Disclaimer: Servamp no me pertenece. Sus personajes son propiedad de Tanaka Strike.
Aclaraciones: AU. Posibles faltas de ortografía o gramática. Demasiado OoC —no intencional—.
…
「I just want to be…」
…
Es un tic tac constante.
Los segundos pasan y las manecillas avanzan, el lápiz gira sobre sus dedos pero él no se mueve. Continúa sentado frente a la mesa, con una hoja sin responder sobre sus manos. Y el sonido del reloj continúa resonando en las cuatro paredes, es ruidoso, pero no es molesto. En realidad, es la primera vez que puede escucharlo tan claramente. Usualmente, el bullicio del salón de clases ahoga su sonido y si no fuera porque lo estaba escuchando ahora, probablemente se habría olvidado de él.
Pero así como las manecillas avanzan, el tiempo también lo hacía. Sendagaya observó la hora de reojo y al ver que se quedaba sin tiempo, decidió apresurarse en responder aquella hoja. Era una simple pregunta: ¿qué quieres ser en el futuro?
Los adultos hacían ese tipo de preguntas complicadas todo el tiempo —especialmente cuando estabas a unos meses de entrar en la preparatoria— y él no sabía cómo responder. Solo tenía catorce años, incluso si tenía una lista de cosas que le gustaría ser, nada le aseguraba que seguiría pensando así en el futuro. Sabía de lo que hablaba; hace unos meses pensó que le gustaría ser un doctor en el futuro, para poder ayudar a su madre enferma y a su abuela, pero aquel sueño terminó rápidamente al ver los complicados textos de biología.
Así que escribir algo ahora no tendría mucho sentido en el futuro —y algo le decía que los profesores no pensaban mucho en esas cosas—.
Volvió a girar el lápiz, balancearse en la silla le pareció una buena idea también. Probablemente debería colocar algo como ayudar en el hotel de su familia, pero eso era algo que hacia la mayor parte del tiempo y seguiría haciendo. Porque era su deber como el heredero de la posada y no es que tuviera muchas opciones. Era innecesario escribirlo.
Entonces, ¿qué debería decir?
—¿Sendagaya Tetsu? ¿Sigues aquí? —la voz del profesor encargado lo distrajo de momento, su tono cansado ahogaba el tic tac del reloj. Era de esperar que estuviera sorprendido de verlo ahí, las clases habían acabado hace una hora y las actividades de los clubes estaban momentáneamente detenidas por los exámenes. A esas horas, solo debía quedar él y unos cuantos profesores en la escuela—. ¿Aún no has terminado con eso? ¿Qué estás esperando?
Tal vez esperaba una revelación. Algo que pudiera darle la respuesta a una simple pregunta que no era capaz de visualizar. Si se hablaba de imaginarse a sí mismo a futuro, entonces pensaba en lo que haría al llegar a casa y la cena de esa noche, pero no podía pensar en lo que sería de él en diez o veinte años.
Sendagaya volvió a girar el lápiz y ante la mirada de fastidio del profesor, escribió una respuesta que a él le pareció bastante adecuada.
«Solo quiero seguir siendo yo mismo.»
Y con eso estaría satisfecho.
Finalmente, se apresuró en arreglar sus cosas y marcharse de la escuela.
Afuera, las hojas secas de los arboles crujían bajo sus pies y cubrían el sendero que acostumbraba a tomar después de la escuela. Y a pesar de que su casa quedaba en sentido contrario, aún tenía algo que quería hacer ahora —y no en diez o veinte años como sugería esa complicada pregunta—.
Y ahora—
Es un tic tac constante en su cabeza, porque el sonido del reloj parece ir acorde al crujido de las hojas. Y aunque no hay manecillas el tiempo avanza, sus pasos continúan y antes de que se diera cuenta ya había llegado a la entrada del hospital —el que por suerte solo quedaba a treinta minutos de la escuela—. Sendagaya no tarda en entrar, mientras acomoda mejor el bolso de la escuela sobre su espalda.
El panorama es el mismo de todos los días en el enorme jardín del hospital. Hay enfermeras ayudando a los ancianos, hay niños corriendo a la distancia —y sus risas bulliciosas parecen ignorar que, de hecho, también están enfermos—, hay madres en las banca compartiendo anécdotas y risas silenciosas, con un bebé en los brazos y manzanas en sus labios. Es un ambiente peculiar, tranquilo.
De alguna forma animado.
Y a pesar de que la mayoría de personas parecían tener un triste concepto de los hospitales, en realidad, no era tan malo. Porque para él, el hospital era un lugar que unía a personas que tenían algo en común —más allá de una enfermedad o una discapacidad—. Siempre que iba a visitar a su madre pensaba lo mismo, a pesar de que ella estaba enferma lucía bastante tranquila desde que llegó ahí. Siempre le sonreía al verle llegar y hablaba con él sobre las amables enfermeras, sobre las nuevas personas que había conocido o sobre el nuevo libro que un agradable hombre le había recomendado esa semana.
Las personas solían lucir tristes cuando decía que su madre estaba en el hospital, pero Sendagaya sabe que su madre es una mujer fuerte y que no debe preocuparse demasiado.
Estaba a punto de entrar en el enorme edificio cuando escuchó una maldición, el chasquear de una lengua y un claro suspiro de fastidio. Sendagaya volteó con algo de curiosidad, porque en todo el tiempo que llevaba visitando a su madre, esa era la primera vez que escuchaba a alguien tan molesto mientras estaba fuera.
No muy lejos de él, bajo los árboles cuyas ramas se han quedado vacías por el otoño, observa a un niño en silla de ruedas. Con una manta cubriendo sus rodillas que parece deslizarse cada vez que se inclina. Y aunque su cabello purpura cubre sus ojos ante la posición, algo le decía que debía estar frunciendo el entrecejo. Sus cortos brazos buscan alcanzar algo, y la mueca que se dibuja en sus facciones le hace entender que no puede hacerlo. Sendagaya no tarda mucho en ir a ayudarle —porque no hay nadie alrededor y el pequeño parece realmente fastidiado—.
Al llegar con él, comprende mejor lo que sucede. Se le ha caído el libro que quería leer y al no poder levantarse debía ser difícil para él alcanzarlo —especialmente con sus cortas extremidades—.
Sendagaya lo levanta sin muchos miramientos y limpia la portada de la suciedad antes de entregarlo. Las manos del niño tiemblan al recibirlo, y parece estar en crisis consigo mismo por la forma en la que mordía insistentemente su labio. Al final, su voz suena como la suave brisa otoñal que lo recibe todas las mañanas al despertar, es un murmullo bastante ligero.
—Gracias.
Pero le sienta bastante bien.
Sin embargo, ninguno dijo nada más y Sendagaya continúo con su camino.
Y a pesar de que esa había sido la primera vez que hablaron, ninguno le dio mucha importancia.
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.
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I
—¡Tetsu, un último golpe!
A su alrededor escucha los ánimos de los niños. En el jardín trasero del hospital, el improvisado campo de baseball —aquel que habían hecho a inicios de diciembre— pronto sería cubierto por la nieve que habían anunciado durante la mañana. Sendagaya aprieta el bate sobre sus manos, nuevamente se prepara para golpear la bola que lanza el pequeño niño que había conocido hace unos días, el que sonríe y se ajusta la gorra como si fuera un lanzador profesional —y no un simple lanzador que jugaba baseball por primera vez—.
Entrecierra los ojos, y observa el vaho que sale de su boca al dar una respiración. A pesar del frío, el sudor corre por su frente y sus manos están calientes alrededor del bate. Espera unos segundos, y como si fuera en cámara lenta, puede ver el momento exacto en que la bola abandona los pequeños dedos. Sendagaya agita el bate, preparado para dar el golpe que terminaría el juego.
Es un golpe seco que resuena por todo el jardín. Y los niños no tardan en aplaudir con entusiasmo mientras ven la bola de baseball girar y girar, sin parecer caer en ningún momento. Tetsu también se siente orgulloso de sí mismo por batear de esa forma, estaba a punto de comenzar a correr por las bases del jardín para poder ganar el juego, pero—
Es el sonido de una ventana rompiéndose.
—Ah…
Y sabía que estaba en problemas al ver los asustados rostros de los niños y las enfermeras del jardín. Tal vez no debió golpearla con todas sus fuerzas después de todo, había olvidado lo frágil que son los cristales en esos edificios.
Deja el bate caer al suelo, y se apresura en entrar al edificio antes de que una de las enfermeras fuera a regañarle por destruir la propiedad del hospital. Aunque sabe que tarde o temprano deberá escucharlo. Lo positivo del asunto es que no importaba realmente si les prohibían jugar baseball ahora, con la llegada del invierno iba a ser difícil que los niños quisieran salir al jardín a jugar —probablemente se quedarían en sus habitaciones, haciendo su mejor esfuerzo para ser dados de alta antes de las vacaciones de navidad—.
Sendagaya sube las escaleras hasta el tercer piso del edificio, y al tener tantas prisas algunas enfermeras le miran con la confusión bastante notoria en el rostro, pero no le detienen. Lo han visto en tantas ocasiones que ahora parecía ser una parte más del hospital en lugar de solo una visita diaria.
En realidad, Tetsu conoce bastante bien los pasillos de ese piso. Su madre y los niños con los que solía jugar se quedaban en el pasillo del otro extremo. Sin embargo, era la primera vez que iba por el lado contrario. Las enfermeras solían decirle que en ese lugar solo tenían un paciente en una habitación privada y que no recibía muchas visitas —aunque sabía que eso era una mentira. En todos esos meses, Tetsu solo veía a una persona entrar y salir. Más que una visita, parecía ser la persona a cargo del paciente en esa habitación—.
Y era la habitación a la que casualmente y sin querer le había roto una ventana.
Tetsu se detuvo frente a la puerta, el nombre de la persona que estaba hospitalizada relucía en la placa al lado de la puerta. Repasó el nombre un par de veces en su mente. Alicein, Alicein, Alicein… bueno, al menos sabía por dónde empezar a disculparse con la persona que estaba dentro. Seguramente sería un anciano y uno bastante malhumorado para el caso. Solo eso explicaba la ausencia de las visitas y tener un corredor para él solo.
Y aspiró, antes de abrir la puerta. Esperaba que el anciano no le fuera a gritar mucho.
Cuando finalmente entró, Sendagaya pensó que lo correcto debió ser tocar la puerta. Porque la persona sobre la cama pareció sobresaltarse ante lo repentino que había entrado, a pesar de que en ningún momento bajo su libro. Se fijó en la ventana rota y en la bola de baseball que había quedado entre los cristales del suelo, no se había equivocado de habitación.
Rompió la ventana de la habitación de una persona a la que no conocía. Su madre lo regañaría al enterarse.
—Lo siento…
La persona sobre la cama bajo su libro, y lo volvió a mirar, con el ceño fruncido.
—¿Esa bola del demonio es tuya?
A Tetsu le sorprenden dos cosas en esos momentos. En primer lugar, que no se trataba de un anciano como había imaginado. Era… solo un niño. Bastante delgado, con facciones delicadas y la piel pálida, como si hubiera estado mucho tiempo perdido bajo la nieve y acabaran de encontrarlo. Sus ojos purpuras se entrecerraron esperando una respuesta, pero él solo puede ser consciente de que le parecía haberle visto alguna vez —y eso era lo segundo que le sorprendía—.
