Hola hola :3

Bueno, este es mi primer fic Martana, y he decidido escribir sobre esta pareja porque, además de que quiero escribir sobre más parejas, también la historia se me hacía perfecta para esta pareja, conformada por Marley y Santana.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de la serie de Glee.

Advertencia: Es un fic que contiene femmeslash, es decir, relación entre dos mujeres. Si no te gusta, no lo leas.


Prólogo

Nunca se le había dado bien todo aquello.

No era una mujer conocida por su delicadeza precisamente, y lo que necesitaba en esos momentos, era ser suave. Respiró profundamente, con sus ojos oscuros centrándose en la figura de la rubia, que se encontraba sentada en el sofá de su apartamento. Miró hacía atrás, viendo como sus dos amigos la observaban con curiosidad. Le encantaría hacer que se marchasen, pero sabía que los dos pesados le iban a estar haciendo muchas preguntas después, y casi prefería que fuesen testigos silenciosos; aunque les amenazó con que, cómo dijesen algo, se iban a lamentar de ello.

Tras sopesarlo, finalmente, salió de la cocina rumbo hacia el salón, y la muchacha de cabello dorado se giró, dedicándole una sonrisa de esas que hacían que le temblasen las piernas. Iba a ser mucho más difícil de lo que pensaba. No solo por el efecto que podía llegar a causar en ella, sino por el efecto que le encantaría que tuviese también en su interior, en su corazón. Ella quería haber encontrado el amor en esa chica, pero no había nadie en su corazón como ella. Solamente ella.

―Eh...―saludó con una leve sonrisa, aunque se congeló al ver que la otra también sonreía con tristeza. Parecía que sabía lo que le esperaba ahora.

―Hola―dijo con tono afable, cruzando una pierna por encima de la suya.

Se sentó en frente, encorvando su cuerpo hacia adelante, y apoyó los codos en sus rodillas, mordiéndose el labio inferior ligeramente, pensando en cómo escoger las palabras adecuadas. ¿Qué le podía decir para no hacerle daño? Seguramente se lo iba a hacer, y sí pudiese, daría la vida por solucionar toda aquella situación, y estar las dos juntas. De poder ser, de verdad, feliz con ella.

―Dani...

―No hace falta que digas nada, Santana―comentó, permaneciendo serena, y hablando con tono amable―; ambas sabemos que esto no iba a durar―dijo con pesar la muchacha, pasando la lengua por el labio superior―. Vienes a decirme eso, ¿verdad?

―Sí―solo fue capaz de responder, y Dani se la quedó mirando, como si todo fuese culpa de ella misma. Y solamente tenía ella la culpa. Santana sabía que ella era la culpable de todo esto―. No podemos seguir con esto―la rubia asintió lentamente, como procesando la información―. Dani, te quier...

―No―interrumpió la aludida, cabeceando ligeramente―. No me digas eso...No quieras suavizarlo todo por mí, Santana. Te agradezco el esfuerzo, pero ambas sabemos que ella sigue en tu mente―replicó con una leve sonrisa, haciendo que la morena se sintiese más apenada todavía. Le encantaría que eso no estuviese pasando―. ¿Después de tanto tiempo?

Se quedó pensando la pregunta, tragando saliva en seco. ¿Después de tanto tiempo? Sí. La seguía amando. Claro que la seguía amando. Había intentado olvidarla de alguna manera u otra, pero no era capaz de ello. ¿Cómo se podía olvidar alguien del que fue el amor de su vida? La primera persona que le hizo sentirse única y especial. Era cierto que era difícil. Era cierto que ambas lo habían pasado mal, pero eso no quitaba que había sido lo más hermoso que había vivido. Y aunque ella había decidido perderlo, no conseguía olvidarse de ella.

Le hubiese encantado que con Dani hubiese funcionado. Había aparecido en su vida cuando peor lo estaba pasando, y había hecho que entrase un poco de luz entre tanta oscuridad. Con ella era todo fácil, lógico, no había problemas; y eso le encantaba. Pero Dani nunca le había hecho sentir lo mismo, ni parecido siquiera. Sí, le gustaba, y la quería; pero nada más. Y se lamentaba haber tardado en verlo y entenderlo. En comprender que lo había estropeado.

―Sí―contestó solamente. ¿Qué más iba a decir? No iba a prolongarle el sentimiento de dolor a la rubia.

― ¿Vas a ir a buscarla? ―Quiso saber la chica. Casi se sentía patética.

―No―tragó saliva―. No hay nada que buscar, Dani―dijo sincera―. Eso está terminado en verdad. Es un hecho.

