Colección indefinida de drabbles, ambientados en la era Lost Canvas, bajo POV de Defteros y quizás algún que otro protagonista.


## SILENCIOS ##

I. Silencio inocente

Ahora que tal vez hago mi última detención en el tiempo, que mastico el silencio y me dejo abrazar por él, necesitando que haga justamente lo que está haciendo, abrazarme y nada más...ahora que ignoro si los volveré a acariciar - porque hay más de uno, y no todos sufren igual - no puedo dejar de atesorarlos, de permitirles un instante de resurrección...de recordarlos callados pero vivos...de apreciarlos como la discreta compañía que, sin palabras, a menudo habla más que la voz.

Silencio inocente...

Este es el primer silencio que recuerdo haberlo sentido doler justo en el centro de mi incomprensión. Esa tarde tú, Aspros, no sabías qué hacer...ni mucho menos qué decir. Acabábamos de llegar con el cuerpo regado de promesas y futuros, brillantes sueños que tan sólo unos momentos antes descubrimos estar reservados únicamente para ti. Yo me rebelé, pero mi insurrección murió cuando vi el miedo que teñía de dolor tu corazón.

Fue entonces cuando nos peleamos. Gritamos, forcejeamos y lloramos. Sobretodo lloramos...Recuerdo hacerlo con más vísceras y desesperación que tú...pero tú también lloraste, hermano...con una impotencia que traspasaba los muros de toda razón. Los despojos de la carta que yacía despedazada por el suelo de esa pequeña vivienda que pasaba a ser tu casa estaban impregnados de las lágrimas de ambos. La tinta apenas se percibía legible, pero ya no nos hacía falta volver a pasar nuestras agotadas miradas por encima de unas letras que nos acuchillaron el alma...

...a los dos.

Nuestra inocencia todavía no entendía de maldiciones ni destinos a extinguir, aunque sí supo comprender que una condena acababa de cernirse sobre nuestra ilusión. Yo, sin haber aprendido todavía a pecar, debía empezar a aprender el arte de desaparecer, de respirar en clandestinidad y de comenzar a buscar amistad en los recodos más desconocidos de la oscuridad. Tú acababas de perder a tu mitad a cambio de brillar en algún futuro que ninguno de los dos estaba en disposición de creer que iba a llegar.

Preferiste anclarme a las sombras de tu porvenir en vez de entregarme a un exilio quizás no tan verdugo como lo fue nuestra posterior aceptación. Acataste la primera orden que te profería un lugar que ni siquiera conocías y me amarraste al camino de mi humillación con una promesa que con ansias creí.

No te fue fácil ejercer esa primera vejación sobre mí. Yo no te lo puse fácil, y el dolor que leí en tu anegada mirada mientras tu fuerza surgía para reclamar el lugar que las estrellas habían guardado para ti, me confesó que sí...que la promesa que atravesaba tu voz mordida y tus labios temblorosos era tan real como el amor fraternal que nos unía.

Te creí.

Tú necesitaste que lo hiciera, y allí acabó nuestra primera lucha severa.

La máscara comenzó a asfixiar mi dócil humanidad y la visión de ella sobre mi rostro no tardó en esculpir los primeros contornos de tu férrea entrega y voluntad.

Esa tarde nos gritamos, peleamos y lloramos...

...los dos.

Hasta que vino el silencio, hallándote a ti hecho un ovillo sobre el único colchón y a mí abrazándome el frío que desde entonces jamás me abandonó.

Ese silencio nos secó las lágrimas, aunque no sin larga paciencia.

Ese silencio nos abrigó los miedos y las incomprensiones que escapaban a nuestra mente todavía tierna.

Ese silencio aún nos conoció hermanos e infantes...

...pese a la grieta que entre nuestros destinos comenzaba a cincelarse.

Pese a nuestra inocencia recién herida de muerte.