Era extraño pero, aquel chico en esa habitación se veía realmente solitario. Con un libro en sus manos, parecía ignorar el mundo que estaba al otro lado de la ventana. Y apenas nota que las cortinas se mantienen cerradas, a pesar de que afuera la luz ilumina las calles y no hace un mal día. Cuando se da cuenta de la silla de ruedas tan cerca de la cama, el niño solo frunce más el ceño.
Sendagaya tuvo que detener el impulso de preguntarle por qué lucía tan triste.
No era la mejor forma de iniciar una conversación.
—Lo es —así que respondió, mientras llevaba una mano tras su nuca. Esperaba que el niño comenzara a gritarle o algo parecido, pero solo soltó un resoplido y volvió a coger su libro.
—Entonces apresúrate en llevarte esa cosa —masculló. Tetsu se apresuró en ir a tomar la bola de baseball, le sacudió los trocitos del cristal que se habían quedado en ella—. Ahora largo de aquí.
Bueno, al parecer había atinado a que la persona dentro de esa habitación era alguien malhumorado. Pero a pesar de que había llegado ahí con la idea de solo llevarse la bola y disculparse por la ventana, no se quería ir todavía. A pesar de que el niño seguía con su mirada en el libro, algo en él parecía decirle que no lo dejara solo.
Tal vez solo eran imaginaciones suyas pero…
—Hey —dijo, los ojos del Alicein lo observaron por sobre el libro—. ¿Quieres ir a jugar con nosotros?
Y ambos se mantuvieron en silencio. El niño le observó sorprendido por un momento, haciendo desaparecer aquel ceño fruncido, sus manos parecieron temblar pero volvieron a apretar el libro y los labios. Sus ojos volvieron a lucir tristes cuando se enfocaron en las líneas de su libro.
—No puedo.
—Oh…
Y nuevamente, silencio.
Probablemente tendría problemas si salía de su habitación, ¿o solo lo decía por la silla de ruedas que había visto? Sendagaya observó la pelota sobre sus manos, tal vez pensaba que solo jugarían baseball. Pero no era así, incluso si no era bueno pensando, podría intentar encontrar algo a lo que podrían jugar todos juntos.
La fría brisa del otoño entró por la ventana, las cortinas se agitaron y ambos cuerpos temblaron. Sendagaya se recordó a sí mismo que ya no era temporada de jugar al aire libre.
—Entonces —continuó, y el Alicein volvió a mirarlo, una ceja se alzaba como si le preguntara por qué seguía en su habitación—. ¿Puedo venir a visitarte?
El más bajito parpadeó unos segundos y nuevamente bajo el libro, esta vez, tenía su total atención. El Alicein abrió la boca, pero la volvió a cerrar al poco tiempo, aún buscaba las palabras adecuadas.
—No —declaró al final y sacudió la cabeza—. No nos conocemos, no tienes que venir —y volvió a sostener su libro, para ocultar la mueca de su rostro y su ceño fruncido—. Si lo que quieres es gratitud, entonces búscala en otra parte, bastardo.
Eso… eso no era lo que él esperaba.
Las personas solían contestar ante eso con un "has lo que quieras" o "¿de verdad vas a venir?", pero… él era diferente. Totalmente diferente a los demás que había conocido. ¿Gratitud? En verdad, ¿solo esperaba su gratitud? Pero no es como si le tuviera lastima, ¿verdad?
No.
Él solo pensó que le gustaría conocer a esa persona. Eso es todo.
—¿Cuál es tú nombre?
—¿Qué?
—Que cuál es…
—Te escuché —el más bajo mascullo, y parecía bastante resignado a no poder leer ahora. Sendagaya no parecía querer dejarlo tranquilo—. Mi nombre no tienes por qué saberlo.
—Yo soy Sendagaya Tetsu —ignorando la respuesta del más bajo, Tetsu se presentó a sí mismo a pesar de que ni siquiera le habían preguntado—. Ahora me conoces —señaló, y el Alicein volvió a alzar una ceja—. Si me dices tu nombre entonces…
El niño cerró el libro bastante fuerte, parecía a punto de decir algo, pero antes de que las palabras se formaran en su boca, fue interrumpido.
—Misono, dijeron que reemplazarían la ventana lo más pronto posible pero… —y la voz se detuvo al entrar en la habitación, su mirada fue variando entre el satisfecho rostro de Tetsu y el frustrado Alicein que parecía mirarlo como si hubiera dicho algo bastante malo justo ahora—. Vaya… ¿Me perdí de algo?
—Misono —Sendagaya solo dijo su nombre, parecía bastante a gusto repasando sus silabas a pesar de la neutralidad de su rostro—Misono —y repitió, asintiendo para sí mismo un par de veces—. Ahora que nos conocemos, puedo venir a visitarte, ¿verdad?
—¡Ya te dije que…!
—Nos vemos, Misono.
Y se retiró de ahí. Con la bola de baseball entre sus dedos y la voz de Misono resonando hasta fuera de la habitación, intentando detener sus pasos, intentando hacerle cambiar de idea. Pero era imposible que cambiara de parecer cuando estaba tan decidido.
Cuando se retiró de la habitación, Misono ya no lucía tan triste.
Ese fue el primer paso para acercarse a él.
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II
Sendagaya volvió a la misma hora el día siguiente, con una bolsita de manjus extra en el bolso de la escuela para el nuevo chico al que había decidido visitar. Sus hermanas estuvieron un tiempo preguntándole esa mañana por qué iría a ver a ese chico cuando su madre sería dada de alta el siguiente día, pero él mismo no lo sabía. Y no es que lo hubiera pensado mucho. Luego de conocer a Misono y hablar un poco de él con su madre solo se fue a casa a cenar, ayudó con los clientes, y se fue a dormir. Cuando despertó solo pensó que tendría que llevarle algo a Misono luego de la escuela.
En ningún momento se molestó en preguntarse el por qué.
Hace algún tiempo, un niño del hospital le dijo que era demasiado amable. Que era una cualidad suya bastante agradable y que de ser posible no cambiara nunca. Entonces él solo sonrió por las palabras del orgulloso niño, y ahora que las recuerda piensa que tal vez no estaba tan equivocado.
Sin embargo, entre aquel pequeño niño y Alicein Misono existe una diferencia.
Misono no le agradece su amabilidad. Al verle llegar solo bufó con fastidio y fue bastante claro al decir que si esperaba que le dijera gracias por visitarlo estaba muy equivocado, entonces continuó leyendo su libro —uno distinto al que sostenía ayer en sus manos—.
Aun así, Tetsu se siente confundido.
Porque Misono parece molesto, pero sonríe ligeramente y trata de ocultarlo con su libro. Porque las cortinas esa tarde permanecen atadas y la luz que entra por el cristal reparado iluminaba un pequeño banquito a un lado de la cama que el día anterior no estaba ahí. Porque pese a sus palabras frías, Misono parece decirle que lo estaba esperando.
Y parece confirmarlo cuando vuelve a sentir la mirada del más bajo sobre él.
—¿Vas a entrar o te vas a quedar parado como un idiota?
Como sea que lo viera, eso era una invitación de su parte. Tetsu asintió solo por hacerlo y cerró la puerta tras él.
Cuando se sentó a un lado de Misono, no supo qué decir. Usualmente eso sucede cuando conoces a alguien, al no saber nada de la otra persona es difícil iniciar un tema de conversación. No sabía si preguntarle si ha estado bien, si estaba en el hospital era porque algo no iba bien con su salud —y preguntarle por un tema tan delicado podía no ser adecuado—, por otro lado, preguntarle que había hecho tampoco sonaba bien. Tenía entendido de las enfermeras que no podía hacer mucho esfuerzo, así que debía quedarse en cama, probablemente con sus libros, la mayor parte del tiempo.
Libros…
—¿Qué estás leyendo? —luego de un minuto en silencio, Sendagaya finalmente se atrevió a preguntar algo. Pero Misono solo cerró su libro y le enseñó la portada—. "El pueblo donde solo yo estoy perdido", uh… ¿y es interesante? —el más bajo asintió, y retomó la lectura. Otro factor a tener en cuenta al conocer a alguien, es que no era seguro que esa persona fuera a responder. Misono era un ejemplo de eso—. No eres muy hablador, ¿verdad?
Esta vez no hubo respuesta. Sendagaya supo que tenía razón entonces. Sin embargo, ayer sí que habían hablado, no de algún tema en específico, pero lo habían hecho. No le pareció que Misono fuera del tipo retraído, mucho menos una persona tímida. Le había llamado bastardo e incluso idiota a pesar de que apenas se estaban conociendo, así que estaba seguro de que no era eso. Probablemente era porque no confiaba en él… pero no estaba seguro de cómo cambiar eso.
No es como si pudiera decirle "Hey, puedes confiar en mi" y convertirse en mejores amigos de la noche a la mañana. No funcionaba así, ¿verdad?
Por supuesto que no. Pero Tetsu no sabía por dónde comenzar.
Tal vez podrían comenzar con un básico juego de preguntas y respuestas, o simplemente podría llenarlo de preguntas —no, no. Lo haría parecer un interrogatorio. Y estaba seguro que Misono terminaría llamando a la persona que estaba a cargo de él solo para sacarlo de su habitación—. Entonces… ¿qué debería…?
Son las risas de los niños en el jardín trasero lo que llaman su atención. Se balancea sobre el pequeño banquito, Tetsu escucha sus risas y los ánimos que se dan entre ellos en su improvisado partido de soccer —porque el baseball había quedado prohibido, todo gracias a él—. Y no podía evitar sentirse también animado al escuchar sus gritos.
—¿Por qué no estás jugando con ellos?
—¿Uh?
Misono se encogió de hombros y aunque sus ojos seguían en las páginas de su libro, parecía estar atento a él. A sus ojos buscando a los responsables de las risas y los gritos en el jardín del hospital. El más bajito fingió desinterés, pero sus labios se apretaban constantemente y sus ojos lo buscaban sin querer hacer contacto, interesado.
—Usualmente… —empezó—, llevas a los niños a jugar contigo, ¿no?
—¿Nos escuchabas?
—Hmph, por supuesto que los escucho. No estoy sordo, Sendagaya —masculló de mala gana, Tetsu parecía satisfecho al ver que su tono de voz parecía ser similar al de ayer. Una voz que hablaba con confianza y no parecía importarle nada de lo que pensará, una voz agradable que le recordaba a las brisas otoñales—. Siempre estaban gritando "Tetsu, Tetsu, Tetsu" —Misono bufó, imitando las voces chillonas de los niños—, de verdad, ¿qué pasa con ellos?
—Bueno… —comenzó, pero no sabía qué decir exactamente. Él estaba tan acostumbrado a los gritos de los niños que nunca pensó en que podría ser molesto. Pero Misono estaba ahí, intentando concentrarse en su libro mientras los escuchaba, probablemente bastante irritado—, son niños… —argumentó, el Alicein solo alzó una ceja como si le preguntará si esa era razón suficiente. Pero lo era. Los niños son chillones porque son niños, Misono debería entender algo como eso—. Pero tú eres un niño distinto a los demás, ¿verdad?
El Alicein frunció más el entrecejo, y el rubio estaba a punto de decirle que no hiciera eso o tendría una fea arruga en su frente por el resto de su vida, cuando el más bajo volvió a alzar la voz.
—¿Qué dijiste que era?
Y a pesar del tono de advertencia, Sendagaya se encogió de hombros.
—Un niño.
—¡Bastardo! —alterado, Misono volvió a alzar la voz. Un rápido pensamiento cruzó la mente del rubio, el Alicein era el tipo de niño que no le gustaba que le recordaran que era un niño—. ¡Solo porque tú seas un adulto, no significa que puedas—!
