¡Hola a todos!
Sí, me desaparecí por un rato... pero el hecho de que la serie estuviera en hiatus me ponía de mal humor y más después de ver un cosplay de Allen muy pero muy malo. Pero bueno, ya se anunció que el 17 vuelve y mi humor se elevó hacia las nubes de felicidad. Por eso me encuentro publicando una nueva historia en progreso. Si todo sale como lo tengo planeado, va a ser corta (unos 3 o 4 capítulos) sobre una temática madura pero tratada con un poco de humor para divertirnos un poco (además me gusta torturarlos jeje)
Advertencias: Yaoi (bastante explícito), Yullen, nuevamente la boca de Kanda. Quien no se sienta cómodo o no le guste pegue la vuelta, no me ofendo pero tampoco me responsabilizo. Advertidos quedaron.
Disclaimer: Los personajs no son míos, pertenecen a Hoshino Katsura quien finalmente se dignó a continuar la serie!
On with the show!
-No sé Kanda… ¿estás seguro?
-Che moyashi, deja de actuar como una niña por una maldita vez.
-¡Mi nombre es Allen, Bakanda! ¡Y no soy una niña!
El samurái no le hizo caso a sus chillidos de indignación, al fin y al cabo lo tenían sin cuidado siempre y cuando pudiera poner sus manos encima del menor. Hecho que había sido frustrado nuevamente por la inseguridad del moyashi. Pero no iba a dejar que idioteces como esa fueran un impedimento para con su cometido, especialmente ahora que lo tenía justo donde quería. Calló cualquier queja que pudiera salir de su boca besándole lentamente, aprovechando la distracción del beso para aprisionar su cuerpo entre el suyo y la pared junto a una de las duchas individuales de los baños comunales. Cuando la necesidad de respirar se volvió necesaria apartó sus labios y sonrió satisfecho al ver el rubor que se había adueñado de las mejillas del pequeño al ver el fino hilo de saliva que los mantenía unidos.
-Eres un pervertido…- murmuró Allen volteando su cabeza para que el pelinegro no viera lo avergonzado que estaba.
Y lo era, y le importaba muy poco si con eso podía molestar al moyashi a su antojo. El placer de estar dentro de él no se comparaba con ver sus reacciones a sus actos. Además podía quejarse todo lo que quisiera, pero al final terminaba disfrutando del sexo aunque lo negara efusivamente.
-Lo sé.
Volvió a besarlo, pero esta vez justo detrás de la oreja aprovechando el ofrecimiento y ganando un suave suspiro. ¿Acaso pensaba que no iba a aprovechar la oportunidad? Moyashi inocente. Continuó regando besos por su cuello mientras desabrochaba uno por uno los botones de la camisa del menor quien se encontraba perdido en sus besos como para notarlo. Mejor así, no necesitaba otro ataque de idiotez que volviera a poner un freno en sus intenciones nada puras, por cierto. Una vez que hubo desabrochado todos los botones dejó que la camisa se deslizara por los brazos del inglés y se uniera a la pila de ropa que yacía a sus pies en el piso.
El japonés se separó del cuerpo de Allen para deleitarse al ver que su rubor lentamente iba extendiéndose hasta su pecho. Sus pezones se habían endurecido con el cambio de temperatura en el ambiente y estaban pidiendo atención. ¿Y quién era él para negárselos? No tardó en capturar uno con su boca mientras que jugaba con sus dedos sobre el otro para que no se sintiera abandonado. A estas alturas el pequeño estaba a su merced si es que acaso los suaves gemidos que escapaban de su boca eran indicación suficiente. Era exactamente lo que quería, distraerlo para que no se percatara de lo que iba a hacer. Con su mano libre, Kanda empezó a desabrochar el pantalón del de cabellos blancos esperando que esta vez el susodicho cooperara con él. Pero claro, estaba hablando de un mocoso idiota. Al sentir la resistencia por parte del inglés mordió con más fuerza de la necesaria el pezón que tenía en su boca sonriendo contra su pecho al escucharle gritar de dolor.
-¿¡Qué haces idiota!? ¡Eso duele!- exclamó Allen apartando bruscamente la cabeza de Kanda de su cuerpo.
-Mientras más rápido cierres esa maldita boca más rápido terminaremos, pendejo imbécil.
-Bastardo.
