¡Hola! Soy Rhape Seuhans. Les traigo otro fic Viktuuri ;D!
Advertencias: Mundo medio alterno donde todo es prácticamente lo mismo. Viktor aún es una leyenda viva del patinaje artístico, pero Yuuri es sólo un instructor de patinaje. Y Vicchan está vivo. Fluff, humor.
Yuuri despertó temprano en su cuarto como todas las mañanas de un sábado cualquiera. Hizo su rutina diaria de ir al baño, cepillarse los dientes, darse una ducha, salir de su cuarto, ir al comedor, saludar a su padre, madre y hermana; desayunar con ellos, alimentar a su perro; y ponerse de acuerdo con su familia sobre las labores del Onsen.
Ese día le tocó comenzar sus tareas diarias con sacar la basura y de paso barrer el frente del local.
La mañana estaba más helada de lo que imaginó que estaría, incluso comenzó a tiritar de frío. Yuuri entonces pensó que lo mejor sería volver a dentro y buscar un suéter y una bufanda, o mejor aún, un suéter con un cuello alto. Sí, eso último sonaba más cómodo.
Dejó la escoba reposando sobre la pared, y cuando estuvo por abrir la puerta, sintió como un peso ajeno lo derribaba boca arriba al piso. Por suerte, cayó primero sobre su trasero y después sobre su espalda, por lo que no se golpeó la cabeza.
Normalmente se abría levantado enseguida y pedido disculpas contra quien chocó (sí, aunque el afectado fuese él), pero una lengua sobre sus mejillas comenzaron a hacerle cosquillas y no pudo evitar reír.
Entre risas pudo abrir un poco los ojos, logrando distinguir sin sus anteojos que el animal que lo lamía debía ser un perro de color marrón, el cual su pelaje estaba tan alborotado que parecía espuma de café, pero en el tacto era tan suave y esponjosito como un algodón de azúcar. Por un momento creyó que se trataba de su propio perro, pero el suyo era más pequeño. Intentó empujarlo, pero el perro insistía en llenarlo de amor y saliva mientras movía su cola animado.
"¡Makkachin! ¡Perro malo! ¡Bájate de él!"
Yuuri escuchó que alguien gritaba en un idioma que no pudo entender (¿ruso?) y que le quitaba al perro de encima. Entonces se apresuró a buscar sus anteojos en el suelo para encarar al extranjero que supuso que sería el dueño y darle las gracias.
Al encontrar su lentes, se dio cuenta que el hombre le había extendido una mano, y como no quiso ser grosero y dejarlo esperando, la tomó y dejó que lo ayudara a levantarse.
"¡Lo siento tanto!" Exclamó el hombre cambiando al inglés. "No sé por qué Makkachin hizo eso. ¿Te encuentras bien?"
"Oh, no hay problema. Estoy bien." Contestó también en inglés mientras se limpiaba la saliva. Entonces se puso los lentes, dándose cuenta que frente a él se encontraba un muy atractivo hombre de llamativo cabello plateado y hermosos ojos azules...
De acuerdo.
Yuuri no recordaba haberse golpeado la cabeza, pero seguro que tuvo que habérsela golpeando, porque de repente comenzó a tener alucinaciones.
Simplemente no era posible que su ídolo, el cinco veces seguidos campeón mundial de patinaje sobre hielo y otros tantos títulos ganados durante su carrera, el ruso Viktor Nikiforov, estuviera en Japón, en Hasetsu, frente a él, disculpándose con una gran sonrisa radiante porque su perro Makkachin (con razón le sonaba el nombre) lo hubiese tumbado al piso con el afán de lamerle la cara.
"Qué raro." Continuó diciendo Viktor con una mano en la barbilla. "Makkachin no suele ser así de cariñoso con los extraños. Creo que le gustas." Dicho aquello, el perro ladró como si estuviera de acuerdo con tal afirmación.
"Tú..."
