Horóscopo

Semana 1 (1 – 7 de Setiembre de 1996)

Leo (22 de Julio – 21 de Agosto)

Curiosamente desarrollarás unas maneras y fuerzas personales para la comunicación, que te favorecerán a la hora de relacionarte con tus compañeros de trabajo y amigos.

En este periodo debes de tener mucho cuidado con los excesos en las comidas y con el alcohol, ya que tu salud pudiera verse muy resentida a causa de problemas estomacales y hepáticos.

La tremenda energía mental y la inteligencia con la que cuentas en este nuevo periodo te ayudarán a conseguir lo que quieres, no solo en lo referente a tu mundo laboral y social, sino también a nivel económico y familiar. Puedes obtener grandes beneficios de un proyecto que pusiste en marcha en el año anterior.

Estaba muy aburrida. ¿En qué otro caso hubiera leído el horóscopo de Corazón de Bruja sino? En ninguno, se auto respondió la chica, con asco. Odiaba las predicciones, las profecías y todas esas chorradas. Estaba por encima de esas cosas, ella misma se forjaba su destino y nadie tenía ningún derecho a inmiscuirse.

Sus padres habían decidido llevarla junto a su hermana dos horas antes de que saliera el Hogwarts Express, y todo porque tenían que ir a visitar a alguien muy importante, o esa fue su excusa. Y claro, sólo había tenido dos opciones: hablar con su hermana, algo que no le apetecía especialmente, o leer esa estúpida revista, que su madre les había comprado para que se entretuvieran.

-¿Qué lees? –la voz aburrida de su hermana hizo que apartara la mirada de la última página.

-Idioteces –contestó con voz cortante. No le apetecía nada hablar con ella.

-No me hables así –y ahí estaba el motivo por el cual las dos hermanas no se llevaba bien. Ambas tenían el mismo carácter orgulloso, rebelde y odiaban que alguien pudiera ser superior a ellas. Astutas y retorcidas como buenas Slytherin, las hermanas Greengrass querían lo mejor para ellas y poco les importaban los medios para lograrlo.

-Te hablo como me da la gana, Queenie –respondió con altivez. Y dando por finalizada la conversación se giró hacía la ventana para mirar el andén, donde los más madrugadores alumnos de Hogwarts empezaban a desfilar.

-Serás imbécil, Galatea -murmuró la mayor. La pelea verbal estaba asegurada cuando, por suerte, la puerta del compartimiento se abrió y por ella apareció una chica con el uniforme de Slytherin. En la solapa lucía una placa de prefecta.

-Buenos días, Daphne –dijo la recién llegada con una sonrisa sincera, todo lo sincera que podía ser la sonrisa de una Slytherin-. Astoria –saludó con tono frío y cortante-. ¿Cómo es que ya estáis aquí? –preguntó girándose hacia su compañera de curso.

-Mis padres tenían ocupaciones que atender –aclaró Daphne sin querer entrar en muchos detalles. La información es poder, más en tiempos de guerra. Así la habían educado sus padres.

-Yo he venido con Draco, está despidiéndose de su madre –dijo Pansy feliz. Al decir eso, sus ojos se centraron en la menor de las Greengrass que decidió ignorarla, sabía que la morena sólo quería provocarla.

-Voy a dar una vuelta –murmuró Astoria. Si no podía soportar a su hermana, menos iba a aguantar a la autodeclarada "princesa de Slytherin". Según su opinión, Pansy Parkinson sólo era una chica mimada, consentida y superficial, a la cual odiaba. Y el sentimiento era mutuo-. Pansy, Queenie… Hasta Hogwarts –dijo abriendo la puerta del compartimento.

-Adiós, Galatea –contestó su hermana. Ambas chicas habían optado por putearse en todos los sentidos posibles, y llamarse por sus horribles segundos nombres era una manera más de hacerlo.