Kanda hizo caso omiso al insulto, el rubor y esa mirada lastimera no le provocaban remordimiento alguno; todo lo contrario, aumentaban su deseo hacia el chiquillo. Aunque sus manos seguían deteniendo su cabeza, el samurái luchó contra ellas y se puso a jugar con su ombligo lamiéndolo lenta y sensualmente. Una vez que los suaves gemidos volvieron a deleitar sus oídos y la presión ejercida por las manos de Allen se volvió casi inexistente, el pelinegro se aseguró de aprovechar la oportunidad y desvestir completamente al mocoso. Sintió como esas pequeñas manos desaparecían de su cabeza y levantó la vista para ver el intento infantil de cubrirse por parte del moyashi.
Una sonrisa perversa que prometía mucho más por venir se posó en los labios de Kanda a la vez que se incorporaba y lentamente se deshacía de su ropa. Disfrutaba de este pequeño show, de desvestirse delante de Allen, sobre todo al ver su expresión de mortificación y vergüenza que escondía un brillo de anhelo y anticipación tras sus ojos plateados. Y lo mejor de todo era que el pequeño imbécil pensaba que él no se daba cuenta.
Cuando la última prenda cayó al piso Kanda no perdió tiempo y apretó su cuerpo contra el otro y se deleitó con el escalofrío que hizo temblar el cuerpo del inglés cuando sus erecciones se frotaron momentáneamente. Por supuesto que Kanda aprovechó esto y volvió a frotarse deliciosamente contra el moyashi deleitándose con la cara de puro placer del albino; si lo distraía con algo placentero no iba a poner tantas trabas en lo que él realmente quería. Siguió frotándose contra el cuerpo tibio que tenía apresado contra la pared, el moyashi no era el único que lo disfrutaba aunque sí era el más efusivo a la hora de demostrarlo, y lentamente comenzó a aumentar la velocidad y la presión. Sus ojos oscuros estaban atentos al más mínimo cambio en su expresión y cuando vio que cerró sus ojos con fuerza se apartó de él y rápidamente maniobró ambos cuerpos a la ducha. Allen abrió sus ojos de par en par con el brusco movimiento y no pudo retener el grito que escapó de su garganta cuando el chorro de agua caliente escaldó su espalda.
-¡Argh! ¡Bakanda, el agua está hirviendo!
-Che, eres un quejica- masculló Kanda inclinando su cuerpo sobre el de Allen para regular la temperatura del agua- Cierra la boca.
-¡Claro, qué fácil para ti! ¡A ver qué te parece que te eche en una olla de agua hirviente!
-O cierras la boca o la usas para algo mejor.
El japonés apoyó su erección contra el estómago del pequeño para dejar su punto en claro. El rubor en las mejillas de Allen bien pudo ser por la insinuación o por el calor que el agua y el vapor creaban a su alrededor, pero cerró la boca mientras se acomodaba mechones de pelo que se habían pegado a su cara. Sólo se animó a mascullar algo entre dientes cuando las manos de Kanda comenzaron nuevamente su recorrido por su cuerpo, sus ojos grises estaban mirando sin realmente ver el agua que se escabullía por la rejilla.
-Además no entiendo porque quieres hacerlo en la ducha…
En vez de contestarle Kanda le sonrió maliciosamente y volteó su cuerpo amoldando su pecho a la espalda del moyashi como si de una segunda piel se tratara. Allen por suerte tuvo una fracción de segundo para reaccionar y apoyar sus manos contra la pared para sostenerse y no perder el equilibrio a causa del piso resbaladizo. De no haber sido por la pared y por los brazos que rodeaban posesivamente su cintura el inglés estaba seguro que hubiera caído de bruces al suelo. Y eso era algo que definitivamente quería evitar. Iba a quejarse por el trato tan brusco del samurái, pero lo único que salió de su boca fue un leve gemido al sentir como el pecho firme de Kanda se deslizaba perfecta y deliciosamente por su espalda gracias a las gotas de agua. A pesar del ruido de la ducha el gemido había llegado a oídos del morocho que deslizó una de sus manos hasta su entrepierna para aferrar su erección y masturbarlo lentamente. El agua que caía sobre sus cuerpos pegaba sus cabellos contra su piel y usando la mano que tenía desocupada Kanda corrió un mechón que le impedía acceder a la oreja del moyashi.
-Es una sensación nueva y excitante- susurró Kanda al oído entre pequeños mordiscos -¿no te parece, moyashi?
