Esta es una Adaptacion de una historia que lei de la autora Lynne Graham, Recuerdo que la lei en la casa de una amigo hace mas de un mes cuando cai en una sequedad de inspiracion ante la historia que habia comenzado y ha quedado ahi...perdida. Me burle de mi amigo por leer historia que parecen una telenovela, pero debo admitir que me trague mis palabras porque cuando por aburrimiento comence a leer las primeras paginas me atrapo la trama y solo me pude imaginar lo que seria adaptarla a mi pareja favorita de anime.

-Los personajes pertenecen a Tite Kubo, la trama es una adaptacion de una obra de Lynne Graham-

CAPITULO No 1

Yoruichi Shihōin con Veintiséis años parecía estar viviendo los últimos días de su vida de soltera, trabajaba como secretaria y estaba a seis semanas de casarse con el hombre que a su pensar era el amor de su vida, Kisuke Urahara y ella eran amigos desde la adolescencia con el tiempo llegaron a formar un vínculo más estrecho al enamorarse y formar una pareja sólida. Vivir en Londres por fin le traía felicidad estaba muy ilusionada por lo que la vida le estaba mostrando en estos tiempos, dejando atrás su pasado triste ya que su madre había muerto en un accidente cuando ella tenía cinco años, de su padre solo sabía que había sido un americano que había venido por negocios y del que según su tía sedujo a su madre y luego la abandono como algo inservible.

Desde los cinco años ella había vivido con los Shiba, Janiche que era la hermana de su madre se había encargado de educarla junto a su prima Kukaku pues era hija única. Siempre había estado agradecida por ello y aun cuando su prima y ella no eran como uña y carne o las típicas primas, llevaba una buena relación con ella y sus tíos. Pero para su sorpresa todo estaba a punto de cambiar de una forma que nadie lo creería.


Yoruichi pagó el taxi a toda prisa y corrió escaleras arriba hasta el piso que compartía con Kukaku. ¿Acaso les habían robado? ¿Había tenido un accidente alguien de la familia? O, lo que era peor, ¿le habría pasado algo a Kisuke? La imaginación no le había dejado de funcionar y corría a toda velocidad desde que recibió la llamada de su prima, en el trabajo.

-La señorita Shiba ha dicho que vaya inmediatamente, que es muy urgente -le había dicho la chica del conmutador-. Espero que no sean malas noticias, señorita Shihōin. Ni siquiera esperó a que le pasara la llamada.

Mientras se iba acercando al piso le llegó la música del último álbum de Phil Collins a todo volumen. Abrió la puerta lentamente y extrañamente vio un sólo zapato color azul eléctrico estaba abandonado en medio de la sala dejándola con un signo de interrogación.

-¿Kukaku?- dijo suavemente, pero nadie respondió por lo que se dirigió a las habitaciones.

La puerta del dormitorio estaba entreabierta y la abrió. -¿Kukaku? Entonces fue cuando vio una pareja semidesnuda que retozaba en la cama deshecha.

-¿Yoruichi? -exclamó su prima incorporándose con los ojos llenos de sobresalto.

Apenada por lo que acababa de descubrir y en medio de la retirada, Yoruichi se quedó helada. Su atención se quedó fija en la cabeza masculina despeinada y rubia que se apoyaba en las almohadas. Cuando lo reconoció fue como si recibiera un puñetazo en el estómago y el corazón le dejara de latir.

-¡Oh, Cielos...! –exclamo Kisuke al tiempo que trataba de colocarse la ropa y salía de la cama.

-Kukaku estaba tratando de hacer lo mismo frenéticamente. -¿Por qué no estás en el trabajo? -gritó.

-Llamaste... dejaste un mensaje diciendo que viniera a casa -logró decir Yoruichi con voz entrecortada.

-¿Qué yo te llamé, dices? ¿Estás loca? Si te llamó alguien, puedes estar muy segura de que no fui ¡yo! –dijo Kukaku.

-¡Eres una desvergonzada, Kukaku! -exclamó Kisuke-. Me has metido en esto deliberadamente.

-¡No seas estúpido! -siseó Kukaku. Pero entonces miró maliciosamente a Yoruichi, que estaba retrocediendo para apoyarse en algo antes de que le fallaran las piernas.

-Pero yo ya te advertí que Kisuke estaba loco por mí, ¿no?- dijo Kukaku con una sonrisa.

