Aquí va la nueva historia. ¿Qué nuevas aventuras les esperan a los dos príncipes del Bosque Negro?
Capítulo 1
Era el invierno más frío que recordaba, pero el príncipe de cabellos dorados del Gran Bosque Verde parecía ajeno a la temperatura mientras le indicaba a su montura que avanzara más deprisa. Quería terminar su misión y volver con su esposa lo antes posible. La condición actual de Marwana era delicada por el temprano embarazo y no le gustaba estar lejos de ella.
El gran caballo blanco trotaba con elegancia sobre la nieve, dirigido por las hábiles manos de su amo y el príncipe miraba a su alrededor en busca del árbol que, según decían, estaba cerca de la frontera de Dol Guldur.
Casi había perdido la esperanza de encontrarlo después de un día completo de búsqueda y cada vez se sentía más desesperado. Marwana será tan infeliz si no consigo el fruto…, pensó, desalentado.
Pero entonces sus ojos azules se iluminaron al ver la vegetación que estaba en la base de una colina cubierta de nieve. Había reconocido de inmediato el pequeño árbol que se alzaba con orgullo entre los demás setos. No tenía hojas, pero estaba lleno con una docena de frutos que colgaban de sus delgadas ramas.
Desmontó y se precipitó hacia adelante, alargando la mano para tocar uno de los frutos rojos y maduros.
"Granadas" –dijo sin aliento por el alivio y la alegría de haber terminado su búsqueda. Sin más preámbulos, arrancó el fruto y lo metió en la bolsa que llevaba colgada al hombro.
Y entonces, el suelo tembló.
El príncipe se sobresaltó y corrió hacia su montura. El viento tomó velocidad a su alrededor, sacudiendo su capa y el pelo. Pensando que estaba a punto de empezar una tormenta, se dispuso a subir a su caballo.
Pero entonces algo apareció en la base del árbol de granadas.
Se quedó mirando, con los ojos como platos, cómo la aparición cobraba la forma de una dama muy hermosa. Su cabello era tan rojo como las granadas maduras y toda su ropa era escarlata, lo que acentuaba su piel de alabastro. Ojos negros como el carbón le desvolvieron la mirada al príncipe, llenos de ira y malicia.
"¡Cómo te atreves! –exclamó-. ¡¿Cómo te atreves a coger lo que es mío sin mi consentimiento?!"
Las rodillas del príncipe temblaron un poco de miedo y culpa- Sabía que acababa de cometer un terrible error. Le había dicho que pidiera permiso antes de coger la fruta, pero se había olvidado al no ver a nadie.
"Perdóneme, mi señora. No sabía a quién tenía que pedirle permiso."
"¡A mí, la señora Zuïlean, diosa de la granada de invierno! ¡Deberías haberme llamado antes de coger la fruta! ¡Ahora no te permitiré irte!"
Mientras hablaba, una gruesa pared de hielo se levantó de repente a su alrededor, aislando al príncipe del mundo exterior y bloqueándole su camino a casa. No pudo evitar temblar al recordar las historias de elfos desaparecidos durante el invierno. Así que desaparecían por esto. Habrán tomado la fruta sin su aprobación, igual que yo.
Pasando la mano por el cuello de su caballo para calmarlo, el príncipe tomó una respiración profunda y le habló.
"Mi señora, soy Thranduil, hijo del rey Oropher del reino de Greenwood. No quería faltarle al respeto. Me equivoqué al tomar la fruta sin su permiso, pero estaba preocupado por mi esposa que me espera en casa. El fruto es para ella. Verás, tiene dos meses de embarazo y quería una granada de invierno. Por favor, mi señora, le pido que me libere y me permita llevarle este fruto."
Zuïlean lo miró con los ojos entrecerrados, pensando.
"¿Dices que tu esposa está embarazada? ¡Esas frutas son como mis propios hijos!"
Thranduil palideció cada vez más mientras ella gritaba. ¡Dios mío! No me va a dejar ir. ¡Pero necesito volver con Marwana!
Thranduil era un orgulloso príncipe. Casi nunca había rogado en sus 3000 años de vida. Pero estaba a punto de volver a hacerlo por segunda vez en un día.
"Le pido perdón desde lo más profundo de mi corazón, mi señora. He cometido un error y merezco su ira. Pero por favor, déjeme volver con mi esposa. Temo por ella si no vuelvo."
Se produjo un largo silencio en el que Thranduil esperó con ansiedad la respuesta de Zuïlean. Cuando habló, su voz seguía siendo fría.
"Muy bien. Te irás… ¡pero con una condición!"
Con un escalofrío de miedo, Thranduil preguntó.
"¿Cuál?"
"¡Cuando el niño nazca, quiero que me lo traigas!"
Los ojos de Thranduil se abrieron como platos.
"Pero… pero…"
"¡O eso o te quedarás aquí para siempre! ¿Qué eliges?"
¿Darle a mi hijo? Thranduil estaba tan consternado que no pudo decir nada durante un minuto. La miró, sin saber qué hacer.
"¿Quieres a… mi hijo?"
