Esta es como debería de haber sido la escena del bar del 6x15 en un mundo dónde el SwanQueen fuera canon... Espero que os guste. Tan solo es un One-Shoot demasiado largo que lo he subido en dos partes, la segunda ya esta terminada, no sufráis por eso :)

Bueno... ahora que OUAT termina (al menos como lo conocemos) espero que el mundo SQ fic siga adelante, no estoy preparada para dejar ir a Emma y a Regina. No, no lo estoy.

Dejar claro que OUAT no me pertenece.

¡A leer! Espero que os guste. ¡SWANQUEEN ALWAYS! *emoticono manzana roja y cisne*


CAPITULO 1

MM parecía estar en racha, llevaba toda la noche ganando a aquella panda de Vikingos. Regina y Emma hacía rato que habían abandonado la partida, contra Blancanieves no tenían nada que hacer, tenía demasiada puntería. Se habían ido al billar, era el turno de Regina pero iba lenta, le gustaba calibrar las posibilidades de todas las bolas.

- Voy a por otra copa, ¿te traigo otra?

Asintió con la cabeza sin mirarla siquiera, estaba demasiado ocupada acariciando el taco de billar y observando las pocas bolas que quedaban sobre la mesa. Estaba dispuesta a ganar, al menos en aquello.

- ¿Qué te pongo? – le preguntó el camarero, parecía sobrepasado, era el único tras la barra.

- Lo más fuerte que tengas, pero que sean dos – gritó Emma por encima de la música.

La gente se acumulaba en la barra, era lo que tenía ir el día de la inauguración. Miró hacía Regina, se había cambiado de lado de la mesa pero las bolas no se habían movido. MM parecía seguir en racha, iba en cabeza.

- Aquí tienes – dijo poniendo ambos vasos frente de Emma. Hoy, las copas, eran gratis, por eso toda aquella cantidad de gente.

Emma, intentado no tirar ni una sola gota, se alejó de allí y volvió hacía Regina.

- ¿Ya sabes a cual dar? – preguntó tendiéndole el vaso.

- Sí, a la roja – dijo cambiando, otra vez, de lado -. ¡Dios, esto esta fuertísimo! – exclamó casi escupiendo el liquido en el vaso.

- Esa es la idea – Emma se encogió de hombros -. Venga tira, que quiero seguir con la partida.

Regina dejó el vaso en la esquina de la mesa y se inclinó sobre ella. Emma alzó la ceja al ver como un muchacho ralentizó el paso para fijarse mejor en el cuerpo de la alcaldesa. ¿A quien se le ocurría ponerse un vestido tan ajustado y corto, como aquel, para jugar al billar?

- ¿Qué estas mirando? – preguntó Emma haciendo que el chico huyera nada más Regina levantó la mirada -. Nada, sigue – dijo cuando la morena la miró a ella.

Regina se mojó los labios, entrecerró los ojos y recalculó lo que ya había calculado. Sí, aquel movimiento era el mejor. Segura de lo que iba a hacer, golpeó la bola con decisión.

- No esta mal – dijo Emma arrancándole el taco de la mano.

- ¿Qué no esta mal? Esta genial, querida – dijo apartándose del camino de la rubia -. No vas a poder contra mí, Emma.

- Eso ya lo veremos – murmuró golpeando, a ella no le había llevado tanto tiempo como a la otra, ella iba a ojo -. Tu turno.

- ¿Cómo te sientes? – le preguntó volviendo a centrarse en la mesa del tapete verde -. Con lo de ese inútil pirata – se explicó.

- Todo da asco…

- Ya – Regina la comprendía - ¿Pero estas enfadada, triste,…? ¿Te dan ganas de lanzar cosas o llorar… a moco tendido? – le preguntó.

- No lo sé… ambas cosas… o ninguna… que se yo…

- Y yo que me creía dura de roer – dijo dándole más fuerte de lo que quería. Había fallado el tiro, oportunidad perdida.

Emma medió sonrió y bebió otro trago, este fue más largo.

- Que sepas que todavía estoy molesta con vosotras por haberme traído a traición – le reprendió recordando como la morena se había presentado en comisaria anunciando que tenía el remedio para sanar un corazón herido, y sin tener que usar la magia.