—Tengo catorce —Sendagaya lo interrumpió rápidamente al ver su confusión. Misono guardó silencio por un instante, y sus ojos se entrecerraron buscando la mentira. Pero solo había un rastro de una honestidad irritante—. Cumpliré quince en primavera.
El Alicein pareció procesarlo un momento, un largo momento. De hecho, se tomó su tiempo, tanto que Sendagaya por un momento pensó que había roto a su nuevo amigo. Pero antes de que pudiera revisar si estaba averiado o algo similar, Misono comenzó a reír, bastante altanero por decir menos. Luego de una pausa, sus labios se curvaron en una mueca orgullosa de sí mismo.
—¡Entonces con mayor razón debes tenerme respeto, bastardo! —aclaró, mientras se señalaba a sí mismo—. ¡Soy un año mayor que tú, así que debes…!
—Te crecerá la nariz si dices mentiras.
—¡No me interrumpas cuando estoy hablando! Además —continuó, bastante irritado. Parecía querer zarandearlo en ese mismo momento por no prestarle atención a sus palabras—, ¡no me compares con Pinocho, bastardo!
Misono era…
Diferente. Realmente diferente a las demás personas que había conocido. Se irrita fácilmente, incluso si no te conoce es capaz de llamarte de maneras poco agradables, y aunque al principio no es un buen hablador, puede llegar a reír con altanería por simples detalles que le hacen estar orgullosos de sí mismo. Y a pesar de que solo tiene un día de conocerlo, le agrada.
Aquel niño de tristes ojos que buscaba enfocarse en las fantasías de los libros ahora lo observaba a él, se dirigía a él, le estaba gritando a él. Sendagaya estaba satisfecho con lograr acercarse solo un poco ese día.
Las razones del por qué Misono no debía ser comparado con un mentiroso muñeco de madera —expuesto por Alicein Misono, a sus quince años— fue interrumpido por el ruido que hizo una nueva persona al entrar en la habitación. Sendagaya ignoró la voz del mayor que le obligaba a prestar atención para enfocarse en el recién llegado.
Era la misma persona que siempre veía entrar y salir de la habitación, la que había llegado ayer a revelar inocentemente el nombre de Misono. Por supuesto, y tal como lo había imaginado, no era un doctor, pero tampoco veía un parecido entre esa persona de cabellos claros y sonrisa amable con Misono. Por lo que no podían ser parientes, ¿o sí? La persona frente a ellos, agitó la bolsa de sus manos. Un par de cosas resonaron dentro del plástico que habría conseguido en la tienda al otro lado de la calle.
—Traje algo para ti y tú nuevo amigo, Misono.
—¡Tonterías! —masculló, mientras se apoyaba en el respaldo de la cama con los brazos cruzados—. ¿Quién es amigo de este cabeza hueca?
Ignorando el nuevo apodo que Misono le había dado —tres en un día, vaya—, Sendagaya volvió a hablar.
—Pensé que nos estábamos llevando bien —porque Misono le hablaba sin guardarse nada, insultándolo y alzando la voz, se escuchaba animado y eso debía significar algo, ¿no?—. Pero, eventualmente seremos amigos, ¿verdad?
En silencio, Misono lo observó con los ojos sorprendidos —y su mirada tuvo que desviarse luego de unos segundos, porque no era muy bueno con el contacto visual—, entonces cerró los ojos y mordió su labio inferior. Se estaba conteniendo o algo, pensó. Y a Tetsu le extrañó ver como las pálidas mejillas comenzaban a tomar otro color, más cálido.
Misono no respondió y se ocultó bajo las mantas de la cama. Solo la antenita de su cabeza se asomaba ante la confundida mirada de Sendagaya, quien no podía dejar de pensar que si acaso había dicho algo inadecuado; o en lo adorable que era aquel chico mayor por sentirse avergonzado al hablar de amistad.
Una suave risa se dejó escuchar de parte del otro hombre cuando un titubeo comenzó a escucharse bajo las mantas.
—Y-ya… se está haciendo tarde —Misono musitó, suavemente—, d-deberías irte.
—Aún es temprano —y su mirada fue hacia la ventana, la luz de un nublado atardecer iluminaba la habitación ahora mismo.
—No me entendiste —carraspeó—, largo de aquí.
Y al escuchar su petición, realmente sintió que había dicho algo malo. En busca de una respuesta, su mirada se enfocó en el hombre de amable sonrisa, él solo ladeó su rostro en dirección a Misono. Sus labios mostraban una genuina sonrisa que Tetsu no entendía. Bueno, ya había escuchado a Misono, tenía que irse…
Suspiró, y sacó de la mochila la pequeña bolsa de manjus que había preparado y lo dejo sobre la mesita. Se levantó y rodeó la cama, sin embargo, se volteó antes de dar otro paso.
—Nos vemos mañana… —y dudó por un momento, antes de asentir para sí mismo ante la idea de su cabeza—, Chibi.
En el momento en que la última silaba abandonó sus labios, Misono volvió a aparecer entre las mantas. Con el rostro rojo, la respiración cortada y el ceño frunciéndose. Bien, con eso era suficiente, al menos pudo verlo antes de irse. Escuchó el llamado indignado del más bajo y las risas del hombre que le acompañó hasta la puerta.
A pesar de que Misono parecía molesto por el nuevo apodo, en ningún momento le dijo que no se le ocurriera volver mañana. Eso lo hizo un poco feliz. Porque significaba que podría volver a ese lugar. Volteó una última vez al estar fuera de la habitación, Misono le observaba bastante frustrado, y el hombre a cargo del Alicein solo le sonrió bajo el umbral de la puerta.
—Gracias por visitar a Misono.
Y con esas simples palabras, la puerta fue cerrada.
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III
A Tetsu le gustaba ver a su madre cocinar. Era un sentimiento bastante cálido el que se extendía en él al ver la sonrisa en su rostro, mientras sus manos cortaban los vegetales para hacer el plato preferido de su hermana mayor. Ha pasado un tiempo desde que no la ve en casa, porque ha estado hospitalizada tanto tiempo que verla cocinando para la familia nuevamente es realmente agradable. Y lo era tanto, que Tetsu sentía que no debía perderla de vista.
Recientemente salió del hospital, y ahora confirma ante todos que su madre era una mujer bastante fuerte —y ellos deben aceptar que tenía razón desde el principio—.
Y a pesar de que ella fue su principal razón para visitar el hospital, Sendagaya Tetsu aún tenía un motivo para ir cada día después de clases. Una razón para levantarse temprano los sábados y ayudar en todo lo posible los domingos para que su padre le dejara un descanso por las tardes.
Una razón que implicaba conversaciones sin sentido, ceños fruncidos e insultos para llevar.
—Entonces, ¿cómo puedo hacerme amigo de alguien?
Su madre le mira de soslayo, sus manos siguen ocupadas lavando el cuchillo que usará para cortar las zanahorias. Tetsu no lo demuestra, pero está preocupado por no saber cómo hacer un amigo. A pesar de que en la escuela nunca se preguntó algo como eso, porque la gente simplemente le hablaba y se acercaba a él, de un momento a otro, ya estaba rodeado de gente que se hacía llamar sus amigos.
Pero no está vez.
Con Misono era diferente.
Porque él no va en su escuela, no se conocen de nada y tampoco pueden ir a jugar. Misono no puede salir del hospital, así que no puede invitarlo a su casa como haría con un amigo de la escuela. Además estaba su difícil actitud de "quién sería amigo de un cabeza hueca", así que era incluso más complicado. Sin embargo, no quería dejar de intentarlo.
Que fuera complicado no quería decir que se rendiría en intentar ser su amigo.
—¿De qué te preocupas? —dijo su madre entonces, Tetsu alzó una ceja al ver la sonrisita formándose en su rostro—. Solo tienes que ser tú mismo.
Y ante aquel consejo, Sendagaya solo pudo observarla en silencio. Esperaba que dijera algo más sabio, tal vez algo con más sentido. Pero su madre se mantuvo en silencio mientras cortaba las verduras, dando finalizada la conversación.
Ser él mismo…
Pero eso… ¿acaso no era obvio? ¿Quién más se supone que iba a ser más que él mismo? No es como si pudiera ser otra persona solo por pensarlo, ¿verdad?
—¿Eres idiota?
Eso es lo que Misono le responde cuando va a visitarlo al otro día, con una sonrisa burlona expandiéndose en sus infantiles facciones. Usualmente esa pregunta salía a la luz todos los días, en algún momento de sus visitas diarias desde hace ya una semana —y aunque cada día conoce algo más de Misono, él se niega a llamarlo su amigo todavía—.
—Estoy comenzando a creerlo —respondió el menor, sus hombros se encogieron ligeramente—. Me lo dices muy seguido, sabes.
—Lo eres —aseguró Misono—. Pero no te preocupes, aún tienes remedio, Sendagaya.
—Oh… —no sabía cómo responder a eso, pero Misono parecía confiar en que no era tan idiota como lo parecía. Eso lo hizo sentir bien, de alguna forma—. Gracias, supongo.
Misono puso los ojos en blanco un momento, y un segundo después soltó un resoplido, bastante similar a una sarcástica y contenida risa. Sus manos volvieron a sostener el libro que leía, era más corto en comparación a los libros anteriores; Sendagaya pudo compararlo con una novela ligera de al menos cien páginas. Pero era poesía, es lo que Misono le había comentado.
—Creo… —Misono volvió a hablar en el momento que cambió la página—, creo que no se trata solo de ser tú mismo, Sendagaya —respondió, Tetsu asintió para hacerle saber que le estaba escuchando—. Más bien, es la otra persona la que debe aceptarte tal y como eres —y lo miro de reojo, pero al ver que el menor le estaba devolviendo la mirada inmediatamente volvió a su libro—. Además, incluso si cambias, seguirías siendo tú mismo. Porque esos cambios solo serían parte de ti, sabes…
—Oh… —Tetsu lo observó, impresionado. Se balanceó un momento sobre la silla, reflexionando sobre las palabras del más bajito. Seguiría siendo él mismo incluso si cambiaba, en realidad, eso tenía bastante sentido. Las personas constantemente van cambiando, pero eso no significa que hayan dejado de ser ellos mismos, era bastante simple. Pero Misono hacía sonar esa verdad como algo realmente impresionante—. Eres asombroso, Misono.
—No lo soy —masculló—. Es bastante sencillo si lo piensas, tú…
—No, me refiero… en general —aclaró, antes de que Misono pudiera decir algo más, agregó—. Eres asombroso.
Y ante sus palabras, el rostro de Misono volvió a tornarse de un suave rosa. Uno bastante agradable y que parecía quedar con él, de alguna forma. Era divertido ver como se avergonzaba tan fácil y buscaba la forma de disimularlo —ya sea frunciendo el ceño u ocultándose con el libro. Esta vez, el Alicein optó por ambas—.
—Halagándome no llegaras a ningún lado…
—No estaba intentando halagarte —respondió, sus ojos se entrecerraron para enfocarse más en Misono—, solo digo la verdad.
El Alicein bajó un poco su libro y lo volvió a mirar. Parecía a punto de decir algo, pero su rostro enrojeció y volvió a fruncir el entrecejo, los labios firmemente cerrados le dieron a entender que, sea lo que sea que iba a decir, ya no podría escucharlo. Porque Misono se había arrepentido de lo que había cruzado por su cabeza.
—Entonces, Chibi…
Al escuchar el apodo, Misono frunció los labios.
—¿Entonces qué, bastardo?
—¿Cómo puedo ser tú amigo?
