N. de la A.: ¡Bienvenidos a este nuevo fic! Antes de que pasen a leer, tengo que hacerles dos ADVERTENCIAS (sí, en mayúsculaS XD). Primero: este fic contiene TORTURA (también en mayúscula). Si son un poco más sensibles a ese tipo de cosas, les recomiendo saltarse esas partes. Es primera vez que escribo algo tan explícito y dudé mucho al principio, pero después pensé que cuando se trata de los androides Nº 17 y Nº 18 del futuro hay que ser bastante crudo, porque ellos eran particularmente crueles.
Segundo: esto IBA a ser un one-shot, pero lo convertí en un two-shot debido a que de repente encontré que leer más de diez mil palabras de un tirón podría resultar un poco tedioso. Ahora ojo, porque el fic está terminado, así que en un par de días publicaré la segunda parte.
Para contar esta historia, me basé tanto en el especial de televisión «Gohan y Trunks: Un futuro diferente» como en el manga «La historia de Trunks», dibujado y publicado como capítulo extra por Akira Toriyama. Ambos tienen hartas diferencias argumentales, pero los mezclé e hice una sola cosa XD espero que les guste.
Nuevamente, este fic está dedicado a dos de mis escritoras favoritas: Ary Lee y Vidian. Son excelentes y las quiero mucho, amigas de mi corazón. Como siempre, gracias por el apoyo constante en todas mis locuras. Y también quiero compartir la dedicatoria con mi gran amiga Mari (alias Psicomari), estoy ansiosa de leer tu opinión acerca de este nuevo experimento XD ¡te quiero mucho!
La canción que me inspiró a escribir este fic se llama «Stop crying your heart out» de Oasis. Hace un par de años lo comencé, luego lo dejé de lado (XD) y hace un tiempo lo retomé, mejorándolo a base de escuchar esa canción una y otra vez. Creo que ha tenido un buen resultado.
Ah, before I forget: me hice un Instagram dedicado solo a mis fics y mis fanarts. Síganme ;) stacy_adler_ff
Nos vemos al final de esta parte. Me cuentan qué les ha parecido :D
Disclaimer: Todos los personajes son propiedad del gran y único Akira Toriyama. Fanfiction sin fines de lucro.
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Parte I: «Águila de alas rotas».
Abrió los ojos en medio de la oscuridad.
Una cama. Sábanas. Una habitación blanca. Un mueble a su costado. Sonda de alimentación. Vía intravenosa. Una silla de metal.
Un brazo.
¿Qué día era? ¿De qué año?
Si no era capaz de saber en dónde se encontraba, menos lo estaba de poder levantarse de aquel colchón. Sentía la cabeza como si una nebulosa pesada le estuviera aplastando el raciocinio.
Volvió a la inconsciencia. Navegó en las aguas turbias de sus últimos años, cayendo y volviendo a levantarse con la obstinación propia de un saiyajin. ¿Cuánto tiempo más debería seguir así? ¿Cuánto más aguantaría su cuerpo antes de derrumbarse sin remedio?
Nuevamente abrió los ojos. Estaba oscuro por las cortinas, pero parecía ser de día en el exterior.
Una cama. Sábanas. Una habitación blanca. Un mueble a su costado. Sonda de alimentación. Un brazo.
Una mujer con edad para ser su madre, bien conocida por él, durmiendo en la silla de metal que estaba a su lado con los brazos cruzados.
¿Qué día era?
Trató de moverse, pero la sonda le recordó que debía estarse quieto. También lo hizo el dolor de cabeza; parecía como si lo hubieran apaleado. Peor aún: no había rincón de su cuerpo que no le doliera, más cuando sentía su brazo faltante como si aún estuviera allí, doliéndole también. Qué sensación tan horrible.
Y se durmió nuevamente.
Cuando volvió a abrir los ojos, la sensación de no saber qué día era fue más intensa. Movió lentamente el cuello, pestañeando para enfocar correctamente la vista.
—¡Gohan! —exclamó el joven Trunks, acercándose a él para evaluar su estado.
—Hola —graznó débilmente.
—¡Mamá, Gohan está despierto! —gritó hacia atrás, luego volvió a mirarlo—. Han sido unas semanas espantosas. Pensé que ibas a morirte…
—Pero es demasiado testarudo para eso, como todo un saiyajin. —Bulma ingresó a la habitación con un cigarrillo encendido en la boca—. Bienvenido de vuelta, nos hiciste pasar un buen susto.