Se marchó de ahí cabreada, odiaba a su hermana, odiaba su segundo nombre, odiaba esa estúpida guerra, odiaba a Pansy y odiaba llegar demasiado puntual a los sitios y tener que esperar. La guerra no la preocupaba excesivamente, tanto si ganaba un bando como el otro su familia saldría impune, por algo sus padres eran unos excelentes estrategas y siempre ponían una vela a Dios y otra, al Diablo. Además, los Greengrass no estaban hechos para servir fielmente a un señor, ya fuera bueno o malo. Ellos sólo eran fieles a sí mismos y a sus intereses económicos.

Tan ofuscada iba en sus pensamientos que chocó estrepitosamente con una persona, provocando que las pertenencias de ese alguien salieran disparadas hacía todas direcciones. Por suerte, ella quedó de pie.

-Mira por donde vas –escupió con desprecio. Si había otra cosa que odiaba era la torpeza-. ¿Es que en la sala común de Gryffindor no os enseñan un poco de destreza? –añadió al ver la túnica con adornos rojos y dorados.

-Pe-ee-er-don -dijo el chico encogiéndose sobre sí mismo. Astoria hizo una mueca de resignación, ¿no se suponía que los Gryffindor eran valientes? Pues mira que suerte la suya, se había encontrado con el único que no lo era.

Y sin dignarse a lanzarle una última mirada, la Slytherin se encaminó de nuevo hacia la misma dirección a la que iba en un principio, pero una voz desagradable y llena de rencor hizo que se volteara de nuevo.

-¿Y en la sala común de los mortífagos no os enseñan un poco de educación?

-Weasley… -dijo Astoria al reconocer a su interlocutora-. Veo que este año estrenas uniforme, ¿ya habéis celebrado una fiesta para tal acontecimiento?

Y ahora sí, siguió su ruta hacia el final del tren sin esperarse a oír nada más. Aunque a sus oídos llegaron frases tipo: "Imbécil proyecto de mortífaga", "¿Colin, estás bien?", "¿Necesitas ayuda?" y "Asquerosa serpiente".

Antes de llegar al último vagón, sacó la cabeza por la ventana para mirar el gran reloj que presidía el Anden 9 ¾ y, con estupor, vio que aun faltaban quince minutos para la salida del tren. Esa espera se le estaba haciendo eterna, y Ophidia aún no había hecho acto de presencia.

Con paso lento, tampoco tenía nada mejor que hacer, llegó al último compartimento. Éste se encontraba vacío, así que la Slytherin se decidió a entrar y acomodarse en uno de los asientos. Cuando estuvo sentada notó que aun llevaba la revista Corazón de Bruja en la mano. Suspiró divertida, se le había olvidado lanzarla a la cabeza de su hermana antes de marcharse, aunque realmente no lo hubiera hecho, era un comportamiento demasiado Gryffindor para su gusto.

La abrió de nuevo por la página del horóscopo, y por segunda vez ese día, hizo la estupidez de leerlo. Así la encontró su compañera de habitación y amiga.

-¿Me has hecho caso? –exclamó feliz la chica señalando la página de la revista.

-¿En qué?

-Estás leyendo el horóscopo –dijo la recién llegada.

El secreto para que ambas se llevaran tan bien era que se complementaban. Ophidia Python era una chica ambiciosa, pero en la sombra. No le gustaba ser el centro de atención ni le importaba que otros fueran mejores que ella. Su única pasión en la vida era convertirse en la persona que más supiera de serpientes, pasión que habían cultivado, desde su nacimiento, sus padres al ponerle ese nombre. Además, era una adicta a la adivinación, a las profecías y a la astrología. Todo lo contrario que Astoria Galatea Greengrass.

-No tenía nada mejor que hacer mientras te esperaba –comentó la rubia con desdén.

-Si tú lo dices… a ver qué pone –y sin pedir permiso, Ophidia cogió la revista y leyó el horóscopo de su amiga-. Mmm… qué interesante…

-Ophidia, olvídalo. No creo en esas cosas y no voy a empezar a hacerlo ahora –sentenció.

-Cambiando de tema. He visto a Draco –dijo la chica acomodando sus cosas en el compartimento para luego sentarse delante de la rubia-. Tenía una expresión seria en la cara y unas ojeras impresionantes.

-¿Qué expresión tendrías tú si tu padre estuviera en Azkaban? –se interesó Astoria.