-No... -fue a decir Kisuke, pero se quedó callado cuando se encontró con la mirada de dolor de Yoruichi. Se acercó a ella con los brazos extendidos. -Esto no ha pasado nunca antes, Yoruichi. ¡Te lo juro!

La morena se dio la vuelta y salió corriendo de allí. Casi se cayó en los últimos escalones del edificio. Las frenéticas llamadas de Kisuke le llegaban desde arriba. Una vez abajo se apoyó en una pared y trató de tranquilizar la alterada respiración.

Kukaku y Kisuke. Kisuke y Kukaku. Miró como atontada el anillo de compromiso que llevaba en el dedo y se le revolvió el estómago. A seis semanas de la boda... su prima y su novio. Era como si, de repente, el mundo se hubiera puesto cabeza abajo y ella estuviera cayendo libremente.

Estaba tan afectada que no podía ni pensar correctamente. Pero entonces recordó algunas conversaciones del pasado reciente.

-Kisuke te elige como elige sus camisas. ¡Tienes que tener buen aspecto en las cenas de la compañía! -le había dicho Kukaku-. Hace tres años, si yo hubiera levantado el dedo meñique, Kisuke habría venido corriendo. Realmente estaba loco por mí -le había dicho su prima saboreando cada una de sus palabras.

Una vez fuera del edificio vio su reflejo en el escaparate de una tienda. Era una chica morena de estatura normal, con el cabello violeta y que llevaba un traje de chaqueta azul marino con falda que terminaba debajo de las rodillas. No era competencia para una mujer alta blanca que, en su momento, hasta había salido en la portada de Vogue. Se sintió como si se estuviera muriendo, No sabía qué hacer, a dónde ir.

Un autobús se acercó a la parada que había a algunos metros y ella empezó a correr hacia el, se fijó de pasada en un hombre regordete que salía de una puerta cercana y él giró la cabeza tan de repente que la hizo preguntarse si realmente tendría tan mal aspecto como se sentía. No se dio cuenta de que el hombre la siguió con disimulo y se subió al mismo autobús.

-¿Es necesario que Kukaku sea Dama de honor? Mi madre no la soporta -le había dicho Kisuke un poco molesto en su momento-. Lo cierto es que ninguna chica decente se desnuda por dinero- había aclarado.

Con el mismo hombre siguiéndole los pasos sin que ella se diera cuenta, Yoruichi entró en el impresionante edificio de oficinas en Londres de Fong Industries.

Cuando la recepcionista del penúltimo piso la saludó, Yoruichi no la oyó. Era como si se estuviera moviendo con el piloto automático puesto. Entró en el espacioso despacho que compartía con Jūshirō Ukitake. Estaba completamente vacío. La esposa de Ukitake se había puesto de parto a media mañana.

El teléfono estaba sonando frenéticamente, así que se sentó y contestó.

-Soy Inoue Orihime. Quiero hablar con Soi -dijo una voz femenina.

-La Señorita Fong está reunida. Lo siento. ¿Quiere que...?

La actriz soltó una palabrota. -Me está mintiendo, ¿no?

Yoruichi llevaba mintiéndoles a las mujeres de Soi Fong desde hacía un año, que era el tiempo que llevaba trabajando para ella como secretaria. Soi Fong era muy poco accesible a sus amantes y conquistas durante las horas de trabajo y cuando una de ellas era apartada de la lista de chicas con las que salía regularmente, nunca más volvía a estar disponible. Lo de mentir iba con su trabajo, por mucho que le fastidiara a Yoruichi.

-¡Me mandó un brazalete de diamantes mientras estaba filmando en Hungría y entonces supe que todo había terminado! -dijo impulsivamente la actriz-. Ha encontrado a otra, ¿no?

-Estará mejor sin ella, señorita Inoue -dijo Yoruichi sin pensar-. Es una actriz maravillosa. ¡Está desperdiciada con una mujer sinuosa y devoradora de mujeres como Soi Fong!

Un silencio incrédulo se produjo al otro lado de la línea.

-¿Perdón? -dijo Orihime al cabo de un momento.

Yoruichi miró el auricular anonadada y consternada de lo que acababa de decir y colgó, estaba temblándole todo el cuerpo. Cielo Santo, ¿De verdad que había dicho eso? Se levantó, sintiéndose mal de nuevo. Una fuerte náusea la invadió y corrió al cuarto de baño sintiéndose increíblemente mal.