La rubia entreabrió los labios, como si buscase unas palabras de consuelo. Pero después permaneció en silencio. ¿Cómo le iba a consolar a ella, cuando estaban rompiendo, por otra chica? No era justo. No era para nada justo que la dejase cuando no había nadie para ella. No la dejaba por ella. La dejaba porque no la amaba lo suficiente, para así estar un tiempo sola. Y cuando Dani lo comprendió, parecía sentir más pesar. ¿Cómo no lo iba a sentir, si no había logrado lo que quería, que era que olvidase a la otra rubia y se enamorase de ella? Tendrían que estar juntas y ser felices. ¿No podía el amor hacerle ese favor?

― ¿Y qué vas a hacer?

―Nada...No quiero ahora mismo nada serio con nadie. Quiero estar sola―dijo con sinceridad, mientras la rubia asentía, con los ojos centrados en sus manos―. No creo que vayas a ser capaz de perdonarme algún día...

―No tengo nada que perdonarte, Santana―respondió tajante Dani, pero con un tono suave que hizo que la nombrada se estremeciese. ¿Cómo no iba a ser su culpa? ―Mira, te voy a ser sincera...Estoy enamorada de ti―fue honesta, directa, clavando los ojos en los de la latina, que se removió incómoda en el sitio―. Y eres el amor de mi vida. Y ojalá pudiese hacer que sintieses por mí lo mismo que sentiste por ella, pero está claro que no ha sido así―se encogió de hombros―. No tienes que disculparte por lo que sientes―aclaró, sonriendo con tristeza.

―Gracias por hacer que nunca me sintiese angustiada―ambas sonrieron con tristeza. ¿No podría valer con eso?

La rubia se levantó del sofá, mirando a su alrededor. No tenía nada más qué hacer allí. Santana se levantó también, analizando a la que, ahora, ya era oficialmente su ex novia. Y de verdad, le deseaba que le fuese bien todo. No era la persona más amable, ni un ángel, pero esa chica le importaba de verdad. No había sido algo más. De verdad que, de alguna manera u otra, la quería; solamente que eso no era suficiente.

― ¿Podremos ser alguna vez amigas? ―Preguntó con tierno temor la morena, mientras la otra asentía.

―Sí, pero voy a necesitar tiempo―la otra asintió ante eso.

―Lo entiendo...

―Cuídate, Santana―le dijo con ternura.

Ambas se miraron a los ojos, y la rubia dio un paso hacia ella. Quedaron a escasos centímetros la una de la otra, y finalmente, Dani acortó la distancia, posando sus labios sobre los de la más alta, en un pequeño beso, que significaba algo tan triste como un "adiós". Se separaron al cabo de unos segundos, mirándose la una a la otra con calma, con sonrisas de nostalgia de ese primer beso que se dieron.

―Te quiero―dijo con sinceridad Dani.

―Y yo también te quiero.

La rubia asintió, sonriendo apenada, y finalmente, la joven se marchó del piso, dejando a una Santana pensativa en medio del salón. Tras unos breves minutos de silencio, la figura de Rachel se asomó por el marco de la puerta, seguido de un Kurt que la miraba un poco preocupado, quedándose los dos callados, esperando una reacción por parte de la latina.

Esperaban incluso que la muchacha les echase de ahí, o que les pidiese que se marchasen. Pero no sucedía nada de eso. Permanecía callada, como sopesando si decir o no algo. Seguramente estaría pensando en hacer algún comentario mordaz para quitar yerro al asunto, o no darle importancia. Pero ambos sabían que para Santana, aquello era importante. Por supuesto que era importante.

― ¿Santana? ―Inquirió el joven, conteniendo la respiración.

― ¿Estás bien? ―Preguntó esta vez Rachel, verdaderamente preocupada por su amiga.

―No, no estoy bien―respondió al cabo de un rato la muchacha, girándose y yendo hacia su cuarto―. El amor es una mierda―dictaminó, cerrando la puerta tras de sí.

Kurt y Rachel intercambiaron una mirada, y asintieron. Santana necesitaba estar un tiempo a solas.

― ¿Podemos hablar?

La aludida levantó la mirada al escuchar las palabras de alguien en la entrada de la sala del coro. Se encontraba sentada en una de las sillas, con la carpeta sobre los muslos, y un montón de hojas, partituras, con canciones que ella había inventado. Eran de su propio puño y letra, y estaba satisfecha, aunque le daba timidez comentar algo en el Glee club. Había salido bien la vez anterior, pero no veía al señor Schuester muy dispuesto a confiar en ella después de como se encontraba en su situación emocional. Porque, pese a que era de las mejores cantantes, el haber roto recientemente con su novio, no era algo que asegurase que estuviese bien anímicamente para las Nacionales.