-Peor –aseguró Ophidia-. Este año nos mirarán mal –añadió sin darle mucha importancia.

-¿Más aún? Entonces han disminuido exponencialmente nuestras opciones de ganar la copa de las casas.

-¿Más aún? –respondió la otra chica utilizando las mismas palabras que su compañera.

El tren se puso en marcha, y Astoria no pudo evitar esbozar una sonrisa de alivio, pensaba que iba a pasarse toda su vida en ese maldito andén. Las dos chicas no recibieron ninguna visita durante la primera parte del trayecto, por lo que aprovecharon el tiempo para ponerse al día mutuamente, no tenían secretos entre ellas. Aunque en la segunda mitad del camino no tuvieron tanta suerte.

-Estáis aquí –afirmó una voz femenina, cuya propietaria estaba entrando por la puerta-. Os estábamos buscando.

-Tracey, Daphne –exclamó Ophidia contenta. Ella, al contrario que su mejor amiga, se llevaba bastante bien con todas las chicas de un año más.

-Tracey –saludó Astoria con una inclinación de cabeza y media sonrisa. Le caía bien-. ¿Queríais algo?

-¿Podemos quedarnos aquí? –se interesó la única mestiza declarada de Slytherin-. En nuestro compartimento Draco está alardeando de no se sabe qué y Pansy se está poniendo enferma de adoración. Ambas cosas son insoportables.

-Claro –dijo Ophidia con una sonrisa, Tracey siempre lograba divertir a quien hiciera falta con sus comentarios-. ¿Y los otros?

-Zabini ha ido a una fiesta de enchufados, o eso ha dicho –el tono de Daphne fue frío como el hielo, ella y el moreno no se llevaban nada bien-. De Nott no sabemos nada –agregó sentándose. Tracey se instaló cómodamente en el asiento contiguo.

-Qué raro que no estés revolcándote con un chico, Queenie –comentó Astoria mirando por la ventana. En el reflejo del vidrio vio que su hermana le lanzaba una mirada de advertencia-. ¿Por qué me miras así? No sería ninguna novedad. Conoces todas las camas masculinas de Hogwarts.

-Tranquila, Galatea. Cuando quieras te consigo un chico para que pierdas tu virginidad, ya que, por lo que veo, eres incapaz de encontrarlo por ti misma –la cara de Astoria se convirtió en una máscara de hielo, ese era un tema sensible.

Justo en ese momento llegó la señora del carrito. Al abrir la puerta, la sonrisa se le congeló en la cara. Había encontrado un nido de serpientes.

-No vamos a maldecirla en medio del Hogwarts Express, así que alegre esa cara –comentó Tracey con ese tono jocoso que empleaba siempre. A la mestiza le hacía especialmente gracia que la gente considerara que todos los Slytherin eran o serían mortífagos-. Yo quiero un paquete de Ranas de Chocolate y tres varitas mágicas de regaliz.

-Yo una caja de grageas de todos los sabores Bertie Bott, cinco donuts de calabaza y diez babosas de gelatina –pidió Astoria adelantándose a su hermana que había abierto la boca. Ésta le lanzó una mirada divertida, sabía que había dado en el clavo con el tema de la virginidad, antes de comprar lo mismo para ella. Al fin y al cabo, compartían los mismos genes.

Cuando las cuatro chicas estuvieron servidas, la mujer abandonó el compartimento con un paso ligeramente más rápido de lo estrictamente necesario. Ellas ni se inmutaron, estaban demasiado acostumbradas a ese tracto de quienes se autodenominaban "los buenos" porque, en teoría, no despreciaban a nadie.

Astoria se dedicó el resto del viaje a meditar sobre el plan que había puesto en marcha el año pasado. Éste consistía, básicamente, en conseguir a la mejor pareja masculina posible de todo Hogwarts, ella se merecía lo mejor, y lo iba a tener. Era por eso que aún seguía virgen, no pensaba abrirse de piernas a un cualquiera.

Había sospesado varias opciones, todas, claro está, dentro de Slytherin. ¿Para qué intentar acercarse a alguien de otra casa cuando sabías de antemano que te miraría mal? Era inútil y absurdo. Y si había otra cosa que odiaba era hacer cosas que no le reportaran beneficio alguno a corto, medio o largo plazo, es decir, inútiles.