Sendagaya siempre era demasiado directo. Por supuesto, no tenía una razón para cortarse al hablar. Lo que quería decir, lo decía, su mente era demasiado simple. El más bajito lo observó unos segundos, su rostro no parecía expresar absolutamente nada, al contrario, parecía ser el tipo de persona que se la pasaba mirando las nubes sin pensar en nada. Pero…
Podía sentir algo de ansiedad de su parte. Porque parecía querer una respuesta positiva…
—Solo… —y aunque Misono no lo quisiera, sentía algo extraño en la garganta. Como si fuera a ponerse a llorar en cualquier momento solo por tener a Tetsu a su lado, tan insistente en querer su amistad. Se mordió un poco el labio y continuó luego de aspirar un poco de aire—. Solo debes seguir viniendo…
Esa era su forma de pedirle que no lo dejara solo. No de nuevo. La forma que tenía Misono de decirle que apreciaba sus visitas y que era bienvenido a esa habitación tan solitaria, en ese pasillo abandonado incluso por las enfermeras.
Era su forma de decir que él también quería ser su amigo.
Tetsu sonrió al entenderlo —y continuó hablándole de tonterías por el resto de la hora—.
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IV
—Probablemente pueda salir de aquí en primavera…
Ante la noticia de Misono, el rubio volteó a observarlo, dejando un poco de lado la grulla de papel que había estado haciendo desde hace un rato. A pesar de que fue una noticia dicha como si no fuera la gran cosa, Tetsu es consciente de la frustración que se deja ver en cada una de sus palabras.
—Aún falta mucho para eso… —porque apenas empezarían el invierno. Las vacaciones de navidad estaban bastante cerca y la mayoría era dado de alta por esas fechas, para pasar las fiestas en familia y ese tipo de cosas. Pero Misono estaría obligado a pasar una fecha como esa en un lugar como ese, y él de verdad no lo entendía. Misono se veía bastante saludable, a pesar de lo delgado que estaba y que las piernas no le respondían como quisiera, no estaba tan grave como otros niños del hospital—. Pero podrás salir para navidad, ¿verdad?
Misono no respondió, tal vez porque no tenía la forma de hacerlo. Sus ojos enfocados en las líneas de su libro ni siquiera miraron a Tetsu, quien interpretó su silencio como un simple "no lo sé" mientras terminaba de doblar las alas de la pequeña grulla de papel.
—Está bien, seguramente podrás salir por un día o dos —Sendagaya continuó y dejó la pequeña ave sobre las manos de Misono. Sus pálidas manos recibieron la grulla con un entusiasmo mal disimulado, pero el brillo que se asomó por sus ojos no podía mentir. En silencio, parecía agradecer por esa pequeña manualidad que Tetsu hizo para él—. Y si no lo haces seguramente tú familia vendrá a visitarte.
Y la ligera sonrisa que en Misono se había dibujado lo abandonó rápidamente. El brillo de sus ojos desapareció y Tetsu sintió que algo le oprimió el corazón al ver que la triste mirada que tenía cuando lo conoció había vuelto a él. Probablemente había dicho algo malo.
—¿Estás bien? —preguntó, su tono preocupado era fácilmente visible—. Hey —insistió, Misono no le devolvió la mirada—, entiendo que tus padres estén ocupados para no visitarte muy seguido, pero…
—No —Misono sacudió la cabeza, y chasqueó la lengua. Entre sus dedos, las alas de la pequeña grulla se aplastaron por la fuerza que estaba empleando—. No lo entiendes, Sendagaya —y frunció el ceño, Tetsu no entendía el por qué pero… Misono parecía estar a punto de llorar. Eso no le gustó en lo absoluto—. Nunca entiendes nada.
Y terminó de aplastar la pequeña grulla entre sus manos. Pero a pesar del esfuerzo que había puesto en la figura de origami, Tetsu no pudo sentirse molesto con Misono. Incluso si no lo entendía, incluso si no tenía idea de lo que Misono quería decir con eso, sabía que tenía la culpa.
—Lo siento —musitó, mientras llevaba una mano detrás de su nuca en un gesto apenado—, es cierto, en realidad no lo entiendo —dijo finalmente, pudo sentir la mirada de Misono sobre él en esos momentos—. Incluso ahora sigo sin entender porque nadie viene a visitarte… —era algo que siempre había pensado, pero se sentía extraño admitirlo en voz alta frente a él—. Nunca he visto a tú madre o a tú padre, pero… no creo que sean buenos si te descuidan de…
—Sendagaya —Misono le interrumpió, pronunciando su nombre lentamente—. Largo de aquí.
—¿Uh?
—¡Largo!
Ahora sí…
Lo había arruinado.
Mordió el interior de su mejilla, regañándose mentalmente. Intentó pensar en algo que decir ahora, una forma de arreglar las cosas. Pero la idea de decir algo que pudiera hacerlo enojar más se instaló rápidamente en su cabeza; llenándole de un temor que no conocía. Misono se envolvió entre las mantas sin volver a mirarlo, dando finalizada esa conversación que no había terminado como a Tetsu le hubiera gustado.
Cuando decidió levantarse, lo único que pudo observar fue a la pobre grulla de papel totalmente arrugada deslizándose en el suelo lejos de Misono.
Al salir de la habitación sentía el cuerpo extrañamente pesado, como si le hubieran atado a cada una de sus extremidades una pesada bola de plomo. Las palabras de Misono hacían eco en su mente, haciendo aquella sensación de pesadez más real de lo que le gustaría.
«Nunca entiendes nada»
Y a pesar de que sabe que Misono tiene razón, a una parte de él le hubiera gustado responder que le ayudará a comprender. Que por favor le hiciera entender. Pero ya era demasiado tarde. El Alicein se había enfadado con él y sabía que lo mejor sería no hablarle por ahora. O terminaría por arruinarlo más de lo necesario.
Él no quería eso.
—Tetsu-kun….
El llamado lo hizo voltear rápidamente, a un lado de la puerta el encargado de Misono —quien también descubrió era su mayordomo, Snow Lily— estaba de pie, apoyado sobre la pared. Al ver la sonrisa apenada que le dirigía, Tetsu comprendió lo inevitable. Snow Lily había escuchado absolutamente toda su conversación
Abrió la boca para decir algo, pero el hombre frente a él solo negó con la cabeza, una sutil forma de decirle que se guardara sus palabras.
—¿Quieres ir a tomar algo?
Cuando entraron a la cafetería del hospital, Tetsu apenas fue consciente que esa era la primera vez que hablaban a solas. Sin Misono de por medio o cerca de ellos, sin embargo era obvio que apenas uno dijera algo lo primero que diría sería su nombre. Sentado frente a la mesa, solo pudo suspirar. El vaho saliendo de su boca desapareció rápidamente a diferencia del que salía de la taza de té que Lily le había traído.
En la cafetería apenas había unas cuantas enfermeras en su hora de descanso, y una madre a lo lejos alimentaba a su pequeño niño que seguramente no pasaba de los tres años. Parecía un lugar adecuado para charlar.
Lily le dio un sorbo a su taza de café y suspiró para llamar su atención.
—La familia de Misono es un tema delicado —finalmente comenzó a hablar, tal y como Tetsu había imaginado, Misono fue el primer tema que Lily dejo salir. Y no estaba seguro si era por la situación anterior o porque sabía que ahora era lo único que le importaba—. Hasta hace unos meses, la única familia que Misono tenía era su madre, Tetsu-kun.
—¿Hace unos meses…?
Y ante la mueca que había cruzado el rostro del mayordomo, lo entendió. La madre de Misono ya no estaba para él, no podía ir a visitarlo incluso si era su más grande deseo. Tetsu mordió su labio inferior con más fuerza de lo planeado, ahora comprendía la razón detrás del enfado del más bajo. Había insinuado que su madre —la persona más importante para Misono hasta entonces— era una mala persona por no ir a visitarlo.
Pero… era porque ya no podía hacerlo.
—¿Qué hay del padre de Misono?
—Ahora está trabajando fuera de Japón. Como viaja a menudo apenas puede hacerse el tiempo de venir —explicó, y volvió a darle un nuevo sorbo a la taza de café—. Es quien paga el hospital y usualmente llama a Misono para saber su condición pero… —sacudió la cabeza y soltó un largo suspiro. Al parecer, Lily también estaba afectado por la situación—. Misono sigue sin poder verlo como a un padre, sabes. Para él es complicado aceptar que ahora tiene un padre, un hermano mayor y que ahora es un Alicein…
Por supuesto que era complicado. La vida de Misono se transformó recientemente, de la noche a la mañana. Había perdido a su única familia, y ahora debía lidiar con un desconocido con quien comparte solo lazos sanguíneos. Un padre al que apenas ve por cuestiones de negocios. Si no fuera suficiente, tenía que lidiar con sus problemas delicados de salud. Porque Misono no podía esforzarse demasiado, porque desde el otoño sus piernas no responden como deberían, porque no hay forma de que pueda caminar cuando sus piernas no soportan el peso de su cuerpo.
Y a pesar de todo eso…
Misono le sonríe detrás de sus pesados libros de texto. Le insulta con toda la confianza del mundo a pesar de que solo llevan tres semanas de conocerse. Sus risas altaneras inundan la habitación y le habla con entusiasmo de los libros que lograban gustarle.
—Misono es realmente fuerte, ¿verdad?
Lily parpadea unos segundos, antes de soltar una risa bastante ligera. Sus largos dedos corren su cabello detrás de su oreja, pasando a llevar el llamativo arete que colgaba de ella. Vuelve a beber un poco de café, borrando cualquier rastro de angustia que hubiera quedado en él por la conversación anterior.
—Me alegro que lo veas de esa forma, Tetsu-kun —y antes de que Sendagaya pudiera decir algo, continuó—. A Misono no le gusta hablar del tema, porque no quiere que los demás sientan lastima por él, ya sabes cómo es —Tetsu asintió de acuerdo, aún recordaba la primera vez que lo vio. Cuando rompió su ventana y le preguntó si podía visitarlo; Misono no tardó en negarse diciendo que no esperara su gratitud. Tenía un orgullo bastante grande para lo pequeño que era—. Pero últimamente se le ve bastante animado.
—¿Es así?
El mayordomo ladeó la cabeza, una mueca confundida se hizo presente en sus facciones.
—¿Cómo? ¿No te has dado cuenta? —y ante la pregunta, Tetsu solo frunció un poco las cejas, intentando recordar. La comparación del Misono del primer día con el actual era bastante grande para él. Su boca formó una pequeña o, y Lily parecía aplaudir mentalmente al ver que llegaba a una respuesta—. Después de todo eres su primer amigo, Tetsu-kun.
El primer amigo de Misono…
El primero…
Tetsu no estaba seguro, pero escucharlo lo hizo realmente feliz. Porque incluso si no era Misono quien lo decía, saber que era considerado un amigo para el otro era suficiente. Él estaba satisfecho con eso.
—Misono probablemente no quiso gritarte hace un momento —le recordó Lily, y Tetsu asintió a pesar de que no estaba de acuerdo. Incluso si no quería gritarle estaba bien si lo hacía, él había dicho una tontería, tenía todo el derecho a enojarse por eso—. Estoy seguro de que podrán arreglarse pronto.
Lily parecía ser el tipo de persona con una paciencia infinita, por eso a Tetsu le recordaba a su madre de cierta forma. Era el tipo de persona en la que puedes confiar rápidamente gracias a esos gestos tan amables que tenía. Su madre alguna vez le dijo durante el otoño que al hospital había llegado un hombre bastante joven y llamativo, alguien que le recomendaba buenos libros y le leía a los niños de las otras habitaciones; es ahora que se da cuenta que esa persona seguramente era Snow Lily.
