Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, todos son propiedad de J.K Rowling.
MASQUERADE
A veces cuando los sentimientos de tristeza y pánico atravesaban su corazón sin descanso, o en aquellas ocasiones en las que quería esconderse de todo y pasar un momento a solas, acudía frente al tapiz de Barnabas el Chiflado y entraba a esa sala extraña que se materializaba frente a sus ojos.
No recordaba la fecha exacta, pero estaba seguro de haber escuchado a su padre mencionarla en cierta ocasión, cuando le pedía que le contara sobre la historia de la Batalla de Hogwarts porque era mayor su curiosidad sobre el pasado de su familia y el porqué de su repentina decadencia dentro del mundo mágico.
Sin embargo, su padre nunca le contaba nada más sobre esa sala. Se quedaba observándolo atentamente esperando que siguiera con el relato y su padre no continuaba. Se excusaba con un "Lo lamento, tengo que atender unos asuntos"; y se quedaba como al principio. Presa de la curiosidad y la intriga.
Nadie dentro del colegio, al menos que se diera cuenta, hablaba sobre esa sala misteriosa. Aunque tenía sus dudas respecto a ese tema, era capaz de afirmar con plena seguridad de que al menos uno de los Potter o los Weasley conocían esa sala, pero por algún motivo, no podían hablar de ella en público, pero, ¿Por qué?
Entonces cuando su abuelo Lucius murió y no le fue posible salir del colegio gracias a una lesión que se había provocado en un partido de quidditch, fue cuando la encontró.
Buscaba un sitio donde esconderse y estar solo. Para lidiar con su dolor de perder a su abuelo, quizá ese dolor no se comparaba con el que observaba en los ojos de su padre desde que era niño, las situaciones no eran para nada parecidas.
Por eso acudía a esa sala, para llorar tranquilamente sin que nadie pudiera mirarle, era su orgullo tan grande que no debía permitirse flaquear a vista de los estudiantes que querían verlo en total humillación, como si no le bastara lo suficiente con la decadencia que tenía su familia desde ya diecinueve años atrás.
Solían decirle que los hombres no lloran, había observado a su padre y su abuelo y ellos, nunca habían llorado frente a él, pero Scorpius era un niño apenas y sentía. Quizá, era mucho más maduro que muchos de sus compañeros de casa o curso, quien sabe, pero podía afirmar que enfrentarse a temprana edad a la muerte de un ser querido no era tan fácil como los adultos querían hacérselo ver.
Aquel día, esa noche, había acudido a esa sala con otro propósito. Había descubierto algo entre las pertenencias de su abuelo, algo que, casualmente, le había tocado como herencia de Lucius Malfoy.
Necesitaba un lugar donde esconderlo, no lo podía tener oculto en su habitación de la sala común, era peligroso. Y no quería que lo que contenía ese diario fuera leído por otras personas que no fueran Scorpius mismo.
Parte de ocultarlo necesitaba un lugar donde leer ese diario con tranquilidad, tenia unas ansias enormes de saber qué había escrito su abuelo en esas páginas y quería saber el motivo por el que se lo había dejado precisamente a él, su único nieto.
Dirigió su mirada hacia la puerta que se materializó frente a sus ojos y con una sonrisa ladeada, acercó su mano hacia el picaporte de la sala y entró en ella con sumo cuidado de no ser visto por nadie que pudiera pasar por el pasillo.
Soltó el aire que había contenido en los pulmones y sonrió con alivio mientras sacaba el diario con tapas duras de color negro de una bolsa de su túnica.
Posó sus ojos grises en lo que tenía enfrente. La habitación se transformó en una acogedora sala de estar con sillones de color verde oscuro, una chimenea y un estante de libros al fondo, pensó que ese sería un buen lugar para esconder el diario, claro, antes tomaría sus precauciones.
No quería que ningún Potter ni Weasley pudieran encontrar el diario si es que sabían cómo utilizar la sala.
Caminó hacia uno de los sillones y se dejó caer sobre él con elegancia, y abrió el diario por su primeras hojas, las cuales solo tenían una frase escrita con una elegante y fina letra en color negro.
"Esta es mi verdadera máscara, lo que fui, lo que soy y lo que seré nadie lo sabrá, pues es el ignorante el que ve y el sabio es aquél que sabe observar.
