo, niña de la luna.

Dawn sonrió y abrazó a Scott feliz.

—Me alegro tanto, Scott.

—Uh... Dawn... —la chica advirtió que seguía abrazada a él y se puso roja, tan roja que no advirtió que él también estaba como un tomate. Se separaron y fingieron que no había pasado nada.

—Bu-bueno tenemos que recoger tus cosas.

—Uh, sí.

—No tenemos mucho tiempo, vamos Scott.

—Espera, espera, ¿Tiempo para qué?

—Mira... quiero que vengas conmigo, a mi casa.

—Dawn, tus padres no me van a dejar.

—No se enterarán, trabajan muchas horas y hacen viajes y eso, tú puedes vivir en mi cuarto, mira, allí tengo baño con bañera y todo... no lo notarán y tú... no quiero que vivas en la calle.

"Gracias Dawn" hubiese querido decir Scott.

—Si insistes... —respondió en su lugar, haciendo que pareciese que le estaba haciendo un favor él a ella, pero Dawn sabía la verdad y eso era lo que importaba ya que Scott escondía siempre sus verdaderos sentimientos.

Recogieron tan rápido como pudieron. Scott llevaba la mayoría de sus cosas mientras que Dawn cargaba con las mochilas de ambos y el neceser del chico. Cuando llegaron a casa de la chica él se sorprendió, era una casa con mucha personalidad y muy bonita, con un encanto antiguo pero sin que pareciese que si entraban todo iba a estar lleno de telarañas.

—Scott, escucha, ahora entraremos por la puerta porque mis padres no están seguro, pero mañana te explicaré como trepar hasta la ventana de mi cuarto.

—¿Estás segura de que quieres que me quede? Es tu última oportunidad para echarte atrás.

—Sí, te vas a quedar.

"Gracias Dawn"

—Si insistes...

El recibidor con su zaguán ya era bonito. Scott no pudo colgar su abrigo allí por razones más que evidentes, pero aquel lugar (y eso que todavía no habían pasado de allí) ya invitaba a la tranquilidad y decía mucho de la hospitalidad de la familia que habitaba aquella gran casa. Siguieron andando una vez Dawn hubo dejado su abrigo y su gorro colgados. Mientras subían las escaleras el pelirrojo miraba las fotos, casi todas eran de Dawn o de animales, aves, perros, gatos, esponjosos conejitos...

—Mi cuarto es ese —la chica indicó la puerta que era y la abrió una vez estuvieron frente a ella.

El pelirrojo esperaba la típica habitación de chica, rosa, con posters de cantantes, con peluches por doquier... en lugar de eso encontró una habitación ciertamente grande pero de decoración más bien sencilla y austera, aunque sí denotaba el nivel adquisitivo de la familia: una cama king-size de madera con sábanas de color verde oscuro, un escritorio del mismo tipo de madera con un portátil encima y una silla de escritorio de madera con ruedecitas, había lámparas tanto en el escritorio como en la sencilla mesita con un único cajón que se encontraba junto a la cama. También vio una cómoda de madera a juego con la mesilla. El color de las paredes le gustó: eran verdes. Luego miró hacía el otro lado de la habitación y vio unas puertas dobles y una puerta simple, las puertas dobles tenían como una especie de rosetón representando flores de cerezo de color rosado tirando a blanco, se podía ver una tenue luz a través de él.

—Eso es el vestidor —explicó la chica—. Lo otro es el baño, ¿Te gusta?

—Psé, está bien.

"¡Dios, es la mejor habitación del mundo y ahora es casi mía!"

—Mis padres no tardarán mucho en llegar, ¿Por qué no te duchas mientras yo hago la cena? Les prometí que cocinaría yo.

—Uh, vale.

—Puedes coger una toalla del armario que hay en el baño, la que sea, usa lo que necesites —dijo la rubia.

—¿Y si necesito una compresa? —preguntó Scott de coña, lo que le hizo ganarse un golpe amistoso en el brazo.

—En tal caso, en el primer cajón del armario del baño.

—¿Estás sacando las uñas, niña de la luna? —dijo Scott con una sonrisa fanfarrona. Dawn decidió ignorar su pregunta.

—No hagas mucho ruido, por favor, no pueden descubrirnos.

—Vale, Dawn, tampoco hace falta que te pongas en plan pelmaza.

—Deja tus cosas al fondo del vestidor y dúchate, tranquilo, te subiré algo para cenar.

—¿No cenarás conmigo? —preguntó él.

—No puedo, tengo que esperar a mis padres.

—¿Y yo qué hago? ¿Espero a que vuelvas?

