Título: Sonidos de mi mente
Autor: Anyara
Fecha: 21 de Julio de 2011
.
Capítulo I
.
Algunas creencias aluden a la existencia de un alma o espíritu que viaja, con el fin de aprender en diversas vidas, las lecciones que se pueden llegar a tener durante la presencia en la tierra, de ese modo se llega a un nivel en el que las almas gemelas pueden llegar a reunirse. Siempre que todas las lecciones sean aprendidas.
.
Podía notar un suave cosquilleo en el contorno del oído izquierdo, algo tan ligero como la brisa de una tarde de primavera, cálido, relajante. Me giré en la cama con cierta pereza, y abrí los ojos, la habitación se encontraba prácticamente a oscuras, sólo iluminada por una suave penumbra, y la vi. Su figura esbelta, casi etérea, elevada varios centímetros por encima de mi cuerpo. Me sonrió ligeramente y con voz adormilada, le pregunté.
- ¿Quién eres?
Su mano suave como un soplo de aire se poso sobre mi pecho, junto a mi corazón, inhale profundamente y aunque seguía sin conocer su nombre, la reconocí a ella, una parte de mí lo hacía. Y la vi acercarse, noté el roce, primero efímero de sus labios, que se fue haciendo más real, más concreto, junto con el toque de su cuerpo que iba posándose delicadamente sobre el mío, transmitiéndome su calor. No había notado, hasta ese momento que ella estaba desnuda, pero también lo estaba yo, durante una fracción de segundo pensé que aquello no era posible, pero aquella idea se esfumó del mismo modo que llegó, permitiéndome únicamente centrarme en ella.
- Recuérdame…
Me susurró apenas moviendo los labios. Y sin preverlo me sentí dentro ella, profundamente, de un modo pleno. Comprendiendo, sólo en ese momento, cuánto la había extrañado y la falta que me hacía.
- Siénteme…
Volvió a susurrar, y la estreché contra mi cuerpo, queriendo impregnarme de ella.
- Te he extrañado…
Murmuré, pegando mi boca a su oído, notando el fresco aroma a limón que tenía su cabello, un aroma añorado, lleno de evocaciones. Ella tomó mi mano y se la llevó a los labios, besando mis dedos con tanto amor.
- Encuéntrame…
Me pidió, y pude ver una lágrima brotar de sus ojos.
- Devuélveme la vida…
Suplicó, tomando mi rostro entre sus manos, besándome en el instante en que un enorme placer me surcó, logrando en mí un estado de sumisión e ingravidez, que casi podría decir que recordaba. Y su calor me abandonó, cuando aún estaba inmerso en la levedad de las sensaciones. Creo que en ese momento desperté, aunque mis ojos ya estaban abiertos, observando los rincones de mi habitación, y vino a mí un susurro que no supe si escuché, o mi mente recreo.
"Encuéntrame"
Me levanté de la cama, comprobando que mi ropa interior no estaba en su sitio, y a pesar de que intenté recordar en qué momento me la había quitado, no logré hacerlo. Miré por la ventana, encontrándome con las tenues luces nocturnas de Nueva Orleans.
.
Pasaba ligeramente de medio día, un hermoso medio día debo agregar. Di un par de golpes en la puerta de la habitación de Tom y entré, únicamente porque tenía la absoluta seguridad de que estaría solo.
- Buenos días – hablé alzando la voz de forma leve.
La habitación se mantenía en la penumbra, así que moví un poco las cortinas, para que entrara algo de luz, miré a mi hermano sobre la cama, que se removió algo molesto por la luz, sin dejar pasar el reclamo pertinente.
- Quiero dormir.
Me acerqué.
- nos estamos perdiendo la ciudad – la hablé a poca distancia de la cama.
Tom contestó oculto bajo la almohada.
- La ciudad estará ahí mismo, en tres horas más.
- ¡Tres horas! – exclamé
Él se oprimió más la almohada contra la cabeza, como si con ello pudiera evitar mi reclamo. Dejó pasar un momento, en el que yo me mantuve esperando, se giró, observó el techo, tomó la almohada y me la arrojó. La atajé.
- ¡Bien!, ¡Lo conseguiste! – se quejó.
- No sé de qué te quejas – le dije – has dormido más que yo.
- He tenido un mal sueño – me contó, mientras se sentaba en la cama y se masajeaba la sien.
- ¿Quieres hablarlo? – pregunté, cuando tenía malos sueños, siempre me servía contárselos a él.
Tom me miró, como si evaluara mi ofrecimiento, luego hizo una mueca de molestia.
- No vale la pena – se puso en pie y se estiró como si quisiera tocar el techo, tal como hacía yo al despertar, bostezó y se rascó la nuca de camino a la ducha.