L. Malfoy."
Scorpius enarcó una ceja con extrañeza ante aquellas palabras. ¿Máscara?
¿ A qué se refería su abuelo con esa frase? Si siguiera leyendo, podría comprender las palabras de su abuelo con mayor claridad, pero unas voces fuera de la sala lograron advertirle que tuviera cuidado, podrían encontrarlo.
― ¡Rayos! ¡Cuando necesitamos la Sala de los Menesteres no podemos usarla!
Scorpius abrió los ojos por la sorpresa, esa voz era inconfundible, era Hugo Weasley sin duda, al parecer su padre tenia razón, todos los Weasley eran fastidiosos y hasta lo sacaban de quicio.
― Otro día será, chicos, ¿No es tan importante o sí?― esta vez era la voz de Lily Potter quien hablaba con tranquilidad y podia imaginar que hasta sonreía como solia hacerlo.
Escuchó como los pasos y voces se alejaban de la sala, por lo que, soltó una carcajada de alivio y satisfacción, daba las gracias a Merlín y a esa sala magnifica que no pudiera abrirse si un usuario estaba dentro de ella.
Volvió a colocarse sobre el sillón y tomó de nueva cuenta el diario. Pasó las hojas y se encontró con el primer escrito del diario.
"30 de Enero de 1969
Nada está escrito, nada es imposible, ni siquiera posible... todo depende de nuestra voluntad, de esas fuerzas que nos salen de adentro, decir de adentro es decir que puedo afrontar cada desafío.Tenemos el poder cuando estamos convencidos, cuando estamos decididos, cuando de verdad queremos algo.No hay obstáculo capaz de imponerse, si queremos podemos llegar más lejos, si queremos podemos llegar más alto, si queremos podemos hacer lo que sea... "sólo hay que proponérselo"...La vida es algo hermoso, siempre y cuando la hagas a tu manera, sin dejar que nada ni nadie opine por ti, que se meta en tus asuntos queriendo arreglarlos.Nunca dejes que nadie te arruine la vida."
Scorpius se detuvo a pensar por un momento, nunca había escuchado a su abuelo expresarse de esa manera, ¿Quién era Lucius Malfoy realmente?
Si los cálculos no le fallaban y por la fecha de esa página, su abuelo debía tener al menos quince años.
Si era así a esa edad, ¿Qué era lo que ocultaba su abuelo detrás? ¿Podia decir que le conocia realemente o casi nada?
Se levantó con pesar del sillón y se encaminó hacia la estantería que la sala le había proporcionado y colocó el diario en medio de unos gruesos libros que decían ser de Defensa contra las Artes Oscuras y Pociones.
Cerró los ojos con tranquilidad, el diario bien podía pasar por un libro de la escuela, pero sacó su varita del bolsillo de la túnica y lanzó un hechizo desilusionador al diario, más valía proteger esos escritos.
Terminó y caminó hacia la puerta de la sala. Abrió y sin detenerse a mirar a ambos lados del pasillo, salió de la sala al tiempo que se pasaba una mano por los rubios cabellos peinándolos hacia atrás y dejándolos caer suavemente sobre su frente.
Una risita se escuchó cerca de donde se encontraba y se encontró con una persona a la cual no esperaba en realidad.
Su cabello rojizo caía sobre su hombro derecho, la placa de prefecta de Ravenclaw se encontraba bien sujeta sobre su pecho, su uniforme azul y plateado colocado de manera perfecta, hacia lucir en demasía la dorada placa.
― ¿Potter?
La chica se encogió de hombros y cruzó los brazos a la altura del pecho, mirándolo con ojos inquisidores y… ¿Una sonrisa?
― Puedo bajarte puntos por estar fuera de tu sala a estas horas, Malfoy, ¿Sabes?― dijo la chica con arrogancia por lo que Scorpius enarcó una ceja con escepticismo.
― No me interesa― replicó Scorpius separando las silabas con un siseo y caminó pasando por un lado de la chica Potter.
Estaba a punto de girar por el pasillo cuando la voz de Potter lo hizo detenerse en seco.
― Eras tú el que estaba en la Sala de los Menesteres, ¿Cierto? ¿Qué ocultas, Malfoy?
Ante tal pregunta, Scorpius palideció y tuvo miedo. Lo habían descubierto, ¿Quién diría que no podría encontrar el diario?