Diez minutos más tarde y todavía temblando como un flan, volvió a su oficina. El teléfono estaba sonando de nuevo y no dejaba de hacerlo, pero ella hizo caso omiso, se acercó al escritorio de Ukitake y sacó la botella de brandy que tenía siempre en el cajón inferior. Se sirvió una buena cantidad en una taza y se la bebió de golpe.

Tal vez eso le asentara el estómago. Kisuke y Kukaku. No podía dejar de pensar en ellos y deseó darse de cabezazos con las paredes, se sirvió otra taza de brandy y la bebió de la misma forma. Se sentía como si se fuera a volver loca. Se quitó el anillo del dedo, lo tiró en un cajón y lo cerró de golpe sentía que le quemaba.

El teléfono volvió a sonar y, esta vez, contestó. Desafortunadamente, era su tía, para hablarle de algo de la boda. Yoruichi se quedó helada mientras hablaba la madre de Kukaku. Luego respiró profundamente y dijo:

-¿Tía Janice? Lo siento, pero ya no va a haber boda. Kisuke y yo hemos roto. Aquello le pareció irreal hasta para sus propios oídos, una broma del peor gusto.

-No seas tonta, Yoruichi -dijo Janice Shiba-. ¿De qué me estás hablando?

-Kisuke y yo hemos roto. Lo siento mucho, pero hemos decidido que no podemos casarnos.

-Si has tenido alguna discusión tonta con él, te sugiero que lo arregles inmediatamente –le dijo su tía con voz helada-. ¡Kisuke almorzó ayer con nosotros y no pasaba nada!

Su tía colgó y Yoruichi se estremeció. La madre de Kukaku... ¿cómo podía haberle contado la verdad? Janice y Kanju Shiba le habían dado un hogar cuando murió su propia madre. Era mucho más fácil hacerle ver que Kisuke y ella habían cambiado de opinión. Las dos familias eran vecinas y amigas desde siempre. Se le hizo un gran nudo en la garganta. Kisuke, ¿amaba a Kukaku?

Recordó entonces las palabras de su ya ex novio. Ninguna mujer decente... Kukaku había posado desnuda en el famoso calendario de Fong Industries. Gio, el hermano menor de Soi, le había ofrecido a Yoruichi esa misma oportunidad, sin hacer caso de su incredulidad y vergüenza.

-Tú tienes algo que tu prima no tiene. Eres realmente sexy... y tienes mucha más clase. Gio se lo había dicho delante de un montón de gente en una fiesta de personal en navidad, provocando con ello muchísimos chistes a lo largo de los meses siguientes. En el mismo instante en que Gio la vio ruborizarse se dio cuenta de que había encontrado un verdadero blanco vivo y, cada vez que la veía, le ofrecía una suma fabulosa de dinero para que posara completamente desnuda.

No cabía duda de que él veía en ella lo que todo el mundo quería ver, pensó Yoruichi amargamente: una mujer que era lo más opuesto a su increíblemente hermosa y divertida prima. Recatada, tranquila, predecible, poco capaz de estimular a nadie.

Kukaku le había dado fama de ser una mojigata en el colegio, luego había revelado el hecho de que era el producto de un ligue veraniego de su madre con un americano.

Para escapar de toda esa presión, Yoruichi había dejado el colegio a los dieciséis años y se había metido en un curso de secretariado. Y ese no había sido precisamente su sueño. Pero Kisuke Urahara sí que lo había sido.

De repente, con una violencia que la sorprendió, Yoruichi odió todo lo de ella misma, su cuerpo, su personalidad, su forma de vestir. Era aburrida, risible en comparación con cualquier otra mujer de su edad. Chapada a la antigua, una ignorante en cuestiones de sexo, ansiosa por dejar de trabajar y transformarse en ama de casa y madre de familia; y todo eso con veintiséis años. Debería haber nacido un siglo antes, pensó amargamente.

Por fin, de reojo, vio que la puerta estaba abierta. Levantó lentamente la cabeza y la inundó el pánico, de forma que sus ojos de gata, color oro, se abrieron mucho, acentuando su rostro expresivo. Soi Fong estaba allí de pie, tan en silencio como un depredador al acecho. Y los dos teléfonos de su mesa estaban sonando sin que ella contestara. Ella debería haber estado en Roma esa tarde, no allí, en Londres, pensó la morena estúpidamente.