Finalmente, después de sospesar los pros y los contras, los Slytherin nunca actuaban si el balance era negativo, había llegado a la conclusión que su futuro marido tenía que ser Draco Malfoy. Cuando se lo contó a Ophidia, ésta pensó que lo había escogido porque era guapo, listo y popular, pero ella se encargó de sacarla de su error. Si iba a convertirse en Astoria Malfoy era porque, primero, el rubio era el chico más rico de Hogwarts y, segundo, tenía carácter de líder, y ambas cosas le atraían.

El único problema era que su padre había sido enviado a Azkaban culpable de ser uno de los mortífago que había atacado el Ministerio de Magia. Astoria era una persona neutral con respeto a la guerra. Desde luego no correría a matar gente sólo porque a un mestizo, con aires de sangre limpia, se le había antojado, aunque tampoco pensaba hacer de defensora de aquellos que la habían despreciado sólo por llevar una túnica verde-plateada.

-Ya hemos llegado –la voz de su mejor amiga la despertó de sus planes para conseguir al rubio-. Será mejor que nos esperemos un poco, odio las aglomeraciones de gente.

Cuando, a través de la ventana, vieron que ya no quedaba casi nadie en el andén de Hogsmeade, las cuatro se decidieron a bajar del tren y coger uno de esos carruajes tirados por caballos invisibles, comúnmente llamados thestrals.

Al atravesar las puertas de los terrenos, Astoria empezó a sentir como su estómago se iba haciendo cada vez más pesado y un dolor punzante le asaltó tan repentinamente que no pudo evitar el grito.

-Toria, ¿qué te pasa? –se preocupó Ophidia. La rubia simplemente le señaló la barriga, no podía hablar del dolor que sentía.

-Tenemos que llevarla a la enfermería –comentó Daphne, que aunque intentaba esconder su cara de preocupación, sus ojos no dejaban lugar a dudas de ella.

-Vosotras id al banquete y contadle a Snape lo qué ha pasado, yo la llevaré –dijo la chica de quinto, ayudando a bajar a su amiga del carruaje.

A pesar de las quejas de Ophidia y los gritos ahogados de Astoria, las cuatro chicas tuvieron que pasar los controles que se habían instalado en la entrada del castillo para que nadie llevara algún objeto peligroso.

-Para matar a alguien sólo se necesita una varita –murmuró Tracey cuando Filch le pasó el sensor de secretos por todo el cuerpo, lo que le supuso una mala mirada del celador, que la chica respondió con una sonrisa sarcástica.

Sin despedirse de las dos Slytherin de sexto, Astoria porque no podía y Ophidia porque no quería perder más tiempo, se encaminaron hacia el tercer piso, donde estaba la enfermería del castillo. Una vez allí, la enfermera le indicó a Ophidia que ya podía volver al banquete de bienvenida e inspeccionó exhaustivamente a la rubia.

-Tómate esta poción –indicó Madame Pomfrey tendiéndole un tazo que olía a baba de babosa. Astoria, haciendo de tripas corazón y tapándose la nariz, se la tomó rápidamente, para luego caer en un sueño profundo y negro.

Lo primero que notó, cuando volvió a la consciencia, fueron sensaciones desagradables. Sentía como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago, la cabeza le daba vueltas y no podía abrir los ojos; parecía como si alguien se hubiera dedicado a pegar una a una, todas sus pestañas.

-Bienvenida de nuevo, señorita Greengrass –la voz de la enfermera sonó muy lejana como si la mujer se encontrara en la otra punta del castillo. Aun así, cuando Astoria abrió los ojos, descubrió que estaba a su lado-. Su hermana me ha contado que la última semana de Agosto pasó la gripe del dragón. Seguramente las pociones que tomó para curarla reaccionaron, en su estómago, con las golosinas que comió en el Hogwarts Express.

-¿Y eso qué significa? –murmuró la chica aturdida por tanta información.

-Significa que he tenido que subministrarle una poción que limpiara su estómago -explicó Madame Pomfrey.

