Sakura PDV

Era 31 de diciembre, lo celebraríamos como siempre, una cena, algunas cábalas para la buena suerte e ir a orar al templo… nada espectacular.

O eso pensaba, pero este año tendríamos un nuevo lugar de recorrido al que iríamos Eriol, Tomoyo y yo. En el centro de la ciudad de Tomoeda se hace, todos los años, un conteo de los segundos antes del año entrante y luego, un espectáculo tremendo de fuegos artificiales que se van encendiendo en diferentes puntos de la ciudad, a diferente horario y que la gente va visitando, además de felicitar en especial, a los realizadores de aquellos espectáculos particulares, y también como tradición, si ibas a un lugar lleno de gente desconocida, debías desearle feliz año a la primera persona que estuviera a tu izquierda, si eras mujer, y a tu derecha si eras varón.

Era un día frío, pero no excesivamente, recordaba haber visto en la tele las diferentes celebraciones alrededor del mundo.

Eran hermosas, llenas de luces y color, pero todas tenían casi lo mismo en común, juntarse a comer en familia e intentar pasarla lo mejor posible, despidiendo lo bueno, como también lo malo, e intentando lograr tener la mayor cantidad de recuerdos buenos posibles.

—¡Vaya! Hay mucha gente —exclamé, arrastrando a Tomoyo.

—Sí, es verdad, aunque hay menos que otros años…—comentó ella.

—Ni teniendo veinte años te deshaces de tu entusiasmo —rió Eriol.

Tomoyo se rió y yo le fruncí el ceño a Eriol, que me pellizcó una mejilla.

Llegamos, con cierto esfuerzo, hasta un punto medio de la multitud donde se podía ver de manera excelente la gran pantalla debajo del reloj, con mi hermano siguiéndome con Yukito, el reloj era enorme y viejo, pero la pantalla mostraba los minutos antes del nuevo año con más exactitud.

El último minuto comenzó a correr y todos, expectantes y silenciosos, nos concentramos en seguir los segundos que pasaban sin pestañear.

—¡Diez! —gritamos— ¡Nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro…! —la emoción seguía latente— ¡Tres…dos…uno…Feliz Año!- exclamó a coro la multitud

Me di vuelta a mi izquierda, abrazando a la persona que estaba cercana a mí, segura de que era mi hermano. Ese chico me recibió, algo confundido, pero de buena gana.

—¡Feliz año! —le dije.

—Fe-fe-feliz año —tartamudeó.

No reconocí su voz, por lo que me separé.

Cuando me eché atrás lo suficiente, los ojos casi se me salen de las cuencas, y la felicidad hizo que temblaran todos y cada uno de mis nervios.

El pelo chocolate, los ojos ámbares, la piel suave, su aroma, sus abrazos, todo seguía igual… incluso su voz, sus nervios.

—¡Shaoran! —le susurré, abrazándolo de nuevo— ¡No me avisaste que habías vuelto a Japón…!— los ojos se me llenaron de lágrimas.

—No sabía si me seguías queriendo…- me abrazó con fuerza.

—Eso jamás va a cambiar…—sonreí— ¿Tú, que me dices?

Me separó para guiñarme un ojo.

—Que si me aceptas, todo mi ser para ti, cerecita…—su mirada era dulce— mi aliento, mis días, todo lo que es mío va para los dos…

—¡Te quiero tanto, Shaoran!

Me miró, por un segundo y sus labios estuvieron sobre los míos, al compás en que la música de los fuegos artificiales se escuchaba, junto con la primera explosión, colorida, y sonora.

Aunque a mí me parecía que eso sólo sucedía en mi cabeza.

El primer fuego artificial del año…

El primer abrazo del año…

El primer beso del año…

Todo para él. Para miShaoran.