—Lo siento mucho.
—Calma, solo debes concentrarte en mejorarte bien, eso es lo único que importa. Ten, bebe un poco de agua, pero a sorbos pequeños. —Le tendió una pajilla con agua colmada de electrolitos, que había dejado hace un rato en la mesilla de noche previendo que podría despertarse pronto. Mientras Gohan sorbía, se fijó en su rostro hundido. Había perdido mucho peso desde que llegó a punto de morir cargado por Trunks en su espalda.
Bulma sufrió un pequeño ataque de histeria esa noche. No necesitaba haber estado presente en el enfrentamiento para saber que Gohan había sacrificado su brazo izquierdo por el bienestar de su hijo, le bastaba con ver las heridas en el cuerpo de Trunks y su mirada culpable. Estaba segura de que Gohan había intentado impedirle que participara en su duelo con los androides, y el chico hizo caso omiso de sus advertencias, metiéndose igual en la contienda. ¡Era igual a su padre! Qué frustración. Le daba terror que un día no volviera más, por eso lo riñó por hora y media tras darle a Gohan los cuidados de emergencia y dejarlo en manos del doctor. Estaba segura de que no funcionaría mucho el regaño, pero al menos se sentiría lo suficientemente culpable como para pensarlo dos veces la siguiente vez que le diera por actuar a lo loco. Su hijo le recordaba cada vez más a Vegeta. No podía evitar la comparación cuando lo veía con el ceño profundamente fruncido, listo para lanzarse a la batalla sin importarle sus limitaciones. De tal palo, tal astilla.
Gohan pasó otros tres días sin poder levantarse, pero cuando salió el sol el cuarto día, se sentó en la cama decidido a volver a entrenar. No podía perder más tiempo, ya que cada hora que pasaba sin hacer nada los androides asesinaban a más gente y destruían todo lo que encontraban a su paso. Pensar en que podían llegar hasta la Corporación Cápsula le obsesionaba, así que desoyó todas las recomendaciones del doctor cuando le advirtió que estaba demasiado débil como para caminar.
—Si no lo hago me voy a tullir aquí, y necesito derrotar a los androides —le replicó al especialista.
—Pero si se te sueldan mal los huesos será el mismo resultado. Además, no podrás pelear con esos malnacidos si te mueres desangrado o se te infecta la herida del hombro. Es una gracia que te hayas recuperado tan rápido considerando que estuviste a punto de no contar tú mismo la historia… Una persona normal habría tardado semanas, pero no abuses de la fuerza que tienes.
—Es que no puedo esperar tanto…
Gohan sabía que el doctor tenía razón, pero tal como le había dicho, el tiempo era un lujo que él no tenía a su favor. Igual lo tranquilizó diciéndole que no comenzaría a entrenar de inmediato, sino que esperaría un poco más mientras recobraba sus fuerzas a punta de comida y más comida.
Algunos días después de la visita del doctor, el único descendiente de la familia Son se sintió más fuerte y capacitado de abandonar la habitación. Agradeció a Bulma por los cuidados que le brindó; sin ellos, estaba seguro de que no habría conseguido sobrevivir al último ataque de los androides.
Trunks lo miraba con aire desesperado, pero no quiso decir nada hasta que su mamá los dejó solos.
—Perdóname, Gohan —susurró a punto de lloriquear—, por mi culpa has perdido tu brazo izquierdo.
—No pienses en eso, lo único que importa es que entrenes y te hagas cada vez más fuerte —le respondió con una sonrisa.
—Si tan solo tuviéramos semillas Senzu… tu herida sanaría de inmediato…
—Tranquilo, era inevitable que se acabaran. —Todos habían muerto a manos de los androides, y del Palacio Sagrado y la Torre de Karin solo quedaban recuerdos—. Tuve muchísima suerte de poder sacarte de allí y darte la última semilla. Gracias a eso, terminaste salvándome tú.
—La próxima vez te prometo ser útil. No volveré a estorbarte.
Gohan no le contestó, porque se le apretó el pecho pensando en que pronto debería volver a combatir contra los androides sin haberse recuperado del todo. Cada vez luchaba más agotado, sus fuerzas más deterioradas, porque nunca conseguía recobrar la salud por completo; los androides volvían a atacar una y otra vez, y allí debía partir Gohan en el estado en que se encontrara para defender la ciudad todo lo posible. Sobrevivía a cada pelea por los pelos, pero su fuerza no aumentaba considerablemente –como era de esperarse para un saiyajin– porque siempre estaba agotado y maltratado.