- No te quejes, podría haber sido peor – dijo sentándose en una de las butacas. Con el movimiento de Emma estaba claro que Regina no podía ganar, otra cosa en la que perdía… -. Además, es alcohol del bueno.

- Cierto.

Se quedaron en silencio por un buen rato, o al menos todo lo silenciosas que pudieron a pesar de la música.

- ¿Y ahora que?

- Intento averiguar cuanto va a costar… que te abras – se sinceró Regina.

- ¿Qué abra el que? Ya me he abierto, Hook se ha pirado – resoplo la rubia. Todos le preguntaban por lo mismo -. No quiero hablar de ello.

- Tienes que hacerlo Emma, es lo mejor, hazme caso.

- Todo el mundo me pregunta lo mismo, no quiero hablar – repitió.

- Lo que no puedes es encerrarte en ti misma. Hablando te sentirás mejor.

- No, y como sigas así me largo – le advirtió.

Regina levantó las manos, se rendía.

- Esta bien, como quieras – dijo rascándose la cabeza, el nuevo peinado le molestaba un poco -. Sabes que puedes contar conmigo, cuando sea y para lo que sea – nunca se lo había dicho pero esperaba que lo supiera.

Emma asintió pero siguió callada.

El mundo parecía ajenas a ellas, todos se divertían, ellas no. Parecían las mismas que antes, la una cabreada con la otra sin quererlo pero estándolo, o al menos molestas.

- ¡Chiiicasss heee gaaanadooo! – balbuceó MM que había aparecido con una nueva bebida, aquella parecía de mayor tamaño que todas las anteriores juntas. Se fue tan rápido como había aparecido arrastrando algo sobre otra ronda de apuestas.

Emma se quedó con la boca abierta, su madre era una completa borracha. Regina se río, habría pagado lo que fuera por ver esa faceta de Blanca en el Bosque Encantado. Emma la miró con una sonrisa y, instantáneamente, la borró.

- ¡Oh, vamos! ¿Vas a estar de morros toda la noche? – bufó Regina -. Va a ser larga, entonces.

Pareció que Emma se lo pensaba.

Regina rodó los ojos, aquello no estaba yendo como ella había planeado, para nada.

- Voy a por otra copa – dijo a pesar de tener la suya medio llena y dejando sola a Emma.

Tenía miedo a que Emma pudiera convertirse en algo parecido a lo que había sido ella. El amor era debilidad, eso lo sabían todos, pero no todos sabían como afrontar las consecuencias de este. La rubia había sido el Oscuro, sabía que era sentir un poder tan fuerte como ese, sabía lo que era el Mal. ¿Y si se agarraba de nuevo a aquella oscuridad como a un trozo de madera a flote? ¿Y si se hundía en ella misma y era incapaz de salir hacia la luz? ¿Podría pasar aquello? ¿La Salvadora recayendo en la miseria?

- Lo siento – se giró al escuchar aquella voz en su espalda, Emma la había seguido.

Asintió quitándole importancia, la tenía pero no quería que Emma se sintiera más mal de lo que ya estaba.

- ¿Nos sentamos aquí? – propuso Emma, acababan de dejar libres dos huecos -. Como vuelva al sofá me quedaré grogui.

- ¿De verdad serias capaz de quedarte dormida en una discoteca con la música a todo volumen?

- He dormido en sitios peores, aquella butaca era la gloria – comentó Emma.

Regina se río. Aquella sí que empezaba a parecerse a la Emma de siempre, aunque tan solo fuera por unos segundos.

- Creo que pediré algo más flojo – dijo al sentarse -, una más como la de antes y no encontraré la salida – Regina también sabía bromear.

Emma le sonrió.

- Tranquila, te ayudaré.

Regina se lo agradeció, tiempo atrás dudaba que alguien hubiera actuado como Emma.

- Llama al camarero, a ver si se fija cuando la llama la rubia y viene – se había cansado de esperar por el hombre.

- Gracias por el piropo, aunque no se si es bueno o malo – dijo llamando al camarero que, ¡oh, sorpresa!, vino en el acto.

El chico fue a por las bebidas.

- ¿Qué? – preguntó cuando vio a Emma sonreír.

La rubia cogió la servilleta y se la pasó. Había algo escrito. Esopo y un numero de teléfono.

