MI NIÑO
Disclaimer; Esta historia no ha sido realizada o aprobada (obviamente) por ninguna persona o entidad relacionada con las obras originales o licenciadas de James M. Barrie.
Mientras Jane dormía plácidamente ajena a todo lo ocurría en su habitación, Peter Pan soltó un grito de dolor, sus ojos incapaces de creer lo que la luz había revelado donde antes había estado su madre.
Y Wendy tuvo que decírselo. A pesar de que ambos les hubiese gustado que las cosas fueran de otra manera, no lo eran, y no valía la pena intentar de engañarse a si mismos.
- Soy mayor, Peter – murmuró - Tengo más de veinte años. Crecí hace mucho tiempo –
- ¡Prometiste que no lo harías! – el dolor y temor en los ojos de Peter era evidente.
- No pude evitarlo – se excusó, avergonzada y con pena, para luego agregar con la mayor suavidad que le fue posible - Soy una mujer casada, Peter –
- No, no es cierto –
- Si y esa niña de la cama es mi hija –
- No, no lo es – volvió a negar Peter, pero sabía que Wendy no mentía.
Se acercó a Jane con el puñal en alto, aunque no con intenciones ni deseos de clavarlo. En cambio, se rindió ante sus impetuosos sentimientos y se echó a llorar.
Wendy lo contempló con su corazón partido, y, sin saber que hacer ni como consolarlo, huyó corriendo de la habitación, tratando de pensar con claridad.
Los sollozos de Peter pronto lograron despertar a la pequeña Jane, quien al instante se sentó.
- Niño, ¿por que lloras? – preguntó con dulzura.
Peter se irguió para dedicarle una reverencia, la cual ella cortésmente respondió.
- Hola –
- Hola – dijo Jane.
- Me llamo Peter Pan –
- Si, ya lo se -
- He venido a buscar a mi madre – explico él – para llevarla al País de Nunca Jamás –
- Si, ya lo se. Te he estado esperando – fue la respuesta de Jane.
Cuando Wendy regreso, tímidamente, se encontró a Peter sentado en el barrote de la cama graznando a pleno pulmón, mientras Jane volaba en camisón por el cuarto en solemne éxtasis.
- Es mi madre – explico Peter y Jane descendió y se puso a su lado, con la expresión en la cara que le gustaba que tuviera las demás cuando lo miraban.
- Le hace tanta falta una madre – dijo Jane.
- Si, lo se – admitió Wendy bastante abatida – Nadie lo sabe mejor que yo –
- Adiós – le dijo Peter a Wendy y se alzo por los aires y la desvergonzada Jane se alzo con el: para ella ya era la forma más cómoda de moverse.
Wendy corrió a la ventana.
- No, no – gritó.
- Es solo para la limpieza de primavera – dijo Jane – Quiere que le haga la limpieza de primavera para siempre –
- Ojalá pudiera ir con vosotros – suspiro Wendy
- Pero es que no puedes volar – dijo Jane.
Naturalmente, Wendy los dejo partir juntos.
Una sonrisa iluminó su rostro mientras lagrimas empañaban sus ojos.
"¡Oh! ¡Allí va mi pequeña para ser una envidiable madre! ¡Que alegría!" pensó mientras los contemplaba alejarse navegando por el oscuro mar del cielo nocturno "¡Oh! ¡Allí va mi niño para ser hijo de otra madre! ¡Que pesar!"
Cubrió su rostro con sus delicadas manos mientras entre sus labios escapaban suaves sollozos, lágrimas de gozoso orgullo mezclándose con lágrimas de angustiosa pena. Dejó la habitación con rapidez, su Jane y su Peter ocupando cada rincón de su mente.
Por supuesto, dejó la ventana abierta aquella noche. Y la mañana siguiente.
Si fuese necesario, Wendy dejaría aquella ventana abierta por la eternidad con tal de lograr así que sus hijos volvieran al tierno cobijo de una casa y una madre.