Eso prefería pensar, porque la otra opción le dolía más aún: que nunca conseguiría superar la sombra de su padre, Son Goku. Sabía de sobra que este había sido un genio de las artes marciales, alguien que no necesitaba esforzarse al máximo para conseguir superar sus fuerzas, pero había deseado al menos ser la mitad de fuerte que él. Y lo más triste de todo es que ni eso había logrado.
Se le cortaba la respiración de pensar que Goku podía ver desde el Más Allá lo inútil que había resultado su primogénito.
—Gohan, entréname más duro, por favor —suplicó Trunks, sacándolo bruscamente de sus cavilaciones.
—Por ahora cuida a tu mamá. Volveré en unos días para que sigamos trabajando tu transformación en Súper Saiyajin. Todavía eres muy inestable y así no vas a poder ganarle a los androides.
—Gracias…
—¡Trunks, deja que Gohan se vaya a descansar! —gritó Bulma desde el interior de la casa.
El chico se encogió un poco con la voz de su mamá y le dedicó una miradita enojada, consciente de que no podía verlo.
—Vuelve pronto, por favor.
Gohan le respondió con una amplia sonrisa, la que usaba cada vez que necesitaba ocultar su verdadero estado de ánimo. Nadie necesitaba saber lo desamparado que se sentía en ese momento.
Cumplió su palabra: regresó con Trunks a los pocos días de haberse ido y continuó entrenándolo esta vez con más rudeza, tal como le había pedido. Algo de esperanza se colaba dentro de Gohan viendo como el chico mejoraba cada vez más, pero le faltaban años de entrenamiento para poder resistir adecuadamente una pelea con los androides. Kami sabía que él apenas lo conseguía, y llevaba batallando contra ellos más de una década.
Los días siguieron pasando con rapidez, en la rutina invariable del mundo sumido en el infierno más terrible. Bulma se quejaba de que cada vez le costaba más encontrar víveres; había muy poca gente viva, y esos pocos sobrevivientes deseaban disfrutar en lo posible su tiempo en la tierra antes de partir. Todos tenían claro de que no durarían mucho tiempo más, puesto que los asesinos cibernéticos eran brutales e invencibles. Morir con dignidad era algo a lo que la gente ya no podía aspirar.
Una noche, Gohan se encontraba sentado en soledad sobre una piedra, admirando las estrellas al aire libre. Cuando su mamá lo obligaba a estudiar había aprendido que las estrellas siempre estaban brillando, solo que de día no era posible verlas pues las opacaba la luz del sol. Pero de noche, los astros se volvían protagonistas del espectáculo, compitiendo mano a mano con la luna.
Con la vista perdida en el firmamento era fácil sentir que todo estaría bien. Que, eventualmente, todos tendrían algo de paz y podrían resurgir el planeta.
Era tan agradable evadirse un rato de la realidad… aunque fuera por escasos cinco minutos.
Una explosión lejana delató la posición de los androides. Gohan percibió que muchas energías pequeñas desaparecían rápidamente, una tras otra, por lo que se transformó en súper saiyajin con urgencia. Al instante la herida en su hombro detuvo sus movimientos, ya que estaba aún muy fresca y podría comenzar a sangrar en cualquier minuto, pero a Gohan lo que menos le sobraba era tiempo. Tenía que evitar un desastre, aunque por el camino se le agotara todo el líquido vital. Sus ojos, en ese momento color esmeralda por la transformación, otearon nerviosos a la distancia, evaluando cuánto podría aguantar esta vez luchando contra el androide Diecisiete. Tenía suerte de que Dieciocho nunca se metiera en las batallas, argumentando que le parecía algo inútil y aburrido; solo gracias a esa negativa había conseguido escapar con vida cada vez que Diecisiete estuvo a punto de acabarlo.
Aumentó la emisión de energía. Iba a necesitar desplazarse más rápido de lo que había considerado inicialmente. Ojalá su hombro resistiera… Se agachó ligeramente, para luego impulsarse hacia arriba y volar a toda velocidad en dirección al humo de las continuas explosiones. Los androides no se contenían a la hora de divertirse.
