.


Ain't afraid to die.


Supersons.

.

Ojos azules como el cielo, cabellos negros como el ébano. Rex había aprendido todo de él, sus gustos y disgustos, los pequeños gestos, las miradas furtivas y las encantadoras sonrisas.

No podía decir desde cuando había comenzado a acosarlo (porque era consciente de que la atención que dedicaba a él iba más allá de la que demandaba su trabajo).

Jonathan Kent pasó de convertirse en un oponente al cual derrotar a un objetivo al cual engatusar, por ello sabía de sus desventajas, la súper fuerza, la visión de calor, ese estúpido chico que nunca lo dejaba de acompañar.

Diseñó su estrategia.

Distraerlos a ambos, hacer que se separaran era el primer paso, luego se ocuparía del murciélago e iría por él.

.

Moría por conocerlo, por finalmente poseerlo y sucedió, en menos de lo que dura un parpadeo.

Reunió a sus secuaces y los venció.

.

—Ah...

Había escuchado que sus cabellos eran tan duros como el acero pero gracias a la kriptonita dorada se volvieron suaves y delicados como los de un felino, la pálida piel también, tersa y maleable. Superboy tembló de cabeza a pies y dejó escapar el aire en cuanto posó sus dígitos en él. Su compañero de armas siseaba a un lado como un salvaje, era claro que temía por su amigo debido a la obsesión que veía refleja en sus ojos.

El ardor, la locura, no eran otra cosa más que pasión.

Rex haría que Jonathan lo entendiera y es así que se lo llevó.

No le importaba lo que hicieran con Robin, Joker tenía planes para él también, escuchó sobre navajas que destilan sangre y labios que se llenan de carne, no le impresionó.

.

La dominación mundial no era su objetivo en realidad.

Todos estaban aburridos, buscaban un reto, una presa, una noche como ninguna otra. Dejó al inconsciente chico que se desmayó tras el impacto de sus puños tendido en la mullida y amplia cama de su habitación.

¿Comenzaría despojándolo de sus ropas o quizás, fuera mejor despertarlo con una sonata?

.

.

.

Jonathan escuchó las notas de piano ascender desde lo más bajo. No recordaba mucho de lo que había pasado, le dolía el cuerpo como nunca antes y además de eso se sentía totalmente ajeno, arrebatado, un extraño.

Evocó el resplandor de la kriptonita dorada, sabía de sus efectos pero ni en sus mas locos desvelos los había experimentado. Ese mareo, ese vacío en el estómago, esa ausencia de su sustancia y de todo lo que era él.

Entró en pánico y reprimió el impulso, las ganas que tenía de llorar.

Las notas de Beethoven parecían acompañarlo, entenderlo, quiso saber quien las entonaba y aunque en primera instancia pensó en Damian supo que él, no lo consolaría jamás.

Tampoco permitiría que le arrebataran sus poderes o lo secuestraran, era su mejor amigo, él mismo se lo dijo. Si no estaba ahí, es porque era presa de sus propias cadenas, su propio designio...

.

Un villano como ninguno otro.

Abrió sus ojos con temor y la sensación de pánico se incrementó.

La habitación era grande, elegante y suntuosa, sumamente adulta, él estaba atado a los barrotes de la cama por cuerdas de nylon que si bien, no lastimaban, tampoco liberaban. Pensó en su padre, dedicó una oración completa a su padre, a sabiendas de que él tampoco estaba.

Superman y Batman se encontraban en otra encomienda, demasiado lejos de ahí, de lo que sea que hicieran con él.

.

Damian ya se lo había advertido, sólo era un niño, un estúpido niño de diez años de edad y era demasiado lindo, tierno, virginal y frágil... Dios, cuando realizó los últimos calificativos él exclamó que tuviera un poco más de tacto.

"No todos eran criados en una comuna de bárbaros" Wayne espetó que al menos esa comuna lo había preparado para saber "qué esperar de un bárbaro"

Oh, jodido infierno.

.

¿Por qué a él?

¿Por qué así?

Siempre soñó con estar enamorado, apasionado, entregado, no atado a la cama de un extraño.

.

¿Por qué su captor seguía tocando como si no ocurriera nada malo?

.

.

.

—¿Despertaste? —preguntó Rex con suave tono de voz. No quería alterarlo aunque no faltaba más que verlo por el rabillo del ojo para saber que estaba totalmente aterrorizado.

¿Qué creía que le iba a hacer?

¿Qué de todo lo que había soñado, es lo que realmente le iba a hacer?

Aún no lo decidía y es por eso que seguía tocando, pasó de los clásicos terrestres a una composición personal.

"Ain't afraid to die"

No tengas miedo a la muerte, era un mensaje encubierto tan cruel y melancólico que para alguien como él, para la situación en que se encontraba aquel, resultaba totalmente que perfecto.