—Sí, prometo tardar poco.

—Tómate tu tiempo, hija de la luna —dicho esto se lanzó a la cama y puso las manos bajo su cuello—. ¡Eh, aquí no hay tele!

—Ah, no, lo siento, perturbaba mis ejercicios de meditación, pero puedes usar el portátil.

Dicho esto la rubia salió de la habitación. El pelirrojo curioseó un poco más y se fijó en los diversos collages que la chica tenía colgados en su cuarto: habían muchas fotos de animales, de Dawn con Mike, Zoey y B... En el escritorio había enmarcada una foto de la chica con cuatro años y sus padres, en la pared donde estaba el escritorio pudo ver las fotos grupales de toda la clase de por lo menos tres cursos junto con algunas de Dawn con alguno de sus compañeros de clase, la más graciosa para Scott fue una que encontró de Dawn, Izzy y Sierra poniendo los ojos bizcos. Algo captó su atención: era una foto suya, salía junto a la chica, se la sacaron en un viaje de final de curso, cierto que la chica tuvo que insistir mucho para conseguir que el pelirrojo accediese a sacarse la foto pero el resultado había merecido la pena: ambos salían sonrientes y sudorosos después de haber jugado al pañuelo con el resto de la clase. Al chico le sorprendió verse tan feliz en la instantánea, no recordaba que él pudiese sonreír de ese modo tan inocente y sincero. Su mirada se dirigió a la chica de ojos azules que salía junto a él.

—Dawn... ¿Por qué eres tan dulce conmigo? —murmuró—. Eres un ángel, no merezco tu bondad.

Scott se apartó del escritorio y se dispuso a obedecer a la chica. Cuando entró al baño con unas prendas que pretendía usar como pijama éste le pareció grande y agradable. Escogió una toalla marrón que encontró donde la chica le había indicado y entró en la ducha que había junto a una gran bañera blanca rodeada por velas aromáticas.

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La rubia mientras tanto estaba preparando la cena: pollo al horno (n/a: Imagino que Dawn es vegetariana. En caso de que así sea aquí simplemente lo ignoraremos, no será vegetariana en este fic). Le salía bueno y pensó que a Scott le gustaría. Se sintió mal unos instantes al darse cuenta de que le estaba dando más importancia a la opinión del chico que a la de sus propios padres.

—¿Tú qué piensas, Cherry? ¿Estoy siendo egoísta? —su gata se limitó a bostezar y ella sonrió—. En realidad es natural que quiera que le guste mi forma de cocinar, es nuestro invitado después de todo.

Cuando estaba terminando de preparar las verduras que servirían de acompañamiento al pollo escuchó la puerta principal abrirse. Tanto Filete, el chihuahua, como la gatita Cherry acudieron corriendo a recibir a los recién llegados. Unos minutos más tarde la pareja llegó a la cocina.

—Hola, cariño —la saludó Fiona, su madre.

—Hola, mamá, hola papá.

—¿Cómo está mi niña? —preguntó Noel, su padre.

—Yo estoy bien, ¿Cómo estáis vosotros?

—Bien, pero hace un frío que pela —respondió el hombre.

—Espero que no te hayas resfriado, Dawn —dijo la madre acariciando la cara de su hija mientras ésta repartía las verduras en tres platos, teniendo cuidado de dejar suficiente para Scott.

—Estoy bien, mamá.

—Qué hambre, ¿Con qué maravilloso plato nos vas a sorprender hoy, hija? —dijo la mujer.

—Es pollo al horno con verduras.

Durante la cena la familia comentó su día, aunque sus padres notaron a Dawn nerviosa.

—¿Te pasa algo, hija?

Y es que la chica estaba preocupada por Scott, no quería que pasase hambre.

—Oh, no es nada, es que estaba pensando en una ardillita que he visto hoy en el parque —mintió ella.

—Déjame adivinar: tienes una nueva mascota en tu cuarto —dijo entonces su padre. A Dawn se le subieron los colores.

—¿N-No, qué te hace pensar eso?

—¿Cariño, tienes fiebre? —Fiona tocó la frente de su hija al notar que estaba roja.

—No, no me pasa nada.

—Oh, Fiona, nuestra niña siempre es tan dulce con los animales —comentó Noel mientras removía su copa de vino.

—No te preocupes cariño, tu ardillita estará bien, tú cena tranquila.

Cuando acabaron de cenar los padres fueron a ponerse el pijama para ver una película en familia, algo a lo que Dawn se negó.

—Vamos cariño, hoy es viernes y mañana no tienes clase, no hace falta que te duermas tan pronto —trató de convencerla Noel.