Misono también le había comentado que su mayordomo era ese tipo de persona —incluso si era un pervertido en ocasiones—.
—Ustedes dos son muy cercanos, ¿verdad? —Tetsu preguntó con curiosidad, antes de beber un poco del té que había olvidado sobre la mesa.
—Conozco a Misono desde que nació —y sonrió, parecía enternecido recordando viejos tiempos—. Es como un hermanito para mí.
Y estaba seguro que Misono lo consideraba de la misma forma.
Porque aun cuando no tenía a su madre, tenía a Lily a su lado. Podía confiar en él, podía estar tranquilo si él estaba ahí. Incluso si no estaban unidos por lazos sanguíneos, Snow Lily era familia para Misono.
A veces eso era más que suficiente.
Al terminar la charla Sendagaya dejo a Lily en la cafetería —hablando con las enfermeras que parecían encantadas de tenerlo ahí para ellas— y se apresuró en ir a disculparse correctamente. La hora de visita terminaría en diez minutos, y esperaba que eso fuera suficiente para que Misono lo perdonara por ser tan idiota. No quería irse sin antes haberse disculpado con él.
Y aun cuando no sabía cómo iniciar una disculpa apropiada, Sendagaya abrió la puerta de la habitación del Alicein.
Pero Misono no estaba cubierto por las mantas, tampoco leyendo un libro para olvidarse del mundo. En realidad, ni siquiera estaba sobre su cama. Y el corazón de Tetsu dio un salto cuando lo observó en el suelo, con sus hombros temblando y sus dedos intentando alcanzar la maltratada grulla de papel que había tirado al irse.
¿Cuánto tiempo había pasado de esa forma…?
El suelo debía estar frío y debido al clima de afuera incluso dentro de la habitación podía temblar sin las ropas adecuadas. Y a pesar de que Misono odiaba el frío, prefirió soportarlo un momento para alcanzar el origami olvidado. Había ido tan lejos solo por la maltratada grulla de papel, ¿por qué…? Era algo que no podía entender.
Sendagaya se apresuró a ayudarlo, sus manos sostuvieron sus hombros firmemente esperando que dejara de temblar. Pero incluso su ropa estaba fría.
—Soy patético… —lo escuchó musitar, Tetsu observó la herida de su labio, probablemente por haberlo mordido tan insistentemente durante un rato. Y bufó, sus manos se apretaron sobre el suelo—. Ni siquiera puedo caminar por mi cuenta…
Y la frustración sacudió el cuerpo de Misono.
Ah. Por supuesto. Debía ser realmente doloroso para él. Las cosas cambiaron demasiado rápido a su alrededor, había perdido a una persona importante y la capacidad de mover las piernas como le gustaría. Tetsu lo entendía ahora. Y es porque lo entendía que podía sentir el sufrimiento de Misono como parte de sí mismo.
A pesar de que no llevaban mucho de conocerse, Misono se había vuelto un amigo importante para él.
El Alicein soltó un vergonzoso quejido cuando fue levantado de sorpresa, y no sabía si sentirse avergonzado por ser tomado como harían con una novia o molesto por la facilidad con la que Tetsu podía cargarlo. Como si fuera tan ligero como una pluma o algo parecido.
—Está bien —Tetsu empezó a hablar, sin perder detalles de su expresión—. Incluso si no puedes caminar, está bien —insistió, Misono estaba a punto de responder pero el continuó, sin importarle interrumpirlo—. Yo te cargaré, puedo llevarte a donde sea que quieras ir.
Y para darle más énfasis a sus palabras, no tardó en acomodarlo nuevamente en la cama. Misono no estaba seguro de lo que debería decir en una situación así, sus labios temblaban mientras observaba a Tetsu acomodarle las mantas, lo hacía con tanta naturalidad que parecía que ya lo había hecho en muchas ocasiones.
—Si necesitas algo, entonces lo alcanzaré por ti.
La maltratada grulla de papel fue dejada sobre sus manos, Misono la observó unos segundos, ni siquiera se dio cuenta del momento en el que Tetsu la sostuvo. La pequeña y maltratada grulla apenas podía mantenerse firme por sí misma, y a pesar de que estaba doblada donde no debería, Misono pareció feliz de volver a sostenerla. Y aunque Tetsu no lo entendiera, pudo notar que aquel pedazo de papel era algo importante para él.
—¿Eres idiota…? —su voz a pesar de que lo estaba insultando apenas sonó como un susurro—. En momentos así debes decir que lo sientes, bastardo —Tetsu parpadeó, un suave "ah" escapó de él. Por ver a Misono en el suelo se había asustado al punto de olvidar su razón para estar ahí—. ¿Y qué pasa con eso de no importa si no puedo caminar? ¿No deberías decir "recupérate pronto"?
Sendagaya asintió un par de veces, se levantó correctamente e inclinó la cabeza frente a Misono.
—Lo siento. Soy un idiota.
Esa parecía ser la disculpa adecuada. Todo se resumía a su falta de tacto, a que era un imprudente que no pensaba bien las cosas antes de decirlas. Aun así, Misono no parecía estar molesto con él.
—Lo eres.
Y ante la ligera sonrisa de su rostro, Sendagaya supo que había sido perdonado. A pesar de que lo había arruinado hace un rato, a pesar de que había dicho algo que no debió decir...
Misono lo había perdonado. Era demasiado amable con él. Incluso si no quería aparentarlo.
—Chibi —el mencionado solo lo miró de soslayo, sus dedos jugaban distraídamente con la pequeña grulla—, voy a pasar la navidad contigo.
El más bajo alzó una ceja.
—Nadie te está pidiendo…
—No es una sugerencia —aclaró, y ante la seriedad de su rostro ante ese tema, Misono sintió que se le subía el rojo a las mejillas. ¿Por qué tenía que lucir tan decidido por algo como eso?—. Lo haré.
Misono se revolvió entre sus mantas, y se hundió un poco más en la almohada. Se estaba sintiendo realmente apenado por el giro de los acontecimientos. Ni siquiera se atrevía a mirarlo directamente, cielos.
—H-haz lo que quieras, bastardo…
Tetsu sonrió ante eso. Porque sabía que era la forma que tenía para aceptar sin querer lucir demasiado ansioso. Pero los labios de Misono formaron una traicionera sonrisa que no pudo pasar desapercibida.
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Cuando Sendagaya volvió al otro día, le sorprendió ver que la pequeña y maltratada grulla de azul brillante estaba sobre la mesa de Misono. Ni siquiera podía mantenerse firme sobre la base de la mesa y podía parecer todo antes que una grulla, y aun así, parecía que el Alicein se había encargado de hacerle su espacio en ese lugar.
—Hey, si quieres puedo hacerte mil grullas —dijo al cabo de un rato, Misono distrajo su atención del libro para mirarlo—. No me molestaría —aclaró rápidamente, mientras usaba su dedo para balancear el arrugado papel sobre la mesa. No había forma de hacer que se mantuviera firme—. Ya que esta está bastante mal…
—No es necesario, Sendagaya —Misono respondió casi de inmediato—. Me gusta esta.
El rubio lo observó como si, por primera vez desde que se conocieron, fuera Misono el que hubiera dicho una idiotez. Tetsu varió su mirada entre la supuesta grulla y el más pequeño, finalmente concluyó que seguía sin entender algunas cosas con respecto a Misono. Era diferente a todos los que había conocido, a veces no podía adivinar lo que estaba pensando.
—¿Seguro?
—Seguro…
Y antes de que Tetsu pudiera preguntar la razón, Misono desvió la mirada. Pero el rojo que se instalaba en sus mejillas seguía siendo bastante visible para él.
—P-porque es… —y empezó, titubeante—, es el… p-primer regalo… que tengo de un a… a-amigo…
Misono no fue consciente en esos momentos pero…
Sendagaya comprendió la razón por la que Misono había intentado ir por ella el día anterior, el por qué a pesar de estar molesto con él intentó recoger a la pequeña grulla por sí mismo. Es porque era importante para él, porque era algo que él —su amigo— le había dado.
Era la primera vez que le escuchaba admitir que eran amigos. Es por eso que Tetsu se sintió realmente feliz por sus palabras.
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V
Desde el día que lo conoció, existían detalles de Misono que saltaban a la vista. Por ejemplo, estaba el hecho de que para tener quince años era realmente bajito. No era como los chicos de su salón que sobrepasaban el metro con sesenta centímetros, Alicein Misono se había quedado estancado en el metro cincuenta y seis, y aunque siempre le gritaba que algún día crecería —y que sería más alto que él y entonces tendría que verlo hacia arriba— sabía que las posibilidades de que eso pasara era de una en un millón. Sin embargo, Tetsu pensaba que ser de baja estatura era algo bueno en él también.
—De esa forma puedo cargarte fácilmente.
Después de soltarle aquello, Misono le había golpeado el rostro con la almohada. Y debía ser agradecido, porque el libro que estaba sosteniendo ese día se veía realmente pesado —y también cae en cuenta de lo sencillo que es de molestar. Su nuevo amigo tenía una actitud bastante divertida en esos sentidos—.
Otro detalle que Tetsu había visto en él era lo infantil de su rostro y lo pálida que era su piel. Misono realmente lucía como un niño —y él lo mataría si lo decía en voz alta, así que no se arriesgaría por ahora—, uno que no sale mucho, bastante tranquilo y que prefería sostener un libro antes que un balón de fútbol. A las enfermeras solía escucharlas referirse a Misono como el niño bonito de la habitación veintitrés, mientras que, con un aire maternal, parecían estar aguantándose las ganas de apretujar su pequeño cuerpo y estirar su piel de porcelana.
Lily le había comentado que era así desde que Misono fue hospitalizado. Que sin darse cuenta solía sacar el lado maternal de las enfermeras. Por supuesto, el Alicein no estaba de acuerdo con ser tratado como un niño —porque era un adulto, según él. A Tetsu le hubiera gustado estar de acuerdo, pero al verlo detenidamente, solo sacudió la cabeza—.
Pero entre los detalles que saltaban a la vista, existía uno en particular que lo estaba preocupando.
—Estás muy delgado —fue lo primero en comentar cuando llegó a su lado ese día, ese lunes había llegado más temprano de lo usual, sorprendiendo a Misono durante la hora del almuerzo. Sobre la bandeja del más bajo la sopa de miso, el arroz y la ensalada estaban intactos. Misono solo comía la gelatina de naranja mientras ignoraba sus palabras—. Deberías comer más, sabes.
Y luego de pensarlo unos segundos, volvió a hablar.
—Es por eso que no creces.
Esta vez, obtuvo una reacción. Misono le miró de soslayo con las cejas fruncidas, una mirada de advertencia bastante clara para él —y para ambos, incluso Lily quien, al otro lado de la cama, solo pelaba manzanas para ellos—.
—La comida del hospital es insípida —masculló, mientras señalaba la comida con la cuchara de su postre—. Si esperan que coma entonces deberían hacer algo mejor que eso.
—Misono solo come el postre la mayor parte del tiempo —Lily comentó, algo disgustado—. Está perdiendo peso últimamente.
—¿Estás haciendo dieta, Chibi? —Sendagaya preguntó, en lo que observaba al más bajo detenidamente. Estaba seguro que si tocaba su cuerpo podría sentir sus huesos fácilmente, la idea de verlo perder peso no le gustaba para nada—. No deberías hacerlo, si sigues así vas a desaparecer.
