Disclaimer:
1) Free! y compañía son propiedad de Kōji Oji, Hiroku Utsumi y KyoAni.
2) Historia hecha sin fines de lucro.
3) Este fic participa en el reto: "Entre flores de cerezo" del foro Iwatobi Swim Club.
#De palabras: 389
Bueno, aquí vengo con mi segunda y última aportación al reto de este mes. Espero que les guste :)
Por cierto, sé que el árbol donde se desarrolla la escena no es un cerezo pero supongamos que sí.
Analogías.
Porque para Kisumi las sakuras eran a Hanami como el muérdago a Navidad.
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Decir que el entrenamiento de ese día estaba siendo de lo más agotador era poco. Y todo debido a que en un par de semanas iniciaría el torneo de básquetbol de secundarias.
—Estoy tan cansado —suspiró Kisumi mientras se sentaba bajo la sombra de un cerezo—. No creo ser capaz de aguantar la segunda parte.
Una risa cadenciosa se escuchó a su lado. Makoto se había reído de su mohín, siempre le parecían muy graciosos los gestos del pelirrosa.
—Creo que tienes razón, diez minutos es muy poco tiempo para reponer energías —concedió el castaño, dándole una sonrisa que apenas permitía ver sus ojos orbes esmeralda.
Kisumi le devolvió el gesto y lo observó dar un trago de agua. Una brisa meció ligeramente las ramas del cerezo y les dio una momentánea sensación refrescante.
Una delicada flor de sakura aterrizó sobre los cabellos castaños, captando la atención de la mirada índigo. La sakura fue tomada con sumo cuidado entre los gráciles dedos de Kisumi, quien le sonrió extrañamente a la flor.
—Oye, Makoto.
Lo llamó. Y el otro ingenuo volteó, sin tener idea de las intenciones de su compañero. Porque Makoto tenía una gran contextura física para su edad, pero también era verdad que podía llegar a ser muy torpe y lento. Como en ese momento, en el que tardó dos segundos para darse cuenta que los labios de Kisumi estaban estampados contra los suyos.
Después de un rato, Kisumi se separó. No podría decir si su beso fue rechazado o correspondido. Bueno, no fue ninguna de las dos, pues todo lo que hizo el mayor fue abrir los ojos desmesuradamente y temblar como gelatina.
—¿Q-qué… fue e-eso? —preguntó Makoto, aún medio en shock, lo cual lucía extraño combinado con el fuerte rubor de sus mejillas.
El aludido se encogió de hombros, sonriendo —ése día lo había hecho en exceso— y seguidamente contestó con simpleza:
—Un beso —y comenzó a girar la flor de cerezo que todavía mantenía entre los dedos—. El descanso ha terminado, pero podemos volver al término de este si de éste, si quieres.
Tenía una sonrisa ladeada y en los ojos un brillo divertido.
Fue una clara invitación a repetir lo de hacía un momento. Una invitación a la que Makoto sólo pudo responder con un rubor que le llegó a las orejas.
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