Traducción

Breaking point - Punto de quiebre

Notas de la autora: este fic es en especial muy oscuro, quizás la cosa más oscura que haya escrito nunca. También hay muerte de personajes menores, han sido advertidos.

Disfruten.

Capítulo 1 - Frenéticamente vacío.

Maes Hughes suspiró gratamente mientras subía los escalones enfrente de su casa, tomando las llaves de sus bolsillos. Había sido una larga semana y había esperado pasar un tranquilo fin de semana en casa con su esposa y su hija. Talvez irían al parque por un rato el sábado si no llovía; no había nada que la pequeña Elisya adorara más que cuando papi la empujaba en el columpio.

Maes trató de poner la llave en la cerradura, pero la puerta se abrió fácilmente a su toque. Frunció el ceño a eso. Era muy inusual que Gracia dejara la puerta abierta, sin mencionar que estaba entreabierta.

Él entró en la casa y cerró la puerta detrás de él después de abrirla otra vez, probando para ver si el pestillo estaba flojo. No, estaba bien. Qué raro.

—¡Papá está en casa! -llamó mientras arrojaba las llaves en la mesa de café y se quitaba su chaqueta —. ¿Dónde están mis chicas?

Cuando no hubo respuesta Maes frunció el ceño de nuevo y puso su chaqueta en la esquina del sofá. Talvez habían salido. Se movió dentro de la cocina y miró en la nevera para ver si Gracia había dejado una nota para él diciendo dónde estaba. No, nada.

Ahora, Hughes no cedió a preocuparse tan fácilmente... Pero una vaga ansiedad estaba iniciando a removerse en la boca de su estómago. Algo no estaba bien, la sensación se lo dijo. Gracia no iría a algún lado sin dejar una nota, e incluso si ella lo hiciera por alguna razón, ella se aseguraría de que la puerta estuviera cerrada después de irse. Ella siempre fue firme acerca de mantener la puerta cerrada, especialmente desde que Elisya había nacido.

—¿Gracia?

Inclinó su cabeza a un lado para escuchar con fuerza, reteniendo su aliento en caso de que la respuesta de ella fuera tan débil que incluso su propia respiración cubriera el sonido de la réplica. Silencio. El único sonido era el de su propio corazón bombeando en sus orejas, incrementando al tiempo que su pavor se intensificaba.

Salió de la cocina y se movió al pasillo. Dio un superficial vistazo a la puerta abierta de su dormitorio, vio que la luz estaba apagada y se alejó, pero entonces se congeló; se volvió lentamente, podía ver el vago contorno de un cuerpo despatarrado en el suelo.

Con el corazón en la garganta, corrió dentro de la habitación y encendió la luz.

Era Gracia. Estaba yaciendo sobre su espalda, despatarrada en la alfombra empapada de sangre. Su falda estaba arrugada alrededor de sus caderas sin miramiento alguno, sus mallugados, lechosos muslos estaban manchados con rojo. Sus ojos estaban abiertos, pero, Dios... ella no estaba ahí. Pequeños ríos de sangre medio seca corrían desde la esquina de su boca, sus labios estaban hinchados y azules.

Hughes se había congelado en la entrada. No se podía mover. No podía respirar. Después de un tiempo - Después de que sus horrorizados ojos habían tomado la horrible escena ante él - cualquier fuerza invisible que lo hubo inmovilizado, cedió al instinto y estaba sobre sus rodillas al lado de ella en un instante.

—¿Gracia? ¿Cariño? - la llamó desesperadamente mientras la atrajo a sus brazos y presionaba sus temblorosos dedos en la arteria carótida de ella, buscando un pulso. Él sabía que estaba muerta. Había sabido desde la entrada que ella no tenía pulso, sin embargo, él buscó uno de igual manera, esperando que estuviera en un error. Pero, por supuesto no había vida restante en su devastado cuerpo.

Una repentina fría calma lo sobrecogió entonces, arrastrándose sobre él como una lenta y frígida sombra. Acunó el cuerpo de su esposa en sus brazos, mirando hacia ella, entumecido, ni siquiera era consciente de la sangre empapando su blanca camisa y cubriendo sus manos de un rojo pegajoso. Ahuecó el frío rostro en su ensangrentada mano, líneas rojas bajaban por el lado de la mejilla de ella mientras él enterraba su cara en su despeinado cabello, completamente perdido. La sostuvo por un momento más, inhalando la suave esencia de su perfume, que era casi sobrepasado por el olor metálico de la sangre. Entonces, abruptamente, algo más vino a él y suavemente la dejó en el suelo, acomodando su arrugada falda en aras de la modestia.