Yuuri hacía segundos que había dejado de pensar, estaba seguro que su cerebro había hecho corto circuito ante tal discordancia. Nervioso, temblando, en un estado de tal fanatismo puro en el que creyó haber muerto y llegado al paraíso. Solamente su cuerpo logró reaccionar levantando un dedo índice hacia el ruso.
"¿Yo...?" Se apuntó a sí mismo mirándolo con confusión.
"Eres... ¡Vi-Viktor Nikiforov!"
Dándose cuenta de la obviedad que había dicho, Yuuri enseguida se llevó las manos a la cara, muerto de vergüenza. ¡Bonita la hora a la que a su cerebro se le ocurrió hacerse el idiota! ¡Y en frente de su ídolo de la niñez ni más ni menos! Del cual definitivamente 'NO tenía un enamoramiento fangirl', según le había dicho miles de veces a Yuuko y a Takeshi.
Sí, una contusión cerebral. Eso debía tener.
"¡Oh! ¿Acaso eres un fan? ¡Me siento halagado!" Exclamó el de cabello plateado con voz cantarina al tiempo que tomaba a su perro del cuello para evitar que se le echara encima de nuevo al japonés. "Pero me dejas en desventaja. Yo no conozco tu nombre." Sonrió de manera tan encantadora que hizo que Yuuri se enrojeciera el doble, si es que eso era posible.
"Me...me llamo Katsuki Yuuri. Y... admiro t-tu forma de patinar desde...hace algún tiempo." Dijo midiendo sus palabras, con su corazón palpitando tan fuerte que sólo era cuestión de tiempo para que se le saliera botado del pecho.
No quería decir por error que de hecho lo admiraba desde hacía casi diez años, desde que lo vio patinar por primera vez; que su habitación estaba repleta con pósteres suyos, y que incluso tenía un poodle llamado Vicchan en su honor.
Seguro que Viktor ya se había topado con miles de fans así de enfermos, pero Yuuri no quería formar parte de esa lista negra y que su crush de la infancia (adolescencia y ahora adultez) lo viera como el bicho raro que era.
Si tenía suerte, luego de terminar este encuentro, el patinador ruso se olvidaría de él y Yuuri podría presumirle a sus amigos y a sus futuros hijos el día que hizo el ridículo frente a Viktor Nikiforov. Embarazoso, sí, pero seguro que sería una anécdota divertida de contar.
"Uhmm... ¿Yuuri, eh? No me será difícil olvidar ese nombre." Dijo Viktor con una sonrisa complacida, y el moreno estuvo por desmayarse al escucharlo pronunciar su nombre, hasta que entendió a qué se refería.
Yuri Plisetsky, su compañero de pista. ¡Oh! Adiós a la magia. ¿Por qué tenían que tener el mismo nombre?
"Bueno, Yuuri, siendo que Makkachin te atacó, y que eres mi más ferviente fan..." Soltó al perro, pero a cambió tomó al japonés de las manos, postrando su mirada azul en sus ojos ambarinos. Yuuri quiso retroceder y salir corriendo, pues el peliplateado se inclinó demasiado cerca de su rostro, mas sus piernas se paralizaron. "Tendrás que decirme tú qué hacer para ganarme tu perdón."
"A-ah...Yo... La verdad no..." Yuuri dirigió sus ojos hacia todos lados menos al atractivo rostro de Viktor, quizás buscando en el aire algo que le ayudara a contestar más rápido. Entonces su cerebro por fin hizo clic. "¡U-un autógrafo!" Era evidente de que el ruso ya se había percatado de que se trataba de un fan, así que, relativamente, ya no tenía nada de qué avergonzarse.
"¿...Ah? ¿Un... autógrafo?" Repitió parpadeando varias veces seguidas, como si aquella respuesta lo tomara desprevenido. Y el moreno asintió con la cabeza, mostrándose más tranquilo. "Uh..., ¡por supuesto! Lo que sea por un fan." Volvió a sonreír. "Es sólo que no traigo bolígrafo conmigo. ¿Tú tendrás uno?"
