Esta es una historia pensada para ser un relato corto, de un sólo capítulo, que seguramente ya habréis leído. Pero dada la insistencia de Sarux, y los últimos acontecimientos en la serie, he decidido continuarla.
64 DIAS
Se despertó en mitad de la noche. Su mente, que acababa de salir de un sueño, se centró poco a poco. Inmediatamente se dio cuenta que no estaba en su apartamento, si no en el de Castle. Su boca se curvó formando una amplia sonrisa. Por fin él había vuelto. Después de dos meses sin pistas, sin saber nada de su paradero, él había aparecido de la misma forma que desapareció.
Instintivamente llevó su mano al lado derecho de la cama. Vacía. Su cuerpo se puso en alerta de inmediato dando un salto y sentándose sobre la cama. No podía ser. Imaginó por un momento que las mismas personas que le habían secuestrado dos meses antes, habían vuelto a hacerlo delante de sus propias narices mientras dormían.
Metió la mano bajo la cama, cogiendo su arma de la bolsa escondite colgada del somier, donde la guardaba cada noche desde que dormía allí. Se levantó despacio intentando no hacer ningún ruido y atenta a los sonidos que le llegaban del resto de la casa, se acercó a la puerta del baño, abriéndola con cuidado. La pequeña luz piloto del cepillo de dientes eléctrico iluminaba lo suficiente la estancia para darse cuenta que allí no había nadie.
Salió hacía la sala, con la espalda pegada a la pared, con movimientos rápidos y silenciosos, totalmente felinos. La escasa luz que entraba por las ventanas procedente de la calle era suficiente para darse cuenta que todo allí estaba en orden. Miró hacía la cocina, también vacía. Un leve golpeteo hizo que su corazón se acelerase y golpease con fuerza en el interior de sus oídos.
Se giró hacía el origen del ruido, el despacho de Castle. El golpeteo había cesado. Se asomó por las estanterías, intentando atisbar cualquier movimiento, por leve que fuese, pero desde allí podía delatarse y decidió volver a la habitación y acceder al despacho desde la puerta que comunicaba ambas estancias. Volvió sobre sus pasos escuchando de nuevo el golpeteo que la había alertado. Se entretuvo mirando el lado de la cama donde unas horas antes había estado tumbado Castle. No se veían signos de forcejeo. Si alguien se lo había llevado, había sido cuidadoso y había dejado el edredón perfectamente colocado.
Intentó serenarse. Seguro que todo tenía una explicación lógica. Se pegó a la pared y fue arrastrando su espalda hasta la puerta que comunicaba con el despacho. Tenía que abrirla sin un solo ruido, y si no recordaba mal, el picaporte daba un pequeño golpe cuando se presionaba hasta el final. Intentó controlar la fuerza para que el ruido no la delatase y con sumo cuidado logró bajarlo sin que sonase. Abrió unos milímetros, los suficientes para que su ojo permitiese ver la mesa de Castle. Vacía. Pegó la cara a la pared para poder ver la pequeña mesa que escondía en su interior la caja fuerte del escritor. En orden.
Abrió la puerta rápidamente y con silenciosa agilidad su cuerpo se colocó en posición de ataque, sujetando el arma con sus dos manos, rodillas flexionadas y alerta a cualquier movimiento. Nada. Nadie. El despacho estaba vacío.
De nuevo el golpeteo y sus oídos volvieron a estallar con el latido de su propio corazón. Giró la cabeza hacía el origen del ruido, descubriendo que era la puerta que daba a la terraza del escritor, que movida levemente por golpes de una ligera brisa, chocaba suavemente contra el marco.
El miedo se apoderó de su cuerpo. Era policía y tenía un arma, pero si Castle había vuelto a desaparecer, su vida se desmoronaría. Le necesitaba. No podía vivir sin él. Lo había descubierto minuto a minuto durante los casi noventa mil últimos minutos de su vida, justo desde que él había desaparecido.
