¡Hola, lectores! :3

Estoy de regreso con una nueva historia. Tenía tiempo con la idea en la mente, sin embargo, no quería atrasar mi historia principal ("El Aleteo de una Mariposa") con otra historia; por ende, nunca me decidí a escribirla. Pero, en un momento de ocio salió el prólogo. Decidí traérselas para que me digan si vale la pena seguirla. De antemano les aviso que será corta (de pocos capítulos, pero no de contenido).

Espero que la disfruten.

Nota: Naruto no me pertenece, es una creación de MK. Sin embargo, ésta historia es mía.


EL RETORNO

PRÓLOGO

9 meses y 5 días después.

Él sabía lo que esto iba a significar para la aldea. Sin embargo, la situación era irreal y difícil de digerir. Giró la mirada hacia un lado… a lo lejos estaba su alumno; arrodillado sobre la tierra semi humedad, y la chica Hyuga lo observaba con dolencia. El aire desprendía un olor singular, él lo sabía.

El olor a muerte.

Y a pesar de eso hecho, no pudo evitar que una lágrima resbalara por su mejilla hasta caer en el suelo. Miró nuevamente a Naruto, que estaba arrodillado sobre la tierra fangosa, mirando hacia el vacío, hacia el barranco.

Hinata mantenía ambas manos apoyadas sobre los hombros del Uzumaki, brindándole un cariño sobreprotector –e incluso maternal– mientras contenía las lagrimas que amenazaban en salir y arrasar con la poca cordura que poseía en ese momento. Todos eran consiente del amor incondicional que desbordaba Hinata por el Uzumaki. Hinata sebía ser fuerte por él, por ella y por la aldea. Pero a pesar de eso, no pudo evitar gemir de dolor al escuchar el susurro de Naruto. De sus labios salió un lamento, un adiós. Hinata había sido una persona débil, de poco carácter y voluntad, pero los golpes de la guerra hicieron que su espíritu evolucionara. Ella se hizo fuerte, sin embargo, en la academia nunca le enseñaron afrontar la muerte. En ese instante dirigió su mirada transparente hacia al cielo gris, y se preguntó: ¿Qué habían hecho para sufrir tanto? Su pregunta no fue articulada, porque su lengua se encontraba apresada por sus dientes. Ese pensamiento fugaz la hizo estremecer y mirar nuevamente al chico que lloraba desconsolado entre sus manos. A los pocos segundos, el cielo le devolvió un roció frío desde las alturas como respuesta a su pregunta. Las gotas cayeron en su cara como un manto de agua bendita. Purificadora y helada. Sintió como el cuerpo de Naruto se sacudía con violencia mientras un gritó salía desde lo profundo de su garganta. Se inclino aun más –apoyando todo su peso sobre las rodillas–, hasta quedar a la altura del rubio y lentamente –sin querer sobresaltarlo–, tomo su cara entre sus manos y lo hizo levantar la mirada. De inmediato, Naruto cerró los ojos, como si intentara guardar un secreto. La chica no se sorprendió ante ello…sin embargo no pudo evitar recordar el dolor que sintió ante la muerte de Neji, y de muchos de sus amigos. Sin embargo, al ver a Naruto llorando, con los ojos cerrados, el ceño fruncido y la boca contraída, supo que no había nada más doloroso en la vida que aquello que estaba presenciando sus ojos. Porque Naruto –la luz de Konoha– había desaparecido en un mar de agonía. Era una desgarradora escena, y por un momento se lamento de ser débil. De no tener la fuerza para cambiar las cosas. Y sobretodo, por no tener agallas para hablarle. Sabía que nada de lo que dijera en ese momento iba a consolarlo, por Dios, si ella misma no encontraba forma de darse consuelo, y sin pensarlo dos veces, sujeto la ramera de Naruto con fuerza y lo atrajo a su pecho. Lo acuno en sus brazos con fuerza, sintiendo como su muestra de afecto era correspondida. Naruto se aferró a su ramera con fuerza mientras lloraba con violencia. Y no pudo más… lloró. Se abrazó a Naruto, sin importarle la vergüenza, o el prejuicio. Lo abrazó con amor, con dolor y con lágrimas… porque en este momento, lo único que podía hacer Hinata Hyuga era llorar.

El sol se escondía con lentitud bajo la mirada de los novatos, los matices rojizos y naranja de la tarde se convertían en un rosado opaco, y lentamente, el roció fue dando paso a una tormenta. Del cielo caía un torrente de agua, truenos y malos recuerdos. Un recordatorio de que el destino podía ser cruel, y que podía arrebatarte lo más preciado en cualquier momento. Que la vida era un instante de tiempo, y que lo único que nos quedaba eran los recuerdos. Ese pequeño universo que nos mantenía fuera de la gravedad. Donde podíamos volar. Podíamos llorar, reír, amar e incluso odiar. Y en esos momentos, cada uno de ellos supo que la alegría había huido bajo su mirada. Bajo ese atardecer había caído, bajo una trampa, bajo una mala estrategia. Y sobretodo… bajo una debilidad.

–¿Por qué, Hinata? –preguntó Naruto. El chico de ojos azules había abandonado el calor que le brindaba los brazos de Hinata y se había levantado. Superando con creces el llanto desgarrador de unos segundos atrás. Hinata abrió los ojos con impresión, su boca intento articular alguna palabra coherente, pero nada salió. Sollozo avergonzaba consigo misma por no ser capaz de ayudarlo. Sin embargo, se levanto con lentitud, respiró con fuerza y limpiando sus lágrimas con la manga de la ramera, respondió de la forma más rota posible.