"¡O-oh! Puedo conseguir uno ahora mismo. S-si gustas pasar con Makkachin..." Soltó una de sus manos para señalar hacia la puerta. "Aquí vivo."
El peliplateado miró a la puerta y luego al letrero encima de ella. Aunque no entendía del todo el idioma en el que estaba escrito, supuso que se trataba de un local y no una simple residencia.
"¡Claro!" Contestó animado, dejando que su fan guiara el camino. "¿Qué es este lugar?" Inquirió fascinado por la decoración oriental y lo pacifico del ambiente, dejando sus zapatos en la entrada al igual que Yuuri.
El moreno lo invitó a sentarse en una de las mesa. Viktor se cruzó de piernas y Makkachin se acostó a su lado.
"Es el negocio de mi familia. Es un Onsen, es decir, aguas terminales. Pero aquí en el comedor servimos comida y bebidas para cuando nuestros clientes terminan sus baños." Contestó con algo de timidez, esperando no sonar como un vendedor. "Todavía es temprano, aún no es hora de abrir." Sintió la necesidad de explicar al estar todas las demás mesas vacías.
"¡Wow! Aguas termales. Eso suena relajante. Tendrás que dejarme entrar en cuanto esté abierto."
"Ah, sí, por supuesto... Iré a buscar algo para escribir." Dijo, ignorando un poco el último comentario, no queriendo detenerse a pensar en Viktor Nikiforov DESNUDO en el onsen de su familia. Una visión demasiado tentadora pero no como para tenerla en ese preciso momento.
Yuuri corrió a su habitación en busca de papel y pluma. Al entrar, miró a sus pósteres uno a uno, no pudiendo creer que el destino fuese tan amable con él como para dejarlo conocer a su ídolo en persona, mejor aún, ¡tenerlo en su casa! Aunque conociendo su suerte, lo más seguro es que fuera a morir pronto y esa era su recompensa por tantos años de insano fanatismo. Así que sonrió e intentó relajarse para disfrutar el momento.
Rápidamente buscó entre sus carpetas su póster favorito, del cual tenía al menos otras cuatro o cinco copias por si se dañaba. Una de ellas estaba pegada en la pared y las otras bien guardabas. Sacó el póster del envoltorio de plástico y la observó un momento.
En la imagen se podía apreciaba a un Viktor Nikiforov adolescente de cabello largo y facciones todavía algo infantiles. Llevaba un traje negro entallado, el cual tenía una media falda y cristales pegados. Yuuri tenía tan sólo trece años la primera vez que lo vio en televisión y usaba ese mismo traje. Fue gracias a él que se enamoró del patinaje artístico.
Tomó un marcador negro de su escritorio y regresó al comedor común, donde se sorprendió de encontrar a su madre charlando animadamente con el ruso y a Vicchan en las piernas de Viktor mientras que Makkachin ladraba emocionado.
Yuuri intentó apresurar el paso antes de que su madre dijera algo vergonzoso, pues sabía que ella también conocía al patinador ruso y su 'no enamoramiento fangirl' hacia él. No obstante, nada más verlo, Makkachin volvió correr hacia él, tumbándolo de nuevo al piso para lamer sus mejillas. Pronto Vicchan se unió y el moreno se vio tiernamente atacado por dos poodles a la vez.
Hiroko y Viktor rieron, pero el peliplateado enseguida se dispuso a ayudarlo a ponerse en pie y Yuuri le dio la gracias todavía evitando su mirada, entonces regresaron a la mesa, donde Makkachin y Vicchan se sentaron junto a al moreno para que éste les acariciara el pelaje.
"¡Oh, Yuuri! Realmente eres mi fan." Exclamó Viktor ligeramente ruborizado al ver el póster. "Creí que sólo lo decías por quedar bien conmigo. ¡Me alegro de que no sea así!" Dijo, y en su boca se formó un gesto parecido a un corazón.
Qué extraño. Yuuri había visto todas las entrevistas y visto (y revisto) todas las competiciones en las que Viktor participaba, pero nunca lo había visto sonreír de esa manera.