Kent intentó forcejear contra sus ataduras, aún se veía pálido y sus labios permanecían rotos por la acción de sus manos, quizás se excedió en su trato o tal vez no.

Se disculpó.

—Lamento las cuerdas pero comprenderás que no puedo dejarte escapar.

—¿Por qué...? —preguntó su gatito, los ojos húmedos de llanto, la voz temblando.

.

Decidió acercarse para tranquilizarlo.

.

Una flor en su mano, de las que no crecían en la tierra, ni en kriptón, eran originarias de su planeta natal, el mismo que comenzó a enviarle las imágenes de él.

Cabellos negros, ojos azules, sonrisa de ensueño sin un atisbo de duda o temor.

Cuando sus camaradas insistieron en sondear otros planetas, jamás imaginó lo que encontró.

El tesoro escondido, la fruta prohibida, aquellos que estaban destinados a destruirlos o por el contrario, completarlos.

Jonathan Kent era su fuego eterno, el otro extremo de su hilo, el que tenía por prometido.

El chico que se debatía como un loco en su cama, obviamente no estaba enterado de esta ultima parte porque su historia abruptamente cambió.

.

Él no debería vivir en esta Tierra pero era aquí dónde se quedó.

Acarició su mejilla diestra con los pétalos de la blanca flor, símbolo de la pureza y de la espera.

¿Cuántas vidas?

¿Cuántas historias?

¿Cuántos intentos que inconscientemente replicaban los mayores?

Lex Luthor y Clark Kent decidieron odiarse en esta dimensión, pero él sabía que existían otros mundos, otras vidas en las que terminaron por amarse.

¿Jonathan y él podrían hacerlo?

¿Qué tal si lo motivaba con la gema rosada del anillo en su mano izquierda?

.

.

.

Kriptonita rosa.

Ya estaba haciendo efecto en el menor, podía ver cómo sus pupilas se dilataban y su respiración aceleraba.

No quería corromperlo, tampoco dañarlo, quería trabajarlo, convencerlo, enamorarlo. Por eso es que después de aquella inocente caricia, subió a la cama y se apostó a horcajadas sobre él.

Kent separó los labios, luchando por retener la mayor cantidad de aire posible o no comenzar a gritar. El resto de su cuerpo se tensó, él no agregó ninguna otra palabra aunque quedó una cuestión flotando en el aire.

—¿Qué vas a hacer conmigo...? —preguntó el muchachito cuyas reacciones apenas si podía controlar, las mejillas ruborizadas, los ojos húmedos de llanto, su pecho subiendo y bajando.

Él se aproximó de nuevo y posó un beso en sus labios.

Un contacto ambicioso, en absoluto casto. Superboy siseó aterrorizado, jadeo como un animal herido, luchó por espacio de algunos segundos y después de que sus mejillas se llenaran de llanto, se venció.

.

¿Sería por la kriptonita rosa? ¿O por fin comprendió lo que sentía? No se molestó en preguntar, estaba absorto en su juvenil belleza, los ojos cerrados, las pestañas húmedas de llanto como el pasto por el rocío de la mañana.

Una de sus manos, (la que no estaba decorada por la joya) bajó por su cuerpo, abriendo el cierre de su chaqueta y después posándose en su entrepierna.

Comprendía que su tierna flor aún estaba en botón, era demasiado pequeño, inexperto, él no quería forzarlo. Al menos no en este momento, tan solo deseaba compartirle su calor, hacerle saber cual era su final intención.

El placer de palpar su sexo y apretar su nutrida faz le duró un ínfimo, pues de pronto la pared lateral explotó.

Una bestia roja se abalanzó contra él, Robin descendió de la misma y procedió a liberar al menor. Jonathan dió la impresión de no saber lo que estaba pasando, su rostro tan pálido como el papel, las lágrimas tan transparentes que dolían, luego de ver liberados sus miembros le gritó a la bestia, que no lo matara. Robin preguntó si estaba loco, Superboy respondió que no quería perder el tiempo en eso.

Necesitaba que él y Goliath lo sacaran ya.

El pajarito (que ahora que prestaba atención) estaba bañado en sangre casi en su totalidad comprendió la orden y silbó a su mascota para que regresara, ambos subieron a el y desaparecieron en un parpadeo.

No le importó.

Lo principal lo efectuó.

Besó sus labios, entró en su mente y corazón, acarició su cuerpo.


.

.

.

Superboy no quiso que lo llevara ni a la base submarina o a su casa, le rogó a Goliath que volara lo más alto que pudiera y la idea le pareció estúpida porque ya era de noche pero aún así.

La luna reflejaba la luz del sol.

