1970

-Después de muchos años te volvemos a ver Fabray

En una cantina de Lima en Ohio, se encontraban dos mujeres bebiendo una copa de Whiskey, mientras afuera caían las primeras gotas de lo que amenazaba con convertirse en una gran tormenta

-Ya ves - respondió agitando su copa - me parece curioso que me recuerdes después de tanto tiempo.

-Te odie durante mucho tiempo por haber desaparecido así como así Fabray - respondió la otra mujer - durante 7 años solo aparecías en los veranos y volvías a desaparecer ¿Alguna vez sabré que pasó contigo?

-Te lo dije en su momento - bebió lo que quedaba de su bebida - iba a un internado en Inglaterra

-Ya... ¿Por qué en Estados Unidos no existen Internados, verdad? - comentó de manera irónica.

-Existen, pero sabes bien que soy inglesa y tenía mi cupo en ese internado desde que nací - se cruzó de brazos recostándose.

-Siempre pensé que iríamos juntas a la secundaria y gobernaríamos

-No me necesitaste para hacer eso

-No, pero puedo saber que fue lo que viste en Berry... Digo, Berry se mudo poco después de que te marchaste y siempre que venías, preferías pasar el tiempo con ella que conmigo.

Descubrió mi secreto - dijo desviando la mirada - sabes mejor que nadie que no soy como las otras chicas Santana - mojó sus labios con su lengua - ella lo descubrió y en vez de repelerme...me aceptó.

La tormenta se incrementó llamando la atención de Fabray, el clima no se colocaba así a menos que...No...eso era imposible...

-No recuerdo que el clima en Lima fuera tan variante - comentó mientras servía otra copa del whiskey escocés que se encontraba encima de la mesa.

-Últimamente el clima está algo loco... ¿Sabes que ella salió con un chico llamado Finn, no?

-Lo sé... ella me lo dijo cuando volví del internado.

-Me sorprende que los Fabray hubiesen aceptado esa relación...digo con lo católicos que son, perdóname Quinn, pero había momentos en que tus padres se creían de mejor especie que los demás, lo cual es ridículo.

-Sí, eso es ridículo - sacó dinero de su bolsillo y lo dejó sobre la mesa - debería marcharme, este clima me pone nerviosa - indicó levantándose de la silla y colocándose su chaqueta - me iré a casa y tu deberías hacer lo mismo Santana.

-Sí como digas - sacudió su mano mientras observaba a su amiga salir de la cantina.

Las grandes gotas de lluvia cubrían por completo el cuerpo de Lucy Quinn Fabray, quien a paso decidido caminaba hacia su casa en los suburbios de Lima, para una persona como ella, era bastante peligroso estar en las calles a esa hora. Pero necesitaba verla, necesitaba asegurarse que nada le pasaría, no ahora.

Sabía que era riesgoso salir con ella, lo sabía pero eso no le importaba. Aún recordaba el día en que la conoció.

FlashBack

Un frío azotaba el Estado, algo muy extraño teniendo en cuenta que se encontraban en pleno verano. Quinn se encontraba sentada en los columpios del parque, ese día no había nadie a la vista, solo estaba ella balanceándose de un lado a otro. Su amiga de toda la vida, Santana, no le había perdonado haber estudiado en otro instituto, no importaron las escusas que le había dado, no le volvió a dirigir la palabra.

-¿Quién eres? - la voz de una niña por poco la hace caer - lo siento, no era mi intención asustarte.

-Soy Quinn - se levantó con cuidado del columpio - ¿No deberías estar en casa? - observó a la niña frente a ella, no tendría más de 12 años.

-Soy mayor para andar en la calle - contestó sacando pecho - me llamó Rachel y tengo 11.

Fin FlashBack

Esa había sido su primera conversación, siempre la molestaba con eso. Los 2 años de diferencia entre ellas y el poco tiempo que pasaban entre veranos, no había sido impedimento para que las dos chicas se enamoraran. A Quinn, poco o nada le importaba que Rachel no perteneciera a su mundo, ella la amaba tal y como era... al menos la amaba con su... amigo...

