Hola, nos volvemos a encontrar,
dime, ¿tienes algo que contar?

Sheldon creía fervientemente en la teoría de la relatividad. El tiempo es relativo, el movimiento se mide en el tiempo y otros varios conceptos. Sin embargo, en este momento, él prefería la más burda interpretación: Que un minuto puede pasar fugazmente para otra persona, como el paramédico atendiendo su brazo, o lenta y tortuosamente como en su caso, mientras veía la vida desvanecerse del frágil y ensangrentado cuerpo de su novia.

Una conversación amena, ¿Star Wars quizás?, una sonrisa dibujándose en el rostro de Amy, un carril invadido inoportunamente, el ensordecedor ruido de llantas siendo acabadas por el pavimento y, finalmente, oscuridad.

Y es que el tiempo ha curado las heridas del pasado,
tal vez quieras conversar

Fue un dolor punzante el que lo sacó de su somnolencia. Su brazo derecho había quedado atrapado entre los fierros retorcidos de lo que parecía la puerta del conductor, el airbag no se había activado; y es que en las milésimas de segundos previas al impacto, el único pensamiento que prevaleció en su mente y activó sus circuitos motores cerebrales fue "Protege a Amy". Solo pudo colocar su brazo derecho en una especie de semi abrazo y esperar que fuese suficiente. Una vez que recobró la conciencia, inmediatamente buscó a Amy con la mirada. La parte del conductor había recibido todo el impacto y, entre más fierros retorcidos, se asomaba la pequeña figura de su novia, cubierta con parte de su mutilado brazo.

Sabes, el mundo no tiene fin,
llegas para volverte a ir…

La angustia empezó a nublar su juicio, y ya era demasiado tarde. La grotesca escena lo convirtió en presa del pánico.

Pensó en llamar al 911, pero no hallaba su celular, probablemente haya sido destruido por el accidente. Afinó el oído con la esperanza de escuchar a una persona, si quiera solo una, y gritar por ayuda. El hecho de que todo esto haya ocurrido de madrugada lo desesperaba más. El aire empezó a faltarle y las lágrimas que había estado reteniendo en un intento de parecer fuerte y no llorar "Porque los hombres de verdad no lloran", como decía su padre, empezaron a derramarse sobre el hombro de su novia.

- Amy… Amy… Amy… ¡Amy, por Dios, di algo! – gritó el desesperado físico.

Entre sollozos e hipos, Sheldon continuó lanzando preguntas que él bien sabía no serían contestadas. Intentó, como un último recurso de apaciguar su caos interior, inhalar la esencia de su novia en el cuello, mas el olor a sangre fresca solo consiguió atormentarlo más.

Y es que somos inmortales y siempre estaremos juntos,
ya no tememos morir.

Ensimismado en su desgracia, Sheldon empezó a cuestionar los ruidos de sirenas que se hacían progresivamente más fuertes. Estaban alejados de Pasadena, en medio de la madrugada… ¿Cómo…?

Yo miro tu rostro de cristal, tu besas mis labios soledad,
Yo siento que me vuelvo a enamorar, cuando toco tus manos soledad.

Era una sensación extracorpórea, 6 metros sobre el cielo. De repente todo esto era tan lejano.

Lejano como el día en que dejó su casa en Texas y se mudó a California.

Lejano como el día en que conoció a Leonard Hofstadter.

Lejano como el día en que conoció a una neurobióloga de cabello castaño.

Lejano como el día en que sintió celos por primera vez, y por una mujer a la que conocía unos meses.

Lejano como el día en que le pidió a dicha mujer ser su novia.

Lejano como el día en que ella dio por terminada su relación de cinco años con él.

Lejano como esa noche en que solo podía llorar de cara a la almohada, ya que el sueño le era esquivo y le dolía el pecho.

Lejano como el día en que ambos se declararon su amor y volvieron a ser una pareja.

Su único deseo es que esto fuera una pesadilla. Un sueño tan atroz, que lo terminaría despertando en unos cuantos segundos, y al abrir los ojos, estaría en cama con su novia, en el departamento de ambos. Sin embargo, la realidad (como la perra que era) usaba el dolor de su brazo derecho como un recordatorio de que todo esto era verdadero.

