Siesta


Disclaimer:

Este manga/anime ni sus personajes, me pertenecen. Todos los derechos están reservados a sus respectivos autores de guión y dibujo.

Notas de la autora:

No tienen idea de la necesidad que tenía de un poco de AtsuLucy publicado en mi cuenta. Y sé que este drabble no es la gran cosa, pero lo escribí con mucho cariño porque me "lo pidieron". Así que, a cualquier personita preciosa que lo lea, espero que lo disfrute, y que imagine todo lo que sucede a continuación porque soy malvada y lo dejo con un final muy abierto.


El intenso olor a café y crema, el tintineo de la campanilla al abrirse la puerta y la suave brisa que se filtraba bajo la misma se encargaron de inundar todos los sentidos de Atsushi.

Si bien la misión de ese día fue una de las más sencillas que le habían asignado y Kyouka se desempeñó de maravilla al llevarla a cabo, su cuerpo se sentía pesado y cansado; tanto así que a duras penas podía mantener los párpados abiertos cuando, sentado en la mesa de siempre en la cafetería de la planta baja, intentaba completar los formularios que Kunikida le entregó.

Arrullado por el fondo de una suave música en el local, atisbó de reojo a una conocida figura femenina que traía su orden. ¿Pero qué había pedido? ¿Un café? ¿Un refresco? Quizás sólo era un vaso con agua o un pedazo de tarta recién horneada que, lastimosamente, ya no sería capaz de degustar.

Con voz soñolienta y hablando en un tenue murmullo que incluso a él le parecía misterioso, articuló un "Gracias" al recibir su orden, impecable y a tiempo como todas las veces. Sin embargo, ni siquiera se molestó en sostener el tenedor o la cuchara, en buscar la azucarera o voltear a mirarla. Su consciencia, ajena a lo que le rodeaba, empezó a vagar dentro de un mundo lleno de oscuridad. Y curiosamente, ésta era amable, acogedora como una noche sin luna pero carente de peligros.

Una siesta que pareció durar cinco minutos, una mente despejada de imágenes y sueños traicioneros.

Atsushi abrió los ojos nuevamente y se preguntó cuánto tiempo habría pasado, pues el sol seguía brillando en el cielo vespertino pero ahora las sombras eran más amplias, más alargadas. La cafetería favorita de la Agencia de Detectives todavía cumplía horas laborales y alcanzó a observar las cabezas de un par de clientes a la distancia. Escuchó sus risas lejanas, el golpeteo de unos zapatos de tacón sobre la madera y luego de varios segundos sin haberse percatado, finalmente sintió el peso de algo sobre su hombro izquierdo.

Estupefacto tras desviar su mirada al costado y encontrarse con tal imagen, el hombre tigre no pudo hacer otra cosa más que tensar sus músculos dado el nerviosismo que sentía, así como apretar sus labios para no emitir un solo sonido y mantenerse ahí sin más, petrificado como la perfecta estatua que decora una antigua fuente.

Lucy, dormida junto a él, lucía el semblante más pacífico y enternecedor que jamás habría imaginado.