Maes se paró y se movió fuera de la habitación como un hombre soñando, sus ojos vidriosos y su rostro inexpresivo.

—¿Elisya?

Fue hacía el pasillo, a la pequeña habitación al final. Este cuarto, también, estaba oscuro y en silencio. Las cortinas de la ventana estaban pálidas y vaporosas, así que la débil luz de afuera aún entraba en la habitación con un frágil y enfermo brillo. Cruzó la habitación hacía la pequeña cama donde podía ver una diminuta forma cubierta por las sábanas. La sábana estaba estropeada con sangre oscura, la penumbra de la habitación haciéndola casi negra. Tanta sangre... imposible tal cantidad para una niña tan pequeña.

Una regordeta y frágil mano colgaba sobre el costado de la cama, debajo de la sábana. Maes la tomó vacilante en su propia mano, sintiendo las venas en su pequeña muñeca buscando alguna señal de vida. Ninguna. La mano estaba fría y lánguida. Ella probablemente había muerto hace horas.

Él no pudo obligarse a jalar la sabana y ver lo que habían hecho con ella.

La mente de Maes estaba tranquila, serena mientras sostenía la mano de su niña. Se cerraría, como un mecanismo de defensa natural protegiéndolo de su peor miedo vuelto realidad. Una parte de él, detrás de la conciencia gritaba sin sentido, llorando violentamente... sin embargo se sobrepuso por esa profunda nada que ralentizaba su panicado corazón y lo hacía reflexionar lógicamente en vez de emocionalmente. Era, después de todo su profesión tratar con cuerpos mutilados en su vida diaria. Sí, sólo era un trabajo. Eso es.

Se dio la vuelta y caminó de regreso a la sala de estar. Necesitaba hacer unas llamadas.

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Jean Havoc sonrió a sí mismo pretendiendo no escuchar a su coronel siendo regañado por la primera teniente Hawkeye.

—Hablé con Grumman en darte una extensión la semana pasada, señor. Él no estará contento si le pido otra porque has estado holgazaneado en este caso.

El coronel dio un explosivo suspiro, replicando. — Si me hubieras recordado finalizar este caso antes de empezar con el archivo de Caldwell, lo habría tenido hecho en este momento.

Sí, te lo recordé. He estado recordándotelo cada día esta semana -Dijo de vuelta ella.

El coronel Mustang suspiró de nuevo, inclinando su cabeza sobre el papeleo. —Bien, teniente. Ahora deje de molestarme así tendré esto hecho y nos podremos ir a casa.

Riza Hawkeye rodó los ojos y vigiló sobre su escritorio dónde irritada revolvía los papeles para ponerlos en una apariencia ordenada. Miró brevemente y cachó a Havoc sonriéndole. Ella le lanzó una mirada y él obedientemente agachó la cabeza regresando a su trabajo.

Los tres estaban solos en la oficina, todos los demás se habían ido a casa si bien se pusieron al día con el papeleo. Estaba más silencio, uno que otro sonido del papel siendo manejado y las ocasionales quejas del coronel, pero después de unos minutos de la asidua labor, el teléfono en la esquina del escritorio del coronel dio un estridente y demandante ring.

El coronel lo buscó distraídamente, sus ojos aun pasando por alto la forma que estaba llenando.

—No conteste, señor -Hawkeye advirtió—. Tiene trabajo qué hacer; Havoc puede tomarlo

Havoc se levantó sin quejas y fue sobre el escritorio del coronel. Mustang lo miró mientras se aproximaba, haciendo una cara para indicar que Hawkeye estaba siendo una verdadera perra hoy. Havoc dio un bufido de risa que rápidamente ensordeció al Hawkeye mirar hacía ellos sospechosamente; el coronel regresando a su trabajo inocentemente.

Havoc tomó el teléfono de la base y lo puso en su oído. —Aquí Havoc

Hubo silencio al otro lado de la línea, entonces: —Soy Hughes, pon a Mustang en el teléfono

—Si es el teniente coronel Hughes no estoy aquí -dijo el coronel distraídamente, entonces soltó un juramente debajo de su respiración al hacer un error en la forma

—Dice que no está aquí -Havoc bromeó con el teléfono, ganando el ceño fruncido de su superior.

