Diabolical
I. Yuri Plisetsky
"Yuri..." la voz del anciano hizo que el pequeño rubio girara su cabeza hacia la derecha. La cama mullida lo acobijaba al mismo tiempo que las sábanas blancas lo cubrían del frío. Su abuelito se sentó a su lado y se quitó el rosario que llevaba siempre colgado en su pecho, era de un tono plata brillante, que desde que tenía conciencia, Yuri siempre había anhelado tener. El anciano, cansado probablemente por un agitado día, le colocó el rosario con la cruz al pequeño ángel de cabellos dorados "Tú eres especial" susurró "Dios te ha bajado para que te cuide, mi pequeño angelito..."
Las palabras de su abuelo, siempre poéticas, resonaron en sus oídos y lo hacía calmarse. Ayudado por el noble anciano, Yuri se recostó en la cama y recibió un tierno beso de su abuelo, quien le hizo la señal de la cruz en su cabeza y lo abrazó como aquel que se aferra a lo más hermoso y preciado de su vida.
Nikolai Plisetsky era un viejo sacerdote en una iglesia de Rusia, pero posteriormente se mudó a Canadá. Durante su época en los parajes rusos, Nikolai vivía en una pequeña capilla retirada de la ciudad, donde la gente se acercaba a orar y pedir por salud y paz. Nikolai se caracterizaba en exorcismos, por lo cual no era bien visto en la iglesia ortodoxa rusa, pero él había recibido esas enseñanzas de la misma iglesia que hoy lo despedía fuera de su hábitat. Por lo que Nikolai tomó a su pequeño nieto y se fue del país para poder tener una vida tranquila en Toronto, Canadá.
Fue uno de esos días que él jamás borrará de su pequeña cabecita. Yuri debía tener unos seis años y ayudaba a su abuelo con gran motivación e interés. Había comenzado a limpiar la pequeña capilla para celebrar una misa más y como siempre. Varios peregrinos y ancianos se acercaban para recibir las palabras de su señor. Yuri se encontraba colocando el pan y el vino en una charola que sirvió en el altar, de vez en cuando giraba para ver cómo la gente entraba y su amado abuelo recibía a la multitud con una preciosa sonrisa que Yuri sabía que para él guardaba las mejores. La relación entre Yuri y su abuelito era dulce como la miel y fuerte como un roble, el anciano amoroso acunaba al pequeño hasta hacerlo dormir, le sacaba los pequeños zapatos y lo acostaba gentilmente en la cama todas las noche, luego de rezar juntos y darle un beso dulce en su pequeña frente. Yuri amaba a su abuelito y su abuelito amaba a Yuri, el niño había recibido su precioso nombre de su abuelo, quien a su vez lo había tomado de su padre, que se llamaba así y a quien Nikolai le tenía un profundo respeto.
Unos minutos antes de empezar la misa, cuando Yuri estaba ayudando a su abuelo a acomodar a las personas en sus respectivos lugares, el pequeño de cabellera rubia puede ver como un muchacho de quince años entraba a la capilla junto a sus padres: Una mujer —bajita, de cabello rojizo y mirada angustiada, con unos lentes que cubrían su pesar y un cuerpo regordete— y un hombre, un poco más alto, de profundos ojos azules y cabellera oscura. Ambos abatidos, dolitos, con un hueco en su corazón que Yuri a su corta edad pudo sentir.
Pero quien había ganado su mirada era el mismo adolescente. Él estaba pálido como un papel, su mirada desencajada, parecía no tener fuerzas porque era acarreado por su familia. Nikolai se acerca a su pequeño nieto y le acaricia los dorados cabellos mientras la vista de Yuri no puede evitar ver al joven con pena. El niño solía ser muy frío con las personas que no eran de su entorno, pero aquel chico parecía estar sufriendo un terrible pesar, como si cargara un elefante en sus espaldas.