Se acercó a la puerta, temerosa por lo que podría encontrar allí. Intentó escudriñar a través de los cristales, pero todo eran luces y sombras y no podía detectar ni movimientos ni figuras. Abrió la puerta un par de centímetros, lo suficiente para poder mirar al exterior. Su corazón dio un vuelco y la sonrisa volvió a sus labios al reconocer a Castle sentado de espaldas a ella, observando su ciudad.
Dejó el arma junto a la miniatura de barco velero que Castle tenía en su despacho y puso un pie sobre el terrazo que le trasmitió la frialdad de la noche. Ya era otoño en Nueva York y ella había saltado de la cama vestida únicamente con un pequeño pantalón corto y una camiseta. El ansia por estar cerca de él, ganó la batalla a su mente, que la pedía que volviese a la habitación a por su bata y unas zapatillas.
Abrió la puerta por completo, que chirrió lo suficiente para alertar a Castle de su presencia, aunque no se giró para mirarla. Ambos sabían que el otro estaba ahí.
- Me duelen todas y cada una de las sesenta y cuatro noches en las que no pude estar a tu lado – dijo el escritor con tristeza.
- No debes culparte… - Kate se acercó hasta él mientras hablaba – Tú has sufrido lo mismo que yo.
El escritor soltó una irónica carcajada. Kate se acercó a él abrazándole por la espalda y pegando su mejilla a la de él.
- ¿Estás segura de lo que dices?
- ¿El qué?
- Que yo he sufrido lo mismo que tú… - dijo serio llevando sus manos a los brazos de la inspectora.
- Te llevaron en contra de tu voluntad… - le dijo mientras se separaba un poco para besarle sobre la mejilla.
Kate volvió a pegar su cara a la del escritor, mirando lo mismo que él, las luces de los altos edificios de Manhattan. Castle acariciaba los brazos de la inspectora sin decir nada.
- No puedo estar seguro de nada – dijo al fin – tú misma viste ese video. Entregué el dinero de nuestra luna de miel para destruir el coche con el que me sacaron de la carretera…
- Sabes que han podido drogarte y que no recuerdes nada…
- ¿Durante dos meses? ¿No crees que quedarían restos en mi organismo?
Kate fue a decir algo pero cerró la boca. Él tenía razón. No se había encontrado ningún resto de droga en su cuerpo.
- No tengo ni idea de lo que he hecho durante estos dos meses…
Kate suspiró y volvió a besarle en la mejilla. Deseaba poder decirle que no había pasado nada y que todo estaba bien, pero no podía hacerlo. No sin mentirse a ella misma. Estaba tan preocupada como él.
- Te estás quedando helada – dijo él – ven aquí.
Kate se dejó llevar por sus brazos, el escritor tiró de ella sentándola de lado sobre sus rodillas, deshizo el nudo del cinturón de su bata y la abrió intentando envolverla junto a él, apretándola a su cuerpo. Kate rodeó su cuello con los brazos, hundiendo su cara entre el pecho y el cuello del escritor.
- Estás descalza – observó.
Kate sonrió levantando la cabeza para mirarle.
- Pensé que te habían vuelto a raptar.
Castle soltó aire por la nariz en un vano intento de risa.
- Si hay algo de lo que estoy completamente seguro en este mundo, es que jamás podrá pasarme algo si estoy a tu lado.
Ahora fue el turno de Kate para soltar una leve carcajada.
- Cuando te vi en ese video entregando el dinero, te hubiese matado yo misma.
Ambos permanecieron unos segundos en total silencio. Cada uno inmerso en sus propios pensamientos.
- Tuvieron que obligarme a hacer eso. Jamás me hubiese separado de ti por decisión propia. Estábamos a punto de casarnos. Creo que jamás se me hizo tan eterno el camino a los Hamptons…
- ¿Sabes? – preguntó Kate - Durante todas estas noches no paraba de dar y dar vueltas a todo hasta verlo claro. El incendio del restaurante, la rotura de las tuberías… Está claro que alguien no quería que nos casásemos…
Castle la miró fijamente.
- ¿Quién?
- No lo sé… Pero es alguien que sabe demasiado de nosotros… Alguien a quien tenemos muy cerca.