Misono dejo de saborear la gelatina por unos segundos y observó a Sendagaya en silencio, con su mirada parecía decirle lo mismo de siempre —¿eres idiota? Podía escucharlo perfectamente en su cabeza—.
—Sabes que eso es físicamente imposible, ¿verdad?
El menor se encogió de hombros.
—Tal vez, pero —y lo señaló, como si quisiera dejar en claro su punto— eres bastante ligero ya. Si sigues así el viento te llevará.
Lily soltó una carcajada ante sus palabras, era el razonamiento que usaría un niño de primaria, dicho por alguien con la apariencia de un adulto. El Alicein solo rodó los ojos, como si se preguntara por qué tenía que tener un amigo tan denso, y terminó de comer su gelatina. Dejo el envase vacío sobre la bandeja junto con la cuchara, no tocó nada más.
—¿No vas a comer?
—Ya te dije que no —Misono tuvo que aguantarse un bufido ante sus insistencias.
Sendagaya se balanceó sobre la silla, recordaba que, cuando él era pequeño, su padre solía dejarlo en la mesa por horas hasta que terminara de comer; su abuela siempre aparecía una hora después para animarle a terminar todo y darle algo que le gustaba de recompensa. Pero con Misono eso no funcionaría. Porque no podía irse de ese lugar aunque quisiera y porque ya se había comido la gelatina. Parecía que el postre era lo único con sabor en ese lugar que era digno de llegar al paladar del Alicein.
—Dime, Chibi.
El Alicein no lo miró, pero le hizo saber que le escuchaba mientras terminaba de tragar sus medicamentos con un poco de agua. A su lado, Lily lo veía con desaprobación. Se suponía que las pastillas eran después de cada comida y no podía considerar la gelatina como un alimento por mucho que Misono le insistiera.
—No comes la comida del hospital porque no tiene sabor, ¿verdad? —el más bajito asintió, aunque no sabía a donde quería llegar Tetsu con esa pregunta—. Entonces, si te trajera algo para almorzar, lo comerías, ¿no?
Por un momento, Misono no respondió. Parecía estar procesando palabra por palabra para lograr entender lo que acababa de decir. Y cuando sus neuronas finalmente decidieron trabajar en ello, dando con la respuesta que necesitaba, Sendagaya se había levantado de su asiento bastante entusiasmado. Sin dejarle responder.
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Esa noche, durante la cena, Tetsu se preguntaba si acaso Misono estaba comiendo bien a esas horas. Le sabía un poco mal estar disfrutando de la comida que hizo su madre cuando el Alicein probablemente había vuelto a dejar la comida intacta sobre su bandeja.
Ser consciente de que su amigo estaba bajando de peso era ahora una preocupación constante.
—¿Estás bien, Tetsu? ¿Hay algo malo con la cena?
—Está deliciosa —aseguró, su madre sonrió gustosa al ver que su padre y su hermana mayor también asentían a sus palabras—. Ah, por cierto, má… —y ante su mirada curiosa, se apresuró en hablar—. ¿Puedes hacer dos almuerzos mañana?
—¿Dos? —confundida, la mujer ladeó la cabeza—. ¿Alguna razón en específico?
El menor de los Sendagaya abrió la boca para responder, pero la volvió a cerrar al caer en cuenta que no podía decirle que era para Misono. Hablarle de los motivos por el que quería llevarle un almuerzo probablemente la preocuparía, y ante su preocupación, estaba seguro terminaría hablándole de su familia o sus problemas de salud. Y aunque se trataba de sus padres, no sentía que debía decir ese tipo de cosas sin el consentimiento de Misono.
Porque era algo que le habían confiado a él.
—No realmente… —respondió al final, antes de darle una nueva mordida a la croqueta de su cena—. Pero un almuerzo no es suficiente últimamente.
—Eso es porque haces mucho ejercicio, hermano —su hermana mayor comentó, señalándole con los palillos.
Su madre solo asintió en silencio, pero no lo perdió de vista ni por un instante. A pesar de que parecía querer decir algo, no dijo nada por el resto de la cena.
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Cuando Sendagaya volvió a la habitación de Misono al día siguiente, no tardó demasiado tiempo en dejarle la cajita bien envuelta de su almuerzo sobre sus manos. Y a pesar de la sorpresa en el rostro del más bajito en un principio, rápidamente se tornó rojo, mientras se debatía mentalmente sobre si agradecerle a Sendagaya o no decir nada en lo absoluto.
Al final, apretó los labios suavemente. Pero Tetsu parecía satisfecho solo con ver esa expresión en su rostro.
—Vuelvo enseguida —anunció unos segundos después.
Misono no le dio mucha importancia al ver que se dirigía a la puerta del baño de la habitación. En realidad, su atención estaba en la pequeña cajita envuelta en aquel paño de cuadros azules y negros, al desatarlo, la caja de almuerzo parecía bastante reluciente. Suavemente, mordió su labio inferior, y expectante —porque había pasado mucho tiempo desde que tenía una cajita de almuerzo en sus manos—, llevo sus dedos a la caja.
Pero se detuvo al ser consciente del pequeño papel que se había deslizado del pañuelo, quedando muy cerca de la orilla de su cama. Misono sostuvo lo que parecía ser una nota, y no pudo evitar dibujar una sonrisa burlona al imaginar la clase de mensajes que le dejarían a Tetsu. Algo como "sé bueno" o "no te duermas en clases" o "no te distraigas demasiado"; parecía ser el tipo de cosas que había que recordarle a Sendagaya un par de veces.
Pero al girar la nota se dio cuenta que no era ese tipo de mensajes —porque ni siquiera parecía ir dirigido a Tetsu en primer lugar—.
Misono leyó las primeras líneas, y sintió que algo se agitaba dentro de él.
"No estaba segura de qué podía gustarte, así que hice el plato favorito de mi hijo.
Gracias por cuidar siempre de Tetsu.
Recupérate pronto, Misono. Espero que te guste."
Sus dedos apretaron la notita tan bien escrita.
No lo entendía. De verdad que no lo entendía. ¿Por qué una mujer que ni siquiera lo conocía era tan amable con él? ¿Por qué le agradecía por algo cómo eso? Él no había hecho absolutamente nada. Y en su mente, la idea de que Sendagaya era exactamente igual a ella se instala rápidamente. Siendo tan amables con él cuando ni siquiera se conocían apropiadamente. Siendo increíblemente buenos cuando él no tenía nada de especial…
Se sentía estúpidamente conmovido ante aquella nota. Las palabras de la madre de Sendagaya le hacen revivir viejas memorias y un sentimiento realmente cálido en el interior. Incluso, puede imaginarla sonriendo mientras lo escribe, mientras envuelve aquel almuerzo en ese lindo pañuelo de motivos, sonriendo porque sabe las intenciones de su hijo sobre darle su almuerzo y está de acuerdo con eso.
Y siente un nudo en la garganta y en la boca del estómago.
Porque dos personas que recientemente han llegado a su vida se preocupan demasiado por él. Porque hay nuevas personas en su vida que solo esperan que se recupere.
Se siente tan conmovido que siente ganas de llorar.
—¿Chibi? —y no puede evitar pensar que Sendagaya vuelve en el peor momento posible. Misono cubre sus ojos, para limpiar cualquier posible rastro que delatara su reciente estado. Pero debido al insistente movimiento de brazos, Tetsu se da cuenta—. Hey, ¿estás llorando?
Y el más bajito apretó los dientes. ¿Por qué Tetsu, que era un idiota la mayor parte del tiempo, tenía que darse cuenta ahora?
—¡T-te equivocas! —titubeó, y a pesar de lo aguda que había sonado su voz, pudo mantener la compostura. O al menos, lo había intentado—. ¡Es solo… una basura me ha entrado al ojo!
—Oh —el menor se acercó rápidamente a su lado—. Déjame ver.
Al ver que Tetsu luce preocupado por sus ojos siente que el estómago le vuelve a dar un vuelco. En realidad, no esperaba que creyera una excusa como esa. Pero lo hace, le cree y no cuestiona absolutamente nada. Tetsu le sostiene de las mejillas para comenzar a soplar sobre sus ojos, esperando quitar la basurita inexistente. Misono quiere decir que es un idiota, pero nuevamente solo puede pensar en lo amable que es. En lo mucho que se preocupa por él.
Y aunque le da pena admitirlo, también piensa en lo mucho que le gusta ser amigo de Sendagaya Tetsu.
Sus dedos se aferran a la cajita del almuerzo, y mientras aun siente la respiración de Tetsu sobre sus parpados, no puede evitar pensar que, algún día, le gustaría poder agradecerle en persona a su madre. Por la agradable nota, por el almuerzo, y también…
Por darle a un amigo tan irremplazable como Sendagaya.
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.
.
VI
—¿Qué diablos haces aquí tan temprano?
Aunque le hubiera gustado hacer más preguntas, en esos momentos, esa le parecía la más adecuada de entre todas. Aun así, no tardó en reparar en el enorme bolso que Sendagaya traía a sus espaldas y en la cajita con motivos navideños que sostenía entre sus manos. Ese veinticuatro de diciembre, Sendagaya Tetsu llegó más temprano de lo acordado. Y Misono tiene que fruncir los labios para disimular esa sonrisa que intenta asomarse en su rostro.
—La enfermera dijo que no había problema —dijo y se encogió de hombros, como si en realidad no fuera algo de lo que sorprenderse. No considerando que era la única visita que tenía Misono, las enfermeras estaban tan agradecidas con él que le dejaban entrar incluso antes de que empezaran las horas de visita—. También… dijeron que podía quedarme contigo durante la noche. Podríamos tener una fiesta de pijama, Chibi.
El más bajito lo miró de soslayo, sus cejas temblaron ligeramente ante sus palabras haciéndole entre ver que le gustaba como sonaba esa idea —pero que no lo admitiría mientras fuera consciente de sí mismo—. Tetsu sonrió suavemente, mientras dejaba la caja que traía sobre la mesa frente a la cama. Las bolsas plásticas bien cerradas le dieron a entender que el mayordomo ya había hecho las compras para la pequeña celebración que tendrían esa noche.
—Y-ya veo… —Misono habló al cabo de un rato, sus ojos se enfocaron en el pequeño libro a pesar de que no leía nada. La portada cubría la curvatura de sus labios y la ansiedad de sus ojos—. Hmph, ya que insistes tal vez podamos hacer algo como eso, Sendagaya.
Tetsu asintió, se haría la nota mental de tener una fiesta de pijama con Misono eventualmente. Tal vez aprovechado las vacaciones de invierno podría quedarse un día o dos en el hospital. Aunque la idea de llevar a Misono a su casa sonaba bien también. Podría conocer a su familia, tomar un baño en las aguas termales y tal vez quedarse en un futón en su habitación mientras hablan de cosas al azar antes de caer dormidos. Sendagaya nunca tuvo interés en hacer algo como eso antes, pero quería hacerlo si se trataba de algo importante para Misono.
Pero para que Misono saliera del hospital faltaban aún un par de meses.
—En ese caso, podríamos hacerlo hoy.
—¿Qué?
—Que podríamos…
—Te escuché —Misono masculló, cortando las palabras del menor—. ¿No tendrás problemas? —y se avergonzó de sí mismo por sonar tan preocupado, el bastardo de Tetsu también parecía enternecido, qué demonios. Sacudió la cabeza, bruscamente—. ¡Quiero decir…! —y carraspeó, un poco incómodo—. E-es navidad… en lugar de quedarte aquí deberías estar con tu familia o con una no-no… novi… uh…
—No tengo algo como una novia —ante la palabra tan directa, Misono se sintió abochornado. Sendagaya lo decía como si no fuera la gran cosa, se sentía apenado de sí mismo por no poder decir esa clase de cosas como el menor hacía—. Además, mi familia estará ocupada con el trabajo del hotel, no te preocupes.