-Pero el efecto de esta poción es muy lento. ¿Cómo puede ser que esté bien en una noche? –preguntó Astoria. Las pociones curativas eran uno de sus fuertes.

-Lleva tres días en la enfermería durmiendo. Y creo que tendrá que pasar dos días más en observación.

Astoria se quedó tan sorprendida que fue incapaz de decir nada. La enfermera, al notar que se lo había tomado muy bien, se acercó a la puerta para dejar que entraran sus visitas.

-¡Toria! ¡Por fin te has despertado! –gritó Ophidia corriendo hacia su cama. La rubia arqueó una ceja ante ese comportamiento-. Estaba muy preocupada. Llevas tres días fuera de combate –se justificó.

-¿Cómo estás, Galatea? –su hermana también había entrado en la enfermería, acompañada por Draco y Pansy.

-Ahora mucho mejor –señaló Astoria sonriendo al único chico presente e ignorando a la morena-. ¿Estabas preocupado por mi, Draco?

-Todos estábamos preocupados por ti –aclaró Malfoy.

-Si hemos venido a la enfermería es porque no se puede estar en los pasillos. Están todos repletos de adoradores de nuestro queridísimo "Elegido" –dijo Pansy con tono cortante.

-Entonces lo mejor hubiera sido que te quedaras en la sala común, ¿no, Pansy? Así no tendrías que haber pisado con tus hermosos zapatos de quinientos galeones esos pasillos infectados para venir a verme –contestó la enferma. El año pasado había descubierto un nuevo hobby: enfurecer a Pansy Parkinson.

-Basta –Daphne decidió intervenir diplomáticamente-. Somos pocos y tenemos que estar más unidos que nunca. ¿Qué te ha dicho madame Pomfrey, Galatea?

-Tengo que estar dos días más en la enfermería, luego podré irme.

-Sí que has empezado bien el curso, Toria –comentó Ophidia que se había sentado al lado de la cama.

-Bueno, nosotros nos vamos que tenemos clase de Encantamientos –dijo Draco. Daphne y Pansy estuvieron de acuerdo y los tres se marcharon hacía la clase de Flitwick.

Cuando las dos chicas se quedaron a solas, madame Pomfrey salió de su despacho para darle una poción de color rojo sangre que olía a vinagre. Astoria se la tomó con repulsión.

-¿No tenemos clase ahora?

-No, los miércoles por la tarde tenemos tiempo libre –explicó Ophidia-. Si me hicieras caso… -añadió en un murmuro cuando la enfermera se marchó.

-No sé de qué me estás hablando, Idia –dijo la rubia usando ese diminutivo que tanto odiaba su amiga.

-No me llames así. Te estoy hablando del horóscopo, en él te decían que tendrías problemas estomacales –explicó la amante de las serpientes.

-También decía que obtendría beneficios de un proyecto que puse en marcha el año pasado y no ha pasado nada –recordó Astoria.

-Draco Malfoy ha venido a verte a la enfermería y Pansy se estaba muriendo de celos.

-¿Y que me dices de las maneras y fuerzas de comunicación que desarrollaré y que me ayudaran a la hora de relacionarme con mis compañeros de trabajo y amigos?

-Joder… qué memoria…

-Señorita Python, si es tan amable de irse. La señorita Greengrass necesita descansar.

Los dos días siguientes fueron los más aburridos de su corta existencia, se pasaba las horas deseando poder hacer algo, hasta había suplicado a Madame Pomfrey que le dejara tener los libros para estudiar un poco. Le enfermera se negó, una de las normas de la enfermería era que no se podía estudiar en ella.

Cuando por fin la estricta mujer le dijo que ya podía irse de ahí, Astoria no se lo pensó dos veces y se marchó rápidamente hacia su sala común, donde todos sus compañeros debían estar ya. Pero por el camino volvió a chocar estrepitosamente con la misma persona que en el tren.

-Mira por donde vas, Creevey –dijo enfadada, ya que esta vez sí que se había caído al suelo.

-Lo siento, Greengrass, aún no me han enseñado destreza en Gryffindor –dijo el chico con tono divertido. Le tendió la mano para ayudarla, pero ella la rechazó y se levantó sola -. Aunque si quieres me la puedes enseñar tú.