Tragó saliva al encontrarse con esos ojos oscuros que tan bien conocía. Esos ojos que buscó durante mucho tiempo para sentirse segura, y que ahora solo lograban que se sintiese incómoda, y distante. Sobre todo distante. ¿Cómo poder volver a sentir algo bueno hacia una persona que no había dudado en causarle el daño que él le había causado?

Porque Jake Puckerman, quien fue su primer novio y su primer amor, le había roto el corazón después de descubrir que este se había acostado con una animadora llamada Bree; y lo que más le enojaba es que hubiese sido con ella, y no con otra chica. Tuvo que ser ella, que iba detrás de Marley para hacerle daño, y lo había conseguido sin mucho esfuerzo, para sorpresa suya. Y ahora que le tenía delante, no sabía exactamente qué contestar. ¿Podían hablar como personas normales, sin atacarse mutuamente?

―Supongo―logró responder al final, mordiéndose el labio inferior y bajando la vista de nuevo hacia las partituras.

― ¿Qué haces? ―Preguntó él, sentándose al lado de ella después de haber dado unos pasos para acercarse a la muchacha. Esta se removió incómoda ante la cercanía, pero no dijo nada al respecto de eso.

―Unas cosas―contestó de manera evasiva, ocultando los papeles en la carpeta.

―Sabes que puedes confiar en mí―afirmó el moreno, mientras ella sonreía un poco forzada, mirándole por primera vez a los ojos. ¿De verdad le acababa de decir eso?

―Precisamente, eso es lo que no sé―susurró, procurando no ser muy fría, aunque supo que eso le había dolido ante la expresión de su rostro. Y aunque lo lamentaba, no se iba a disculpar por decir lo que era. La verdad.

―Lo siento―dijo sincero, mientras se removía en el mismo sitio, algo incómodo, dejando escapar un suspiro.

―Lo sé―sonrió, intentando relajar el ambiente, y se encogió de hombros inflando ligeramente las mejillas antes de soltar el aire―. ¿De qué es lo que querías hablar? ―Cuestionó, queriendo interrumpir el silencio incómodo que se estaba empezando a formar entre ellos.

―De nosotros...De lo estúpido que llegué a ser―dijo el chico sincero, tomando las manos de Marley entre las suyas.

―Jake, yo...

―Mira, sé que soy un estúpido―suspiró al escucharle, mirándole él a ella con intensidad―. Pero sé, soy consciente, de que soy mejor persona estando contigo Marley Rose...Eres el amor de mi vida, lo he estropeado todo, pero quiero recuperar lo que teníamos tan especial entre los dos.

Se quedó callada, conteniendo las ganas de empujarle lejos de ella, y procurando no caer en el deseo de atraerle hacia ella y besarle como nunca lo hubiese hecho. Le amaba, claro, pero justamente había perdido aquello tan especial que ambos tenían, y no quería recuperar algo que, si era sincera, se encontraba roto, y que era irreparable. No se podía recuperar todo aquello que habían vivido los dos, por mucho que ambos lo deseasen.

―Jake...Eres un buen amigo―comenzó ella, empezando a negar él con la cabeza. Sabía lo que venía―. Sé que eres en el fondo una buena persona, y que no me quisiste hacer daño―dijo, casi más para convencerse a sí misma que para defender al chico. Quería pensar que él no buscaba dañarle el corazón, aunque fue lo que hizo―. Sé que puedo contar contigo...Pero creo que no estamos hechos para estar juntos.

―Marley...

―Te quiero―se sinceró ella―, pero no puedo confiar en ti. Creo que solo podemos ser amigos. Lo sabemos los dos. Somos los dos conscientes de ello―dijo con firmeza, encogiéndose de hombros.

―Pero...Te quiero, Marley, quiero estar contigo. Sé que he sido un idiota, pero me haces ser mejor, de verdad. Contigo no suelo ser un cabrón, ni hago tantas tonterías. Soy mejor persona gracias a ti.

― ¿No lo entiendes? No estoy para repararte Jake―exclamó ella, un poco cansada, mientras se levantaba de la silla―. Supuestamente, tendría que salir de ti solo; y lo que dices tampoco es verdad, porque estabas conmigo y mira lo que ha pasado―atacó sin pretenderlo, haciendo que se formase una especie de mueca de dolor en el rostro del muchacho. Pero no se iba a disculpar―. Con el tiempo vamos a ser buenos amigos.

―Marley...

―En un rato nos vemos en el Glee club―le interrumpió, mientras tomaba su bolsa y salía por la puerta.

Cerró los ojos, apretando la carpeta contra su cuerpo, mientras caminaba, intentando respirar hondo. Iba a ser mucho más difícil de lo que pensaba.