Hughes estuvo silencio otra vez en la línea.

—¿teniente coronel? -Havoc preguntó, pensando que talvez se habían desconectado. —¿Señor?

—Yo... -Hughes empezó suavemente. —No sabía a quién más llamar...

Algo en esas palabras enviaron un profundo escalofrío a la espina de Havoc. Hughes sonaba... apagado. Havoc cubrió la boquilla, volteando al coronel.

—Señor, deberías tomar esto. Creo que algo está mal

Las cejas del coronel se levantaron levemente en sorpresa, tomó el teléfono que le ofrecía. A través de la habitación, Hawkeye hizo un sonido irritado.

—¿Qué, Hughes? -Mustang preguntó un poco cortante, presionando el teléfono en su oreja con su hombro mientras apilaba papeles con una mano y firmaba documentos con la otra.

Repentinamente se puso rígido, la pluma congelada a mitad de la firma. Havoc lo miró mientras sus ojos se ensancharon y su cara se blanqueaba con una palidez perturbadora. Miró al frente, escuchando atentamente, claramente horrorizado.

La desazón que había tocado a Havoc hace poco regreso con cólera, retorciendo su estómago en fríos nudos de preocupación.

—Dios... Maes, ¿Dónde estás? ¿Éstas aun ahí? -Mustang dijo con urgencia y aspereza, corriendo una temblorosa mano a través de su cabello. —Okay, quédate ahí. Ve afuera y espérame. Ya voy.

Mustang colgó el teléfono y se puso de pie, luciendo un poco perdido. Su enguantada mano cubriendo su boca por un momento en aparente consternación a la vez que miraba a Havoc y a Hawkeye, casi preguntando silenciosamente qué debería hacer.

—¿Qué paso? - Preguntó Hawkeye gravemente. Ella también, había estado viendo la angustia del coronel.

—Gracia y Elisya fueron asesinadas -Dijo débilmente, su voz borrándose por su guante bajo su mano, volteó su rostro a ella. — Tengo que ir con él, Riza

Ella lo miró boquiabierta por un momento, tratando de entender lo que él le había dicho. Se sacudió, juntando sus pensamientos. —Sí, sí, por supuesto

—¿Quieres que te lleve? -Havoc preguntó tímidamente, su corazón apretado en un puño de desesperación. El coronel lo observó por un momento, sus ojos color ónix grandes y obsesionados. Havoc nunca lo había visto tan agitado.

—No.… no, creo que debo ir solo -Tartamudeó agitadamente. Agarró su abrigo y sus llaves, y sin otra palabra más ya estaba fuera de la puerta

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La mente de Mustang corría mientras aceleraba a la casa de su amigo. No había nada en el mundo que Maes valorara más que su familia. Su amor por ellas rayaba en la obsesión y ese mismo amor parecía fluir de él como una poderosa fuerza cada vez que hablaba de ellas.

Las dos cosas más importantes en su vida habían sido, violenta, así como repentinamente arrebatadas de él sin ninguna advertencia... ¿Qué podría estar pasando por su cabeza?

Había sonado tan estéril en el teléfono. Tan frenéticamente vacío. Su universo había implosionado, se había tragado hasta que nada había quedado. Habría sido menos angustioso si Maes hubiera llorado, si él hubiese llamado gritando su histérica angustia.

Cualquier cosa habría sido mejor que esa vacuidad.

Roy paró el carro fuera de la casa y saltó fuera, sus ojos escaneando por Maes en el oscuro ocaso. Allí estaba, sentado en los primeros escalones de su porche con la cálida luz de la lampara de la sala de estar vertiéndose sobre sus hombros a través de la puerta abierta, prestando a su forma encorvada un resplandor casi etéreo. Roy se movió hacia él, medio corriendo, pero después lentamente, inseguro de qué decir o hacer.

Maes levantó su cabeza, vagamente desconcertado de ver a Roy caminar vacilante a través de su jardín de enfrente. Ahora que estaba más cerca, Roy pudo ver que el pecho y los brazos del Teniente Coronel estaban empapados de sangre.

—¿Maes? -Roy dijo suavemente mientras se aproximaba

—Hey -Vino la distante respuesta

Roy titubeó. —Yo... estoy seguro que Hawkeye ha llamado a los de investigación ahora. Deben de estar aquí pronto.