-¿Un descanso para el café? -le preguntó con una voz curiosamente tranquila.

Los teléfonos dejaron de sonar de repente, como si la encargada del conmutador los hubiera cortado en seco, dejándolos en un silencio repentino y profundo.

Ella la miró como atontada. Era una altura de más de metro Sesenta y un evidente sexapil. Cabello negro azulado, un perfil serio e inconmovible, ojos grises y un rostro exótico que denotaba sus rasgos orientales. Una mujer sexualmente devastadora con una presencia física sobrecogedora que pocas mujeres y hombres podían igualar. Y Yoruichi odiaba estar cerca de ella, la forma en que la miraba. La forma en que le hablaba. Si no hubiera necesitado tanto el dinero para pagar el departamento donde vivía, Yoruichi habría sacrificado el excelente salario y se habría ido a cualquier otra parte después de una semana de estar expuesta a los comentarios sarcásticos de Soi Fong. La hacía sentirse tremendamente incómoda. Como un espécimen curioso atrapado detrás de una vitrina en un museo.

-Termínese el café -dijo ella al tiempo que tomaba de la mesa la taza con el brandy y se la ofrecía.

¿Es que acaso no lo olía? ¿No se daba cuenta de que aquello no era un simple café? Evidentemente, no. Extendió la mano y se tomó el contenido de un trago.

-¿Dónde está Ukitake?- pregunto.

-Sigue en el hospital, con su esposa.- respondió rápidamente.

-Entonces, me temo que tendrá que ocupar usted su lugar.- dijo Soi.

-¿Su lugar? Inquirió la morena, seguramente nadie podría tomar el lugar de Ukitake. Jūshirō era el hombre más confiable y de confianza para Soi. El tipo más trabajador y ambicioso del mundo.

Le había dicho a ella misma que su primer matrimonio había fallado porque nunca estaba en casa. Y, en ese momento, si Soi Fong lo llamaba a su teléfono móvil, posiblemente dejaría a su esposa que se las arreglará a solas con el parto y vendría como un cohete.

-Nada demasiado difícil... relájese. Sólo quiero que se ocupe de un par de cartas- aclaro Soi.

Yoruichi tomó papel y lápiz y entraron en el despacho de ella, aunque seguía sintiéndose como en una especie de nube, sin contar que estaba comenzando a sentir los efectos del brandy.

-Siéntese, Yoruichi.- dijo su jefa.

De repente la morena se sintió aterrorizada, si ella se diera cuenta del estado en que se encontraba. Haberse emborrachado de repente no le estaba sentando nada bien. En presencia de esa mujer parecía incluso una locura y que ella lo descubriera podría ser espantoso. Un poco desorientada, miró a su alrededor y se dio cuenta de que Soi estaba de pie, muy cerca de ella.

Las manos le temblaron y se obligó a controlarlas apretándolas contra el cuaderno. Soi no se sentó, sino que se dirigió a los grandes ventanales y la miró.

-¿Empezamos?- dijo suavemente.

Normalmente ella no pedía permiso. Insegura, Yoruichi asintió y ella empezó a dictar despacio y haciendo largas pausas, pero a la morena seguía resultándole imposible mantener quieta la mente.

La sorpresa estaba cediendo su sitio a la realidad. ¿Desde hacía cuánto que Kisuke la estaba engañando con Kukaku? Recordó la botella de vino en el salón, las copas a la mitad en el dormitorio. Un encuentro cuidadosamente preparado a la hora del almuerzo, cuando ella debería haber estado trabajando.

-¿Lo tiene todo?- pregunto Soi Fong.

La página que tenía bajo los dedos estaba en blanco. La morena se limitó a cerrar los ojos brevemente, deseando encontrar calma y control.

-No importa, Yoruichi, esta carta no es importante.

La suavidad en la voz de Soi Fong la sorprendió. Levantó la mirada lentamente y se encontró con los ojos grises brillantes de ella, extrañándose por la sinceridad que vio en ellos. Estaba apoyada en el borde de su escritorio, demasiado cerca para su comodidad. Extendió un brazo y le quitó el cuaderno de entre los dedos, dejándolo a un lado con todo cuidado.

-Algo le está afectando...- cuestiono suavemente.

-No...

-No lleva su anillo- apunto ella.

