Prólogo
Durante mucho tiempo creí que todo había sido un mal sueño pero cuando un día me volví a mirar en el espejo sufrí más que nunca. Ante mí se encontraba alguien idéntico a mi pero con una enorme cicatriz en la cara atravesándola de izquierda a derecha en diagonal descendente. Siempre supe que estaba ahí pero me había acostumbrado a llevar una máscara de anbu por lo que no la había vuelto a ver desde hacía por lo menos unos tres años, cuando me la hicieron.
Capítulo 1: el principio del fin
Era una tarde apacible en el país de fuego. Yo estaba paseando por el bosque cuando sin previo aviso él salió desde unos matorrales cercanos y me indicó que le siguiera. Sin pensármelo dos veces hice lo que me indicó y fuimos hasta la orilla de un río cercano.
Una vez allí, se quitó el sombrero que siempre llevaba mostrándome su cara. Su pelo negro como el azabache estaba recogido por una coleta, como siempre, y sus ojos también negros me miraban fijamente mientras esbozaba una sonrisa. Por un momento me extrañó que estuviera allí pero según se acercaba sentía que no era un sueño, que era real. Él se encontraba a escasos centímetros frente a mí. Levantó sus brazos y me rodeó con ellos. Yo quedé paralizada y acto seguido sentí un leve golpe en mi cabeza.
Al despertarme ya no estaba en aquella orilla junto a él. Me encontraba en una pequeña sala húmeda y oscura donde sólo un par de antorchas daban algo de luz. Tenía las manos atadas detrás de mi espalda pero eso no era un problema pues podía desatármelas sin ninguna dificultad hasta que noté que mi cuerpo no respondía a mis órdenes. Antes de que pudiera buscar una respuesta a lo que me pasaba apareció delante de mí un hombre que llevaba el mismo atuendo que el que yo creía mi amigo. Me cogió la cabeza por la barbilla y me sonrió según decía: --No intentes escapar, no merece la pena; él te ha traído hasta nosotros. Y ahora que estás aquí tendremos una pequeña charla…
Cuando dijo eso por mi cara empezaron a discurrir lágrimas. Me negaba a creer que él, precisamente él, me hubiera vendido a estos tipos. No podía ser que me hubiera entregado al Akatsuki sin antes darme un motivo coherente, ese no era su estilo; pero por más que lo pensaba no podía dudar que él había venido hasta mí, yo le vi. Mientras pensaba esto aparecieron en la sala tres personas más que conocía de sobra: Deidara, Sasori y Zetsu. Sin duda no iba a ser una charla amigable…
Me levantaron de la silla y ataron mis manos por separado a dos puntos en el techo y con mis pies hicieron lo mismo sólo que en el suelo; de esta forma no tendría ninguna posibilidad moverme y mucho menos de escapar. El líder se acercó a mí por delante y se sentó en la silla en la que había estado antes mientras que uno de los otros cogía una cadena y se colocaba detrás de mí; los otros dos estaban a los lados. El primero empezó a hacerme preguntas:
--Vamos a ver, podemos hacerlo por las buenas o por las malas pero hablarás. Te doy un consejo: no me hagas enfadar o lo pagarás muy caro. Veamos una pregunta fácil: ¿Dónde está tu padre?
--No lo sé -dije con voz firme.
--Te lo volveré a preguntar: ¿Dónde está tu padre?
--No lo sé –le volví a responder esta vez un poco más alto.
--¿Intento hacerlo por las buenas y así me lo agradeces? Se acabó mi paciencia. No te vas a reír de mi nunca más porque no tendrás fuerzas para ello.
Hizo una señal al que tenía detrás y sentí el frío tacto de una cadena golpeando en mi espalda. Eso dolía pero no podía impedir que lo hicieran por más que lo intentara.
--Probemos con otra cosa. Ummm…ah ya sé: ¿Por qué le dejaste una nota a ese idota cuando huíais tú y tu padre?
--Yo…yo…
--¿Sí? Vamos responde de una vez.
--Yo…yo…q-quería que…él…su-supiera que…estaría bien…que no…se preocupara por mí. Eso es –respondí con un poco de miedo ante su reacción.
Se acercó lentamente a mi cara y me miró fijamente mientras unas gotas de sudor frío recorrían mi frente.
--Ya veo. Querías que supiera que estarías bien…-hizo una breve pausa- ¿Pretendes que me crea eso niña estúpida? ¿No sabes que no le importas nada? Si no me crees piensa lo que te ha hecho.
--Yo…yo… -intenté justificarme.
--Vamos pequeña dime la verdad –dijo con tono suave- ¿Por qué le dejaste una nota a ese idiota?
--Yo…yo t-te estoy…di-diciendo la verdad.
--Claro. Y él sin ningún remordimiento me la dio directamente a mí. Se nota cuanto le importas –dijo de forma sarcástica.
--¡¡¡ESTÁS MINTIENDO!!! –le grité a la cara- ¡¡¡ÉL JAMÁS HARÍA ESO!!!
Sin previo aviso sentí otra vez la cadena en mi espalda repetidamente hasta que noté algo caliente que discurría por mi cintura. Miré al suelo y vi mi sangre cayendo en pequeñas gotas formando un charco. Estaba sangrando cada vez más y el dolor comenzaba a ser insoportable. El líder empezaba a enfurecerse y eso era peor para mí. Ya dudaba en salir de allí con vida.