—Está bien

El corazón del coronel sintió como era lentamente abrumado por un vicio de ansiedad y compasión. Maes Hughes estaba en shock; era aparentado por su calmado y aturdido comportamiento. Roy tenía que llevárselo de ahí. Se inclinó y agarró a su amigo por los hombros herméticamente.

—Ve a esperar en el carro. Voy a ir adentro y tomaré algunas cosas para ti entonces te llevaré a mi casa, vamos

Con la gentil manera de Roy, Maes se puso de pie, balanceándose por un momento después de volverse al hombre más bajo, observándolo hacía abajo con sus ojos verdes borrosos.

—No puedes pedirme que simplemente las deje aquí solas, Roy...

—... Sí. Sí, está bien, entiendo. Ve a sentarte dentro del carro. Esperaremos a los investigadores a que lleguen antes de irnos, ¿ok?

El hombre lucía como si fuera a protestar por un momento, pero entonces asintió y se dio la vuelta yendo hacía el carro. Roy se paró en la entrada de la casa y lo miró para asegurarse de que había entrado en el carro antes de encaminarse al dormitorio de Maes. El hombre iba a necesitar un cambio de ropa por lo menos.

Roy paró brevemente en la entrada del dormitorio mientras sus ojos vislumbraban la forma extendida de Gracia. Él miró hacia otro lado rápidamente. No se podía hacer nada por ella ahora. Se acercó a ella y abrió el closet, sacando un par de camisas de Maes y un par de pantalones. Si necesitaba algo más, Roy podía mandar a alguien más a tomarlo, él no quería que Maes tuviera que venir devuelta en cualquier momento pronto.

Se volvió para irse, tratando duramente de no mirar al cuerpo, pero sus ojos se desviaron a ella como si de un imán se tratase. Había una larga, ensangrentada huella de una mano en su mejilla, probablemente de Hughes. Sus ojos estaban abiertos y vacíos, completamente desprovistos de lo que alguna vez hubiera sido Gracia.

Antes de un breve titubeo, Roy se arrodilló y gentilmente cerró los párpados con la punta de sus dedos para después rápidamente salir del cuarto.

De la habitación de enfrente, el coronel tomó las llaves de Hughes y su chaqueta del descanso del sillón. Fue de nuevo a afuera, los sonidos de las sirenas aproximándose a la deriva en el frío aire de la tarde.

Como Roy hubo esperado que ella haría, Hawkeye había llamado a los de investigación justo después de su salida y ellos se habían apresurado tan rápido habían podido.

Éstos eran los hombres de Hughes y cada uno de ellos estaban claramente horrorizados de oír lo que le había pasado a la amada familia del Teniente Coronel.

Roy respondió sus preguntas mientras trataba de convencer a Maes de quedarse en el carro, pero los hombres insistían en que saliera y se uniera a su equipo para saber exactamente cómo había encontrado los cuerpos de su esposa e hija.

La puerta había sido abierta y encontrada ligeramente entreabierta... Ninguna nota diciendo dónde se encontraba ella... La camisa de Gracia arrancada... Elisya cubierta en una sábana.

Él lo dijo todo objetivamente, como si esto fuera cualquier otra escena del crimen, la única diferencia era la neblina opaca en sus ojos, era como si estuviera corriendo en autopiloto, simplemente yendo a través de las emociones sin ser afectado por ellas.

Finalmente, la escena estaba segura y los hombres se movían deliberadamente, sus preguntas contestadas por el momento.

Roy dio a ellos su número de teléfono de su casa en caso de que ellos tuvieran cualquier otra cosa que preguntar y condujo al desconcertado Maes de regreso al carro. Desesperadamente quería llevárselo lejos de ahí después de que comenzaran a mover los cuerpos.

El hombre había pasado por suficiente hoy. No necesitaba ver a sus amados fallecidos transportados dentro de una camioneta encima de todo. Roy inició el carro y se fue, todos los hombres de Maes saludándoles mientras se iban, las estoicas siluetas de sus formas por el brillante rojo-azul-rojo-azul de las luces que adornaban los carros militares. Condujeron en relativo silencio, aunque Roy trataba embarazosamente de mantener una ligera conversación. Maes respondía con monosílabos, mirando fijamente el camino al frente, el coronel eventualmente renunció a tratar de conseguir que su acompañante hablara y cayo inquietamente en silencio, mirando furtivamente hacía él cada cierto tiempo mientras conducía.

