Revolución

Capítulo 1: libertad, valentía y lucha.

Ricky Blancher

21 años

Distrito 7

La rebelión ha comenzado. Llevamos años esperando este momento, años de reuniones clandestinas y planes a media voz. Hoy por fin, todos los distritos unidos podemos salir a la calle y gritar en contra de este sistema que nos oprime. Hoy por fin podemos luchar por nuestra libertad.

Salgo de casa acompañado por mis padres y mis hermanas pequeñas. Linsay me toma de la mano y me sonríe con orgullo. Es dos años menor que yo pero está tan dispuesta como todos los miembros de la resistencia a luchar por la justicia que merecemos. Mis padres van cogidos del brazo. Sé que no les gusta que Linsay y yo vayamos a luchar, que tienen miedo de que algo malo nos pase, pero también sé que están orgullosos de nosotros. Al fin y al cabo, ellos también forman parte de la resistencia y aunque no tomarán parte activa en la lucha armada, deben quedarse en casa a cuidar de Asley y Leslie, van a colaborar de otras maneras.

No obstante, hoy no hay por qué tener miedo. El acto de hoy será pacífico. La comandante Tenison sube a un escenario improvisado que esta mañana han montado en la plaza y lee en voz alta el mismo discurso que en estos momentos y si todo va bien estarán leyendo en los otros doce distritos, un discurso de libertad, de igualdad y de esperanza. Un discurso hecho para hacer saber al Capitolio que ya no pertenecemos a él. Seguramente la respuesta de la presidenta Black no se hará esperar, mas en este momento somos libres y por fin, todo el distrito puede permitirse gritar, apoyando las palabras dichas por la comandante. Linsay me abraza y yo la aprieto entre mis brazos. Hoy somos libres.

()()()()()()()()()()()()()()

Melanie Brown

16 años

Distrito 11

La gente grita, se abraza, ríe y llora a la vez. Alguien que no supiera lo que está pasando pensaría que aquí se está celebrando una fiesta. Sé que Paul lo ve así, como una celebración, la celebración de que por fin vamos a ser libres del control del Capitolio. Sin embargo, aún no lo somos. Esto solo es el comienzo y la respuesta armada de la presidenta no tardará en llegar. Lo sé y ellos lo saben, pero aun así todo el distrito ha salido a la calle sonriendo y gritando consignas que llevan mucho tiempo repitiéndose en voz baja y que ahora por fin se pueden decir a gritos. Los agentes de la paz corren de aquí para allá intentando acallar a la gente pero los que gritan son demasiados y algunos de ellos van armados. Por cada rebelde que detienen diez más ocupan su lugar en el coro de gritos y las fuerzas del orden se ven superadas por una situación que les es del todo inesperada. Sé que no será así por mucho tiempo, que en seguida recibirán órdenes de cómo actuar y refuerzos en forma de más armas y más agentes. Sé que la lucha será dura y tengo miedo, pero aquí y ahora , escuchando las voces de mis amigos y vecinos, viendo la determinación en los rostros y la esperanza en las miradas, incluso yo, que me he negado a participar en el acto, que ni siquiera sé si voy a ser capaz de luchar en esta guerra o si por el contrario me quedaré donde estoy sin hacer nada, incluso yo que no me atreví a acudir al acto de lectura del manifiesto por miedo a las represalias, Incluso yo puedo ahora sentirme valiente. Incluso yo puedo ahora gritar, gritar hasta que me quedo sin voz mientras Paul me abraza y grita conmigo. Estamos solos en medio de la acera, delante de la puerta de mi casa. Enfrente hay un grupo grande de chicos y chicas de mi edad y algo mayores gritando también. Un agente de la paz se acerca a donde Paul y yo estamos, debemos parecerle una presa más fácil que el gran grupo de adolescentes vociferantes. Una rabia desconocida me inunda, una fuerza que jamás había sentido me posee. Dejo de gritar. Miro directamente al agente y luego beso a Paul, con pasión, con fiereza, con furia. Ni siquiera sé por qué lo hago. Los chicos de delante gritan más fuerte y el agente, que no parece ser mucho mayor que nosotros, se queda paralizado de la sorpresa. En un segundo los chicos están encima de él pero no me importa porque Paul, que se ha quedado tan sorprendido como todos los demás, me devuelve el beso.

