Disclaimer… Los personajes pertenecen a JKR Para gran alegría suya, yo solo juego un poco con los personajes. :P
Por favor, por favor, por favor, no quieran matarme...
tengo algo que decir a mi favor:
La historia realmente tenía lagunas en muchas partes y tenía muchas cosas que solo porque se me ocurrieron en el momento las puse, pero no tiene relacion con la idea central, asi que digamos que no servían para nada y llegó un momento en que me pregunte a mi misma ¿por qué rayos pusiste eso? y entonces habia de dos:
1) Seguir con la historia tal cual iba, continuandola como saliera... (no me agrado el "como saliera") /entoncse..: descartada/
2) Restructurar la historia un poco, solo un poco y darles un verdadero buen trabajo, o por lo menos lo mejor que les puedo dar hasta ahorita de mi.
¿qué creen que elegi hacer?
no sean demasiado crueles.
Disfruten!!
Capítulo 1 – Glorioso primer día de clases.
Estaba tan acostumbrada al sonido de las hélices del helicóptero que fácilmente se quedaba dormida, incluso se había convertido en algo parecido a un arrullo para sus sentidos.
La despertó el suave aterrizaje de la nave, no por el aterrizaje, sino por lo que significaba. Se aferró a su padre, aun no quería irse, aun no quería dejarlos.
– Cariño –La tersa voz de su madre la obligó a abrir los ojos–, ya llegamos –Sintió el suave toque del dorso de la mano de su mamá en su mejilla.
– No quiero –Respondió haciendo un puchero. No era parte de su personalidad mostrarse como una pequeña niña de papá, pero algunas veces deseaba aun ser la pequeña niña de papá.
– Estarás bien, estarás a salvo –Esa vez fue la gruesa voz de su padre quien la llevó a su realidad–. Estarás en el mejor colegio de toda Inglaterra, sé que podrás sacarle provecho, sé que te divertirás.
– Piensa en las clases, los maestros, las instalaciones, ¡la biblioteca! –Su madre seguía con su intento de convencimiento. Aunque no hacía mucha falta, ella sabía que tenía que hacerlo, tenía que irse, tenía que dejarlos.
– Prometan que no será por mucho tiempo –Suplicó liberando a su padre de sus brazos– Prométanlo.
El silencio de sus padres la hizo respirar profundo y tragar saliva para que sus ojos no empezaran a derramar lágrimas. Su mamá le lanzó una mirada de tristeza a su papá antes de contestar.
– Solo será el tiempo necesario. –Respondió respirando profundamente, tratando de evitar lágrimas que no le harían bien a nadie.
Hermione asintió no muy convencida. No le gustó como sonó ese "tiempo necesario"
– Tenemos que irnos –Apresuró Silvestre abriendo la puerta corrediza de la aeronave.
– Los quiero mucho –Dijo Hermione dándoles un abrazo y un sonoro beso a sus padres.
– Nosotros también te queremos –Aseguró su madre con una sonrisa de tristeza en el rostro.
– Cuídate mucho –Dijo su padre tomando entre sus manos el pequeño dije de mariposa que aseguraba su bienestar– No se te olvide mandarnos un correo de vez en cuando para saber cómo te ha ido –La voz de su padre sonaba preocupada, Hermione asintió.
– Se hace tarde –Repitió Silvestre.
– Si, ya voy –Les dio un último beso a sus padres y con ayuda de Silvestre bajó del helicóptero con tres maletas. Su mentón empezó a temblar y sus ojos se enrojecieron.
Las primeras y únicas lágrimas que derramó por la partida de sus padres salieron de sus ojos mientras los veía partir a un lugar lejano y por un tiempo desconocido.
Su recuerdo fue interrumpido por el sonido de la alarma obligándola a despertar. Le dio un pequeño golpe para acallarla. Se sentó en la cama, se talló los ojos y pasó una mano por su cabello para despertar.
Apenas se había separado de sus padres hacía menos de doce horas, pero ya los extrañaba. Los extrañaba porque no sabía hasta cuando volvería a ver el porte serio y riguroso de su padre y la mirada tierna junto a la sonrisa sincera de su madre.
Se puso de pie para cambiar su ropa de dormir por el uniforme del colegio.
El cuarto que le habían asignado era pequeño pero bastante acogedor. Solo había una cama, un pequeño buró, un escritorio, un armario y un gran ventanal que estaba dando paso a la tenue luz del amanecer.
Hermione era una chica de un metro sesenta y dos muy respetado, tez bronceada y unos ojos color marrón que le encantaba como acentuaban su cara, pero su cabello... su cabello la desquiciaba. Cada mañana trataba de dejarlo algo presentable y al final de tediosos veinte minutos solo conseguía dejarlo arreglado amarrándolo con un listón.
Tomó el uniforme que había dejado pulcramente colgado en el armario la noche anterior. Se vistió con una falda de tablones y una playera blanca con el escudo de la casa a la que pertenecía a la altura del corazón, unas calcetas blancas hasta la altura de la rodillas y zapatos negros. Se vio en el espejo que había a un lado del armario, tenía que admitirlo, le quedaba bien el conjunto.