- ¿Crees que puede ser…?
El escritor guardó silencio. El sólo hecho de decir su nombre le ponía la piel de gallina. Tyson era capaz de orquestar todos aquellos sucesos únicamente para jugar con ambos.
- No lo sé… - volvió a contestar Kate sabiendo que por la mente de ambos pasaba el nombre de la misma persona.
Kate se estremeció hundiendo de nuevo su cara en el cuello de Castle que la abrazó aún más contra su cuerpo.
- Si ha sido él, creo que ha conseguido su objetivo –aseguró el escritor.
- ¿Por qué dices eso? – dijo Kate levantando la cabeza para mirarle.
Castle sostuvo su mirada, temeroso de decirle todo lo que tenía en mente.
- Por favor… - suplicó ella para que hablase.
- Nada podrá volver a ser igual entre nosotros dos.
- Eso no es cierto. Sólo necesitamos algo de tiempo para volver a…
- Kate… - la paró – Si pudiese recordar tan sólo algún momento… Pero no puedo hacerlo… Si yo no puedo saber lo que hice en todo este tiempo ¿Cómo vas a poder confiar en mí?
- Porque sé que lo que hayas hecho ha sido en contra de tu voluntad… - aseguró ella.
El escritor suspiró negando en silencio con la cabeza. Intentaba ser sincero con ella, pero si le decía todo lo que tenía en su mente, sería como lanzarle mil cuchillos afilados.
- Rick… Por favor… Tienes que confiar en mí…
- Lo hago Kate… Siempre lo he hecho…
- No… - rebatió ella – Nunca hablas, crees que quedándotelo para ti, el problema desaparece… - le espetó levantando un poco la voz.
Castle apretó los labios.
- No puedo confiar en ti si no me cuentas que te preocupa… - dijo suavemente la inspectora acariciándole la mejilla – Sigo llevando tu anillo, quiero casarme contigo. Y compartir nuestras vidas no significa que te guardes para ti lo que crees que puede hacernos daño…
- No te imaginas todo lo que está pasando por mi mente…
- No. No puedo imaginarlo si no quieres compartirlo conmigo.
El escritor fijó su mirada en el horizonte, en los altos edificios que les rodeaban. Kate llevó su mano hasta su barbilla, obligándole a mirarla.
- Rick… Te amo… Nada va a poder cambiar eso…
- ¿Tú crees? – dijo con tristeza.
Ella asintió besándole suavemente sobre los labios.
- No te guardes nada por favor… - le suplicó ella mientras una punzada de dolor apuntalaba su propio cuerpo.
Los ojos del escritor comenzaron a volverse brillantes, acuosos. Las lágrimas estaban a punto de brotar de ellos.
- ¿Y si mañana llega otro video?
- Estaremos preparados…
- Puedo haber hecho cualquier cosa… Puedo haber robado, matado…
- No te creo capaz de eso… - le rebatió de inmediato.
- Yo tampoco me veo capaz de dejar diez mil dólares en un contenedor para destruir las pruebas de mi propia desaparición…
- Te obligarían… Quizá te dijeron que era para que no me hiciesen daño, o a Alexis…
- ¿A qué me han podido obligar durante todo este tiempo Kate?
- Cariño…
- ¿Y si llegase un video en el que me estoy acostando con otra? – soltó de repente - ¿Seguirías creyéndome?
Kate se removió, nerviosa. Eso era algo que no se había planteado.
- Nadie podrá destruirnos si no se lo permitimos…
- ¿Te das cuenta de que he podido ser una marioneta en manos de un psicópata? – preguntó bajando la cabeza, avergonzado.
Kate se dio cuenta de la magnitud del problema. La retorcida mente de Tyson, si es que era cosa de él, podría hilar tramas tan sumamente complejas que ninguno de los dos podía llegar a imaginar.
- Cualquier prueba que nos llegue la analizaremos con el FBI si hace falta… - intentó contrarrestar ella.