()()()()()()()()()()()()

David Rouseau

18 años

Distrito 5

Llegan en el tren, agentes de la paz uniformados y armados hasta los dientes: metralletas, pistolas, fusiles y algunos artefactos que no sé si quiera qué son. El grupo rebelde se dirije a la estación preparado para el que será el primer enfrentamiento de esta guerra, de esta revolución. Nuestras armas no son tan sofisticadas como las suyas pero no importa, somos más y no tenemos miedo. Nos guía la esperanza, la justicia nos impulsa a luchar. El comandante Diggins está gritando órdenes a todo el mundo: le grita al grupo principal que vaya a la estación, a los que no vayan a luchar, que se marchen a sus casas y al grupo 2, formado por los más jóvenes entre los que me encuentro yo, que nos coloquemos en posición defensiva y protejamos la plaza por si los del grupo 1 fallan y los agentes consiguen entrar al distrito. Parece sencillo. Mi prima Abigail, nueve años mayor que yo, se acerca a mí con su pistola al hombro y me dice con su sonrisa burlona de siempre que le doy pena porque me perderé toda la acción, que me quedaré sin hacer nada mientras ellos se llevan toda la gloria. Yo la miro y me pregunto como puede bromear. Me pregunto como puede ser que no esté cagada de miedo porque de repente yo lo estoy, porque esto es una guerra y mi prima va a luchar en ella. No obstante me las apaño para sonreírle y ella se va revolviéndome el pelo como hace siempre desde que era pequeño.

Desde la plaza no podemos ver lo que está pasando en la estación de tren pero sí lo oímos. Oímos los gritos y el sonido de los disparos. Eso es lo peor, oír los disparos y preguntarte a quién van dirigidos. Miro al chico que vigila a mi lado. Se llama Jamie Stoll y es un año menor que yo. Sus hermanos mayores, Ray y Jeremy están luchando en la estación. Me devuelve una mirada cargada de angustia y entonces, como si al pensar en él lo hubiera invocado, Ray Stoll aparece corriendo hacia nosotros y gritando que esos cabrones se han retirado, que han huído, que se han subido en el tren y se han largado. Jamie y yo no tenemos tiempo siquiera de procesarlo antes de que los aerodeslizadores lleguen y los tres, Ray, Jamie y yo, comprendamos al mismo tiempo por qué esos malnacidos se han subido al tren. Las bombas caen y nuestros soldados comienzan a huir en desvandada. Nosotros también lo hacemos. Ya no hay grupo 2 ni líneas defensivas. Nadie puede luchar contra las bombas. Simplemente nos ponemos a cubierto y rezamos porque nuestros seres queridos, Abigail, Jeremy y todos los demás, hayan podido ponerse a salvo también.

Hasta que el ruido cesa, las bombas paran y los aerodeslizadores desaparecen del cielo

Solo entonces salimos, como asustadizos caracoles que sacan los cuernos de sus conchas tras la lluvia al sentir el sol. Alimos y nos Dirijimos a la estación con más miedo del que hemos sentido jamás. Vamos los tres de la mano como si fuéramos niños pequeños. Miramos al suelo, a los cuerpos destrozados intentando reconocer a alguien y deseando no hacerlo. Miramos los restos de los caídos y nos miramos entre nosotros para comprobar quiénes hemos quedado con vida. Jeremy Stoll aparece y yo me quedo solo deseando que Abigail aparezca también mas no lo hace. No me da tiempo a llorar, parece que El Capitolio no va a darnos ni eso. El tren vuelve a aparecer y los agentes de la paz que quedaron tras la primera lucha vuelven a bajar. Esta vez no hay tiempo de dividirnos ni de pensar un plan. Todos los que quedamos simplemente nos lanzamos a la carga, por la libertad, por nuestro distrito, por los muertos, por Abigail.