Acarició el dije de mariposa que colgaba en su cuello. Estaba hecho de plata con incrustaciones de piedras preciosas en las orillas de las alas y con una muy especial esmeralda al centro. Suspiró, estaba ahí, donde siempre debía estar, donde necesitaba estar.
Con la mochila al hombro decidió salir a visitar el colegio antes de su primera clase. Una clase de séptimo curso que estaba por finalizar el primer trimestre.
Recorrió gran parte de los hermosos jardines mientras se sumía en sus pensamientos.
Siempre deseó asistir a un colegio y tratar de llevar una vida normal; ahora que lo había conseguido no lo quería. Deseaba regresar con sus padres que la sobreprotegían excesivamente y que la mantenían en pruebas medicas a cada momento y con los guardaespaldas que estaban a su lado a cada segundo de vida para protegerla de todo y de todos. Incluso extrañaba cambiar de dirección cada mes, aunque eso muchas veces significara cambiar de ciudad, país o incluso continente.
Rió levemente, su vida siempre se vio rodeada de fugas, conspiraciones, salud y en último lugar su vida, sus estudios formales en una escuela.
Ahora era lo único que ocuparía su mente.
Solo pensaría en el colegio, en las cuatro casas que lo conformaban -Gryffindor, Hufflenpuff, Ravenclaw y Slytherin-, en los alumnos de todas ellas y muy especial y primordialmente en sus estudios, en ser la mejor de su clase, la mejor de su casa, la mejor del colegio.
Vio el escudo que lucía en su pecho. El león de Gryffindor se enmarcaba sobre su corazón.
Se cansó de caminar y decidió quedarse a descansar bajo un árbol a la orilla del pequeño lago al centro del colegio.
No era la primera vez que cambiaba de escuela tan drásticamente, ni siquiera era la primera vez que cambiaba de vida por completo, y normalmente no le importaba pero eso no cambiaba la sensación de estar en un lugar completamente desconocido, de voltear y no reconocer nada, de sentirse incómoda. En ese momento todos sus sentimientos se multiplicaban si contaba el hecho de que añoraba a sus padres.
Desde que tenía uso de memoria no se habían separado jamás. Incluso las incontables horas que se pasaban en el laboratorio ella estaba ahí, ella era necesitada ahí. Era un tanto difícil tener una vida marcada por un constante peligro y necesidad de protección.
Consultó su reloj, marcaba las siete cuarenta y cinco de la mañana. Tenía que empezar a caminar hacia su primera clase, no le apetecía llegar tarde el primer día.
De pronto se dio cuenta de que había algo en lo que no había pensado antes, de algo muy importante de lo que no tenía conocimiento ninguno: no sabia dónde tomaría su primera clase.
Contrariada, empezó a caminar para encontrar a alguien que le dijera dónde tomar la clase de matemáticas de séptimo.
Enfurecida consigo mismo por el retraso que tal vez tendría, camino de prisa hasta que vio a unos chicos platicando muy cómodamente. Levaban el uniforme de Slytherin, parecían ser agradables. Se acercó al chico rubio, no se veía de temer.
– Disculpa, me podrías decir dónde queda el aula de matemáticas –Preguntó, inocentemente, con un golpe leve en el hombro, él chico bruscamente dio media vuelta.
El chico clavó fijamente su mirada sobre ella y la vio de pies a cabeza antes de hacer una mueca de asco y arrugar su frente.
– Gryffindor... –Susurró para sus amigos. Se quedó pensativo durante algunos segundos en los que Hermione no sabía qué hacer, tenía la extraña sensación de que debería de irse inmediatamente–. ¿Es tú primer día?
– Si... –Respondió desconfiada e insegura. Había una sensación para nada agradable.
Una sonrisa socarrona se instaló en los labios del rubio platinado y los dos gorilas se le sumaron a su sonrisa idiota.
– La más inteligente chica que ha pisado Durmstrang al parecer nos honra con su presencia en Hogwarts –Una cínica voz le enchinó la piel, pero mas le preocupó que él supiera de dónde venía ella, no había manera de que eso fuera posible, ni siquiera en los registros escolares se marcaba su escuela de procedencia, todo se encubrió hasta reducirlo a nada de lo que habían sido sus estudios reales.
– ¿Cómo sabes eso? –Demandó la respuesta de inmediato. El chico se quedó callado y de tanto en tanto el sonido ahogado en su garganta delataba que las palabras que dijo no debían de haber salido de su lasciva boca– ¿Cómo lo sabes? –Repitió empezando a enfurecerse.
– Ni siquiera pienses en gritarme –Advirtió el rubio con su dedo a la altura del pecho de Hermione de forma amenazadora.
Hermione no se iba a amedrentar por eso, había peores cosas que un chico abusador de un colegio. Dio un manotazo para quitar el molesto dedo que la apuntaba.
– Pregunte ¿Cómo sabes eso sobre mi?