"S-sí. Es verdad... te admiro mucho..." Murmuró, pero lo suficientemente alto para que el otro escuchara.
"Por supuesto que mi Yuuri te admira. Incluso es instructor de patinaje en el Ice Castle porque lo inspiraste a patinar."
"¡Mamá! Viktor no necesitaba saber eso. Por favor. Me estás avergonzando..." Se quejó en japonés, con su cara completamente roja, y su madre rió.
"Lo siento, cariño."
"¿Umm? ¿Instructor de patinaje? ¿Alguna vez has participado en competencias?" Inquirió con genuina curiosidad cuando terminó de firmar el autógrafo, donde claramente se leía en inglés 'Para Yuuri, mi fan favorito' con el dibujo de un corazón y algo más en ruso, aunque que el moreno supuso que diría lo mismo pero traducido a su lengua materna, así que no preguntó.
"Sí, pero..." Dudó un momento en hablar. "Tuve un accidente hace unos años, y una de mis piernas quedó dañada de manera permanente. ¡Pero estoy bien!" Agregó al notar que Viktor lo miraba con preocupación. "Es decir, puedo patinar, pero mi pierna no podría soportar ejercicios de alto rendimiento, mucho menos competiciones estresantes. Así que ser instructor es a lo que me dedico." Dijo tratando de no sonar triste, y su madre alargó una mano para acariciar su cabello como una forma de apoyo.
A pesar de los años, aquello seguía siendo un tema sensible para él. Nada le hubiera gustado más en el mundo que dedicar su vida entera al patinaje artístico e intentar compartir el podio con su ídolo, el mismo con el cual estaba compartiendo una amena charla, y que de alguna manera eso se sentía como... no precisamente un consuelo, pero en su corazón pudo sentir cierto alivio, como si se disculpara con Viktor por su incapacidad de patinar.
El ruso pareció entender su dilema y tuvo la cortesía de cambiar de tema.
"Así que... Ice Castle, ¿es una pista de hielo, cierto? Me gustaría mucho que me llevaras allí para entrenar un poco y no perder práctica." Pidió con una sonrisa juguetona dibujada en los labios, posando los codos sobre la mesa y descansando su mentón en sus manos, mirando directamente hacia Yuuri. El japonés sintió de nuevo la necesidad de correr y esconderse, pero Vicchan se había quedado dormido sobre sus piernas y no quiso molestarlo.
"Yuuri, deberías llevarlo contigo. En una hora tienes que atender un grupo, ¿no es así?"
Yuuri miró a su madre con súplica para que no diera más idea, y entonces se volvió hacia Viktor con una sonrisa fingida.
"¡Su-suena bien! Pero seguro que Viktor tendrá otras cosas que hacer, ¿no es así?"
"Mmm... Ahora que lo mencionas, sí. Pero quizás ustedes me puedan ayudar con eso ya que conocen más los alrededores. Estoy buscando algún hotel cerca de aquí donde pueda hospedarme unos días."
"¿Buscas hospedaje?" Yuuri lo miró con extrañeza. Si recordaba bien, dentro de unas pocas semanas comenzarían las competencias para calificar al GPF. "¿Acaso estás en Japón... eh, de vacaciones?"
No. Eso no era posible. Nunca había escuchado que Viktor Nikiforov tomara vacaciones antes de una competencia. Quizás se encontraba allí en busca de patrocinadores. Últimamente en Japón se estaba poniendo de moda el patinaje artístico.
"Sí, algo así." Contestó encogiéndose de hombros, pero sin dejar de sonreír. "Siempre tuve ganas de visitar Japón. Y vine a Hasetsu porque me comentaron que es una de las ciudades más tranquilas que existen, que aquí la prensa no me molestaría."
"Bueno, eso es cierto..."
"¿Qué tal si te hospedas aquí?" Dijo Hiroko de pronto. "No somos un hotel, pero tenemos un cuarto libre. Sólo tendríamos que limpiarlo un poco."