-¿Cómo?

-Seremos compañeros durante todo el año en Encantamientos. Tenemos que realizar un trabajo teórico-práctico o algo así –explicó el chico.

-¿Cómo?

-Somos compañeros de trabajo –volvió a decir mucho menos seguro que antes, Astoria se regocijó al darse cuenta que Creevey la temía.

Le lanzó una mirada de superioridad antes de marcharse hacia las mazmorras, con las últimas palabras del chico repitiéndose una y otra vez en su cabeza. ¿Tantas horas de descanso la había vuelto loca o las palabras de Ophidia empezaban a cobrar sentido?

-Toujour Pur –murmuró para poder acceder a su sala común.

Ésta continuaba siendo la elegante habitación que había hecho que Astoria se enamorara de Hogwarts. Le encantaba la inmensa chimenea que presidía la sala, donde siempre quemaba un fuego verde y plateado, adoraba los sillones de cuero verde oscuro que le recordaban la distinción que se merecían los alumnos del gran Salazar Slytherin, pero lo que más le gustaba era el silencio que se respiraba en ella.

Astoria estaba convencida que en las otras salas comunes todo el mundo hablaba, gritaba y hacía ruido, creía que era un lugar donde uno no podía encontrar tranquilidad, quizás por eso los alumnos de Hufflepuff, Ravenclaw y Gryffindor se pasaban las horas paseando por los jardines o estudiando en la biblioteca. Al contrario que las serpientes, que preferían estar con los suyos en su territorio.

-Podría haber ido a buscarte –Ophidia se levantó del sillón nada más verla aparecer en la estancia.

-No necesito una niñera, gracias –respondió con sorna, no entendía la preocupación tan exagerada de su amiga.

-¿Tú sabes qué es una niñera? –se extrañó Tracey que acaba de entrar y había oído la última frase.

-Claro… ¿Tú, no?

-Sí, por eso me sorprende que lo sepas –comentó la mestiza confundida. ¿Desde cuando una sangre limpia sabía qué era una niñera sin haber cursado Estudios Muggles?

-Una niñera es una elfina doméstica que cuida de ti cuando eres un bebé –explicó Astoria enfatizando las últimas palabras para Ophidia.

Tracey se puso a reír al oír esa explicación, aunque mucho más aliviada, no quería perder el privilegio de ser la única que podía disfrutar al ver como sus compañeros de casa esbozaban una mueca de incomprensión delante de una palabra muggle, que para ella era lo más común del mundo.

-¿De qué te ríes? –se interesó Ophidia, que no encontraba la gracia por ningún lado.

-En el mundo muggle también se utiliza la palabra niñera. Además tiene un significado muy parecido, pues es la persona que cuida a los niños cuando la madre o el padre no pueden.

Y dicho esto, la mestiza se despidió de las alumnas de quinto para ir a sentarse junto a Daphne, Pansy, Millicient Bulstrode y Alessa Runcorn, sus compañeras de cuarto. Las cuatro estaban discutiendo algo bastante interesante, o eso parecía por las expresiones de sus caras. Aunque, para ser fieles a la realidad, las que estaban intercambiando opiniones eran Pansy y Daphne, las otras dos se dedicaban a escuchar.

Hubo un tiempo -los tres primeros años en Hogwarts- en que Tracey se hubiera limitado a escuchar como estaban haciendo las otras dos. Pero algo en el verano de tercero a cuarto cambió su visión de la vida e hizo que pudiera discutir con Pansy y Daphne sin pudor. Cosa que la princesa morena no había digerido demasiado bien.

-Bienvenida, nena –Blaise Zabini se había acercado a Astoria y Ophidia por la espalda, y les regaló esa seductora sonrisa que le había abierto demasiadas cosas. Ophidia, sabiendo que su amiga querría hablar con el chico, se marchó hacia la habitación.

-¿Has estado entretenido, Blaise? –preguntó la pequeña de las Greengrass con voz amenazante.

-Si lo dices porque no he ido a visitarte… no me gusta verte en una cama si no estás en plena forma –comentó el chico guiñándole un ojo. El juego de ambos era completamente inocente, ya que nunca había pasado nada.

