Estaba desesperado. Mi Bella se debatía entre la vida y la muerte, y yo presa de la desesperación y de las pocas posibilidades de salvarse, le había introducido la ponzoña de mi organismo. No la quiero perder, no ahora que hemos hecho nuestro futuro juntos.

Rosalie sostenía a Renesmee. Bella y yo habíamos tenido una hermosa niña fruto de nuestro amor. Y mis sospechas de lo que surgiría del cuerpo de Bella era falsas. Porque esa era mi hija, un pedazo de mi.

No sabía que hacer para que Bella se salvara, que pudiera estar bien. Pero sabía que su cuerpo no había resistido al inusual embarazo y tenia que transformarla. No podía con el dolor, quería verla reír de nuevo, que abriera los ojos, que me dijera te amo…

En ese momento Esme entro en la sala y viendo la situación, me consoló como la buena madre que es.

-Hijo, no te preocupes, se recuperará. Pero alguien te esta esperando abajo para decirte hola.

En ese momento me acordé de Renesmee, nombre otorgado por mi Bella. Hundido me dirigí a la sala donde estaba Rosalie con ella. Rosalie le hacia caras y sonidos para divertirla. Y parecía que funcionaba.

Pero en cuanto Renesmee me vio, se creó un vínculo inexplicable, y por alguna razón irrompible para toda la eternidad.

Ella era mi hija, para siempre. Una de las dos razones por las que luchar. Mi Bella y ella.

Renesmee extendió sus brazos hacia a mi, y mirando sus pensamientos pude ver la exigencia y anhelo para que la cogiera, que provocó una sonrisa en mi rostro que no se había formado hacia mucho tiempo.

Me dirigí donde estaban ellas y sin dudar cogí a Renesmee en brazos. No pesaba nada, dado que ella era un bebé recién nacido y por mi fuerza inhumana.

Su solo contacto hizo que cada fibra de mí ser se ablandará y pudo llegar un poco de alegría a mi mundo. Por que ella era mi hija. Fue una sensación inexplicable, sobretodo cuando ella me sonrió. Mi pequeña princesa.