Nikolai no dijo nada y se colocó como siempre en el centro, Yuri se apartó lo suficiente para dejar el escenario libre para su abuelo y con aquellos ojos brillosos que solía tener cada vez que el anciano hombre promulgaba las palabras del señor, observó a su abuelo, de vez en cuando mirando al joven adolescente a su diestra, que tenía los ojos tan oscuro como el infierno, que Yuri no estaba seguro si eran azules como los de su padre o café como el de su madre.
—Hermanos míos, bienvenidos a la casa del señor...alcemos nuestros corazones a un nuevo y hermoso día —el hombre miró al techo, como siempre lo había hecho en cada una de sus misas, pero la pesada respiración del adolescente comenzaba a hacerse notar—. Oremos, hermanos míos...Cristo...dame tu amor...tu fe...dame la paz que necesito en mi corazón...por nosotros.
—¡NO, NO, NO! —los gritos desaforados del joven alertaron a todos, incluso a Nikolai, pero Yuri era el único que no se sorprendió cuando veía al chico aferrarse tan fuertemente a las sillas de oración que parecía la partiría en medio—. ¡NOOOOOOOOOOOOO! —gritó y se tomó la cabeza.
—¡Jean, Jean por favor! —la madre, la pobre madre que se encontraba a su costado, no pudo evitar romper en llanto mientras los ojos de su joven hijo se desencajaban de sus cuencas por la presión interna recibida. Nikolai respira profundamente y le indica a Yuri que vaya a buscar sus ropajes ceremoniales color morado, aquellos que utilizaba para ocasiones especiales.
—¿Jean se llama? —preguntó al hombre al lado del muchacho, este asiente.
—Lo lamentamos mucho... —los gritos de Jean comenzaron otra vez y en un intento de arrebatarle la cruz del pecho al sacerdote, su madre casi cae al suelo por sostenerlo—. ¡No, Jean por favor!
—Él no controla su cuerpo... —murmuró Nikolai—. Lo puedo ver...tienes un gran pesar hijo mío...estás terriblemente angustiado...¡ATRAS TODOS! —el pequeño Yuri hacía mucha fuerza para cargar los ropajes violáceos de Nikolai para los exorcismos. Es el mismo anciano quien toma sus ropas antes que Yuri llegara por completo a su lado y agradece—. Tráiganlo al medio...
—¡NOOOO, NOOOO HIJO DE PUTA! —gritó Jean con una voz gruesa, Yuri podía entender perfectamente que era el demonio hablando a través de él, podía verlo, Yuri podía ver una esencia negra en el cuerpo del joven muchacho desde que apareció, pero nunca había sido testigo de algo de esa dimensión, por lo que no estaba seguro que era o qué quería.
—¡Hijos de dios padre, oremos por este joven que está siendo poseído por el mismo Satanás! —exclamó mientras colocaba la cruz en la frente de Jean, este inmediatamente se vuelve pálido y con una fuerza descomunal aparta a sus padres muy fácilmente, deben ayudarlos dos hombres de la audiencia para que el adolescente no escape y vuelva nuevamente al centro de la capilla.
—¡Basta, bastaaaa bastaaa! ¡Nooooo! —los gritos ya eran sangrientos, el dolor de garganta que tendría al otro día sería terrible por el tono y la presión de cada uno de los alaridos. Yuri se acerca lentamente y abre sus ojos tan profundamente que siente va a explotar.
—¡Padre nuestro que estás en el cielo...santificado sea tu nombre! —canta la oración y es seguido por todos los feligreses mientras Jean es tomado con fuerza y presionado contra el suelo, dado a los movimientos frenéticos que hacía su cuerpo y el sufrimiento que estaba viviendo.
—¡BASTAAA HIJO DE PUTA...LOS MATARÉ, MATARÉ A TODOS...MATARÉ A TODOS! —gritó con desespero, Nikolai intentó aplacar esos gritos con la oración, haciéndolo más fuerte y logrando que la gente aumentara el volumen de su voz.
Para Yuri, fueron horas, probablemente lo hayan sido, pero no pudo olvidar nunca esa mirada enloquecida, esos gritos ahogados, esa sangre que salía de la boca del adolescente mientras lloraba. Su pecho se contrajo lo suficiente para sentir la adrenalina del momento, aquella que no supo esperar respuestas, que simplemente actuaba.