"Sí, Thranduil. Tu hijo a cambio del mío –con un movimiento de su mano, la pared de hielo se derrumbó-. Ahora vete. Y tráeme a tu hijo, Thranduil hijo de Oropher. ¿Tengo tu palabra?"
Él sacudió la cabeza con disgusto. ¡No puedo prometer eso! ¡No puedo!
"Mi señora, por favor. ¡Lo que me pides es imposible!"
Ella pareció crecer cada vez más.
"¡¿Te atreves a desafiarme después de que he decidido liberarte?!"
Thranduil tragó saliva y se puso en pie rápidamente.
"No, yo… quiero decir…" –tartamudeó. Pero entonces suspiró, derrotado. Tiene que haber alguna forma de salir de este lío, pensó, sacudiendo la cabeza. Pero antes tengo que volver a casa.
"Repito, Thranduil. ¿Tengo tu palabra?" –preguntó Zuïlean una vez más.
El príncipe de Greenwood alzó la vista.
"Sí, mi señora. Tienes mi palabra" –dijo de mala gana.
Zuïlean sonrió.
"Bien. ¡Asegúrate de cumplir tu promesa! ¡Si no lo haces iré yo misma a por el niño!" –con eso se desvaneció lentamente en el aire junto con el árbol, dejando al príncipe a solas con su caballo.
Los hombros de Thranduil se desplomaron.
"Valar, ¿qué he hecho?"
Muchos, muchos años después…
"Ooo, tranquilo Estrella Roja" –le dijo Legolas, Príncipe del Bosque Negro, a su caballo marrón que se movía nervioso por el terreno cubierto de nieve.
El príncipe Keldarion, que montaba más adelante, se giró hacia atrás sobre su asiento y le sonrió a su hermano menor.
"Está todavía nervioso por la escaramuza, ¿verdad?"
Legolas le devolvió la sonrisa.
"Todavía es demasiado joven e inmaduro. Pero dale un año más. Será tan bueno como su padre, Firefox."
Firefox era el caballo de su padre, el rey del Bosque Negro. Era una bestia magnífica, fuerte y elegante. Su descendencia, Estrella Roja, era un joven luchador, pero de espíritu salvaje y difícil de controlar. Legolas era el único al que le permitía subir sobre su lomo, y eso era gracias al toque sanador del príncipe. Nadie más se atrevía a acercarse al animal, y menos cuando estaba de mal humor. Y la sangrienta batalla que habían tenido en Dol Guldur hacía unas horas todavía lo asustaba.
Keldarion volvió a mirar al frente cuando estuvo seguro de que Legolas tenía a Estrella Roja bajo control. Cubriéndose mejor con su capa, el príncipe alzó la mirada hacia el cielo sombrío intentando ver el sol que se escondía tras el muro de nubes grises. Vaya invierno, pensó. Tanta nieve y tantos intrusos.
Los dos príncipes regresaban a casa después de terminar su misión en la frontera. Había habido varios informes de enemigos de Dol Guldur que habían entrado en el Bosque Negro hacía varias semanas, por lo que el rey había enviado un batallón para deshacerse de ellos. Keldarion se había ofrecido para dirigir la misión y Legolas se había unido a él con entusiasmo, sin querer perderse la emoción.
La misión fue un éxito, pero la batalla fue dura y causó varias bajas en la compañía. Al ver la expresión devastada en el rostro del príncipe heredero, Jaden, que era el jefe de los guardias del bosque, había sugerido que los príncipes volvieran al palacio sin ellos, sabiendo que los cadáveres disminuirían su velocidad.
"Cuidaremos de ellos, sus altezas. Id a casa."
Keldarion había protestado, diciendo que no iba a abandonarlos hasta que hubieran terminado del todo, hasta que todos hubieran vuelto. Pero Legolas había intervenido con rapidez, comprendiendo cómo se sentía su hermano. Como su líder, Keldarion se sentía responsable por la muerte de los guerreros.
"Vamos, hermano –le había dicho Legolas-. Has hecho todo lo posible para cumplir la misión. Has hecho tu trabajo, ahora deja que hagan el suyo."
Legolas siempre tenía la capacidad de convencer a los demás, y por fin Keldarion cedió de mala gana. Los dos hermanos montaron a palacio, dejando que Jaden se encargara del resto.
"¡Kel, mira!" –la exclamación de Legolas sacó a Keldarion de sus pensamientos. El príncipe mayor miró a su alrededor y se encontró con lo que había llamado la atención de su hermano.
"¡Granadas!" –dijo Legolas, entusiasmado, acercándose con Estrella Roja al árbol que se encontraba en la base de la colina.
Keldarion frunció el ceño mientras seguía a su hermano, viendo a Legolas que se maravillaba con las frutas maduras que colgaban de las ramas desnudas y delgadas. Es extraño, pensó Keldarion. El árbol no estaba ahí cuando llegamos.
Sonriendo como un niño a punto de recibir un caramelo, Legolas estiró la mano para coger uno de los frutos…
Oh, oh. Yo no sé ustedes, pero yo huelo a problema ;)