Si lo que esperaba el japonés era una respuesta coherente de su parte iba a sentirse muy decepcionado cuando lo único que salió de la boca de Allen fue un gemido medio ahogado a causa del agua de la ducha. Le tomó todo su autocontrol el no reírse del niñato que no paraba de toser agua, al menos ahora mantendría la boca cerrada. Aunque debía admitir que le molestaba que el flequillo se le pegara a la cara dificultándole así poder apreciar el cuerpo que tenía a su merced. Con un gruñido se arregló el flequillo lo mejor que pudo mientras seguía masturbando al inglés para que éste no se diera cuenta de su disconformidad. Su orgullo venía primero y no iba a darle el gusto al moyashi de ofrecerle un tema con el cual molestarlo luego.
El vapor comenzaba a hacerse más espeso humedeciendo así las paredes, pero eso no parecía importarle a ninguno de los dos exorcistas que estaban concentrados en las sensaciones que el mero roce de sus cuerpos producían. Sin embargo, dentro de esa nube vaporosa, Allen podía notar que por momentos los movimientos de Kanda perdían velocidad y firmeza y que su otra mano desaparecía de su cuerpo. Había intentado decir algo al respecto pero no fue el agua la que le impidió decir algo sino el dedo del espadachín que se había hecho camino dentro de su cuerpo. No estaba preparado para la penetración y por eso, sin importarle el agua de la ducha, soltó un pequeño grito de dolor y sorpresa a la vez que intentó mover su cuerpo más cerca de la pared, pero Kanda no se lo permitió. Se esforzó por mantener un ritmo rápido y firme sobre la erección del pequeño para distraerlo de la disconformidad de prepararlo para lo que estaba por venir. Cuando al primer dedo le siguió otro Allen momentáneamente perdió el equilibrio y de no ser por la reacción rápida de Kanda de soltar su miembro y sostenerlo por la cintura hubiera tenido la precaria grifería de la ducha tatuada en su cara.
-¡Serás imbécil! ¡Quédate quieto moyashi!
-¿¡Acaso crees que lo hago adrede!? ¡Aquí el imbécil eres tú bakanda!
Kanda frunció el ceño y no a causa del flequillo que volvió a pegarse contra su rostro sino por el imbécil quejica. Siempre haciendo las cosas más difíciles de lo que en verdad eran y quejándose por algo que en el fondo quería. ¿A quién quería engañar con esa actitud de pobre mártir? Como castigo bruscamente lo penetró con un tercer dedo arrancándole un grito de dolor a la vez que apoyó nuevamente sus manos en la pared por el brusco y repentino movimiento. Una sonrisa de satisfacción acarició los labios de Kanda. A él esa máscara no lo engañaba.
-Con que soy un imbécil- gruñó Kanda pegándose aún más a su espalda empujando sus dedos lo más profundo posible hasta que alcanzó ese punto en el interior del menor que lo redujo a un manojo de gemidos y sollozos; el agua de la ducha actuando como lubricante y facilitando el movimiento de sus dedos. –Sin embargo mira como te pones gracias a este imbécil.
-K-Kanda… ngh… ¡ah!
Al ver que había dejado su punto en claro y que ninguna otra queja iba a salir de la boca de Allen, Kanda retiró los dedos y los reemplazó con su erección, ansioso de estar adentro del moyashi. Sabía que debía ir lento no sólo por no escuchar quejas sino también por su orgullo, le molestaría sobre manera saber que el otro no lo disfrutaba, pero ya había esperado demasiado según su opinión y el mocoso podría soportar un poco de dolor. Eran exorcistas, habían soportado penurias mucho mayores. Además, ni que esta fuera la primera vez que lo hacían. Tomándolo por las caderas Kanda guió su miembro hasta la entrada dilatada del pequeño y lo penetró de un solo empujón. El grito de Allen no se hizo esperar.
-¡Ah! ¡Kanda!
Podía sentir como a pesar de los gritos y quejas el cuerpo de Allen intentaba retenerlo dentro de él y sonrió contra la piel detrás de la oreja del pequeño. Plantó pequeños besos intercalados con mordiscos juguetones en su oreja para distraerlo de la disconformidad. No se trataba de un gesto de amabilidad, sino que simplemente no podía esperar a sentir al moyashi temblando de placer gracias a él, escucharlo gritar su nombre en éxtasis. Sólo por eso soportaba el agua que caía sobre sus cuerpos que, a decir verdad, estaba a una temperatura más elevada que la aceptable. Pero, como era sabido, su orgullo venía primero y no iba a darle la razón al moyashi. Cuando sintió que la tensión había abandonado casi por completo el cuerpo de Allen, Kanda comenzó a moverse adentro de él con movimientos lentos y controlados, no vaya a ser que otra queja irritante saliera de la boca del mocoso.