Yoruichi se puso pálida y el lápiz que tenía entre los dedos se rompió ante la presión de ella.

-Es algo evidente -murmuró Soi de la misma manera sorprendentemente amable, que nunca antes le había oído utilizar-. Tengo entendido que esta mañana ha recibido una llamada urgente para que volviera a su casa. ¿Qué ha pasado?

A Yoruichi le sorprendió descubrir que quería contárselo, soltar todo el veneno que tenía dentro, pero se mordió la lengua.

-¿Preferiría tomarse el resto del día libre?- pregunto Soi.

-No...- respondió rápidamente, Kukaku podía estar esperándola y todavía no estaba preparada para ese encuentro.

-¿Por qué no?- volvió a cuestionar Soi Fong.

-He encontrado a mi novio en la cama con mi prima.-Tan pronto como soltó eso no se pudo creer que lo hubiera dicho en realidad y, mucho menos a esa mujer.

-Ha tenido suerte.- espeto rápidamente.

-¿Suerte?- dijo ella con molestia.

-Piense que hubiera sido mucho peor si lo hubiera descubierto después de la boda.- aclaro ella.

-Ahora no va a haber tal boda.- siseo la morena.

-Por supuesto que no. Ninguna mujer podría perdonar semejante traición, ¿verdad? Después de todo. ¿Cómo iba a poder confiar de nuevo en él? ¿O en ella?

Yoruichi no dijo nada, así que Soi insistió:

-¿Estaba pensando en darle otra oportunidad? -le preguntó ella como incrédula.

-No -murmuró Yoruichi, estaba segura de que nunca más sería capaz de confiar en Kisuke. Pero seguía sin creerse que realmente estuviera teniendo esa conversación con Soi Fong, que no era precisamente famosa por su preocupación y benevolente interés en los problemas personales de sus empleados. Lo que era más, el credo de la empresa era que los mejores empleados se dejaban su vida personal antes de entrar por la puerta y nunca, nunca, permitían que sus problemas personales interfirieran en su trabajo.

-¿Por qué me está hablando así? -susurró ella.

-¿Tiene alguien en quién confiar?- pregunto Soi.

Era como si ella supiera, pensó Yoruichi tratando de tragar saliva. Pero no podía ser. ¿Cómo iba a saber ella lo sola que se encontraba ahora? No podía apoyarse en los padres de Kukaku y no tenía más familia que esa, ni amigos que no lo fueran también de Kisuke.

-No, pero...- replico ella.

-Le prometo que nada de lo que me haya dicho saldrá de aquí -dijo Soi mirándola fijamente, pero ya no era una mirada cortante ni fría, ni siquiera irónica.

-Es usted tan... amable.- Yoruichi dijo eso con voz temblorosa, tratando de ocultar su desconfianza, ya que esa era una parte de su carácter que nunca había pensado ver, que ni había soñado que existiera en esa mujer.

-Ha tenido una experiencia traumática y, naturalmente, me preocupa.- dijo Soi.

-Gracias, pero no necesito su lástima.

-Lo último que usted inspira es lástima -respondió Soi, sonriendo-. Debería estar celebrando su libertad. La vida es demasiado corta como para andar con tristezas y remordimientos, Ya ha desperdiciado dos años de ella con ese vendedor. El futuro puede ofrecerle posibilidades mucho más entretenidas.

-¿Cómo sabe que Kisuke es vendedor?

-¿No lo es?- dijo Soi con un movimiento de su mano- Lo parece.

Aquello despertó algo en el instinto de la morena.

-Vive con su prima, ¿no? –inquirió ella.

Yoruichi cada vez estaba más desconcertada por todo lo que sabía esa mujer y, tal vez se le notó, porque ella añadió: -Me lo contó Gio.

-Sí.- respondió Yoruichi y recordó entonces que el hermano menor de Soi había ido varias veces a su casa mientras había durado su corto romance con su prima.

-Naturalmente, no quiere volver a su casa en estos momentos -murmuró Soi y le dejó unas llaves en el regazo-. Puede utilizar el apartamento de la compañía hasta que encuentre otro sitio.

Incluso en el estado en que se encontraba, a Yoruichi le extrañó esa proposición. El apartamento era un lugar que era utilizado sólo por los miembros de la familia y de vez en cuando, por sus amigos.

-No puedo...- dijo con suavidad y confusión.