—Es que estoy muy cansada, papá, de verdad. Beberé un vaso de leche y me iré a la cama.

—Como quieras, si cambias de idea ya sabes dónde estamos —dijo el hombre de cabello rubio, idéntico en color al de su hija.

Lo de la leche era una escusa para poder preparar la cena de Scott. Cogió el pollo y las verduras que había reservado en el horno para que se mantuviesen calientes y las metió en una fiambrera porque, pensó, si llevaba la comida en un plato se arriesgaba a que le cayese algún trozo o a que gotease y podía llamar la atención de sus padres al limpiarlo. También se hizo con un cuchillo, un tenedor y una botellita de soda.

Cuando subió a su cuarto tanto Filete el chihuahua como Cherry la gata la siguieron, pero no entraron a la habitación de la lectora de auras, en vez de eso se fueron al estudio, allí tenían sus canastillas para dormir.

Cuando entró Scott parecía muy entretenido con un libro.

—Hola, Scott —y dejó la fiambrera sobre la cómoda.

—Ei —fue el escueto saludo de él. Dawn se tumbó a su lado en la cama.

—¿Qué lees? Si los libros los tenemos en el estudio... —entonces miró y se fijó en que Scott no estaba leyendo un libro, estaba mirando un álbum de fotos suyas de cuando era un bebé.

Se puso más roja que una guindilla cuando el pelirrojo pasó de página y salió una foto enorme y a todo color de ella de bebé, completamente desnuda, sobre un cojín. Scott se empezó a reír al verla pero se tapó la boca con las manos para que no le escuchasen los padres de la chica, eso lo aprovechó Dawn para quitárselo.

—¡Oh, vamos, no sales tan mal! —y se empezó a reír de nuevo.

—¡No es eso, tonto! Un momento, ¿No estaba esto escondido en mi vestidor?

—Sí, pero colocando una de mis bolsas en uno de los estantes superiores ha caído y no he podido evitar mirarlo.

—Allí está tu cena —dijo la chica señalando la cómoda. El pelirrojo se levantó a cogerla —. usa el escritorio para cenar.

Dawn entró en su vestidor para guardar el álbum y vio algunas cosas del chico allí. Le pareció tan natural, tan bonito. Le encantaba que su vestidor oliese a Scott, que él estuviese allí con ella de verdad, ya que estaba allí aprovechó para escoger un pijama. Cuando salió él ya estaba cenando sentado en su escritorio, cierto que los modales del chico no eran los mejores pero a ella le pareció muy mono, tanto que se quedó mirándole. El pelirrojo se sintió observado y se giró.

—¡Eh, niña de la luna, no me mires mientras como! —protestó él.

—Lo siento, voy a ducharme —dicho ésto entró al baño y se desvistió tras cerrar la puerta. Olía a Scott, ni las velas aromáticas podían mitigar ese olor tan característico suyo. Se duchó sintiéndose la persona más afortunada del mundo.

Mientras, el chico se maravillaba por el excelente manjar que estaba degustando: "¿Cómo puede esto tener este sabor tan delicioso? A simple vista parece un simple pollo al horno con verduras a la plancha... pero su sabor es especial, es distinto, parece que se esté celebrando una fiesta en mi boca" pensó el ex-granjero "ella lo hace todo bien, como si fuese perfecta... o igual es que Albertha cocina como el puto culo, que también puede ser. Es flipante, y yo que pensaba que las hamburguesas del insti eran lo más rico del mundo..."

Cuando terminó metió los cubiertos dentro de la fiambrera y le puso la tapa, la hubiese enjuagado pero Dawn estaba en el baño. Volvió a tumbarse en la cama con la botella de soda light en la mano.

Esa chica estaba siendo muy buena con él, y eso que él con ella no solía ser demasiado amable, solía contestarle mal, de forma muy cortante y hacerle la puñeta, pero ella siempre sonreía y le decía que entendía su actitud, y que no tenía que ser fácil estar siempre fingiendo que detestas absolutamente todo, cada pequeño aspecto, del mundo que te rodea. Una vez ella le dio un leve beso en la mejilla, cuando él lo rememoraba sentía mariposas en la zona en la que recibió el beso. ¿Por qué era tan buena? Era como si ella le quisiese o algo...¡Un momento! ¿Era posible que Dawn tuviese sentimientos hacía Scott? Nah, paparruchas.