Consiguió llegar muy pronto a lo que quedaba de Nightlight City. Sobrevoló los escombros controlando una profunda náusea: asco, desesperación, provocados por la brutalidad de esos seres. Podía distinguir con claridad restos de gente esparcidos, miembros amputados, torsos solitarios, desangrados; interiores que parecían haber sido restregados por el concreto con el único propósito de volverlo loco.
Aquello no estaba muy lejos de la realidad. Una parte de Gohan –el niño dulce, sencillo y amoroso– había muerto hacía un montón de años, y en su reemplazo quedó algo amargo, alerta, desconfiado, que hacía acto de aparición cada vez que debía combatir. De pequeño admiraba la felicidad que sentía su papá cada vez que peleaba contra alguien que superaba sus poderes. Ahora, ya adulto, se había resignado a que nunca sería como él. Ni su carácter, ni su fuerza. Y eso lo frustraba en maneras que no podría nunca explicar.
Mas Gohan no se convencía de que sí había heredado muchas cosas de Goku, entre ellas la tenacidad, el nunca rendirse por muy difícil que fuera la situación, solo que el joven mestizo sabía que, por mucho que se esforzara, terminaría cayendo.
Estaba muy cansado. Su cuerpo le exigía un poco de paz. Su mente, próxima a quebrarse. Lo único que le quedaba era una pequeña llama de esperanza puesta en Trunks, la que pensaba proteger a como diera lugar.
Trunks. Dio gracias de no tenerlo cerca en ese momento porque le costaría mucho defenderlo. Tenía que intentar deshacerse de un androide al menos, si quería conservar la esperanza de que su mundo sobreviviera algunos años más.
Gohan se detuvo frente a una casa destruida; con los pies tocó el suelo, pensando que tenderles una emboscada a sus enemigos sería buena idea. Corrió ocultando su presencia en dirección a los androides, que todavía se entretenían matando a los últimos habitantes de Nightlight City. Se escondió tras un muro, calculando el momento preciso de atacar.
—¡Bienvenido, Gohan!
«Ah, Diecisiete. Hijo de puta».
El androide de pelo negro ni siquiera se dio la vuelta para ver a su rival. Le parecía más entretenido seguir con su matanza, ya que Gohan jamás tendría fuerza suficiente como para hacerle el más mínimo daño, aunque tuviera la espalda desprotegida.
—Bueno, ¿vas a salir? —le invitó Dieciocho desde su rincón, algo alejada de su hermano gemelo, en donde disfrutaba de un lugar privilegiado para observar el estropicio que habían provocado. Su postura era despreocupada, sentada con una pierna sobre otra, acariciándose el cabello rubio.
Gohan tragó saliva. La emboscada había sido mala idea. Retiró la espalda del concreto y caminó a paso lento hacia los humanos artificiales.
—No voy a permitir que sigan destruyendo ciudades y matando gente, nos ha costado mucho levantar estos muros como para que ustedes los boten como si nada —gruñó en voz baja, apretando los puños.
Diecisiete y Dieciocho intercambiaron una mirada risueña.
—Pues no te veo intentando detenerme… —respondió el joven androide a nombre de ambos.
Dejó a un lado el cadáver en el que se afanaba aplastando huesos y machacando carne, una sensación que adoraba sentir en sus manos, y se preparó para pelear con Gohan, quien hizo lo mismo. Rápidamente el joven guerrero se lanzó contra él asestándole un duro golpe en la cara que no le dejó siquiera un rasguño. Diecisiete sonrió al percibir que también le estaba pegando en el estómago, el pecho, las piernas, y alzó levemente una ceja cuando se dio cuenta de que ni siquiera se había movido del lugar en donde estaba destrozando al último humano que había matado.
—Vas a tener que esforzarte un poquito más si quieres divertirme —explicó algo hastiado.
Diecisiete tomó el mando de la pelea entonces, propinándole una paliza monumental. La velocidad de sus golpes fue en aumento, hasta el punto de que Gohan no era capaz de ver, ni menos adivinar, cuál sería el próximo punto de su organismo que el androide lastimaría. Todo su cuerpo masacrado por una lluvia de puñetazos que le molían la carne y le astillaban los huesos.
Intentó defenderse, pero lo único que consiguió fue lastimarse los nudillos y el antebrazo. Soltó un gemido bajo de dolor al darse cuenta de que sus costillas se habían fracturado apenas un segundo antes de cubrirse con su único brazo.