Aún recordaba las burlas que había sufrido cuando sus compañeros de Hogwarts se enteraron de lo que escondía entre las piernas. Tanto las chicas como los chicos la miraban con repulsión, no podía recordar el nombre de algún amigo durante su estancia en la escuela. Muchos decían, que ese era el castigo a Russell Fabray por todos sus errores. Cosa tonta, pensaba ella ¿Por qué castigarla a ella por las equivocaciones de su padre? Pero, en varías ocasiones si llegó a creer aquellas palabras.

A medida que se acercaba a la casa de su chica, sintió como una sombra se acercaba a ella. El frío empezaba a calarle los huesos, sabía que estaba en problemas, había roto la ley más importante del mundo mágico, no involucrarse con Muggles o como los llamaban en América los No-maj, aunque realmente nunca le convenció ese nombre, por lo que les sigue llamando Muggles como en su natal Inglaterra.

Golpeó con fuerza la puerta, observando como el vaho escapaba de su boca sin control. El miedo la tenía paralizada ¿Cómo la encontraron? Había sido extremadamente cuidadosa a la hora de abandonar Londres para que no la siguieran. Sabía que eran tiempos difíciles, pero no importaba, lo único que le interesaba era ver a su chica.

Con sumo cuidado saltó la barda del jardín y golpeó con la manija que colgaba de la puerta. Esperó unos segundos mientras frotaba sus manos y de su boca escapaba algo de vaho.

-¡Quinn!... ¿Qué…? – Preguntó cuándo Quinn la empujó y cerró la puerta tras ella - ¿Quinn que sucede? – Pero no obtuvo ninguna respuesta, la rubia caminaba de un lado a otro tratando de poner en orden sus ideas - ¡Quinn! – le gritó llamando su atención.

-Tengo que decirte algo

-¿Qué sucede? – Preguntó sentándose en el sofá ya cansada de ver a su chica caminar de un lado a otro.

-Rachel…yo…no soy igual al resto de las personas… - no pudo continuar porque una risita de su chica la distrajo

-Quinn, sino lo recuerdas hemos dormido juntas, obviamente sé que no eres como las demás personas.

-No me refiero a eso – contestó con un claro sonrojo en su rostro.

-¿Entonces qué sucede? – Tomó la mano de la rubia, obligándola a sentarse a su lado – Tenme la confianza de decirme lo que sea Quinn – dijo acariciándole la cara.

-Soy una hechicera

-¡Quinn! – Se levantó enojada - ¿De verdad crees que soy tan estúpida de creer eso?

-¡Te estoy diciendo la verdad! – Se acercó a la ventana sin llegar a correr la cortina – lo que te digo es cierto Rachel, por eso estudie fuera de aquí.

-¡Muéstrame! – exigió cruzada de brazos.

-Está bien – sacó su varita – Wingardium Leviosa – el jarrón que estaba al lado de Rachel se elevó sobre la cabeza de ésta.

-¡No puede ser! – exclamó llevándose las manos a la boca

-Sí puede ser Rachel – guardó la varita para luego pasarse las manos por el cabello – existe una regla en el mundo mágico… en mi mundo – se acercó lentamente a ella – en donde está prohibida las relaciones con los muggles

-¿Muggles?

-Personas sin magia – tomó suavemente su mano – y yo he roto esa regla al estar contigo, pensé que el ministerio no se enteraría pero…

-Quinn, no estoy entendiendo nada.

-Después te explicó pero ahora debemos irnos ¡Por favor! Confía en mí – suplicó mirándola a los ojos.

-Está bien, pero necesito realmente comprender todo esto Quinn.

-Y lo harás amor, pero ahora ve a empacar, que debemos irnos – le dio un beso antes de subir a su habitación y empacar algo de ropa.