—¿Eres idiota? ¿Q-quién está preocupado?
Sendagaya parpadeó confundido, porque habría jurado que Misono era el que estaba preocupado. ¿Imaginaciones suyas? Tal vez. Pero el adorable titubeo de Misono y su rostro aliviado parecían darle la razón a su imaginación.
Terminó de arreglar las cosas de la mesa, dejando la cajita cerrada al medio de todo. Sacó los platos de plástico y los vasos que Lily había comprado, aunque aún faltaban horas para comenzar se sentía bien tener todo preparado de ante mano.
—Sendagaya…
El menor volteó ante el llamado, dejando distraídamente las servilletas sobre la mesa.
—¿Qué traes en el bolso?
—Ah.
Honestamente, se había olvidado de que aún lo tenía en la espalda. Lo sacó con cuidado, y mientras abría el cierre del bolso, se fue acercando hasta la cama de Misono. Parecía algo contrariado consigo mismo por lo que traía, lo que despertó la curiosidad en el más bajo. Si no fuera porque conocía a Tetsu, pesaría que estaba haciendo el típico rostro de un adolescente que trae cosas indebidas y está a punto de ser descubierto.
—Lo iba a traer antes, pero apenas lo pude terminar ayer —musitó, mientras revolvía dentro de su bolso. Misono escucho el sonido de muchos papeles dentro, alzó una ceja, le hubiera gustado levantarse un poco para ver pero las piernas seguían sin obedecerles. Entonces, Tetsu pareció dar con lo que buscaba y levantó su mano para comenzar a sacar lo que tenía dentro—. Puede que algunas no estén muy bien, pero no tenía otra forma de traerlas.
El bolso cayó al suelo, pero nadie pareció darle importancia. Los ojos de Misono se enfocaron en la cantidad de coloridos papeles en forma de grulla que Sendagaya levantaba. Eran demasiadas grullas. Tal vez estaban las mil en todo ese montón.
Se sentía como si fuera a tener una taquicardia por lo rápido que latía su corazón, pero estaba seguro se debía a lo conmovido que estaba y no por un síntoma del que preocuparse. Sus dedos intentaron alcanzarlas, y Sendagaya al ser consciente de lo que quería lo dejo sobre la cama. Las manos del más bajo presionaron con suavidad las alas de algunas grullas, se sentía realmente feliz. Aquel montón de figuritas de papel tenían un significado más grande para él.
—¿Las hiciste todas tú solo?
—No realmente —aclaró, mientras dejaba caer suavemente el resto de las grullas—. Mi familia me ayudó a terminarlo. Ellos también quieres que te recuperes pronto.
Y ante sus palabras, no sabía cómo podía sentirse más conmovido de lo que ya estaba. La familia de Sendagaya parecía aceptarlo solo por ser el amigo de Tetsu, solo por eso, se habían molestado en ayudar al menor con las pequeñas grullas. Como si no hicieran suficiente ya con hacerle el almuerzo la mayor parte del tiempo.
Ahora más que nunca, sentía la necesidad de agradecerle.
—Sendagaya…
Pero cuando apenas estaba formulando la palabra, la puerta fue abierta. Lily apareció con una sonrisa de entusiasmo, cargando con un pequeño y decorado árbol de navidad que podrían poner sin problemas en una de las mesas al lado de la cama. Las bolitas resplandecían ante la luz de la ventana y aunque no tenía luces como los llamativos árboles del centro de la ciudad era bastante bonito.
—¡Misono, pude conseguirlo!
—¡Bien hecho, Lily! —Misono curvó los labios, orgulloso del trabajo de su mayordomo—. ¡Ahora el viejo Santa sabrá donde poner los regalos!
—¿Pediste algo para navidad, Chibi?
El más bajo lo observó de reojo, y ante la mirada insistente que le dirigía, Sendagaya solo ladeó la cabeza, sintiéndose confundido. No estaba seguro de si había preguntado algo inadecuado esta vez, pero Misono tardó más de lo que esperaba en responder. Al final, los dedos del Alicein jugaron con una de las grullas, el bochorno se la acumuló en el rostro.
—Solo dos cosas… —musitó—. Un libro que es difícil de conseguir y…
Guardo silencio. Parecía estar debatiéndose mentalmente sobre lo siguiente.
—¿Y…? —insistió, animándole a continuar. Pero al final Misono optó por guardarse sus palabras, y sacudió la cabeza.
—No importa ahora —respondió, a Tetsu le hubiera gustado decir lo contrario, aun cuando no podía hacerse la idea de lo que Misono había pedido para navidad ese año. Tal vez era algo imposible para Santa—. D-de todas formas, Sendagaya…
—¿Hm?
—¡D-deberías ir a buscar tus cosas! —ante sus palabras, el menor ladeó la cabeza. Parecía no tener idea de lo que estaba hablando—. D-dijiste que te quedarías hoy… ¿no es así?
—Ah… —ahora lo recordaba. Asintió un par de veces, el alivio se hizo presente en Misono luego de unos segundos casi imperceptibles de inseguridad.
Snow Lily terminó de acomodar el árbol, antes de voltear al menor.
—Vaya, vaya. ¿Pasaras la noche con nosotros, Tetsu-kun?
—Tendremos una fiesta de pijama —aseguró, y Misono comenzó a reír suavemente para presumir ante Lily la brillante idea que habían tenido, como si hubiera sido el pensamiento de ambos y no de Sendagaya únicamente. El mayordomo sonrió al escucharlo tan animado.
—Pero… ¿estarás bien?, Misono usualmente cae dormido a las diez en punto.
—¿Tienes hora de dormir, Chibi?
Sendagaya sonaba tan sorprendido que se sintió avergonzado. Muy avergonzado. Lily le dijo que todos los niños —absolutamente todos— dormían a la misma hora que él, por eso escuchar ahora de Tetsu —quien había que recordar era un año menor que él, aunque no lo aparentara— solía dormir pasada las diez y que a veces, por culpa del trabajo, se quedaba hasta pasada la media noche, le hizo sentir realmente inferior.
Y a pesar de que Misono se había prometido a sí mismo no decir esa mala palabra en esas fechas para no enfadar al viejo Santa, no pudo reprimirse esta vez.
—¡Lily, bastardo, me estuviste mintiendo todo este tiempo!
El libro que reposaba sobre sus piernas fue arrojado, y el golpe que dio contra la pared resonó tan fuerte como la risa nerviosa del mayordomo, quien tenía ambas manos levantadas en un gesto de rendición. A Tetsu le hubiera gustado despedirse para ir en busca de sus cosas, pero entre los gritos de Misono —insistiendo en que, si acaso le había mentido en algo más entonces que lo dijera ahora— y los balbuceos de Lily intentando calmarlo, su voz apenas se escuchaba.
Sendagaya cerró la puerta de la habitación, esperando que al volver ya no estuvieran discutiendo.
.
Misono despertó de su siesta de dos horas —excusándose de que estaba cansado, y no porque quería mantenerse despierto pasada las diez de la noche— y se levantó rápidamente al escuchar un fuerte sonido cerca de él. Sorprendido, solo vio llover pequeños confetis sobre su cabeza, cortesía del indiferente Sendagaya Tetsu y su neutro rostro que lo recibió al despertar.
—Feliz navidad, Chibi.
Solo soltó un bufido, mientras limpiaba su cabello del confeti. Tetsu tenía ideas muy raras sobre como recibir a alguien que apenas despertaba. Apenado, solo pudo alzar una ceja y musitar.
—¿Eres idiota? —el menor de los dos estaba lejos de ofenderse, desde el principio, parecía haber aceptado que era todas esas cosas si se comparaba con Misono. Y no tenía problemas con eso, estaba bien siendo un idiota o un cabeza hueca si eso significaba poder visitarlo a diario—. Se supone que navidad es mañana…
—¿Es así?
Al verlo tan confundido por esa nueva información, el Alicein rodó los ojos. Era un idiota a todas luces. Pero… ese idiota era su amigo, y era bastante agradable también. Así que, incluso con sus tonterías, aunque fuera un idiota, estaba bien para él.
—¿Qué hora es?
—Pasadas las seis —anunció Lily desde la mesa, sus manos sostenían el cuchillo cubierto de la crema del pastel navideño que Sendagaya había comprado. Partió unos trozos y los sirvió en dos platos distintos—. Gracias por comprar el pastel, Tetsu-kun.
—No hay problema.
El Alicein dejó de prestar atención cuando Lily le ofreció su pedazo de pastel, no pudo evitar sonreír al ver que le había tocado más fresas que a la porción de Sendagaya, además tenía un bonito pedazo de chocolate sobre su pastel con las últimas silabas de "merry".
Sendagaya se sentó a su lado al igual que Lily para comenzar a comer, y aunque ambos hablaban sobre visitar luego a los demás niños del hospital, él solo podía disfrutar el sabor de la crema combinándose con el ácido dulce de las fresas. Ha pasado un tiempo desde la última vez que Lily le había permitido comer algo dulce, desde que llegó al hospital que sus pequeñas porciones de azúcar han ido desapareciendo hasta convertirse en solo un recuerdo.
Recorrió la habitación con la mirada, tal vez sea el efecto de la navidad, o porque las grullas que colgaban cerca de la ventana así se lo hacían ver pero…
Esa habitación no le parecía tan mal ahora. Desde que Tetsu había llegado, las cosas parecían un poco mejor ante sus ojos.
—Hey, Chibi —el llamado le hizo voltear hacia la izquierda, y esperó a que Tetsu continuara con lo que iba a decir, sin embargo, el rubio parecía insistir silenciosamente en una respuesta, ¿le había preguntado algo?—. ¿No estabas escuchando?
—No… —admitió, refunfuñando un poco para dejar en claro que no iba a explicar el porqué de su distracción momentánea. Lily soltó una pequeña risa mientras bebía su café, porque su mayordomo lo conocía demasiado bien y entendía lo que sucedía. Era eso o Snow Lily leía mentes—. ¿Qué estabas diciendo, Sendagaya?
—Te decía —repitió Tetsu, no parecía molestarle tener que decir todo de nuevo—, que el próximo año podemos ir a ver las luces.
Misono parpadeó unos segundos. Era sorprendente como un chico tan denso como Sendagaya Tetsu pudiera decir ese tipo de cosas que a uno le gustaba escuchar. Él… estaba haciendo planes con él para el futuro. A pesar de que alguna vez le había dicho que no era bueno para hacerlo…
A pesar de que no estaba seguro de que fuera a salir del hospital alguna vez…
—Cuando salgas de aquí —continuó Sendagaya, a la vez que terminaba de tragar un poco de su pastel—, podremos ir a ver muchos sitios. ¿Hay alguno que quieras visitar?
El más bajo mordió su labio inferior, esperaba que de esa forma dejara de temblar. Porque no quería parecer tan feliz como lo estaba realmente. Esa era la primera vez que tenía a una persona tan dispuesta a acompañarlo a dónde sea, alguien que quisiera ser su amigo a pesar de su actitud y su mala salud. A pesar de que él en realidad no tenía nada de especial…
—Podríamos ir al karaoke —murmuró, a su lado Sendagaya asintió de acuerdo, mencionando que conocía un lugar así no muy lejos de su casa—. También… el boliche o los festivales de verano. P-podemos ver una película… o simplemente ir al parque de atracciones —Misono fue enumerando poco a poco cada lugar que le gustaría visitar, y esperaba poder cumplir con eso, esperaba poder caminar para ir con Sendagaya a cada uno de esos lugares—. En primavera… cuando salga de aquí podríamos ver el hanami…
Sendagaya volvió a asentir, con una suave sonrisa dibujándose en su expresión.