En ese instante, Diecisiete le soltó un codazo en la mandíbula, sacándole con facilidad un par de muelas. Gohan salió volando hacia atrás para terminar su viaje aterrizando contra lo que quedaba en pie de un edificio. Allí escupió sangre, moviéndose con dificultad para quedar medio sentado al tiempo que evaluaba la cantidad de daño que había recibido y si sería capaz de seguir luchando o era mejor retirarse. Se limpió el rastro de líquido carmesí que caía por su rostro con el dorso de la mano.
—Eres muy resistente —dijo Diecisiete con una sonrisa—, fue una gran idea no matarte hace años. A veces resultas gracioso.
Gohan tragó lo que tenía en la boca, mezcla de sangre, saliva y frustración.
—¡Ya termina con él, Número Diecisiete! Me muero del aburrimiento —se quejó la androide de cabello rubio en tono cansado, como si fuera a bostezar en cualquier minuto.
—No seas impaciente, hermanita. Todavía me falta mucho por hacer.
—Maldito fenómeno… —Gohan logró incorporarse a duras penas, pero su estado daba lástima. Incluso Dieciocho se tapó la cara con una mano, rodando los ojos hacia el cielo.
Diecisiete hizo un mohín contrariado, como si realmente estuviera pensando en qué hacer con su rival. —Reconozco tu perseverancia, Son Gohan. A pesar de que siempre terminas moribundo, tu espíritu de pelea sigue intacto. Eso supone un desafío para mí —se rascó la barbilla—, intentar romperte tanto por dentro como por fuera. ¿Qué debería hacer para lograrlo…?
Comenzó a pasearse por el perímetro hasta que cierta energía captó su atención. La idea vino como un rayo a su cabeza; una sonrisa torcida ocupó su rostro de adolescente. Le chasqueó los dedos a su hermana gemela, señalando a Gohan con un gesto imperativo de la cabeza.
—¡Odio que hagas eso —se quejó Dieciocho, levantándose de un salto—, no soy un jodido perro para que me des órdenes!
—Te va a gustar —insistió en tono persuasivo—. ¿Por favor?
La mujer le gruñó como respuesta, pero hizo lo que le pedía. Voló hasta Gohan y enarcó una ceja; Diecisiete le pidió entonces que mantuviera al guerrero inmovilizado.
—Y si se mueve, rómpele la espalda —finalizó el androide con un asentimiento decidido de su mentón.
Ahora que Dieciocho había adivinado el plan de su hermano gemelo, se mostró mucho más predispuesta a cooperar. Obligó a Gohan a arrodillarse de dos fuertes golpes en los cuádriceps, tras lo cual le dio un manotazo en la cabeza que lo mandó de bruces al suelo. Allí lo encalló sentándose encima.
—Ya escuchaste al jefe —susurró en su oreja, provocándole escalofríos—: si pones resistencia, no me quedará otra más que dejarte lisiado. Tú eliges.
El joven guerrero apretó los dientes con fuerza. Tenía un terrible presentimiento de todo aquello.
Mientras tanto, Diecisiete se acercó a un montón de concreto apilado.
—¡Oh! Pero, ¿qué tenemos aquí?
Arrancó de los escombros a una muchachita que apenas rozaría los quince años. Respiraba con dificultad, pero tenía buenas probabilidades de sobrevivir si la dejaba pronto con un doctor. Llevaba el cabello largo, ondulado, con tonos enrojecidos en las puntas y castaños hacia las raíces. Los restos de su ropa revelaban que había llevado puesto un vestido largo de color rojo viejo, algo que a Gohan le recordó mucho al tono de su propio gi.
El androide asió a la niña por la muñeca para levantarla, manteniéndola en el aire con una sonrisa torcida en el rostro, disfrutando el momento que se venía por adelantado. Tenía muy claro lo que haría, solo le faltaba asegurarse de que a Gohan no se le escapara detalle. La mantuvo de pie agarrando la espalda de lo que quedaba de su ropa como si fuera una marioneta, clavando los ojos en su rival.
—Fíjate muy bien, pedazo de mierda —le dijo entre dientes—. Deberías dejar de revelarte contra tu destino, que es morir cuando yo lo decida, porque si un día dejas de entretenerme… ¡bum! Despídete de tu vida; así de sencillo. Te crees mucha cosa por ser hijo de Son Goku, pero ¿sabes algo? Para mí, eres tan frágil como esta pobre niñita…
—¡Diecisiete, no te atrevas…! —exclamó desesperado. Su intuición le advirtió que aquello iba a ser más despiadado de lo que estaba acostumbrado con ellos.