Scott descartó rápidamente aquella idea sin saber de que había dado de lleno en el blanco. Cuando escuchó el secador supo que Dawn no tardaría en salir. Bebió un trago de soda light y empezó a pensar de nuevo. Estaba seguro de que la hija de la luna lo echaría pronto, tenía que encontrar un trabajo y ponerse las pilas de verdad con los estudios. Se imaginó a si mismo rico, con dinero suficiente para tres o cuatro vidas más, luego se imaginó a sus padres, a Albertha y al puerco de su novio suplicándole por algo, y él ignorándolos claro. Justo en ese momento salió Dawn.

—Tu aura se ha oscurecido un poco, ¿En qué pensabas? —preguntó aproximándose a la cama.

—En nada —y la miró. Se sorprendió por su belleza con aquel sencillo pijama blanco con leves rayas verticales en gris claro. Era un pijama ancho compuesto por una camisa con botones y un pantalón. La chica no llevaba calzado alguno, pero no sentía frío ya que el suelo disponía de calefacción en toda la casa.

—¿Te ha gustado la cena? —preguntó ella sentándose junto a él en el lecho.

—Sí, cocinas muy bien, y yo que pensaba que la comida del insti era decente...

—Es decente, los cocineros se esfuerzan mucho.

—Es una mierda, Dawn —la chica le miró mal—. Quiero decir que comparada con la tuya es una mierda.

Ella se dio cuenta de que él no estaba siendo del todo sincero pero lo dejó correr. El pelirrojo volvió a beber soda.

—La soda también está buena, en mi casa no comprábamos así que sólo había probado la marca del insti y la que Geoff da en sus fiestas.

—Sí, está buena, aunque yo hubiese preferido traerte una de fresa, pero no quedaban, de hecho esa es la última soda de la casa.

—¿Quieres? —dijo él ofreciéndole la botella. Ella la aceptó y bebió.

Ahí fue cuando recordó que Sierra le había dicho, que si bebías del mismo recipiente que otra persona y posabas los labios en el mismo punto que la persona que había bebido antes, era como si le estuvieses dando un beso indirecto. La rubia estaba pensando en ello cuando escucharon que alguien tocaba a la puerta y se quedaron petrificados.

—¿Dawnie, qué haces? —preguntó su madre sin abrir la puerta.

—Eh... uh... ¡Tomar un poco de soda!

—Vale hija, pero no tomes mucha que luego tienes gases.

Pudieron escuchar como se alejaba. Cuando estuvieron seguros de que ella ya no estaba ahí Scott empezó a reír.

—¿De qué te ríes? —preguntó ella roja, aunque imaginaba el porqué de la risa del pelirrojo.

—Cuidado con la soda, Dawnie —dicho esto le quitó la botella—. que resulta que la lectora de auras es también un poco pedorra.

Se volvió a reír y como respuesta Dawn le pegó con la almohada. Scott se quejó y, soltando previamente la botella, la agarró por la cintura y la tumbó en la cama. Empezó una pelea para ver quién inmovilizaba al otro, un juego inocente. Intentaban no reírse muy alto para que los padres de ella no lo notasen, pero lo cierto es que no recordaban haber sido tan felices nunca. Al final ella se dejó ganar por agotamiento y él quedó encima. Mientras trataban de normalizar sus respiraciones se miraban a los ojos. Era tan intenso que parecía que los ojos turquesa de Dawn se iban a fundir en cualquier momento con los azules grisáceos de Scott, pero al final se separaron, con los corazones latiendo a mil.

—Uh... ¿Dónde duermo yo? —preguntó él intentando romper el silencio.

Genial, Dawn no había pensado en eso.

—La cama es grande... podemos compartirla si quieres —dijo ella algo nerviosa.

—Supongo que podemos.

Se pusieron el uno junto al otro y después ambos se cubrieron con el edredón, cada uno tenía apoyada la cabeza en una almohada, Dawn en la que había usado antes para pegar al chico. Permanecieron en silencio unos instantes y al final ella apagó la luz, lo único que iluminaba la estancia era la tenue luz de la luna que conseguía filtrarse por la ventana.

—Dawn —susurró él.

—¿Qué?

—Yo no tengo sueño aún.

—Ni yo —dijo ella.

—Dawn, estamos compartiendo edredón —dijo él de golpe.

—¿Y?

—Lo digo porque no quiero que me gasees si la soda te hace efecto, pedorrilla de la luna.

—Eres gilipollas.

—¿Y al final qué hacemos?

Dawn se lo pensó un momento. Tenía que sacar ese tema cuanto antes.

—Scott... ¿Qué hacías viviendo en la calle?

—¿De verdad quieres saberlo? —preguntó él con un deje de dolor en su voz.

—Sí, sí que quiero.

Continuará...

¿Merezco reviews?

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xoxo

OFIXD