Pareció como una eternidad después de que Mustang se detuvo en la acera enfrente de su departamento y apagó el motor. Se quedaron en el carro por un momento, Roy atormentando a su cerebro por algo, cualquier cosa para decir, sentía que debía decir algo reconfortante y de corazón. ¿No es eso lo que los amigos hacen en estas situaciones? ¿Debería poner sus brazos alrededor de Maes y decirle que todo iba a estar bien?

Dios. Roy no era bueno con esa mierda de cuestiones.

—Vamos- Dijo finalmente, abriendo su puerta y saliendo. Maes lo siguió con ese aspecto aturdido, caminado despacio después de Mustang.

Roy encendió las luces mientras entraba y cerraba la perta detrás de ellos, guiando a Maes suavemente por el brazo dentro del baño, dejó las camisas limpias que había tomado del armario del Teniente Coronel en un estante.

—Quítate la camisa

Hughes lo miró, confundido. —¿Porqué?

—La... -Titubeó-. la sangre, Maes

Con la mirada vacía, Hughes volvió su mirada a mirarse en el espejo. Roy observó la cara de Hughes mientras el hombre se daba cuenta que estaba cubierto con la sangre de su esposa muerta, el estupor turbio que lo sacudió despejó sus ojos a la vez que palidecía, mirando con horror a su propio reflejo.

—Oh...- Gimió, mirando a sus pegajosas y ensangrentadas manos. —Roy, voy a enfermar

Tan pronto esas palabras habían dejado su boca, se dobló y vomitó sobre el lavamanos, sus anchos hombros agitándose con afligida y angustiante repugnancia.

Roy se paró detrás de él, su mano medio extendida como si fuera a consolarlo, pero entonces paró y bajó su brazo a su costado, su puño apretado inútilmente.

Hughes escupió y limpió su boca con el reverso de su temblorosa mano mientras se enderezaba de nuevo. Alcanzó su cuello y empezó a desabotonar su camisa sin embargo sus manos estaban temblando tanto que no logró hacer mucho; en medio de un sollozo, presa del pánico se dio por vencido a desabotonar la camisa, en su lugar se la arrancó en su desesperado intento de quitar la prenda ensangrentada.

Se la sacó por la cabeza y la tiró al piso, aterrorizado y asqueado por ello. La ensangrentada camisa golpeó húmedamente el suelo, embarrando los blancos azulejos con una intensa mancha roja.

La sangre había empapado a través de la camisa y había manchado el pecho de Maes y sus brazos con borrones de un oscuro y marrón rojizo.

Maes hizo un enfermizo sonido de angustia y volvió a la frega del grifo, frenéticamente restregando la sangre de su piel con el agua. Estaba llorando ahora, en pequeñas y violentas estallidas mientras trataba de borrar la sangre de Gracia en su cuerpo y de su mente. Intentó tanto como pudo, aunque no pudo sacárselo del todo.

—Necesito tomar un baño... - Dijo con la voz quebrada después de un momento, con los dientes apretados luchando claramente contra la histeria.

—...Sí, por supuesto-. Roy convino, profundamente conmocionado al ver al hombre derrumbarse. Agarró una toalla para Maes y lo dejó solo sin ninguna otra palabra, francamente aliviado de estar fuera de su perturbante presencia.

Regresó a la sala principal y se sirvió un trago con una inestable mano, entretanto escuchaba la ducha correr. Incluso sobre el ruido del agua, Roy podía escuchar los duros sollozos de Maes. Se sentó en su sofá y dejó su bebida en la mesa del café. Se recostó y cerró sus ojos, tomando un profundo respiro, estabilizando su respiración.

Iba a ser una larga y difícil noche.

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N/A los siguientes capítulos están acabados. la mayoría de ellos serán editados y publicados una vez a la semana.

Notas de la traductora: pues si, ahora me he aventado este proyecto que es entregar esta obra maestra en nuestro precioso idioma español (disculpen si hay algún error, soy una novata) … Yo sólo lo he traducido, no es mía la obra, todos los créditos para su merecido autor Sevlow que siendo una persona tan linda y amable me ha dado el permiso para hacer posible esta traducción. Muchas gracias, y disfruten de los siguientes capítulos, y sobre todo, disfrutar de la magnífica y única amistad entre Maes Hughes y Roy Mustang que de seguro a más de alguno se quedo con las ganas de ver un poco mas de profundidad en la relación de estos adorados personajes y de que manera si no es en una situación completamente alejada de sus manos, algo que no pueden dar vuelta atrás, la muerte…

Saludos, Rinna Reffsi