Finalmente Allen empezó a responder a sus movimientos y Kanda no pudo estar más complacido, sacando de lado su cabello que se pegaba a su rostro de forma molesta o el agua caliente que comenzaba a enrojecer su piel. Puras nimiedades comparadas al placer de estar dentro del cuerpo del moyashi. Sus movimientos fueron tomando lentamente más fuerza y velocidad y los gemidos que escapaban de la boca del pequeño era música para sus oídos. Sin embargo no podía dejar de notar el temblor que recorría el cuerpo de Allen con cada embestida y no iba a negar como eso acariciaba su ego.
-Es-espera Kanda… deten-detente.
Ya le parecía demasiado bueno para ser cierto. El pelinegro chasqueó su lengua y tomó al inglés fuertemente de las caderas penetrándolo con más fuerza. Si iba a tener que aguantar sus quejas que al menos fuera por algo razonable y que él pudiera disfrutar. Sin embargo las quejas siguieron y el temblor se volvió más pronunciado.
-Ya cállate moyashi- gruñó Kanda luego de morderle el cuello –No niegues que lo disfrutas.
-No… no e-es eso, ¡detente! ¡Bakanda!
Por supuesto, las palabras y súplicas cayeron en oídos sordos y ese fue el error de Kanda. Con la siguiente embestida las manos de Allen resbalaron a causa de los azulejos empañados por el vapor y todo se desarrollo tan rápidamente que no hubo tiempo para comprenderlo. Como un efecto en cadena, Allen cayó hacia adelante y Kanda lo siguió al estar aún sujetando sus caderas. El descenso no fue nada placentero si es que acaso los gruñidos y quejidos de dolor de ambos eran indicación alguna. Por largo rato ambos permanecieron tumbados en el suelo de la ducha, el sonido del agua cayendo acompañaba a los gruñidos de disconformidad y malestar de los exorcistas como si de una burla se tratara.
Nada mal para tratarse de una nueva experiencia.
¿Verdad?
-o-o-o-
Esa noche la cena transcurría de manera habitual. Linali y Krory estaban fuera de la orden cumpliendo con sus respectivas misiones; Lavi, Miranda y Allen compartían mesa y la usual pila de comida estaba frente a Allen como de costumbre. Sí, transcurría de manera habitual exceptuando por las miradas perplejas del pelirrojo y la alemana que no podían apartar sus miradas del ojo morado del moyashi, su propia comida olvidada por el momento.
-Ano… Allen… - titubeó Lavi quién por primera vez se había quedado sin palabras.
El susodicho levantó la mirada de su plato de espagueti sorbiendo ruidosamente un fideo que quería escapar de su hambre voraz. El pelirrojo le dedicó una breve mueca de desagrado mientras que Miranda se limpió la boca con su servilleta en un claro gesto de nerviosismo. Allen inclinó su cabeza a un lado al tiempo que parpadeó sus ojos esperando a que su amigo terminara la frase que había empezado. Lavi carraspeó y señaló su parche antes de sonreírle burlonamente.
-Creí que el único con un parche en la orden era yo, pero veo que se está poniendo de moda.
-Cállate Lavi- refunfuñó Allen tapando la exclamación de pavor de Miranda.
-¡Vamos Allen!- rió Lavi despreocupado antes de reclinarse sobre la mesa dirigiéndole una mirada de curiosidad. -¿Cómo te pusiste el ojo así? ¿Otra pelea con Yuu?
Allen luchó por mantener el rubor que luchaba por hacer acto de presencia pero podía sentir el distintivo calor en sus mejillas que demostraba haber perdido la batalla. –Nada de eso… sólo… me resbalé en la ducha.
Antes de que Lavi pudiera comentar al respecto un silencio sepulcral se apoderó del comedor. Husmeando con su ojo verde para ver de qué se trataba semejante silencio pudo ver a Kanda entrando al lugar con una mirada que podría congelar los mismísimos fuegos del infierno. No era nada nuevo viniendo del samurai, no se convivía por años por nada, lo que sí era nuevo era el chichón en su frente y su labio lastimado. Ahora, muchos podían tomarlo como tonto por su personalidad alborotada y a veces ruidosa, pero Lavi estaba lejos de ser tonto. Todo lo contrario. Así que cuando vio el aspecto de su amigo y el claro fastidio que emanaba de él sumándolo al ojo morado del moyashi; no necesito más que unir los puntos con una línea imaginaria.