- Tampoco es que sea un Adonis… - dijo rodando los ojos.

Emma arrugó la servilleta y la tiró al suelo ante la atenta mirada de la morena.

- Ya veo que no va a tener suerte esta noche – dijo Regina mirando hacía el chico que servía más copas.

Emma la miró con una sonrisa. No, él no iba a tener suerte.

- ¿Brindamos? – propuso.

- ¿Por el camarero? – le preguntó Regina.

- Por lo que sea – dijo Emma.

- Entonces… - pensó un poco antes de hablar -, brindaremos por ti y por mí, por nosotras – sentenció Regina.

- Por ti y por mí – repitió chocando con el de ella.


- ¿Puedo preguntarte algo? – dijo Regina después de beberse otro par de copas más -. ¿Por qué no quieres hablar conmigo sobre Hook? – preguntó después de que Emma le hubiera dicho que sí.

- No tiene nada que ver contigo Regina. No te preocupes, no es por ti.

- Emma…

- Regina…

- Por favor – le suplicó.

Regina no era así, no era de aquellas personas que iban detrás de la gente suplicando hasta conseguir lo que querían, pero Emma… Emma era Emma.

- No me siento cómoda hablando de esto Regina…

- No saldrá de aquí – le prometió -. Ahora, puedes confiar en mi – le repitió y recordó.

- Lo sé, por raro que parezca siempre he confiado en ti.

- Entonces, ábrete Emma - ¿aquello había sonado tan mal como parecía? -. Hablemos sobre el inútil pirata, perdón, sobre Hook – rectificó -. Sé como te sientes, sé lo que es que una persona a la amabas ya no esté, sé lo que es sentirte traicionada – Regina, al ver que Emma seguía sin animarse, decidió empezar ella.

- No es eso Regina, no es eso – dijo hundiendo la cabeza entre sus manos.

- ¿Entonces?

- No se… Es como… Es… - Emma no sabía ni como empezar, ¿cómo iba a sonar aquello? -. No siento nada… Mi corazón no me dice nada… El hombre con el que me iba a casar, el que se suponía que me amaba por encima de todo, se va y yo me quedo ¿igual? No siento dolor, no siento nada… ¡Soy horrible, un monstruo!

- No Emma, no. Tu no eres ningún monstruo. Seguro que sientes algo, tal vez no ahora porque es muy reciente y necesitas más tiempo para asimilarlo, pero seguro que hay algo profundo que se esconde por ahí abajo – la tranquilizó.

- Lo único que siento es… - pero se quedó callada.

- ¿Es? – la presionó la morena.

Casi fue un susurro, pero pudo oírlo.

Alivio.

Emma había dicho alivio.

- No me mires así…

- Perdona, me he sorprendido, eso es todo – dijo Regina -. Vale, ya esta, sigue. ¿Por qué alivio?

- Eso me gustaría saber a mi… No se… ¿por no tener que pasar toda la vida casada con él? Estoy hecha un lío… ¿Porqué me siento así? – le preguntó Emma.

- El corazón es el que manda, no nosotros. No puedes arrancártelo para no sentir, bueno sí, pero no lo vas a hacer – aquello ella lo sabía bien.

- ¿Porqué no? Seria más fácil…

- Ya, pero no te lo permito – en aquello era firme -. No me mires así, no voy a cambiar de opinión.

- Vaya amiga…

- Lo sé, la mejor – dijo alzando su copa para brindar con el aire -. Mira, no te tortures con eso, no vale la pena.

- Nunca te ha caído bien Hook, ¿eh?

Su lenguaje corporal lo dijo todo.

- Si tu eres feliz, yo soy feliz – no se lo había dicho nunca pero desde que las cosas iban bien entre ellas lo sentía así.

- Te has ablandado demasiado, Regina – se burló Emma -. Gracias – le sonrió.

- ¿Quieres mi opinión?

Emma asintió.

- Olvídale, encontraras a alguien mejor – de aquello estaba muy segura -. De pretendientes no te faltan – el camarero volvía a mirarla.

- ¿Tienes una lista de ellos en uno de tus cajones o qué?

- Puede ser, quien sabe – se río Regina. Ni loca iba a decirle lo del camarero.