Dieciocho, sentada arriba de él, resopló pesadamente.
—¿Que no me atreva a qué, dices tú? —El androide hundió un poco su dedo pulgar en el hombro de la chiquilla, que recobró el conocimiento en ese instante, para mala suerte suya.
—A… ayuda… alguien… —suplicó, la voz rota de dolor.
Diecisiete soltó una risotada, arrancándole de cuajo el brazo a la niña.
Gohan no pudo apartar la mirada, ni siquiera cuando otra violenta náusea le agitó el estómago con fuerza. Vio todo con lujo de detalle: la carne despegándose del hueso con un horrísono sonido orgánico, similar al de una tela rajándose, el chasquido del hueso al romperse, sangre emergiendo a borbotones por la herida, cayendo al suelo en chorros espesos, pero por sobre todo, el grito taladrante de la niña. Se había desgarrado la garganta chillando su dolor.
Diecisiete la dejó caer y arrojó el miembro cercenado unos metros más allá como si fuera basura, mientras la chiquilla se retorcía en el suelo, llenándose de tierra el hueco donde antes había tenido un brazo.
—Entonces, ¿por dónde íbamos? —Su voz suave contrastaba enormemente con su actitud bestial. Miró a Gohan con una sonrisa petulante, provocándolo a reaccionar como quería para hacer que Dieciocho le rompiera la columna. Tanto si ello ocurría como si no, el androide obtendría algo de esparcimiento en la situación. Pero lo que realmente le atraía era llevarlo al límite, jugar a hacerle perder la cabeza. Le encantaba la idea de luchar contra él tras haber matado sus últimas esperanzas.
Lo siguiente que hizo fue algo que consistió en la principal fuente de pesadillas de Gohan desde ese momento: tomó la cabeza de la chica con ambas manos, alzándola nuevamente del suelo, y con los dedos índices le aplastó lentamente los ojos. Hundió despacio, con paciencia, hasta que los globos oculares reventaron en una textura viscosa y sanguinolenta que se derramó por las cuencas y siguió cayendo lentamente en dirección al suelo.
Otra arcada. Otra sacudida violenta de su cuerpo.
—¡M-maldito! —chilló Gohan, revolviéndose en el suelo a pesar de la advertencia que había recibido. No le importaba nada en ese momento, estaba tan furioso que el aire salía caliente desde su garganta, inyectándole adrenalina por las venas.
Dieciocho no tardó en volver a inmovilizarlo con un rápido golpe a su rodilla. Supo que se la había sacado de lugar antes de sentir ese agudo dolor punzante que competía por ser más fuerte que todos los que le aquejaban en ese momento.
—¡Tienes suerte de que me sienta compasiva y no te haya roto la espalda como dijo mi hermano! Pero si vuelves a moverte no tendrás tanta suerte. ¿En-ten-dis-te? —Con cada sílaba le golpeaba el rostro contra el suelo. El joven abrió los ojos cuando Dieciocho terminó de pegarle, enfocándose en la chica y en su propia debilidad. Prefería morir allí mismo a seguir presenciando la tortura que no era capaz de detener. Se arrepintió de no haber esperado más tiempo a recuperarse por completo de sus heridas antes de plantarles cara nuevamente a los androides, porque su debilidad física y la herida del muñón en donde antes hubo un brazo completo lo tenían de nuevo con un pie y medio en el Más Allá.
Diecisiete soltó una carcajada tan sonora que pareció haberse escuchado en todo el planeta. No sabía qué le hacía más gracia, si la expresión descompuesta de Gohan o los quejidos de la muchacha.
—¡Deberías verte la cara! —Otra ronda más de risotadas—. Tranquilo, que todavía no termino. Oye, ¿todavía estás viva? —Sacudió a su presa con las manos, que aún no había retirado de su cabeza—. Parece que aún no te desangras. ¿Cuál es tu nombre?
—P-por favor… no puedo más… —sollozó en respuesta.
—Qué nombre tan raro —ironizó el androide—, ¿estás segura de que te llamas así?
Le apretó las sienes hasta que consiguió arrancarle las palabras que esperaba. La muchachita pudo decir su nombre a pesar de estar ad portas de la muerte en ese minuto, exclamando «¡Alatea!» con desesperación.