-No lo decía por esto… ¿Desde cuando encuentras guapa a esa descastada de Weasley? –Astoria no podía soportar la pobreza, ese era el motivo principal por el cual los Weasley no le caían bien, no tenía nada que ver con que amaran y adoraran a los muggles.

-Desde que mi rubia favorita ha decido cambiarme por otro –contestó el moreno con expresión dolida señalando disimuladamente a Malfoy, que estaba meditando en un sillón apartado.

-Quiero que mis hijos sean rubios –se excusó. Con una sonrisa, Astoria se despidió de él y se marchó hacía su cuarto. Estaba cansada, y eso que había dormido tres días seguidos y había descansado, dos más.

Las habitaciones de Slytherin no estaban separadas por sexos, sino por cursos. Para acceder a ellas se tenía que bajar por unas amplias escaleras y a cada uno de los pisos había dos puertas, una para los chicos y otra para las chicas. La distribución de los pisos era sencilla: en el piso inferior estaban los alumnos de séptimo, y en el superior, los de primero.

Astoria bajó cinco niveles para llegar a su habitación. Al entrar en ella, vio que sus tres compañeras ya estaban durmiendo, o al menos sus doseles verdes estaban echados, así que sin hacer ruido se puso el pijama, se limpió los dientes y se tumbó en su cama. Al cabo de dos minutos ya estaba dormida.

A la mañana siguiente, para su sorpresa, fue la primera en levantarse. Con paso lento y restregándose los ojos entró en el baño para ducharse y acicalarse, aunque antes inspeccionó su imagen en el espejo. Esos cinco días en la enfermería le habían sentado fatal: parecía un cadáver viviente. Así no habría manera de conquistar a Draco, a pesar de que su rival fuera una morena con cara de perro rabioso, según su opinión.

Se metió en la ducha un poco deprimida, donde dejó que el agua limpiara esa sensación y todos los restos de su estancia en la sala de los enfermos. Así que cuando salió del baño, su aspecto había cambiado completamente. Unas capas de maquillaje y unos toques en el pelo hicieron que regresara al mundo de los vivos.

-Buenos días, Jugson, Higgs –saludó la rubia educadamente. Aunque la primera no hablara demasiado y la segunda le pareciera estúpida, sus padres le habían enseñado ciertas normas que había que cumplir para una buena convivencia.

Para despertar a Ophidia necesitó dosis de paciencia, autocontrol e ingenio. Al final optó por un clásico, un chorro de agua fría en la cara.

-Eres cruel –murmuró la chica a medio bostezo.

-No sé como has logrado levantarte todo estos días sin mí, pero yo me voy a desayunar…

-Toria… ¿qué hora es? –pidió Ophidia temiéndose lo peor.

-Las ocho –contestó la rubia aproximándose a la puerta-. Tenemos que estar en clase dentro de una hora.

-Lo que me temía –la chica hizo una pausa y respiró profundamente, no quería gritar a una convaleciente-. Es sábado.

Astoria se llevó la mano a la boca antes de esbozar una sonrisa inocente para calmar los ánimos de su amiga. Ophidia odiaba dos cosas en esta vida: las aglomeraciones de gentes en un sitio pequeño y levantarse temprano. Y haberla despertado a esas horas, con un chorro de agua fría y siendo sábado, podía degenerar en un homicidio voluntario con ensañamiento, penado en Azkaban con veinte años.

-Entonces… ¿por qué éstas estaban levantadas ya? –la mejor defensa era encontrar otro culpable.

-¿Por qué no se lo preguntas? –dijo Ophidia, que empezaba a no ser capaz de controlarse.

Astoria captando la indirecta-directa se despidió con una sonrisa de disculpa y se marchó hacia la sala común, donde había varios alumnos de sexto conversando. Se aproximó a ellos y se sentó al lado de Blaise, que estaba leyendo El Profeta, y Tracey, que se pintaba las uñas mugglemente.

-¿Qué hacéis levantados tan temprano un sábado? –se interesó.