Los sueños, sueños son; Sheldon.

Pronto habrá otra vez que partir donde nunca nadie quiere ir,
y es que somos vagabundos, no tenemos ningún rumbo,
solo sabemos vivir.

La puerta del copiloto se abrió. Las sirenas retumbaban con más fuerza que antes. Amy aún no despertaba.

A pesar de estar fluctuando entre la realidad y sus propias ilusiones, Sheldon ordenó al paramédico que abrió la puerta que atendieran a Amy primero, que removieran los restos de la puerta y que la saquen. El paramédico respondió que dos de sus compañeros estaban encargándose de eso, y le pidió que se tranquilice y respire hondo. Un haz de luz entró por el lado izquierdo y entonces Sheldon supo que ya habían removido la puerta. Amy estaba ensangrentada de pies a cabeza, y su pecho ascendía y descendía casi imperceptiblemente. La poca vida que aún quedaba en su maltrecho cuerpo se le estaba escapando. Sheldon movió su brazo derecho, pero el sofocante dolor lo detuvo.

Yo miro tu rostro de cristal, tu besas mis labios soledad,
Yo siento que me vuelvo a enamorar, cuando toco tus manos soledad,

Sus piernas estaban intactas de milagro. Pudo salir del vehículo e inmediatamente procedieron a estabilizar su brazo y colocarle un soporte hasta que llegara al hospital. A lo lejos, divisó a su novia, siendo colocada delicadamente sobre una camilla. Su nívea piel era resaltada por los faroles de las ambulancias y del auto que los había embestido. A lo lejos, divisó el asiento del conductor del vehículo invasor vacío y Sheldon sintió correr por sus arterias y venas ira pura. "Cobarde", musitó.

- ¿Señor Cooper?

Un paramédico lo llamaba.

- Debemos trasladarlo a un centro de salud inmediatamente, por favor, suba a la ambulancia.

- Quiero ir con ella – contestó Sheldon de manera cortante.

- Su novia está siendo estabilizada, podrá visitarla después, pero usted necesita atención médica inmediatamente… ¿Señor Cooper?


Sentado al lado de Amy, con los oídos plagados del sonido de varios monitores que solo el personal de salud sabe interpretar y, sosteniendo fuertemente la mano derecha de Amy, se encontraba Sheldon Cooper, quien nuevamente volvía a pensar en el relativismo y el tiempo. Más que todo en el tiempo.

¿Qué tanta diferencia hubieran hecho 3 minutos, 30 minutos, 60 minutos, en el desenlace que les tocó vivir?

¿Cuánto hubiera influido en el estado actual de Amy un minuto de retraso de las ambulancias?

¿Cómo hubiera resultado todo, si hubieran tenido unos 15 segundos más para reaccionar y esquivar a ese conductor irresponsable y cobarde?

Observó el cuerpo de su novia, su brazo y pierna izquierdos se habían llevado la peor parte, pero, y tras una larga intervención quirúrgica, los médicos pudieron reacomodar cada hueso y suturar cada herida. Sería una recuperación larga y dolorosa, dijeron. Su rostro solo tuvo rasguños y un corte que a grandes rasgos parecía profundo en la zona temporal izquierda del cráneo, no traumatismo encéfalo craneano de milagro.

¿Acaso un dios los protegió?

Sheldon empezó a preguntarse si, mientras que a él le faltó tiempo para poder reaccionar, ¿a Amy sí le alcanzaron las milésimas de segundos para ponerse a salvo, aunque sea la cabeza? Otra vez, relativismo y subjetividad. Y tal vez una que otra cosa que no se puede explicar.

Como el ligero apretón de los dedos de Amy en su mano. Y esas pequeñas esmeraldas, que poco a poco volvían a brillar y que se perdían en unos zafiros rodeados del Mar Rojo.

Amy y él estaban vivos.

Y siento que me miras desde el mar, cuando le canto al viento soledad;
ahora sé que me vuelvo a enamorar, eterna compañera soledad.


Críticas y comentarios serán bien recibidos. La canción es "Inmortales", de Cementerio Club.

04/05/17