Disclaimer: El universo de Sherlock no me pertenece, es propiedad de su creador, Sir Arthur Conan Doyle y de la BBC.
Advertencias: Slash.
Extensión: 1501 palabras, sin tomar en cuenta las notas.
Fanfic participante del reto especial de fin de año "Todo depende del título" del foro I am SHER locked
Capítulo 1: Egoísmo
¿El hacer el bien desinteresadamente de verdad en posible? ¿Es algo que hacemos sin egoísmo en nuestros corazones?
Hacer el bien también es una acción egoísta, porque, inconcientemente o no, anhelas ese bienestar y esa sensación de suave calidez que sientes cuando vez a una persona feliz por tu buena acción o porque has resuelto sus problemas. Todo es movido por el egoísmo, sean las buenas o las malas acciones.
Esas eran las conclusiones a las que había llegado Sherlock Holmes mientras paseaba por la fría Rusia la víspera de Navidad. Fumaba un cigarrillo cuyo vaho se arremolinaba alrededor de su rostro y cuello, protegidos por aquella raída y vieja bufanda azul.
Salvar a John Watson, pensar en él por sobre la señora Hudson o Lestrade había sido egoísta, el fingir su muerte también lo fue. Sherlock los protegía, porque le importaban, después de todo, si tenía corazón, uno débil y oculto tras barreras poderosas, pero aún así era capaz de sentir, incluso, más profundamente que las personas normales.
¿Lo hacía desinteresadamente?
Sherlock arrojó la colilla del cigarrillo a la nieve, y encaminó sus pasos hacia el viejo hotel donde se hospedaba. Sus pies se enterraban en la gruesa alfombra blanquecina que cubría las calles, ya nadie transitaba, todos estaban reunidos, o bien en familia o con amigos, ¿Qué tenía él?
Una habitación fría, un baño igualmente helado, sábanas viejas, soledad. Todo por salvar su corazón. Por evitar el dolor, por ser bueno, por ser un héroe, como diría John. No se sentía uno, no era uno. No si les había salvado por interés propio. Necesitaba de su Blogger, del DI y de la figura maternal de su delicada casera, había sido egoísta después de todo.
Unos meses más, sólo un poco más de paciencia y acabaría con la red de Moriarty, debía guardar esos debilitantes sentimientos de culpa y soledad, debía de aguantar un poco más.
…
El reencuentro con John no fue como lo esperaba, dolió, aquel puñetazo llevaba la ira y el dolor de años de espera y desesperación, si él lo había pasado mal, entonces John lo había pasado peor. De nuevo era un bastardo egoísta sin corazón ante sus ojos.
—Lo hice por ti—explicó con voz nasal.
— ¡Pudiste haberme dado una maldita señal, algo, Sherlock! —gritó el molesto doctor.
—Era peligroso, muy peligroso, necesitaba que…
— ¡Necesitabas! ¡Todo se trata de ti! ¿Un caso en solitario? ¿Uno donde te estorbaría?
—Eres muy mal mentiroso, John, no habrías podido mantener el engaño—explicó Sherlock con sinceridad y voz neutra, la única con la que podía mantener el tipo.
—Tu… —John boqueó como pez fuera del agua unos segundos—. Te creí muerto todos estos malditos años.
—Ya no lo estoy. Regresé—señaló Sherlock con los brazos abiertos, dando énfasis a su presencia formal y elegante.
—No puedo, lo siento.
Y aquella fue una de las primeras noches en Londres pasadas en solitario, Greg y la señora Hudson habían sido menos duros con él, entendieron sus motivos, incluso le recibieron con abrazos, unos muy anhelados a pesar de su desagrado por el contacto físico. Pero John no regresó al piso.
Sherlock seguía deseando el perdón de John. Después de todo, su opinión le importaba, incluso si la desestimaba, incluso si se reía de sus entradas en el blog, de sus anécdotas acerca de los casos y la vida en Baker Street.
El perdón llegó con el tiempo, así como la presencia de John de regreso en el 221B, sin embargo la frialdad en el trato se mantenía, no más miradas demasiado comunicativas, no más roces discretos, todo había cambiado.
Ya no era el mejor de los hombres para John, y aquello que nunca le había importado a Sherlock, empezó a importarle.
…
Pasados unos meses llegó un caso especial, lleno de misterios, de callejones sin salida, detrás de aquellos asesinatos sin conexión aparente debía de estar una mente maestra, alguien sin moral, un desalmado, y aún así lo suficientemente lúcido como para escapar de Scotland Yard y Sherlock durante días.
—Un sacerdote, dos médicos, un psiquiatra y un banquero—repetía Sherlock para si, como si fuera un mantra.
—Ya lo sé—suspiró John rodeado de periódicos.
— No tiene mucho sentido—dijo Sherlock para si—. Si lo piensas bien, no tiene ningún sentido.