–No lo sé, Naruto.

Naruto sonrió con tristeza ante la respuesta de la joven mientras miraba el vació. Dio unos cuantos pasos y se detuvo al lado de Kakashi, el cual había permanecido en el mismo lugar desde lo ocurrido. Él antiguo capitán del equipo siete mantenía una expresión fría en su rostro. Sus ojos miraban hacía un punto no concreto y Naruto no quiso preguntar. Había aprendido con los años que a veces callar era mejor; e incluso, que podrías mantenerte al lado de alguien y compartir el dolor sin necesidad de expresarlo. Y así se mantuvo por unos minutos, recto, con la mirada azulada mirando sus pies. Tenía miedo de mirar y encontrarse con algo desagradable. Por esa razón, no quiso ver el bulto inerte a la cual los demás estaban rodeando. Tenía miedo de mirar, de perderse.

–Es irónico que el cielo se esté tornando de ese color–dijo Kakashi en un susurró. Sólo Naruto lo pudo escuchar al estar a su lado. Un escalofrió se instalo en su cuerpo al mirar hacía arriba y comprobar que su antiguo maestro tenía razón, el cielo se tornaba rosado.

La misma tonalidad de su cabello.

–¿Dónde está? –preguntó Naruto en tono exigente, y entonces Kakashi lo miró con aquellos ojos cansados. Apretó los puños con fuerza. Las lágrimas salieron de sus ojos azules sin pedir permiso. Se limpió bruscamente con el dorso de su mano en el momento en que su maestro le respondió.

–Se fue, Naruto–dijo sin más Kakashi, mientras sostenía con fuerza en su mano derecha una bandana con el símbolo de Konoha–. No quise detenerlo, no podía, lo lamento. Te he fallado.

–No, todo ha sido mi culpa, debí estar aquí–susurró Naruto mientras su cara se tornaba afligida.

–Haz hecho demasiado, Naruto. Fue mi error, no tuyo– Kakashi giró la mirada hacia Naruto y sonrió con ternura.

–Si sólo hubiera llegado 20 minutos antes, ella estuviera…–La voz de Naruto se quebró y tuvo que respirar hondo, buscando fuerza para no desvanecerse.

–Ella siempre estuvo orgullosa de ti– Mencionó Kakashi con firmeza. Su voz sonó alegre y con un matiz de orgullo– Al principio no tanto, pero luego, estaba más orgullosa de ti que de ella misma.

–¿Por qué? ¿Por qué todos los que amo se van de mi lado? –preguntó Naruto en un susurro.

–Porque así es la vida–concluyó Kakashi mientras daba la vuelta y dejaba solo a Naruto. Él sabía que su alumno era fuerte, sin embargo… ¿hasta que punto podría soportar? ¿cuál sería el limite para Naruto? ¿Cuántas pruebas tendría que superar? Realmente no lo sabía. No sabía cuanta voluntad tendría para superar esto. Sin embargo… Sí sabía cuál era el límite de Sasuke. La rabia volvió a invadirlo como una nube negra, y sintió como su corazón se quebraba lentamente al ver el llanto de Tsunade. La cuarta guerra había dejado una huella indeleble en la piel de cada ninja. Hubo decisiones difíciles, sacrificios, pérdidas y sobretodo, unión. Miró a su alrededor y por un momento se sintió extraño.

La escena era fúnebre y dolorosa.

Nunca pensó ver a su alumna muerta. Siempre había sido ese punto invisible en su equipo, pero que de vez en cuando salía con una sonrisa simpática y alegraba todo a su paso. Recordó la primera vez que la conoció, recordó sus ojos soñadores e inocentes, llenos de ilusiones y amor, sus suspiros por Sasuke, y sus interminables quejas por Naruto. Su mente había sido brillante, pero los sentimientos siempre la habían dominado. Sin embargo, ese había sido su gran tributo. Su característica. Su marca. Aquellos sentimientos que la hicieron una humana errante, que se supero, que tuvo miedo de dar un paso hacia adelante y que finalmente, los igualo.

Suspiro con dificultad mientras sujetaba la bandana en su brazo derecho. Miró nuevamente a la antigua Hokage, la cual mantenía el cuerpo inerte de Sakura Haruno entre sus brazos, mientras lloraba y repetía "no tú" como un mantra mágico y oscuro. Miro a Naruto, que seguía en el mismo lugar, y sin evitarlo, corrió.

Debía hacer algo. Debía buscarlo. Si no sería demasiado tarde.

–Hokage-sama, ¿A dónde va? –alguien lo detuvo del brazo. Una mano delgada y pálida. Era la chica Hyuga.

–Debo encontrar a Sasuke–respondió con decisión. En la vida había momentos en donde debías tomar decisiones duras, y Hatake Kakashi lo sabía.

Hinata soltó su brazo captando la mirada del peligris, sabiendo la señal silenciosa de sus ojos oscuros, y finalmente sonrió. Dándose cuenta que aquél hombre buscaba la muerte.

–Suerte, Kakashi– sonrió con lastima, mientras bajaba la mirada.

–Muchas gracias, Hinata. La necesitaré.


¿Qué tal les pareció? ¿Vale la pena continuar la historia? Hagánmelo saber a través de sus reviews.

Muchas gracias por leerlo, y de verdad espero que lo hayan disfrutado.

Se despide, Anaid Silos.