Cuando Jean relajó completamente su cuerpo, la palidez de su mirada desapareció, sus músculos se contrajeron y relajaron tan rápido que tendría dolores en todo el cuerpo. La mujer no dejaba de llorar, mientras su marido intentaba contenerla. Nikolai pidió agua, su nieto como siempre fue a buscar un vaso. La gente se sentía muy acongojada, tal así que tuvieron que retirarse rápidamente mientras rezaban las oraciones que su santo padre les había dicho que hicieran. Jean recuperó la conciencia minutos más tarde, le sirvieron un poco de agua y fue Yuri quien se la llevó.
—Gracias —murmuró mientras tomaba el vaso y bebía, Yuri entonces se dio cuenta que los ojos de Jean eran de un azul profundo como el cielo.
—¿Te sientes bien? —preguntó el rubio, Jean asintió y sonrió como pudo, estaba cansado.
—Algo cansado...es todo —con su mano libre acarició los dorados cabellos del niño.
Luego de esa pequeña conversación, Yuri corrió junto a su abuelo para abrazarle. Nikolai recibe a su nieto y le acaricia tiernamente, mientras habla con los padres de Jean. A pesar que éste había recuperado su color, aun seguía pálido y en shock debido a todo lo que había pasado. Nathalie, como se llama la madre del joven Jean, enjuaga sus lágrimas en la chaqueta de su marido. Yuri siente aquel pesar, él es muy perceptivo, pero prefiere callar en ese momento, es de su abuelo con la familia de la víctima.
—Su hijo es un recipiente para demonios y espíritus —comentó, Nathalie se da la vuelta, aun más angustiada que antes—. Pero no se preocupen, si él reza y lleva su rosario siempre consigo nada malo le pasará —les entrega un rosario plateado, como el de Yuri—. Esta bendecido.
—¿Está seguro que no volverá a pasar con esto? —preguntó el padre, intentando tener esperanzas.
—Nada es concreto. El espíritu que saqué es un espíritu de clase más baja, al parecer era un hombre que vivió con nosotros y fue sentenciado a pena de muerte, vio el cuerpo de su hijo como un portal para manifestarse.
—¿Quiere decir que volverá a pasar? —preguntó sorprendida.
—Aun no he quitado todos los espíritus del cuerpo de su hijo, al menos he encontrado tres de ellos y uno fue expulsado del cuerpo.
—¿Y por qué no expulsa a los otros? —preguntó Alain, el padre.
—El exorcismo requiere mucho poder y sobre todo, mucha fuerza de la víctima. Si le practico más exorcismos a su hijo morirá, debe dejarse reposar unos días y trataremos de liberar a los otros, prepararé todo para ese día.
—Gracias... —Nathalie abraza al abuelo de Yuri mientras intenta contener las lágrimas.
—Gracias padre...muchas gracias.
—De nada, vayan en paz...los llamaré en unos días.
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Yuri ama ver las noches estrelladas, él muchas veces se sienta con su abuelo para observar las estrellas en el firmamento. Las luces no eran tan luminosas, sobre todo a la noche, la gente solía irse a dormir temprano y apagarlo todo, incluso las que iluminaban las calles. Yuri se acercaba a la ventana y las contemplaba durante horas y a veces hacía dibujos con sus dedos como si tuvieran números. Era Nikolai quien se sentaba y a veces —con mucha paciencia— se ponía a explicar cada una de las constelaciones, mientras el pequeño de ojos verdes se sentaba en su regazo y miraba el esplendor de las gotitas brillantes del cielo nocturno.
Esa noche había sido agotadora, Yuri no pretendía que su abuelo se acercase como todas las noches, tomó una silla y se sentó frente a la enorme ventana para trazar con sus dedos el firmamento. La puerta se abrió ligeramente y la luz iluminó al anciano, el cual con una sonrisa le pidió el asiento a su nieto como todas las noches.