—Los psicópatas rara vez tienen un motivo lógico para hacer lo que hacen. Para ellos sus motivos son reales, para los demás no.
Sherlock sólo inspiró profundamente y continuó con sus pensamientos, motivo lógico, ciertamente podía hacer caso a John, o bien podía hacer como siempre, tomar la contraria y pensar que después de todo, si había lógica, una oculta pero entendible.
—Oh, vamos, no puede ser—musitó para si, la única de las opciones que se adaptaba a las victimas era la más ilógica y carente de sentido para él.
—Sherlock, llevas todo el día en el sofá—la voz de John le llegó desde la cocina, el piso estaba sumido en penumbras y, a juzgar por el sonido apagado de la voz del doctor, debía de ser muy tarde.
—Ve a dormir, John.
Semanas atrás Sherlock había notado aquel extraño patrón en John, no dormía bien, y le seguía casi a todas partes, como si se asegurara de no perderlo, de ser conciente de su presencia, sin importar las horas, si estaba en la sala, John bajaba con los más absurdos de los pretextos, que si tenía sed, que si quería té, a veces sólo paseaba un rato por el lugar y se iba, parecía un sonámbulo.
—No tengo sueño—repuso el doctor con un encogimiento de hombros— ¿Ya lo tienes no? Tienes "esa" mirada.
—No estoy seguro de mi teoría, se adapta a los hechos, si, pero…
—Cuéntame, quizás pueda ayudarte—ofreció John tomando asiento en su sillón con una taza de té en las manos.
—Un exorcismo—murmuró Sherlock con asco, como si la mera idea le produjera arcadas—. Piénsalo, alguien importante para nuestro psicópata presenta claros signos de posesión satánica, le lleva a un sacerdote, este le remite a los médicos, estos al psiquiatra y entre tanto ajetreo pierde todo el dinero, debiendo solicitar un préstamo al banco.
—Tiene sentido, y sea cual fuere la condición de esa persona, era mortal, sin dinero no pudo pagar el tratamiento y murió.
—No tiene sentido—murmuró para si Sherlock con la barbilla apoyada en la punta de sus dedos—. John, creo que es hora de hacer un estudio de campo—se levantó del sofá y tomó su gabardina.
— ¿A esta hora? —inquirió John con incredulidad, sin embargo ya se estaba levantando del sillón, listo para la acción.
—Son casi las tres de la mañana, es la hora del demonio—rió Sherlock dirigiéndose a su cuarto—. Conozco a un viejo sacerdote, probé que él no había violado a unos niños hace unos años y me debe el favor.
— ¿Hay alguien en Londres que no te deba favores?
—Si—contestó Sherlock mientras ponía patas arriba su habitación.
…
Una hora más tarde se encontraban frente a una iglesia de aspecto desvencijado, Sherlock golpeó la puerta con fuerza valiéndose de una vieja y herrumbrosa aldaba.
Una luz tintineó desde la nave de la iglesia, segundo después escucharon como la cerradura era girada. La puerta fue abierta con lentitud y un rostro anciano y demacrado se asomó por la rendija.
—Aaahh, Sherlock, pero ¿Qué horas son estas para venir a visitar la casa del Señor?
—Espero que no se moleste—contestó Sherlock con sorna—. Quiero información.
— ¿Qué tipo de información, hijo?
—Exorcismos, posesión satánica, todo lo que sepas sobre ese tema—exigió Sherlock, luego, tras la mirada significativa de John agregó—. Por favor.
—Un segundo, hijo—el anciano sacerdote había palidecido, sin embargo conocía lo suficiente a Sherlock como para no hacer preguntas, se dio media vuelta y desapareció dentro de la iglesia.
—Vas a matar a alguien un día de estos—murmuró John dando brinquitos para mantener el calor, el invierno se había extendido unas semanas y hacía un frío realmente crudo.
—Hijo, en este libro encontrarás todo lo que buscas—la mano casi en los huesos y manchada del sacerdote extendió un libro negro a Sherlock—. Ten cuidado, hay fuerzas con las que los mortales no debemos jugar.
Se alejaron de la iglesia con paso veloz, John no se consideraba creyente, pero aquella última advertencia del anciano sacerdote le había puesto los cabellos de la nuca de punta.
—Sherlock, ¿Qué planeas hacer con ese libro? —preguntó, ya cuando se encontraban en el cálido interior de un taxi.
—Buscar respuestas, John, nuestro asesino permanecerá oculto, hasta el momento en que cometa un error, investigaré por mi cuenta.
— ¿Qué tiene que ver un exorcismo o demonios con el caso? —susurró John.
— Son una materia que escapa a mi entendimiento, y necesito ese conocimiento.
Sin saber muy bien porque lo hizo, John extendió su mano y la posó sobre la de Sherlock, apretándola con firmeza.
—Lo investigaremos, juntos—sentenció con firmeza.
N/A: Primer capítulo de tres que tengo pensados, los subiré en el transcurso de la semana :)
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