- No se Regina, ha sido mucho tiempo con Hook y ahora…

- Ahora nada Emma – la cortó -. Tienes que pasar pagina con rapidez, no te ancles en el pasado – un consejo como aquel a ella le hubiera podido servir.

- No anclarme en el pasado… - repitió -. Suena más fácil de lo que parece…

- Difícil no significa imposible – le recordó Regina.

Emma asintió.

- ¿Y por donde empiezo?

- ¡Por otra copa! – exclamó la morena.

- A este paso vamos a atrapar a mi madre…

- Por cierto, ¿dónde esta? – preguntó girándose y buscando a Blanca entre la multitud.

- No te preocupes por ella, sabrá cuidarse, al fin y al cabo es Blancanieves – después de tantos años todavía le costaba pensar en ello.

- Vaya hija estas hecha, Emma – la rubia se encogió de hombros -. Ten, bebe para olvidar.

- No le habrás dado ese consejo a Henry, ¿verdad? – por la mirada que le echaba la morena estaba claro que no -. ¡Para adentro! – exclamó tragándose el chupito de un solo trago.

Regina la miró beber, Emma tenía las mejillas sonrojadas. La bebida empezaba a hacerle efecto, parecía más animada que al principio, aquello era algo bueno.

- Como arde – soltó después de tragárselo -. Pero esta bueno.

Regina le sonrió.

- Te queda bien el peinado – le dijo Emma.

- Creo que ya empieza a hablar el alcohol – se río Regina.

- Puede ser, pero eso no hace que no sea cierto – dijo -. Me gusta.

- Pues gracias – Regina se había sonrojado (y aquello no había sido por beber más de la cuenta).

- ¿Pedimos otra ronda?

Ya no iba de otra, ¿verdad? Regina apuró la suya antes de que le trajeran la siguiente.


A Regina le había entrado la risa floja, había perdido la cuenta de las copas que se habían tomado. Entre una y otra se habían ido animando y pidiendo más y más. Emma estaba igual que ella, achispada a más no poder.

- Tengo que ir al baño – balbuceó Emma.

Rompió a reír cuando se vio en el suelo. Se había levantado demasiado rápido.

- Emma, ¿estas bien? – preguntó Regina uniéndose a las risas descontroladas de la rubia.

Emma se puso a cuatro patas y se incorporó agarrándose a los tacones de Regina. Después, para no agarrarse a las piernas de esta, fue subiendo por las patas del taburete.

- ¿Puedes o te ayudo? – dijo sin parar de reír, ahora lo hacía a menos intensidad pero seguía riéndose de la rubia.

Le tendió la mano y Emma la agarró. Después, ya en pie, fue hacía el baño. Regina se quedó mirando como se alejaba a trompicones. Sacudió la cabeza.


Emma se golpeó con la puerta, por lo visto era corredera y no de las que se abrían al empujar. Se miró al espejo y empezó a reírse al ver como su reflejo empezaba a hacer muecas. Emma, estas borracha. Volvió a reírse ante aquel pensamiento. Se desabrochó el pantalón y entró en uno de los cubículos.


- Si que has tardado – comentó Regina mordiendo la pajita de su nueva copa para que esta no se le escapara de los labios.

- ¿Me perdonas si te digo que me he perdido? – le sonrió Emma.

El color rubio del cabello de Emma se marcaba más, llevaba las puntas mojadas. Era lo que tenía lavarse la cara sin una buena coordinación.

- Te perdono si invitas a la próxima – la morena le dedicó una enorme sonrisa -. Voy al baño.

- ¿Ahora?

- Yo no tengo la culpa de que te hayas perdido – la pinchó levantándose poco a poco. No iba a hacer el mismo numerito que la rubia. No, ella no -. Pide algo fuerte.


Regina se lavó las manos. Tenía que agradecer que aquellos lavabos estuvieran decentemente limpios. No era un lugar demasiado grande pero si bastante amplio para que fuera lo bastante cómodo para moverse y no chocar contra las paredes. Odiaba aquellos baños enanos. Más cuando estaban sucios.

Se retocó un poco el maquillaje, de tanto beber el pintalabios había desaparecido.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó al ver su reflejo detrás de ella.


Y hasta aquí, la primera parte. Si os ha gustado (o encantado) dejármelo saber, si no lo ha hecho... también jajajaja.