Quinn se quedó en el primer piso, pensando cómo podría solucionar las cosas y evitar que la memoria de Rachel fuera borrada en caso de que fueran capturadas.

Giró su cuello haciéndolo sonar. Por más que pensaba no le llegaba ninguna solución a su cerebro. Sentía que se le estaba acabando el tiempo y una de esas señales era el cambio climático. Había desafiado a su familia, si bien los Fabray habían vivido en el mundo Muggle, no fue por gustó propio, el ministerio de magia los había condenado por descubrir negocios turbios de Russell con Gellert Grindelward y para que el exclusivo circulo de magos que rodeaban al patriarca de la familia no se enteraran del castigo - cosa estúpida - Russell había optado por auto exiliarse en los Estados Unidos. En un pueblo que había encontrado casualmente.

-Estoy lista – anunció Rachel mientras bajaba la escalera.

-Genial… ¡Cuidado! - Gritó ante la estupefacta mirada de Rachel, al ver que la puerta de su casa salía volando, dándole paso a unas personas con túnicas negras.

-Lucy Quinn Fabray – habló uno de ellos, desdoblando un pergamino, Quinn automáticamente se llevó las manos a la cabeza mientras se dejaba caer de rodillas ¡Se le acabó el tiempo! – usted ha roto una de las más importantes reglas del mundo mágico, no relacionarse con los No-Maj – dijo mirando a Rachel – la condena es claramente, la muerte

-¡No! – Gritó Rachel soltando la maleta y corriendo al lado de su rubia - ¡No pueden matarla!

-Claro que podemos – contestó otro mientras revisaba otro pergamino – Señorita Rachel Barbra Berry, su condena, será perder por completo la memoria.

-¡No puede hacer eso! ¡No pueden! – Se abrazó con fuerza a la chica, que tenía la cabeza agachada - ¡Di algo por favor!

-No le hagan daño por favor – pidió al ver cómo eran apuntadas por las varitas. Lo último que quería era que Rachel saliera lastimada por sus decisiones. Era obvio que la iban a encontrar, más cuando había dejado a su prometida abandonada en el altar...esa falta no se la iban a perdonar tan fácil...que ilusa había sido.

-Entréganos tu varita – La entrego al ver como uno de ellos apuntaba directamente a Rachel – Quinn Fabray serás enviada a Inglaterra en donde ellos ejecutoriaran tu sentencia.

-¡Sin un juicio! – Gritó Rachel negándose a soltar a la chica.

-Las cosas funcionan diferente en nuestro mundo señorita Berry – contestó el primer hombre, enrollando el pergamino – toda la evidencia apunta a que Fabray es culpable y más el hecho de que usted esté aquí hablando con nosotros.

-¡No diré nada! Pero por favor, no le hagan nada – pidió llorando sintiendo el cuerpo de Quinn temblar a su lado.

-Le daremos una oportunidad señorita Berry, tenga en cuenta que esto no pasa dos veces – carraspeó un poco – si llegamos a enterarnos de que ha hablado con alguien de lo que sabe y ha visto, su memoria será borrada ¿Entendido?

-Entendido – asintió – pero… ¿Qué pasará con Quinn?

-La sentencia de Fabray no es cuestionable, les daremos 5 minutos para que se despidan y por si quiere ser graciosa – miró directamente a Quinn – la casa ha sido hechizada, así que no podrá aparecer, ni desaparecer a menos que sea con uno de nosotros. Tienen 5 minutos.

Los hombres salieron de la casa, dejando a las chicas en el suelo abrazadas.

-Quinn… - susurró Rachel.

-Lo siento Rachel… lo siento tanto – se abrazó a la cintura de la chica mientras lloraba libremente – Te amo, no te imaginas cuanto te amo.

-Yo también te amo

-Lo mejor de todo, es que no te borraran los recuerdos, podrás recordarme y recordar nuestro amor.

-Jamás te olvidaré.

-Te amo.