No sabía si estaba recuperando sus poderes o si quería charlar de lo que le estaba haciendo ese villano.

Todo lo que él alcanzó a ver, fue la habitación típica de un hotel, le impresionó que hasta en eso el alienígena copiara al multimillonario, pero bueno, su versión del Joker lo había llevado a un circo.

A la casa de los espejos para ser más específicos y él le arrancó la sonrisa del rostro.

Rompió sus juramentos, faltó a la palabra que había dado a su padre y es que necesitaba hacerlo porque había visto en la mirada de ese loco, lo que pensaba hacerle a Jon.

Su amigo era demasiado lindo, tierno y prohibido. Lo que le encantaba a los chicos nefastos como él, pues representaba todo lo que no podían ser.

Se lo advirtió a su padre cuando empezó con esta charada de los Supersons.

"—Es sólo un niño"

"—Tú también eres un niño"

"—Tt... Engáñate todo lo que quieras, pero ambos sabemos que no lo soy"

.

.

.

De vuelta a dónde estaban, Jonathan se aferró a la espalda de Goliath y rompió a llorar todo el vuelo a lo alto hasta que esa necesidad fue reemplazada por sus ganas de vomitar. El peludo los dejó en la cima de un peñazco, había una playa a lo bajo, el aire que los golpeaba era salino y las olas rompían contra las duras rocas.

En lo que Kent vaciaba el estómago, él buscó unos analgésicos en los compartimentos de su cinturón. Se los ofreció y como es natural, su amigo se ofendió.

.

—¿Ah...ahora crees que necesitas drogarme?

—No son drogas, sirven para las nauseas.

—¿Y desde cuando te recibiste de médico?

—No lo soy, solo intento...

—Sé lo que intentas. —respondió y le arrebató las pastillas para tragárselas de un golpe, acto seguido se dejó caer de espaldas al pasto. Supuso que estaba trastornado, traumatizado. —¿Y cómo no iba a estarlo?— Si había visto cómo lo besaba ese extraño, cómo sus manos se detenían, una a la altura del corazón y la otra sobre su entrepierna. Como Jon no podía defenderse porque estaba atado, cómo temblaba su cuerpo y lloriqueaba como el más puro de los ángeles al momento de ser liberado.

Intentó restarle importancia al asunto, a pesar de que la sangre en sus ropas seguía manando.

—No se lo diremos a nadie.

—¿Qué...?

—Ni que yo asesiné a ese sujeto o que a ti te besó y manoseó ese hombre.

—¿Lo mataste para salvarme? —preguntó sin mirarlo a los ojos. Había cubierto su rostro con el antebrazo diestro, el izquierdo permanecía en su vientre, demasiado cerca de su entrepierna, quizás intentaba entender si le daba asco o quería manosearse un rato.

—Lo maté porque no tenía opción. ¿Cuál es tu excusa?

—¿Perdón...?

—Pudiste morderlo, sangrarlo.

—¡Estaba...!—Jon se levantó y lo miró a los ojos con odio y repulsión.

—Aterrorizado, ya lo sé. Pero a la próxima...

—¡No habrá una próxima! —gritó enloquecido pero algo en sus ojos le dijo que mintió.

Si analizaba más fríamente la situación, podría decir que Kent se entregaba a ese beso, ya fuera por un momento de vacilación o fascinación, él se entregó.

No por nada temió por la condición de Luthor y a su manera, lo protegió.

—De acuerdo, pero si sucediera. Sólo si sucediera, tú y yo vamos a entrenar tu patético cuerpo.

—¿¡QUÉ!?—chilló de nuevo y en esta ocasión hasta lo tomó por las solapas de la ropa, él ni se inmutó.

—Confías demasiado en tus habilidades especiales, tienes que romper huesos y quijadas con o sin ellas. ¿Quedó claro?

—Bastante claro. —Jonathan lo liberó y él se dejó caer sobre el pasto. Kent le hizo saber que sus poderes ya estaban regresando, a él no le pareció relevante ese dato.

—Hueles a sangre. —y tú olerías a sexo sucio y obsceno— pensó para sus adentros pero no lo pronunció.

—Estoy bien, tomaré una ducha mañana o en otros dos o tres días.

—Gracias por volver.

—Para eso están los amigos.

—¿Te quedarías conmigo toda la noche?

—¿Qué soy, tu madre? —se quejó pero no se movió cuando el otro se acurrucó junto a él. Supuso que no querría sucumbir a las pesadillas y aterrorizar a Lois, sentirse vulnerable, estar solo por si ese loco decidía irrumpir una vez más en su vida.

—Solo déjame estar así un momento. —le dijo que sí, cerrando los ojos, renegando de su propio momento erótico.

.

.

.


Continuará...