¿Qué somos? TWO-SHOT

Disclaimer:Los personajes de esta historia no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi.

Notas: La canción que sirvió como inspiración para este two-shot se llama "¿Qué somos?" de Playa Limbo.

Primera parte:

—Estoy en casa —se anunció apenas abrió la puerta principal de su hogar, se extrañó de no recibir respuesta—, ¿Mamá?

De nuevo el silencio fue el único que le contestó, hizo una mueca de inconformidad con los labios mientras se quitaba los zapatos en la entrada de su casa colocándolos en el lugar que les correspondía. Era cierto que era de noche pero tampoco podía ser tan tarde, ¿verdad?

El suelo de madera crujió suavemente marcando sus pasos cuando se acercó a la cocina completamente a oscuras, encendió la luz y su vista se posó casi de inmediato a una nota dejada a su nombre sobre la mesa.

«Kagome: tu tía Hujiko ha enfermado así que hemos ido a visitarla a Niigata, discúlpanos por no esperarte. Hay suficiente comida y dinero para que te prepares antes de volver con InuYasha. Mamá»

Leyó una y otra vez las últimas líneas escritas por su madre sin sentirse del todo cómoda.

«Volver con InuYasha…»

Un escalofrío le recorrió toda la espalda haciendo que inconscientemente la mano con la que sostenía la nota de su madre se cerrara en un puño maltratando el papel, dejó escapar un suspiro que casi le dejó los pulmones vacíos.

—InuYasha… —se escapó de sus labios aquel nombre escondido en otro suspiro, el tono de aquel suspiro le supo familiar, después de todo en las pasadas noches había soltado muchos otros iguales.

Obligó a su cabeza a moverse de lado a lado en señal de negativa mientras sentía los temblores de su cuerpo como corrientes eléctricas cimbrarla en su lugar, soltó la nota de su madre como si fuese una placa de metal ardiendo al rojo vivo dejándola caer echa una bola sobre la mesa sin el menor de los cuidados. Llevó su mano hasta su boca con la intención de cubrirla al mismo tiempo que apretaba los ojos con fuerza, como si se obligase a sí misma a no llorar.

¿En las pasadas? Incluso esa misma noche, apenas un rato, había vuelto a pasar. Se había dejado llevar…

Podía sentir aún sobre su piel sus besos, sus caricias, podía escuchar sus propios gemidos mientras la embestía. A veces con dulzura, a veces con desespero, pero siempre con las mismas ganas. Podía sentirse de nuevo llegar al cielo para después caer abruptamente de cara contra el suelo.

Llevó la mano con la que no cubría su boca hasta su pecho y lo presionó de fuerza, como si intentase apaciguar un agónico dolor que punzaba dentro de ella como un cuchillo.

Todo había estado tan bien, maldita sea, pero ella lo había echado todo a perder.

Pero quería, deseaba con toda su alma que le dijera la verdad…

—InuYasha…¿qué es lo que somos ahora tú y yo? —escuchó su propia voz temblorosa en su cabeza, recordando sus palabras, no se atrevió a abrir los ojos cuando llegó a su memoria como había estado él ahí con su sonrisa pero apenas la escuchó ésta se desvaneció.

—Kagome… —nada más. No le dijo absolutamente nada más.

Dejó caer sus dos manos cerradas en puños sobre la mesa de madera ocasionando un rígido sonido, sus brazos retemblaban como el resto de su cuerpo al mismo tiempo que el aire le comenzaba a faltar.

No podía dejar de pensar en todo lo que había cambiado e iba a cambiar en la vida de ambos. Naraku seguía vivo sin pagar por todo el mal que había ocasionado, aún había fragmentos de la perla de Shikon que debían conseguir antes que sus enemigos lo hicieran y, quizá lo que más le desconcertaba de todo, Kikyo seguía vagando por el mundo de los vivos. Quizá…quizá…

No se arrepentía, no, eso jamás. Pero no podía soportar la duda que rasgaba su corazón.

«¿Qué es lo que te hice sentir?...»

—Necesito darme una ducha —soltó sin sentido en voz alta como esperando que alguien le escuchara, como si necesitara desesperadamente mentirle a quien fuera para alejar de su cabeza aquel huracán de pensamientos que la revolcaba en olas violentas.

Alejó despacio sus manos de la mesa tratando de encontrar nuevamente su equilibrio, salió en silencio de la cocina y caminó escaleras arriba con dirección al cuarto de baño sin decir, ni pensar, una sola palabra más.

Cerró la puerta apenas entró al baño, apoyando su espalda en esta se quedó en silencio unos momentos más.

Había escapado, recordó correr entre los árboles del bosque rezando a cualquier dios que la estuviese escuchando en ese momento no tropezarse y saltar en el pozo para poder llegar hasta su casa.