- Pediré el desayuno – le avisé, tomando el teléfono que había en su mesilla.
- Yo paso – dijo desde la puerta del baño.
Lo pensé un momento y colgué, ya comeríamos algo por ahí, después de todo, habíamos venido para 'explorar' ¿o no?
Volvía a la ventana y observé el lugar. Habíamos visitado muchas ciudades durante estos años, aunque no siempre podíamos recorrerlas. Esta en particular no parecía ser una ciudad de las más visitadas, no parecía tener nada demasiado relevante, pero me gustaba la idea de hacer una parada de un par de días en ella, quería transitarla.
- ¿Crees que podamos encontrar algo interesante aquí? – preguntó Tom. Mientras paseábamos por las calles más céntricas de la ciudad.
- Eso espero – confesé, mientras observaba los letreros luminosos que colgaban de las tiendas, en su mayoría pequeños sitios, que no parecían ofrecer gran cosa, pero había algo en la precariedad y en el deterioro de los rincones, que lograban que el lugar me interesara.
En mi mente se repitió la frase de mi sueño, esa que sonó cuando me desperté.
"Encuéntrame"
- Ya llevamos casi una hora fuera, y a mí me está entrando el hambre – habló Tom.
- No vinimos para encerrarnos ¿o sí?
Como Tom no me respondió, me giré para mirarlo, y lo descubrí perdido en la corta falda de una chica, con unas piernas estupendas.
Lo esperé y cuando volvió a mirarme me reí y continué caminando.
- ¿Qué? – me siguió.
Yo reí un poco más.
- ¡¿Qué? – volvió a insistir, alcanzándome.
- Nada – hice un leve gesto negativo, aún sonriendo.
- Estaba bien – se defendió.
- ¿Te he dicho algo? – me encantaba molestar a Tom, jugar con su poca paciencia y hacerlo tropezar consigo mismo.
- No, pero… ¿viste esa minifalda? – preguntó, volviendo a girarse, pero para ese momento la chica ya estaría fuera de su vista.
- En realidad vi sus piernas – confesé.
- Bueno, claro… aunque la falda cubre justo el sitio…
- ¡Calla! – lo interrumpí.
Ahora Tom rió.
-Por qué te escandalizas – continuó riendo.
- Ya, ya… me conozco tus explicaciones graficas.
- No me dirás ahora que no piensas en el sexo – ya no callaría.
- ¿Te parece que es una conversación para tratar en plena calle? – lo miré.
Se encogió de hombros.
- No creo que muchos aquí hablen alemán.
En eso tenía razón.
- De todos modos – me defendí.
- Que aburrido te has vuelto… - bufó – hasta los quince, no pensabas más que en los rinconcitos húmedos de las chicas – cerré los ojos, lo tenía que decir – y luego se te metió en la cabeza la idea del amor verdadero.
- Cuando madures lo entenderás – me defendí.
- Eso es lo que siempre dices… pero no creo que sea cuestión de madurez – se defendió él.
Comenzaba a acercarse otra chica, que vestía provocativamente, sabía que la atención de Tom se perdería en ella.
Y así fue.
- ¡Wow!... este lugar mejora por momentos – se animó.
- Me alegro – quise ser amable.
- No me refiero a las chicas – aclaró.
Y lo vía caminar delante de mí, y entrar a una pequeña tienda, cuya puerta parecía obligarnos a inclinar la cabeza, para poder entrar.
- Zapatillas – susurré.
- Sí… - su expresión era nuevamente animada.
- Que aburrido – me quejé, pero mi hermano ya había comenzado a avanzar dentro de la tienda, que no era tan pequeña una vez que entrabas.
- ¡Ah!, te toca aburrirte por mí – sonrió.
Y tenía razón, habíamos acordado estar juntos en todo momento, como una especie de medida de seguridad, ya que no habíamos querido traer guardaespaldas. Además que Tom, no tenía precisamente demasiados deseos de conocer esta ciudad. Y lo cierto es que yo tampoco tenía muy claro, cual era la razón que me había traído hasta aquí. Hace algunos días, pasando los canales en una de esas tardes muertas y aburridas, mostraron un poco de este lugar, que intentaba llamar la atención del turismo, para poder resurgir después de los duros golpes que la naturaleza le había dado, e hicieron una especie de recuento de los lugares que se podían visitar, y entre ellos nombraron una tienda de antigüedades, que desde ese momento he querido visitar.
- Mira esta – me dijo Tom, atrayéndome nuevamente a la actualidad.
En el expositor había una serie de zapatillas, de diversos diseños y colores.
- ¿No son iguales a las que hay en la tienda de Los Ángeles, que sueles visitar? – pregunté, mientras comenzaba a buscar mi móvil en el bolsillo, para jugar un poco.
- ¿Qué dices? – se indigno.