-¿A dónde más puede ir?- espeto Soi.

La morena tomó las llaves para devolvérselas, pero pensó en la humillación que sería tener que tratar con su prima en esos momentos, así que la miró a los ojos.

-Se lo agradezco mucho.- dijo suavemente.

-Eso es un buen principio. Tengo una cena con fiesta esta noche. ¿Por qué no viene conmigo? No debería quedarse sola ahora y quizá sería bueno distraerse.

A Yoruichi se le escapó una risa nerviosa. ¿Una fiesta? ¿Se creía que estaba de humor como para fiestas? ¿Estaba loca o solamente era incapaz de comprender la inmensidad de lo que le había pasado ese día a ella?

-Estaré bien.- dijo la morena.

-La llamaré más tarde. Haré que la recoja un coche a las siete -le dijo ella como haciendo caso omiso de lo que la morena había dicho.

Yoruichi trató de encontrar una excusa. -No tengo nada...

-Le compraré un vestido. No hay problema- dijo Soi-. Ni se le ocurra pensar en algo tan trivial.

-Pero yo...

Unas manos fuertes y delgadas le tomaron las suyas, haciéndola levantarse gentilmente. Luego la dirigió hacia la puerta como si fuera una muñeca.

-Suba al apartamento y acuéstese un rato. Trate de pensar de forma optimista; en cosas alegres. Sonría...

Mientras le decía eso, le rozó el labio inferior con un dedo. Ese leve contacto le pareció a ella extrañamente relajante.

Como en un sueño, Yoruichi la miró a los ojos.

-Señorita Fong...

-¡Soi... por favor! –exclamó soltándola. Yoruichi casi se cayó entonces y la vio dirigirse al teléfono, que ni había oído sonar.

Ella descolgó y, mirándola, repitió: Sube al apartamento y descansa.

Yoruichi retrocedió lentamente y volvió a su despacho para recoger el bolso. Le empezaba a doler la se quitó las horquillas que le sujetaban el cabello y se lo soltó. El teléfono de su escritorio empezó a sonar. Dudó por un momento, pero descolgó.

-¿Yoruichi? -le preguntó Ukitake impacientemente-. ¿Dónde has estado?

-Estaba...-intento ella de responder pero el hombre la interrumpió rápidamente.

-Mira, necesito que me hagas un favor. Soi me dijo que le llevara ayer unos papeles a Gio para que los firmara, pero se me olvidó hacerlo. Están en el cajón de arriba y a la derecha de mi escritorio. Toma un taxi y llévaselos a su estudio antes de que Soi pregunte por ellos. ¿De acuerdo?

Yoruichi respiró profundamente y luego suspiró. -De acuerdo.

-Eres un ángel. Espero que tu sustituto sea, por lo menos, la mitad de servicial y eficiente que tú.

El recuerdo de que ya estaba terminando su contrato la sacudió fuertemente cuando se subió al taxi. Dentro de poco tiempo iba a tener un buen problema. Su sucesor ya había sido elegido y tomaría su puesto muy pronto. Kisuke no había querido que su esposa trabajara. Y no tenía ningún ahorro. Se había gastado todo su salario en renovar y amueblar la casa estilo victoriano que Kisuke había comprado, sin contar todo el tiempo que le había dedicado a ese proyecto.

Entonces empezó a enfadarse. Hacía tres años que había visto a Kisuke perseguir a su prima sin éxito. Su prima tomaba las cosas sólo por el placer de hacerlo. Durante todos los años que había vivido en casa de los Shiba, había recibido esa lección una y otra vez. Cualquier cosa que hubiera sido lo suficientemente tonta como para valorar, inevitablemente se la había terminado por arrebatar su prima. Pero esta vez no había sido un juguete o un recuerdo sentimental; había sido el hombre al que amaba.

Yoruichi había estado varias veces antes en el estudio fotográfico de Gio Fong. La zona de recepción estaba increíblemente llena de gente y se abrió paso entre todos hasta el estudio en sí.

Gio estaba tumbado en un sillón dentro de un cegador círculo de luces en el estudio vacío. Parecía medio dormido, pero sonrió inmediatamente cuando vio que se le acercaba Yoruichi.

-Vaya, ¿a qué debo este honor? No me digas que, por fin, te has decidido a aceptar mi oferta. Miss Diciembre, con botas rojas y un ramo de bayas rojas en la mano. ¿Qué opinas?- preguntó sonriente.