- No quiero perderte Kate… - confesó el escritor en un susurro – Pero soy incapaz de recordar nada desde el momento que ese coche impactó con el mío hasta que desperté en el hospital…
Kate se abrazó con fuerza a él.
- Confío en ti… Sé que recordarás… Sé que poco a poco lo superaremos… Juntos…
- Quienquiera que está detrás de esto puede seguir haciéndonos daño…
- Rick… - los dedos de Kate acariciaban su mejilla.
- Soy escritor… Mi mente no para de imaginar… ¿Qué pasaría si dentro de unos años aparece alguien reclamándome como padre de su hijo? ¿Me creerás?
Kate le miró frunciendo el ceño.
- No he parado de pensar en todo lo que han podido hacer conmigo…
Castle la miró, intentando adivinar si todo lo que estaba pasando entre ellos era parte del guion escrito por la mente retorcida que le había secuestrado. ¿Sería ese su final como pareja?
- Richard Castle – comenzó duramente ella – a partir de este momento voy a vigilar tus pasos con lupa. Si lo que estás intentando es hacerme creer que tus futuras meteduras de pata, estarán causada por estos dos meses, quiero que tengas claro que esto no va a servirte como excusa… Soy inspectora, no vas a poder engañarme…
- Y tienes un arma que no dudarás en usar contra mí… - terminó él sabiéndose la frase de memoria.
El escritor sonrió… Los grandes problemas compartidos con Kate Beckett se convertían por arte de magia en pequeños problemas. La inspectora correspondió a su sonrisa, acercándose suavemente hasta que los labios de ambos se acariciaron en un dulce y añorado beso.
Kate, estimulada por los labios del escritor, comenzó a acariciarle sabiamente, dándole a entender que había llegado el momento de volver a intimar después de que ella le añorase durante lo que a él simplemente le parecieron unas horas.
Castle se dejó llevar por las caricias, correspondiendo totalmente a la inspectora, pero cuando ésta intentó llegar más allá, tirando del elástico de su pantalón, él se levantó de inmediato, dejándola de pie sobre el frio suelo.
Kate le miró sorprendida. Jamás la había rechazado.
- Deberíamos ir a dormir… - dijo cogiéndola de la mano y señalando con la otra hacia el interior de la casa – Estoy cansado… - aseguró fingiendo un bostezo.
- No pienso moverme de aquí hasta que me digas que está ocurriendo…
Castle se llevó una mano a la oreja, rascándose nervioso.
- Estoy esperando… - le apremió cruzándose de brazos ante su silencio.
- No puedo hacerlo…
- ¿Qué?
- No quiero acostarme contigo hasta que no sepa que no tengo ninguna enfermedad que pueda contagiarte – aseguró con firmeza.
- ¿Por eso…? – preguntó ella entrecerrando los ojos…
El asintió sabiendo que se refería a horas antes, cuando ambos se metieron en la cama y él fingió quedarse dormido casi de inmediato.
- Bueno… - dijo ella acercándose y metiéndose entre sus brazos -Siempre podemos utilizar un…
- Sí… Pero habíamos decidido dejar de utilizarlos ¿Recuerdas? Ya no importaba si nos quedábamos embarazados – dijo sonriendo.
Kate le devolvió la sonrisa intentando que no se notase su tristeza.
- Sí…
Él la miró y la besó sobre la frente.
- No quiero que corras ningún riesgo…
- Mañana hablaremos con Lanie… Será mejor que ahora intentemos dormir un poco…
Minutos después, la inspectora se acurrucaba entre los brazos del escritor, pegando su cuerpo al de él por completo. Él suspiró, abrazándola con fuerza. Hablar con ella sobre sus miedos le había sentado muy bien.
Kate tardó un par de horas en poder dormir, al contrario que él, ella no había sido sincera. Todo aquello la superaba. Castle tenía razón. Quien fuese el que había hecho aquello, le habría soltado sin más por alguna razón. Quizás después de conseguir todo lo que quisiese del escritor…
Y luego estaba lo suyo… ¿Sería capaz de confesarle que el estrés que había sufrido durante su secuestro había sido la causa por la que había perdido a su bebé quince días antes?