—Mucho gusto, Alatea. Es una lástima que no podamos seguir jugando, parece que estás a punto de desmayarte otra vez. Pero tengo que alargar este momento lo más posible porque Gohan no está cooperando mucho, ¿ves? —Apuntó la cabeza en su dirección, chasqueando la lengua segundos después—. ¡Mierda! Olvidé que te reventé los ojos. Qué descuidado soy.
Ahora fue Dieciocho la que sufrió un ataque de risa.
Desde su desventajosa posición, Gohan intentaba mantener la cordura. Estaba a punto de explotar; la locura lo llevaba a imaginar que podía liberarse de la androide rubia y lanzarse como un poseso en contra de Diecisiete. Tenía tantas ganas de matarlo que podía sentir la furia recorriéndole cada centímetro de su cuerpo, calentándole las extremidades. Poco le importaba terminar muerto en ese momento, pero trató de serenarse pensando en que perder la cabeza nunca tendría buenos resultados. Primero, se encontraba medio muerto, apenas conseguía mantener los ojos abiertos. Segundo, aún no podía irse al Más Allá, puesto que a Trunks le faltaba todavía mucho entrenamiento para ser capaz de enfrentarse a los androides, no solo en poder sino que en experiencia de batalla. Tercero, que Dieciocho le fracturara la espalda era un pésimo escenario; ya le faltaba un brazo y lo dejaba en una enorme desventaja, ¿cómo podría siquiera hacer algo por el planeta si quedaba parapléjico? ¿Tendría alguna esperanza de acabar con los androides o, en su defecto, de entrenar apropiadamente a Trunks para que sobreviviera por su cuenta?
Algo chocó contra su rostro mientras pensaba. Enfocó la vista en el objeto extraño, y tuvo que morderse la parte interior de la boca para contenerse nuevamente de salir volando en dirección a Diecisiete y matarlo aunque fuera a dentelladas.
Era un dedo. El androide ahora se estaba dedicando a arrancarle los dedos, uno por uno, a esa pobre criatura. ¿Por qué no acababa de una vez por todas con su sufrimiento? ¿Para qué seguir estirándolo?
Gohan hundió de golpe la cara en la tierra.
—Maldito… hijo de puta…
Dieciocho bostezó audiblemente tras otro larguísimo minuto de tortura. —Ya me aburrí, termina con ella pronto. Quiero ir a buscar ropa a la tienda que te dije esta mañana.
Su hermano gemelo asintió con una sonrisa. Aseguró el cuerpo de Alatea con el brazo izquierdo, mientras que su mano derecha se clavó en la coronilla de la niña. Apretó al tiempo que le giraba lentamente la cabeza, claramente con la intención de quebrarle el cuello. Gohan alzó la vista cuando escuchó que Alatea se ahogaba. La desesperación le invadió nuevamente como una oleada de fuego que se desbordó a través de sus ojos. Diecisiete ni siquiera se movió de su lugar cuando la explosión de energía alcanzó sus pies.
—¿Qué fue lo que te pedí, Número Dieciocho? —Preguntó el androide, concentrado en seguir matando a la chica.
—Que mantuviera inmóvil a Gohan. Pero te lanzó energía con los ojos, yo diría que ni siquiera pestañeó —dijo la rubia con aburrimiento.
—Ah, bueno, en ese caso déjalo tal como está. Ya no le queda nada con qué molestarme… —y rio un poco al terminar la frase.
En ese momento, Diecisiete terminó de girar la cabeza de Alatea dándole una vuelta completa. Como ya estaba muerta, o casi, porque seguía pestañeando en forma convulsa, ya no tenía ninguna gracia para él, así que le arrancó de cuajo la mollera y la dejó caer al suelo para patearla en dirección a Gohan. Este cerró los ojos como un acto reflejo. Ya casi no le quedaba juicio como para aguantar algo así.
—¡Por fin, hermano! Qué fastidio, creí que sería algo mucho más entretenido. —La mujer se alzó rápidamente.
—Yo también lo creí. Mira a Gohan —lo señaló cuando Dieciocho llegó a su lado—, parece que lo conseguí. ¿Qué dices?
El muchacho yacía tembloroso en el frío suelo lleno de piedrecillas y escombros. Tenía la mandíbula tan apretada que la piel se le veía tirante. La mano hecha un puño trémulo, desgarrándose la piel con la fuerza de la sujeción.
—Uhm… Pues sí, Diecisiete. Bien hecho. ¿Ya podemos irnos? —Él la miró con decepción—. No me pongas esa cara, tú puedes divertirte con la gente de los alrededores.