Se abrazó a sí misma cerrando sus puños jalando su ropa—. Pero es que…tuve miedo —intentó justificarse por salir corriendo con la voz quebrándose al borde del llanto. Y tal vez así había sido mejor, intentó convencerse, después de todo si él hubiese querido buscarla ya lo hubiera hecho.

¿Y qué haría él al llegar con ella? No sabía si en algún momento decidiría aparecerse, ni siquiera sabía cuál era ahora su lugar en la vida del medio demonio.

El agua de la regadera comenzó a brotar en abundancia apenas giró la llave del grifo, dejó que el agua cayera unos cuantos segundos mientras comenzaba a desnudarse pero apenas terminó de hacerlo sintió su piel congelarse, aunque nada tenía que ver con que hiciera frío en la reducida habitación, después de todo las últimas noches quien le había quitado la ropa había sido él…

«No, no, no…»

Fue apenas un segundo lo que le tomó colocarse bajo el flujo de la regadera, las gotas eran tan heladas que se le clavaban en la piel pero no le importó, lo necesitaba o estaba segura que ahí mismo se iba a derretir, su corazón latía muy fuerte y le costaba respirar de otra manera que no fuera totalmente agitada. El agua fría caía sobre su cabeza, se escurría entre sus hombros para terminar de cubrirle el cuerpo entero, tranquilizó poco a poco su respiración al mismo tiempo que llevó ambas manos al lado izquierdo de su pecho. Su corazón aún latía con fuerza, era increíble que sólo el recordarlo quitándole la ropa podía provocar que se estremeciera de esa manera.

Todo había empezado varios días atrás, cuando sus amigos se adelantaron al escuchar rumores acerca del escondite de Naraku mientras ella había decidido quedarse con InuYasha pues estaba muy mal herido a causa de un enfrentamiento con un monstruo venenoso.

Se había sentido responsable de cuidarlo mientras mejoraba, después de todo InuYasha había acabado lastimado por defenderla. Pero sus profundas heridas le ocasionaron una fiebre que…le había hecho delirar.

Su cuerpo entero se estremeció bajo el agua que caía sobre su cabeza al recodar que había sido InuYasha quien la besara primero, en medio de las alucinaciones por la fiebre. Ella claro que al principio se sorprendió pero, por los dioses, lo amaba tanto que no tardó mucho en corresponder a sus gestos. Pero no pasó mucho tiempo cuando sus besos se hicieron más profundos, más íntimos.

Y fue justo ahí cuando él la tomó por primera vez y, aunque en un principio fue doloroso, ella lo había recibido feliz.

Se sacudió de la cabeza a los pies de sólo recordarlo, la sensación era tan intensa que terminó por obligarla a llevar una de sus manos hasta su boca, cerró los ojos y se mordió uno de sus dedos. Había sido la primera pero no la última vez, se habían vuelto adictos el uno al otro, se buscaban, inventaban escusas, se escapaban, se amaban…

Porque se amaban, ¿no?

Al menos ella lo hacía, pensó, se sentía segura entre sus brazos, sonreía como una tonta cuando la besaba, se agitaba con ansias cuando lo sentía acariciarla, morderla…tocarla, podía escucharse a sí misma gemir con dulzura cada vez que la penetraba o gritar extasiada cuando terminaba por derramarse en su interior.

Pero…¿qué es lo que sentía él?

La falta de aire en sus pulmones de pronto le hizo abrir la boca como un pez fuera de agua, acelerando de nuevo su pecho. Quería saberlo, quería saber si sus besos le quemaban la piel como los de él le quemaban a ella, la duda le atravesaba el corazón.

Un quejido se escapó de su garganta y sus manos temblaban, no podía soportarlo más.

No quería pensar que él no la amaba, que sólo la había tomado como un capricho el cual al final simplemente le gustó hasta volverlo su adicción. Mucho menos quería pensar que después de la pregunta que ella le lanzó le había hecho darse cuenta, volver a la realidad, y que ahora se estaba arrepintiendo muchísimo de hacerla su mujer.

Lo que fuera. Cómo fuera. Necesitaba que se lo dijera, quería la verdad y quería oírla de su voz.

—¡¿Qué es lo que te hice vivir?! —lanzó al aire justo cuando su voz se rompió, lloró de manera desesperada sin saber exactamente qué hacer. Llevó sus manos a su cabeza jalándose el cabello, las bajó hasta su rostro tapándose los ojos.

Lloró con fuerza y sin ningún interés en controlarse, sus piernas dejaron de sostenerla haciéndola caer de rodillas sobre el frío suelo. El agua que caía de la regadera le bañó su espalda desnuda además de colarse desde su cabeza hasta su rostro combinándose de tal manera con sus lágrimas que ya no era posible distinguirlas.

Continuará.

Aquí la primera parte de este fanfic en dos partes, ojalá les guste este pequeño proyecto que me ha divertido tanto. Mañana la segunda y última parte. Mil gracias por su apoyo y sus comentarios.