—Siempre me dices que dios nos protege —susurró el pequeño, sus ojos dormitados miraban las constelaciones.
—Lo hace.
—¿Y ese niño? —cuestionó, recordando a Jean, sus ojos eran tan opacos como lo que traía en su alma, Yuri lo había sentido en el momento en que piso la capilla.
—Como te dije, es un recipiente o un médium —acarició su cabellera—. Los médium tienen más posibilidad de ser absorbidos por la energía oscura o demonios.
—¿Demonios? —preguntó, Nikolai afirma con la cabeza—. ¿Qué son los demonios?
—Son criaturas infernales, hijo. Los demonios, tanto como los seres espirituales o de luz, nos rodean todo el tiempo —mira las estrellas, están más brillantes que nunca.
—¿Y ese niño tenía demonios?
—No, no sé, probablemente más al futuro puede que tenga problemas con ello, sobre todo porque los demonios quieren cuerpos que puedan usar fácilmente. Si no se protege, entonces probablemente será poseído por un ente maligno —murmuró y acurrucó al niño en sus brazos.
—¿Y cómo se lo puede ayudar, abuelito?
—Orando, orando mucho por él, esperemos que pueda comprender lo que le está pasando, las cosas a su alrededor. No es la primera vez que lo veo, pero si la primera vez que realizo un exorcismo. Cuando eras más pequeño, él venía con su familia a la iglesia.
—¿Son religiosos?
—Algo así, al parecer, ellos venían constantemente aquí. Son una familia muy religiosa, padres católicos, hijos católicos... —murmuró.
—Abuelito... ¿y si me pasa eso a mí? —preguntó el pequeño.
—¿Eso qué?
—Ser poseído.
—Tranquilo Yuri, no te pasará, me tienes a mí, siempre te voy a proteger y sabes que si algo te ocurre yo sé cómo cuidarte —murmuró besando su cuero cabelludo.
—Tengo miedo, abuelito, me dan miedo los demonios —el pequeño se acurruca más en su abuelo y este, tierno de corazón, lo abriga con abrazos y besos amorosos.
—Nada te pasará, mira las estrellas Yuri, las estrellas nos hablan...tu futuro es prometedor, hijo mío.
—¿En serio?
—Serás un gran exorcista si practicas ¿no quieres ser como tu abuelo?
—¡Sí, sí quiero, quiero ser como el abuelito! —afirmó con una sonrisa.
—Sé que serás un buen exorcista que me hará sentir orgulloso, pequeño...ahora duerme, deja que Morfeo deslice sus manos sobre tu cabellera y te haga dormir lentamente.
—Pero no tengo sueño.
—Pronto tendrás sueño, hijo mío...pronto.
No pasó ni dos minutos antes que Yuri estuviera tan profundamente dormido que roncaba. A Nikolai le parecía muy adorable su nieto, lo tomó entre sus brazos y lo llevó a su mullida cama donde lo arropó y besó su cabeza.
—Descansa, hijo mío, deja que los sueños te lleven a lugares mágicos —susurró antes de retirarse.
Yuri se abraza a su peluche de gatito que siempre guarda al lado de su cama, lo abraza porque es lo único que le queda de su mamá y es lo que más lo aferra a ella. Nikolai nunca quiere hablar de eso y agradece que no pregunte porque él no se siente preparado. Ha pasado al menos 6 años desde que su querida Yuliya falleció, y con ello se llevó las penas de Nikolai. Agradecía que la nueva luz de sus ojos, su hermoso nieto, estuviera allí.
Continuará.
Nikolai Plisetsky: Un viejo sacerdote católico, quien se caracteriza por practicar exorcismo. Abuelo de Yuri y principal cuidador y orador por su salud. Nikolai es un hombre mayor que dio su vida a dios luego del fallecimiento de su única hija.
Nathalie Leroy: Madre de Jean y gran sostén de la familia.
Alain Leroy: Padre de Jean, agnóstico, busca lo racional sobre lo espiritual, su vida cambia cuando Jean comienza a ser poseído.