– Es difícil no enterarse de cosas que atañen al colegio cuando se tiene un padre como director de la junta de padres de familia. –La risita de sus amigos, y la suya propia, acompañó a sus palabras.
Bueno, por lo menos ya había obtenido saber lo que quería.
Hermione rodó los ojos. ¿Por qué tenía que encontrarse con un idiota creído y alzado? ¿Por qué tenía que encontrarse con el tipo de persona que mas odiaba en su vida? ¿Por qué el primer día? ¿Por qué ahora que no quería tener problemas?
Dio media vuelta y caminó sin rumbo.
– Idiotas... –Susurró mas alto de lo que debería, un error había cometido.
Sintió un fuerte jaloneo en su brazo que la obligó a detenerse.
– ¿A quién le dices idiota?
– Preferiría no especificar. Gracias. –Se soltó del agarre y continuó su camino sin rumbo.
– ¡Insolente! ¿no tienes idea de quien soy? –Sus amigos le soltaron un gruñido– ¿de quienes somos? –Se corrigió y la siguieron.
– La verdad no me importa. –Era verdad, no le parecía para nada importante saber quienes eran esos tres granujas.
– Pues debería. Nadie le dice idiotas a las familias más importantes del colegio
– Al parecer nadie ha llegado al colegio –Con una sonrisa burlona continuó su camino. Ya se había hecho de enemigos con menos de doce horas en el colegio, jamás pensó que eso pudiera ser posible, pero lo fue. De pronto sintió como era despojada de su mochila sin poder impedirlo– ¡Dámela! –Exclamó parándose frente al rubio, retándolo. Los dos sujetos que lo acompañaban estaban uno a cada lado y pareciendo tremendos gorilas.
– No hasta que te disculpes –Dijo alzando la mochila hasta una altura que le era imposible alcanzarla con facilidad, no era que hubiera mucha diferencia, pero esos diez centímetros y que ella tuviera unos brazos cortos influenciaba.
– Yo no tengo porque pedirte disculpas –Sentenció.
– Si quieres recuperar tu mochila, lo harás –Contestó el gorila uno.
– Deberían empezar a buscar sus cerebros, creo que se les debe haber caído y perdieron la facultad de entender que ¡Yo no tengo porque pedir disculpas! ¡No hice nada!
– Con esa actitud menos la recuperarás –Afirmó el rubio, e inició el juego con su mochila.
Durante varios minutos la mochila voló de un gorila al otro, después al rubio y de regreso a ellos, mientras, veía como se juntaba la muchedumbre de estudiantes que no hacían nada para ayudarla a parar la tontería que se estaba creando.
Les gritaba que eran unos idiotas y que parecían unos chiquillos mientras les exigía la devolución de su mochila, pero con esas palabras, lo único que lograba era que se divirtieran más con su sufrimiento.
No le cabía en la cabeza como a estas alturas de su vida, ese muchacho aún se comportara como un niño, pensó que ya había dejado su antigua escuela llena de bravucones idiotas; al parecer no. Deseaba darle un buen golpe en la cara para borrarle la sonrisa de idiota que se dibujaba en su rostro pero no debía dejarse llevar por sus impulsos, ya era demasiado por dar ese espectáculo.
Estaba a punto de irse y dejar que los niños de papi se perdieran en su tonto juego, no traía demasiadas cosas importantes, además de que en algún momento tendrían que dejarla, a parte de que ya se había hartado de las idioteces de esos tres. De pronto alguien entró al círculo de la nada y tomó la mochila en un descuido del gorila dos.
– ¿Qué? ¿Tú también te vas a poner a jugar con mi mochila? –Preguntó llena de coraje y queriendo que todo eso acabara de una buena vez, había deseado empezar su estadía en ese lugar en paz.
El chico le sostuvo la mirada por unos segundos y pareció observarla detenidamente antes de desviarla y responderle.
– No, yo solo quiero que dejen de estar perturbando la paz de las personas con sus juegos de niños –Respondió, e hizo volar la mochila directo a los brazos de Hermione quien se mordió el labio inferior apenada por su primera reacción al verlo, pero es que no sabía que esperar.
El chico que estaba por inmiscuirse en ese problema era bastante alto y tenía un cabello rojo fuego bastante peculiar y unas diminutas pecas bañaban todo su rostro acentuando lo blanco de su piel y el color azul de sus ojos.
Se alejó algunos metros, se sintió cohibida.
Vio de nuevo a esos pseudo-adolescentes que se divertían al hacer sufrir a una chica con su mochila.
¡Rayos, eso era una reverenda estupidez!
Nunca se imaginó lo que le seguiría a eso.
Continuará…
Ok... empiezo a salir de detras de una roca a esperar las piedras que quieran lanzar... solo que no sean puntiagudas por favor...
ya saben, para lanzar insultos, golpes, recordadas de... (uds saben) o para decirme que a pesar de rehacer todo esto me mandan un chocolatito o un beso, o ya de perdis un ron para mi solita xD siempre pueden hacerlo a través de un review, lo harán¿? Cuidense, nos vemos. XOXO
rosa . chocolate