"¡¿De verdad?! ¿Me dejarían quedarme aquí?" Cuestionó con sus ojos azules brillando, pero Yuuri entró en pánico.
"¡Mamá! ¡¿Qué haces?!"
"Creí que te gustaría pasar unos días cerca de tu ídolo." Rió. "A Viktor parece gustarle la idea."
"¡S-sí! ¡Pero ese no es el punto! Yo no creo que..." El moreno paró de hablar al darse cuenta que Viktor lo había tomado de la mano. Lentamente se giró hacia él para mirarlo, topándose con que el peliplateado le sonreía de una manera tan radiante que se sentía a punto de derretir.
"Yuuri, no te preocupes. Estoy seguro que será muy divertido para mí pasar este tiempo contigo."
-o-o-o-o-o-o-o-o-
Yuuri y Viktor caminaban en un silencio no tan incómodo hacia el Ice Castle. Habían dejado a Makkachin en casa para que jugara con Vicchan, mientras que Mari y su madre se ponían manos a la obra para limpiar la habitación que sería destinada al ruso.
El moreno, por obvia razones, se encontraba demasiado nervioso ante la idea. Si Viktor iba a pasar unos días en su casa... definitivamente tenía que esconder los posters, todos, excepto el autografiado. Ese ya sabía en que lugar de su pared iba a ponerlo (justo enfrente de su cama para que fuera lo primero que viera al abrir los ojos en las mañanas).
"Ah, Viktor. ¿Y tu equipaje?" Preguntó al percatarse de que no lo había visto cargar alguna maleta.
"Se quedó en el hotel. Más tarde iré por él." Dijo despreocupado, saludando a unas chicas que pasaban al lado de ellos, quienes parecieron haberlo reconocido pero que les dio vergüenza acercarse. Los japoneses sí que son tímidos, pensó divertido.
"¡¿Eh?! Pero, si ya estás hospedado en un hotel, ¿p-por qué buscabas otro?"
"Porque ese hotel está lejos de tu casa." Contestó sonriente, como si fuera una respuesta muy obvia. Y Yuuri no supo qué contestar a eso, pensando que debía ser una broma. "Por cierto, ¿qué tipo de alumnos tienes?"
"Oh. Mmm... Hoy tengo sólo una clase con niños pequeños. Pero entre semana mis alumnos varían de edades, entre adolescente y adultos."
"¿Eres coach de alguien?
"¿Eh? ¡N-no, no, no!" Agitó las manos, pensando en lo absurdo que sonaba esa idea. "Sólo enseño lo básico del patinaje. No soy tan bueno como para dirigir a un profesional..."
"Eso lo decidiré yo cuando te vea patinar." Contestó con una sonrisa desafiante, con su voz sonando un poca burlona.
Yuuri entonces se sintió aterrado. No creyó que su ídolo fuese intentar juzgar su trabajo. A este punto ya no sabía que más decir, así que agradeció cuando Viktor se distrajo al ver el Castillo de Hasetsu y comenzó a hacerle preguntas sobre él.
-o-o-o-o-o-o-o-o-
"Ese...ese es..." Intentaba decir Yuuko con su boca a medio abrir, y sus ojos comenzaron a desbordar un exagerado mar de lágrimas.
"¡Hola! Soy Viktor Nikiforov!" Exclamó Viktor mostrando su típica sonrisa perfecta, la que siempre dedicaba a sus fans y a la prensa.
"L-lo sé." La muchacha gimió emocionada. Después miró a Yuuri, regresó su vista a Viktor, luego otra vez a Yuuri, y entonces lo tomó de los hombros para comenzar a sacudirlo frenéticamente. "¡¿Por qué no me dijiste que conocías a Viktor Nikiforov en persona! ¡Creí que era tu mejor amiga!"
"Y-Yuuko, por favor..." La castaña dejó de agitarlo para dejarlo responder. "¡Literalmente lo acabo de conocer esta mañana cuando su perro me tacleó al piso!"