-No podía dormir pensando que estabas encima de mí con un pijama sexy –fue la respuesta del moreno, que no había apartado la vista del diario.

-¿Y por qué no has venido a hacerme una visita? –respondió Astoria, mordiéndose el labio sensualmente.

-Todavía estás convaleciente –explicó Zabini.

-¿Y vosotros? –la chica se giró hacia el resto.

-Estoy esperando a Draco para ir a desayunar juntos –Pansy fue la primera en responder, orgullosa de haber logrado un hito histórico en su "relación".

-Junto a todos los Slytherins, ¿no? –se burló la rubia.

Pero antes de que la morena pudiera replicar, el nombrado muchacho entró en la sala común, acompañado por sus fieles, musculosos y poco inteligentes seguidores: Gregory Goyle y Vincent Crabbe. Inmediatamente, Pansy perdió todo interés en Astoria y se levantó para marcharse con el chico, que no se paró a saludar a sus compañeros.

-Está tan raro… -murmuró Daphne a Theodore Nott, que se limitó a levantar una ceja y a asentir imperceptiblemente.

-¿Qué le pasa? –dijo Astoria interrumpiendo el poco probable comentario de Nott.

-No te importa.

-No lo sabemos –añadió Nott, al cabo de unos segundos de silencio, al ver que Daphne no iba a añadir nada más y que Astoria no se daría por vencida.

-¿Tendré que empezar a ponerme celoso de verdad? –intervino Blaise, mientras doblaba el diario y se levantaba. Con una reverencia le tendió una mano a la rubia, que ésta aceptó con una sonrisa, ignorando el chasquido de fastidio de su hermana-. Ya sabes que me tienes a tu disposición las veinticuatro horas del día, Daphne. Para lo que quieras.

-Piérdete –contestó Daphne de mal humor-. Vamos a desayunar, Theo, Tracey… -y sin añadir nada más se encaminó hacia la salida, seguida de los otros dos.

El sábado transcurrió lentamente para Astoria, pues estuvo la mayor parte del tiempo haciendo los deberes que les habían mandado e intentando ponerse al día con las asignaturas. No es que le preocuparan excesivamente los estudios, de hecho, no le preocupaban nada. Esa era la suerte de haber nacido en una de las familias más ricas de la sociedad mágica inglesa, pero aun así, le encantaba aprender cosas nuevas.

-------------------------------------

Aclaraciones:

La inspiración para este fic apareció un día que estaba leyendo el horóscopo en un revista local, en eses instantes me vino la siguiente pregunta: ¿Qué haría si todo lo que me decía el horóscopo pasará de verdad? ¿Lo creería al pie de la letra o seguiría siendo tan escéptica como ahora? No obtuve respuesta a ninguna de las dos preguntas, así que decidí dejarlo pero la idea siguió ahí, como cuando sabes que estás olvidando algo pero no sabes el qué...

Ese algo volvió cuando empecé a leer fics que hablaban de los marginados Sytherins de JK (recomiendo "Mortífagos" de Metanfetamina), así que decidí hacer una historia donde se mezclara el horóscopo y un protagonista de la casa verde-plateada. Ese protagonista fue Astoria Greengrass Malfoy, un verdadero misterio. De ella sólo sabemos tres cosas: es la hermana de Daphne Greengrass, se casa con Malfoy y tiene un hijo llamado Scorpius. Por eso, decidí explicar su historia desde mi punto de vista.

La historia transcurrirá en el sexto año de Harry Potter, Draco Malfoy,...

Espero que os guste...

Un beso,

Naia Black

Disclaimer: Obviamente la mayoría de los personajes no son míos, si lo fueron no estaría levantándome cada día a las 6:30 para ir a una universidad donde los profesores son imbéciles, idiotas y gilipollas... El único personaje que es mío es Ophidia Python, tuve que crearlo porque no quería que Astoria fuera una marginada social, sin amigos y enamorada perdida de Malfoy... También son mías las personalidades de algún personaje y algún nombre que he tenido que inventarme.

PD2: Este capítulo (mejor dicho, el fic en general) va dedicado a mi beteadora personal, que me ha ayudado muchísimo. Mil gracias Myriam, preciosa!!!