Sangre. Sangre tiñendo de rojo el agua de mi tina. Es una simple cortadura, pero para haber alcanzado las venas en mi muñeca es suficiente. No dejé de pensar en la insana ironía de que a mis dieciocho años, luego de pasar mi adolescencia luchando en nombre del amor por preservar la vida, sea yo misma quien acabe con la mía. Las cortadas no duelen, pero el melancólico latir de mi corazón, sí. Ése ritmo lento y apesadumbrado, del infame órgano dentro de mi pecho, hiere mi alma y mi mente. Aunque sigo consciente de que estoy siendo manipulada por mis emociones, llevo demasiado tiempo luchando contra su vasallaje, pero a la final me he dejado dominar.

"Usagi" dejo salir lastimosamente de mis labios. Por ella es que estoy haciendo esto. Mas no la culpa, ella ni siquiera sabe lo que he sufrido o sentido. Vive feliz con su príncipe, su hija, y ahora su nieta, en una vida de ensueño en su próspero reino lunar. Tampoco a ellos les guardo rencor, porque sería injusto odiar lo que ella más ama, y sin embargo, no puedo dejar de envidiarlos.

Peleamos juntas, ella siempre como líder, aunque no lo haya parecido casi nunca por su falta de concentración en esos momentos difíciles, pero aquello sólo me cautivaba más. Y me llevo buenos recuerdos de esta vida que segundo a segundo, yo misma estoy opacando en un celaje difuso. Pero no quiero sentir más agonía cada vez que la veo con sus gemas azules enfocadas en otra persona, sin poder hacer nada y poner en riesgo su felicidad.

Las burbujas en mi baño se vuelven escarlatas, dejando una mancha circular al chocar contra una de las paredes o el piso, dando un hermoso estampado a la cerámica de tonos naranja. No puedo verme, pero sé que comienzo a palidecer, aquí, en mi mejor y último performance, aunque mi piel y cabellos se hayan ensuciado con el colorido fluido que dejo salir a libre albedrío de mi cuerpo. Sólo otro artista podría llegar a entender y apreciar la belleza y complejidad de esta obra. Es la manifestación de mis sentimientos y estoy orgullosa de ello.

Quiero morir sonriendo, porque me siento feliz y no quiero que la última vez que alguien, sea quien sea, me vea, recuerde con pena mi rostro. Como actriz, sé maquillar mis emociones, y lo hacía siempre que intentaba buscar sentimientos similares en otra persona. Quizá por eso tenía tantas citas. Pero el recuerdo de esos momentos es sustituido demasiado pronto por esos cabellos dorados como los míos, aquellos ojos brillantes donde se presencia el cielo diurno y las estrellas al mismo tiempo, y la piel más suave y nívea que haya tenido princesa alguna, dejando en mi un vacío que me carcome y me llena del caos que se apodera de mi alma.

Nunca conocerás la razón de mi suicidio. Sólo lo hago por ti, Usagi. Yo pago únicamente las consecuencias de amarte demasiado: el frío que cubre mi cuerpo, el aire que no llega a mis pulmones, la luz que no volverán a ver mis ojos, y todos los sentimientos que mi corazón ya no podrá experimentar.