Yoruichi apretó los dientes cuando notó como le ardían las mejillas. No estaba de humor para soportar las bromas de Gio. Así que apartó la mirada y le ofreció los papeles. -Tienes que firmar estos documentos.

Gio se rió de repente.

-¿Qué te parece tan divertido?- cuestiono ella.

-Es un chiste privado.- dijo el casi sin importancia.

-¡Si es sobre mí no es privado!- espeto ella.

Gio la miró y parecía de lo más divertido. -Hay un precio- dijo él.

-¿Un precio?- Pregunto ella confundida.

Gio volvió a reírse.-Dime algo antes, ¿no has caído nunca en los brazos de mi hermana?

-¿Perdón?- dijo la morena confusa.

-Soi es una mujer muy atractiva, tanto que afecta a todas las mujeres y hombres. Si no fuera mi hermana, la odiaría.- dijo con una sonrisa-Vamos, me lo puedes contar... Si no fuera por amor verdadero, le habrías dado un revolcón, ¿no?- Yoruichi no acababa de entender y lo miraba confusa.

Ya conoces esa película, Una Proposición Indecente. En ella Robert Redford paga un millón de dólares por pasar una noche con Demi Moore. Tú también puedes haber hecho tu fortuna...- dijo el con total naturalidad.

-No entiendo.- dijo la morena, pero era mentira, lo que pasaba era que no podía creerse lo que estaba diciendo Gio.

-¿Me estás diciendo que ni siquiera te has dado cuenta?- jajaja rio estrepitosamente- ¿O, acaso Soi nunca ha intentado tenerte en sus brazos?

-Si estás tratando de indicar que tu hermana se siente atraída por mí, te equivocas- dijo la morena con incredulidad.

-¿No pagaría acaso un millón de Euros? Mira, podría hacerlo sin problema- se quedó pensando y luego dijo-. No, la suma que he oído eran dos millones. Creo que Soi diría que un millón es poco.

La cabeza le estaba empezando a dar vueltas de nuevo a Yoruichi, más cuando hacia tanto calor bajo los focos que no se podía concentrar completamente.

-Esta conversación es de muy mal gusto, Gio.

-Así que entérate, Soi quiere tener una aventura contigo... ¿es acaso eso un crimen? La lujuria hace que el mundo gire princesa.

¿Soi Fong quería meterse en la cama con ella? Yoruichi no se lo podía creer.

Gio agitó la cabeza lentamente. -Realmente no lo sabías, ¿verdad? El amor es realmente ciego. Y más bien idiota. Pero, no dejes que se te ablande el corazón con ella. Recuérdate que no te gusta y mantenlo muy claro, como lo has hecho hasta ahora. Cásate con tu vendedor de seguros y vive felizmente para siempre.- le dijo Gio, luego empezó a firmar los papeles mientras ella se quedaba atontada de nuevo.

¿Soi Fong la deseaba? Aquello era una gran tontería. Una broma de Gio, sin duda otro ejemplo de su desagradable sentido del humor.

El calor la estaba sofocando y, con el sudor, la blusa se le pegaba al cuerpo. Se quitó la chaqueta y respiró profundamente. Dos millones de Euros... Deseó ponerse a reír como una histérica. Era tan ridículo...

-Ya sabes que casarse es muy caro -murmuró Gio, observándola con ojos fascinados cuando la chaqueta se le escurrió entre los dedos y cayó al suelo-. ¿Por qué no reconsideras mi oferta? Nadie más lo sabrá. No publicaría las fotos. Sería tu secreto... y el mío.

Cuando Yoruichi intentó enfocarlo con la mirada, de repente hubo una conmoción detrás de los focos. Una serie de palabrotas que le retumbó en los oídos. Un puño golpeó a Gio en el hombro, lo suficientemente fuerte como para hacerlo caer hacia atrás y, de repente, Soi apareció a la luz, insultando y golpeando a su hermano en el hombro hasta obligarle a retroceder. Era como un boxeador jugando con un adversario más débil.

Muy pálido, Gio busco esconderse detrás de Yoruichi.

-Yoruichi... detenla antes de que mate a alguien- espeto Gio.

Bueno este es el comienzo y espero disfruten de esta historia, deseo que sea de su agrado y que me dejen comentarios ...igual espero nos leamos pronto.