La sonrisa que se dibujó en su rostro ponía en vergüenza al gato Chesire.
Adoptando una postura holgazana, Lavi apoyó su cabeza en su mano mientras que con la otra dibujaba garabatos en su comida, pinchando de vez en cuando las verduras para escuchar el sonido gracioso que hacían.
-Sabes… si no me equivoco Yuu tuvo un accidente similar y Komui le dio una crema que hace milagros- ver al inglés retorcerse en su asiento era la frutilla del postre –Quizás podrías pedirle que te unte crema para aliviar la hinchazón. Te vas a sentir mucho más aliviado.
Era de esperarse que el doble sentido tras el comentario aparentemente inocente pasara desapercibido por la alemana que asentía tras cada palabra preocupada por el bienestar de Allen, pero éste había entendido a la perfección. Y por si acaso le quedaba alguna duda de que no lo hubiera captado, el pedazo medio masticado de dango que salió volando de su boca al intentar no atorarse era prueba suficiente. Más tarde tendría tiempo de sentirse asqueado por la escena, pero por el momento pensaba sacarle jugosa información al de cabellos blancos.
-¡Lavi!
-¡Allen!- lo imitó el pelirrojo conteniendo la risa que quería brotar a carcajadas de su garganta.
-Eres realmente odioso cuando te lo propones- masculló Allen mordisqueando un nuevo dango con el ceño fruncido y las mejillas aun sonrosadas.
Finalmente no pudo retenerla más y Lavi soltó la carcajada que había quedado atorada en su garganta. Miranda se llevó las manos al corazón cuando de repente éste saltó sobre la mesa para sentarse al lado de Allen que tenía los ojos abiertos de par en par por la sorpresa. El pelirrojo rió por lo bajo mientras pasaba su brazo por sobre los hombros de Allen. Nunca imaginó que ser exorcista iba a ser tan divertido.
-Así que, problemas en el paraíso… aunque con Yuu no estaría muy seguro si es paraíso o infierno…
-¡Ya basta Lavi!- chilló el inglés, completamente mortificado de que su amigo estuviera hablando del asunto como si de nada se tratara, y encima enfrente de la pobre Miranda que con cada intercambio de palabras se veía más cerca de uno de sus famosos colapsos nerviosos. -¿Acaso no conoces el significado de 'discreción'?
Lavi lo atrajo a su cuerpo con fuerza mientras sonreía de manera pícara, algo que generaba desconfianza en Allen. Tratándose del aprendiz de bookman cualquier cosa era posible.
-Muy bien moyashi-chan, ven y deja que tu querido Lavi-niisan te dé algunos consejos…
Allen miró desesperado a la alemana en busca de ayuda, pero fue en vano puesto que Lavi ya estaba arrastrándolo fuera de la cafetería ofreciendo un espectáculo a los buscadores y demás miembros de la orden que miraban la escena estupefactos. Incluso cuando hubieron desaparecido tras la puerta los gritos de indignación de Allen resonaban en el lugar acompañados con la risa juguetona de Lavi.
Desde su mesa, Kanda observó todo con el ceño fruncido en clara señal de fastidio. Los dos eran un par de idiotas. Y aunque no le agradara en lo más mínimo que el conejo fuera tan confianzudo con el moyashi no pensaba rebajarse a su nivel de idiotez y seguirlos. Gruñendo por lo bajo, llevó un bocado de soba a su boca y no pudo evitar sisear cuando los fideos calientes tocaron la herida en su labio. Viendo que no iba a poder disfrutar de su cena se levantó con brusquedad de la mesa, sobresaltando a un par de buscadores que estaban sentados en la mesa contigua, y marchó a pasos ligeros fuera del lugar rumbo a su habitación. A mitad de camino se llevó una mano hacia el labio y una mirada de enojo y frustración oscureció su rostro.
Y pensar que todo se debía a una maldita fantasía.
¿Qué les pareció el primer capítulo?
Espero que les haya gustado como yo me divertí escribiendolo.
No duden en dejar un comentario que me ayudan a alegrarme aún más el día jeje, pero de todas formas agradezco mucho que hayan leído mi nuevo engendrito.
¡Hasta el próximo capítulo!