—No es eso, es que pensé que tú estarías mucho más entusiasmada, pero veo que…
Mientras ambos hermanos comenzaban a discutir como si fueran un par de niños, Gohan detectó el ki de Trunks acercándose a su posición cada vez más rápido. ¡Mierda! No podía permitirle llegar hasta él. Con los ojos aún cerrados, se concentró para hablarle con el pensamiento, algo que le pidió a Goku que le enseñara muchos años atrás, después de que este regresara del planeta Namek.
«¡Trunks, no vengas!», le gritó en su mente.
«¡Pero… tu ki está a punto de extinguirse!».
«¡Maldita sea, no me des más problemas! Si vienes no podré protegerte, estoy muy malherido y apenas consigo mantenerme consciente. ¡Necesito que te alejes de aquí!».
«¡Maestro!».
«¡Haz lo que te digo de una jodida vez!», dijo utilizando su voz más dura, una que nunca había tenido que usar con Trunks, pero este no le había dejado alternativa. «Ellos están a punto de irse, no hay nada que puedas hacer más que estorbarme. Cuando se hayan alejado lo suficiente, me iré a descansar para recuperar fuerzas. ¡Ahora vete de aquí antes de que se percaten de tu presencia!».
Gohan pudo percibir la vacilación en la mente del muchacho, pero afortunadamente le hizo caso. Pronto sintió que su ki volvía a alejarse, permitiéndole respirar algo más hondo. Abrió un poco los ojos, evitando mirar en dirección a la cabeza de Alatea. Los androides estaban marchándose en ese mismo instante.
—Nos vemos pronto, querido Gohan —dijo Diecisiete con una sonrisa. Dieciocho hizo lo suyo lanzándole un beso—. Espero que cuando volvamos a encontrarnos puedas divertirme un poco más que ahora.
Le dedicaron un último gesto de despedida y emprendieron el vuelo, acelerando rápidamente en dirección desconocida para él.
Gohan se colocó la rodilla en su lugar para luego alzarse penosamente, tocando sin querer el pelo de Alatea cuando tenía la mano apoyada en el suelo. El estrés que trataba de controlar hizo mella en su físico, obligándolo a vomitar hacia un costado. Cuando consiguió respirar al fin, caminó unos pasos antes de desplomarse nuevamente, luego se arrastró por la piscina de sangre que bañaba el perímetro, tan suya como de las víctimas a su alrededor. Luchaba por no quedarse dormido, tenía miedo de no volver a despertar y dejar desprotegidas a las pocas personas que quedaban vivas en el planeta, pero el daño a su cuerpo era mucho más de lo que podía aguantar, así que se desmayó pronto.
Despertó varios días después en el lugar que solía ocupar para vivir: una casa pequeña habilitada por Bulma, relativamente cerca de la Corporación Cápsula. Ella se la regaló un tiempo después de que su madre y su abuelo fallecieran, pues Gohan no se sentía capaz de volver a su verdadero hogar, allí había demasiados recuerdos que podían terminar de hundir su ánimo. No obstante, luego de comer lo que habían dejado al lado de su cama –Bulma o Trunks, no sabía cuál de ellos, pero estaba agradecido de igual modo– decidió que era momento de regresar a las montañas, a su casa.
Le tomó un montón de tiempo ya que no podía volar muy rápido, aún se encontraba demasiado débil, sus fuerzas profundamente minadas. Se detuvo a descansar un montón de veces durmiendo a ratos por el camino, comiendo lo que pillaba como en aquellos años de entrenamiento con Piccolo. Cuando al fin llegó, lo primero que escuchó fue el trinar de los pájaros, el sonido del río y los peces junto con el aroma a bosque que lo acunó en tiempos mejores. Sintió una terrible nostalgia y se agarró el pecho en un acto reflejo. Luego miró hacia donde estaba su hogar.
No había puesto pie allí en diez años.
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¿Qué tal les pareció esta primera mitad? Espero que haya sido de su agrado a pesar de la crudeza excesiva en algunas partes. Pero Trunks describió a los androides de su línea temporal como unos asesinos descarnados, por lo que pienso que ellos probablemente actuaron de esa forma completamente despectiva hacia la vida humana. Para ellos, las personas eran poco más que un entretenimiento pasajero, así que cuando mataban no se cuestionaban en absoluto. Así los veo.
En un par de días subiré la última parte de este two-shot. Leeré con mucho gusto sus comentarios :D ¡un abrazo!