"Uh...Deduzco que esa chica también es mi fan." Comentó Viktor con una sonrisa un poco tensa, quizás molesto porque estuvieron hablando en japonés.
"Ah, sí. Lo siento. Viktor. Ella es mi amiga de la infancia Yuuko Nishigori." La presentó el moreno, y la chica hizo una reverencia. "Ella y su esposo Takeshi Nishigori son los dueños del Ice Castle."
"Sobra decir que también soy su jefa." La chica rió, y el peliplateado pareció relajarse. "Viktor, es un sueño hecho realidad conocerte en persona. ¡Yuuri y yo te admiramos desde que éramos niños! Incluso Yuuri comenzó a patinar gracias a ti, ¡hasta ganó medallas!"
"Yuuko." El moreno le dio un ligero codazo en las costillas, sin poder evitar ruborizarse de vergüenza. Parecía que el destino deseaba que, antes de morir, todos sus seres queridos lo avergonzaran delante de Viktor.
"¡Yuuri! No me dijiste que tenías medallas." Dijo con rostro dolido. "Quiero que me las enseñes cuando volvamos a casa."
"¿Ah?" La castaña miró a su amigo con confusión ante la última frase.
"Mamá invitó a Viktor a quedarse un tiempo en nuestra casa, y él aceptó..." Explicó llevándose las manos a la cara. En serio, de un momento al otro sufriría un paro cardiaco.
Yuuko se tapó la boca con ambas manos para apaciguar un grito fangirl. Y luego pellizcó una mejilla de Yuuri.
"¡Auch! ¿Por qué hiciste eso?"
"Para ver si no estoy soñando."
"¡Para eso te debes pellizcar a ti misma, no a mí!"
"Viktor. Permitirme un momento con mi amigo." Dijo la castaña antes de tomar al moreno del brazo y llevarlo hasta el mostrador, unos pocos pasos lejos de la pista.
Viktor sólo rió y encontró aquello innecesario, pues al fin y al cabo estaban conversaban en japonés.
"Bien, este es el plan." Comenzó a decir Yuuko.
"Uh, ¿de acuerdo...? ¿Plan para qué?"
"Para que Viktor Nikiforov se quede en Japón para siempre."
"No te sigo..."
"Mira, lo único que tienes que hacer es seguir actuando como el chico lindo que eres, quizás arreglarte un poco el cabello; usa esa sonrisa encantadora tuya lo más constante que puedas, y cuando se enamore de ti, le das un anillo y te casas con él, ¡y listo!"
"..."
"¿Qué? ¡Es un GRAN plan! ¿No te gustaría llevar su apellido?"
Yuuri comenzó a reír. Sentía sus mejillas arder y mucha vergüenza por lo que su amiga insinuaba, pero aún así lo encontró bastante divertido.
"Por supuesto, Yuuko. Como si eso fuera a suceder." Replicó sarcástico. Claro, como si su ídolo de la niñez se fuera a enamorar de él, un fanboy obsesivo que ni siquiera tenía algo de especial. Se dio la vuelta para regresar con Viktor, entonces vio como éste tenía su atención puesta en tres pequeñas niñas que intentaban comunicarse con él. "Oh, ya conociste a las trillizas."
"Viktor, te presento a mis hijas. Axel, Lutz y Loop." Dijo Yuuko. "También son fans tuyas. Pero aún no saben inglés."
"¡Oh, ya veo!" Dijo más tranquilo y sonrió. "Comenzaba a preocuparme de verlas gritando y yo sin poder entenderlas."
"¡Yuuri, comencemos ya la clase!" Dijo una de las trillizas, la que vestía de morado.
"¡Sí! Enséñale a Viktor tu manera de patinar." Secundó la de chamarra rosa.
"A lo mejor se enamora de ti y se queda en Japón." Y terminó de decir la de azul.
Yuuri se golpeó la frente con una mano y dio un suspiro de cansancio. Definitivamente eran hijas de Yuuko.
Sugerencias, quejas, preguntas, autógrafos, mentadas de madre, propuestas indecentes; dejen reviews.
