Escritos cortos, en su mayoría de parejas crack. Se aceptan peticiones y prometo cumplirlas.

Me pareció interesante.

Fairy Tail no me pertenece.

01

El dulce azul del cielo

Juvia caminaba bajo la luz de la luna con una sonrisa calmada y serena. Su ritmo cardíaco era común y no presentaba ninguna irregularidad. No parecía que fuera a ver a alguien importante, y mucho menos podría alguien pensar que estuviera nerviosa.

La maga de agua se encontraba bastante a gusto ahí, con el río a un lado, el cielo arriba; sin estrellas, sólo con la luna menguante. A lo lejos podía escuchar, casi como por encima, el ruido de la gente de Magnolia que permanecía en los bares.

Pero ella, sin embargo, siguió caminando durante varios minutos más.

Tal vez se sentía como una vil traidora que no merecía el amor de sus amigos pero, aún si tenía ese tipo de pensamientos, ella no quería detenerse.

Y no lo hizo.

Él estaba sentado al final del camino, justo debajo del puente de piedra, como acordaron. Al escuchar sus pisadas se giró y la luz de la luna iluminó su rostro sonriente. Juvia sintió un calor recorrer su cuerpo, que se acentuó cuando se sentó a su lado.

—No pensé que vendrías— dijo Jellal, notándose en su voz el alivio.

Juvia se removió inquieta, y no contestó. No sabría hacerlo.

Entonces él levantó su mano y acarició el pelo de la joven, de color azul, suave y sedoso, y lo olió con una sonrisa. Olía a agua de mar, a cielo veraniego y a prohibición. Pero, para él, Juvia no estaba prohibida. Lo que estaba prohibido era hacerle daño.

—Me gusta tu pelo— la halagó.— Realza tus ojos.

La miró fijamente durante unos segundos. Después ella, titubeante, empezó a acercar sus labios hacia Jellal con un nerviosismo propio de una niña y él, como todo un caballero, posó su mano en las caderas de Juvia y se acercó para terminar con la espera.

Y entonces se besaron. Dulce, tierna, azulmente. Cuando Jellal abrió los ojos para deleitarse con la imagen de su querida maga de agua, descubrió en ella un pozo sin fondo de despecho. Sabía que, aunque las cosas fueran maravillosamente bien entre ambos, siempre quedaría en su corazón un pedacito que pertenecería a Gray.

No la culpaba, pues en el suyo habría un pedacito de Erza y, aunque deseara a esa chica y estuviera besándola, era plenamente consciente de la realidad.

Y la realidad era ésta: se querían. Torpe e ingenuamente. Pero Jellal quería a Juvia, y Juvia quería a Jellal.