Lo miré.
- Sólo pregunto – me encogí de hombros.
- Mira esta – volvió a pedirme, tomando unas de color azul.
- Son azules, como las otras azules que tienes.
- Y tú tienes más de un pantalón negro – contestó, no sin razón.
- Entendido – acepté con voz resignada.
Le tocaba a Tom perder mi tiempo.
En ese momento se nos acercó una vendedora, la observé atentamente, buscando en ella algo que no comprendía del todo, esperando a que nuestras miradas se encontraran, y cuando sucedió, ella me sonrió con amabilidad, pero nada pasó. Entonces miró a mi hermano y él comenzó a pedir algunas cosas, y a sonreír a la chica, como si también quisiera llevársela. Yo bajé la mirada a mi teléfono y me senté en un rincón a esperar.
- Insisto, el día mejora por momentos – expresó Tom alegremente, sentándose junto a mí.
- Sólo venimos por un par de días – le recordé.
Tom sonrió.
- Justamente por eso, es tan bueno – contestó alegremente.
Liberé una sonrisa irónica.
- Tú no tienes arreglo – le dije.
- ¿De verdad no te dan ganas de desempolvarte un poco? – preguntó.
Yo perdí una vida en el juego que tenía en el móvil. Pero decidí contestarle con tranquilidad.
- Me controlo.
- A ver… déjame la mano – tiró de mi mano derecha, pero yo tiré en contra.
-Déjame en paz – se me estaba esfumando la tranquilidad.
- Créeme hermanito… eso no puede ser bueno…
Resoplé.
- Me iré a recorrer esto yo sólo – le advertí.
- Tranquilo… ahí viene mi vendedora favorita… - volvió a sonreír.
- Te espero aquí – le avisé, pero no se puso de pie de inmediato.
- No puedes decirme que esa no es una delantera excelente – susurró cuando la chica comenzó a acercarse.
La miré fugazmente, para comprobar lo que Tom decía, luego volví a la pantalla de mi móvil.
- Buen envase, ¿conoces el contenido? – le pregunté.
El eterno cuestionamiento que hacía a las aventuras de mi hermano, quizás no a las chicas que conocía, que bien podían ser chicas muy buenas, sino a él, a su poco interés en el fondo de esas mismas chicas.
- Eres un mata pasiones ¿sabías? – Volvió a susurrar – no me extrañaría que esta noche yo durmiera acompañado… ¿y tú?
Se puso en pie, para recibir lo que la chica le traía. Y en mi jugó nuevamente el recuerdo, de aquel susurro de mi sueño.
"Encuéntrame"
Veinte minutos más tarde, salimos de aquella tienda, con un par de zapatillas, hambre y un número de teléfono que Tom había guardado en el bolsillo trasero de su pantalón, con una sonrisa radiante.
- ¿Ahora nos vamos a comer algo? – me preguntó.
Y su ánimo, desde que habíamos salido del hotel, había cambiado completamente.
- Quiero ver una dirección que hay en la calle siguiente – le conté.
- ¿La tienda de antigüedades?
- Sí… ya que estamos aquí, podemos aguantar el hambre un poco más.
- Bien, yo voy tan contento, que hasta puedo esperarte.
- ¿Cómo te pone a ti una cita? – lo miré divertido.
- Casi cita, todavía no lo es.
- Por esta – indiqué la calle a nuestra izquierda.
Nos metimos por ella, las tiendas no eran muy diferentes, lo cierto es que esta parte de la ciudad había aguantado muy bien los embates de la naturaleza, aunque claro, habían pasado algunos años ya, desde aquello.
- Tendría que ser… - murmuraba mirando los números en los edificios, que estaban puestos en diferentes tamaños, colores, materiales y diseños - … aquí…
Nos encontramos frente a una casa de dos pisos, con una reja de metal, que en su mejor tiempo debió ser negra y que estaba entreabierta, un pequeño antejardín, de no más de cuatro metros cuadrados. Y al final de él, unas puertas con cristales y marcos de madera que parecían muy antiguas, de color blanco. El interior apenas se distinguía, por la escasa luz.
- Esto es un poco tétrico ¿no? – preguntó Tom.
- Es una tienda de antigüedades… - respondí, empujando la reja de metal, que chirrió con el movimiento y un escalofrío me recorrió la espalda, como si yo pudiera reconocer el pequeño camino que ahora estaba andando hasta esa puerta blanca.
Continuará…
Aquí les dejo el primer capítulo de esta historia y espero que les guste, intentaré dejar capítulo mañana también, pero aún no sé si será posible, pero a partir del lunes, el ritmo de envíos volverá.
Un beso, y gracias por la compañía de quienes se animen a recorrer esta historia conmigo.
Siempre en amor.
Anyara