—Es una promesa entonces.
Una promesa…
Esa era la primera vez que hacía algo como eso.
Y se aseguraría de cumplir la primera promesa que había hecho con un amigo.
.
Fue alrededor de las nueve de la noche cuando Lily se disculpó con ellos, mientras se acomodaba un gorro navideño y un saco con obsequios en su espalda, para decirles que iría a repartir lo que había comprado para los demás niños del hospital. Misono solo asintió en silencio, ni siquiera se molestó en decir algo por su mal disfraz de Santa. En realidad, no quería distraerlo cuando sabía que los demás niños estarían feliz de recibirlo pronto en sus habitaciones.
—Lily-san es muy amable, ¿verdad? —comentó Sendagaya luego de que el mayordomo terminara de cerrar la puerta y se alejara por el pasillo—. Los niños suelen hablar mucho de él…
—Es porque Lily los ayuda siempre que puede —aclaró Misono, mientras terminaba de acomodar el juego de cartas que los había mantenido distraídos desde hace un rato. Frunció un poco los labios al recordar que no había ganado ninguno de los tres juegos, apestaba quedar siempre en tercer lugar—. Ustedes dos son demasiado amables…
El tono de su voz fue bajando al punto de no ser escuchado, Sendagaya ni siquiera parecía haberse percatado de sus palabras. Sacudió la cabeza, en lugar de pensar en ese tipo de cosas, debería buscar un juego en el que pudiera derrotar a Sendagaya. Sin embargo, Lily no había traído un tablero de ajedrez con él, así que su única idea quedaba descartada. No sabía que otra cosa hacer ahora…
—Chibi —el mencionado volteó hacia él, le hacía saber que le escuchaba con solo una mirada—. ¿Quieres salir?
—¿Afuera? —y Misono se muerde la lengua antes de terminar de hablar, Sendagaya parece verlo divertido, una expresión que parecía indicarle "¿dónde más podemos salir?". Sí, tonto de él por preguntar lo obvio. Era una mala costumbre que Tetsu le había contagiado por venir tan seguido—. ¿Por qué?
—Estar aquí mucho tiempo no es bueno —señaló—, debes tomar aire fresco de vez en cuando.
A Misono le hubiera gustado decir que lo hacía más seguido de lo que creía, pero sabía que abrir la ventana para ventilar la habitación no era lo que Tetsu se refería. Además…— su mirada se desvió al rincón de la habitación, donde la silla de ruedas permanecía sin moverse. No podría salir y andar tranquilamente con la nieve allá afuera.
—No puedo…
—No te preocupes. No necesitas la silla —aseguró, Misono estaba a punto de preguntar a qué se refería, pero él continuó antes de que pudiera abrir la boca—. Te cargaré. Por eso, no te preocupes.
El más bajo parpadeó, inseguro. Incluso si Tetsu se lo decía de esa forma, cargar con él podría llegar a ser molesto en algún punto. Pero ante la mirada insistente en el neutro rostro del menor, no sintió las fuerzas de volver a negarse. Se encogió de hombros, simplemente.
—Está bien…
Ante su respuesta, Sendagaya se apresuró en ir a su lado. Del olvidado bolso que permanecía en el suelo, cerca de la cama de Misono, sacó una bufanda. La tela roja y abrigadora rápidamente fue envuelta alrededor del cuello de Misono, y antes de que pudiera decir algo, Tetsu se apresuró en aclarar.
—Es un regalo —dijo—, no pude envolverlo, perdón por eso.
—N-no, está bien así —y apenado, solo sostuvo la tela. Se sentía realmente calentita, y parecía que la habían lavado después de comprarla, el aroma del suavizante inundo su nariz—. Yo… no pude comprar nada para ti.
—Está bien. No necesito un regalo.
Misono agradeció mentalmente tener la bufanda en esos momentos, porque al ser roja y cubrir la mitad de su rostro, podía ocultar perfectamente su sonrojo. Aun así, se sintió un poco culpable por no tener nada para Tetsu con todo lo que había hecho por él. Suspiró, y sintió como la cama se hundía un poco por el peso del cuerpo del menor, Sendagaya se sentó en la orilla y esperó por él.
Tímidamente, Misono rodeó su cuello con sus brazos, e intentó darse el impulso para que las piernas cooperaran con él y se movieran, pero no necesito hacer mucho. Tetsu le ayudó a acomodarse, y a pesar de que no sentía sus manos, estas afirmaban sus piernas para que no fuera a caer.
La espalda de Tetsu era más grande que la de la de Lily, era más firme, un poco más cálida. Se sentía bien ser cargado de esa forma, se sentía seguro, porque sabía que Sendagaya nunca lo dejaría caer. Sus brazos se aferraron más en su cuello, desde esa posición la nuca y los rubios cabellos era lo único interesante que podía observar.
—¿Listo?
Misono asintió, porque sabía que no necesitaba decir nada más. Era extraño avanzar sobre la espalda de alguien más, Tetsu intentaba ir despacio para no incomodarlo y el agradecía que tuviera esa consideración a cada paso que daba, cada vez que avanzaba. Usar sus propios pies para avanzar era mucho mejor que depender de una estúpida silla.
Tal vez algún día —en un futuro no muy lejano— él pudiera caminar a su lado. Acomodarse a los pasos de Tetsu e ir juntos por la ciudad, conocer más lugares que solo esa pequeña habitación. Quería cumplir con su promesa, avanzar con Sendagaya Tetsu con sus propias piernas.
Se aferró con un poco más de fuerza al ver que comenzarían a subir las escaleras, al parecer, Sendagaya con salir se refería a ir a la azotea del edificio y no al jardín como había pensado. No estaba seguro de sus razones, ¿quería esquivar a las enfermeras porque lo estaba sacando a escondidas de la habitación? Aunque Sendagaya no parecía ser ese tipo de chico, algo le decía que era una posibilidad.
—Hey, Chibi —Misono apenas carraspeó para hacerle saber que le escuchaba—. ¿Sigues despierto?
Y soltó un resoplido, uno que sonaba similar a una risa bastante forzada y burlona.
—¿Eres idiota?
Aunque no lo estaba viendo, algo en él le indicaba que Sendagaya sonrió por su comentario.
Cuando llegaron a la azotea, ni siquiera la bufanda parecía protegerlo del frío. La brisa del invierno sopló sobre ellos, revolviendo sus cabellos y helando su piel de inmediato. Misono se removió sobre su espalda, y el vaho escapó de sus labios ante sus cálidas respiraciones. Al principio, salir no había sonado tan mal como le estaba pareciendo ahora.
Estaba a punto de decirle a Tetsu que mejor volvieran a la habitación, que buscaran algo de chocolate caliente en la cafetería y lo bebieran mientras jugaban algún tonto juego de mesa, pero sus posibles quejas quedaron en una posibilidad al ser consciente de la nieve que comenzaban a caer.
Misono sintió como la nieve comenzaba a acumularse sobre ellos, humedeciendo sus ropas ligeramente. Y a pesar de que hacía frío, a pesar que su cuerpo temblaba ligeramente, sentir la nieve le sentó bastante bien. Había olvidado como se sentía tener la brisa alrededor de su cuerpo, lo que era sentir las manos congeladas y las mejillas heladas. Pero sentía algo cálido en el interior, se extendía como fuego dentro de su cuerpo.
Había olvidado lo que era estar afuera…
Vaya tontería.
Misono se removió sobre la espalda de Tetsu, insistente, parecía querer llamar su atención un momento.
—Bájame.
El menor frunció un poco las cejas.
—¿Seguro?
—Seguro. No hay problema mientras estés aquí, Sendagaya.
En eso tenía un punto. El más alto asintió en respuesta, y se inclinó suavemente para permitir que se bajara de su espalda, sus piernas se deslizaron y tocaron el suelo, a Misono le alegró poder sentir el frio de la nieve sobre la planta de sus pies, porque incluso si era una sensación leve, podía sentir algo. Y antes de que pudiera caer por el peso de su cuerpo, Sendagaya le ayudó al sostenerlo bajo los brazos y luego de los hombros, sus sentidos estaban alertas por si Misono volvía a caer.
E incluso si era con ayuda, Misono se sintió feliz de poder estar de pie por un tiempo.
Sobre la azotea del hospital, el Alicein extendió las palmas de las manos. La nieve desaparecía al entrar en contacto con él, y al alzar la mirada, le sorprendió ver que aunque no había estrellas en el cielo, podía observar la ciudad iluminada en la lejanía. En ese lugar no llegaba el bullicio de las personas, pero la punta del árbol de navidad era un poco visible desde la azotea.
—Quería ver las luces contigo —Tetsu comenzó a decir entonces, rompiendo con el silencio—, pero por mucho que insistiera las enfermeras no querían dejarte salir. Por eso…
—Está bien —Misono interrumpió, se hacía una idea a donde quería llegar—. Con esto es suficiente…
Pero aunque lo dijera, sabía que los gestos de Sendagaya Tetsu nunca serían suficiente. Porque aquel chico pensaba más en él que en sí mismo, era tan amable que llegaba a ser sorprendente. Se preocupaba demasiado por él a pesar de que no tenían tanto de conocerse.
—Sendagaya…
Misono intentó voltear, pero era difícil cuando sus piernas apenas cooperaban. Así que solo lo observó de soslayo, esperando en vano poder mover sus piernas.
—Gracias.
El menor desvió su atención de las brillantes luces de la lejanía para observar al más bajito, parpadeó unos segundos, parecía sorprendido al ser consciente de sus palabras.
—Es la primera vez que me agradeces…
—Te equivocas —Misono sonrió ligeramente, mientras sacudía la cabeza—. Te agradecí una vez antes. La primera vez que nos vimos —sonaba tan seguro, que Tetsu no se atrevió a contradecirlo. Incluso si no recordaba algo como eso. Su mente intentó viajar al primer día que vio a Misono en su habitación, luego de haber roto su ventana. Pero el Alicein cortó el rumbo de sus pensamientos al hablar nuevamente—. Fue durante el otoño. Poco después de que llegara al hospital, estaba en el jardín y tú… me ayudaste al recoger mi libro.
En silencio, Tetsu intento recordar algo como eso. Entonces, el vago recuerdo de haber hecho algo así llegó a su mente. La voz otoñal que le agradecía por algo como recoger su libro llegó a su mente. Era la voz de Misono.
—Oh…
Nunca lo había imaginado. Aquel sincero agradecimiento, era de la misma persona que ahora se había convertido en un amigo importante para él. El que ahora jugaba con la nieve entre sus manos, disfrutaba de las luces y hacía lo posible para sostenerse entre sus propios pies.
Misono tenía un diferente recuerdo de su primer encuentro. Y parecía recordarlo como algo bastante preciado.
—Nunca te agradecí por romper mi ventana —musitó entonces, un poco avergonzado de sus propias palabras. Quería agradecerle por aparecer ante él una vez más, aunque solo fuera por un tonto accidente—, esa vez realmente me asustaste. Pero… —y mordió su labio, sin saber cómo continuar del todo—, me sentí feliz cuando dijiste que querías volver…
Porque en ese entonces Misono nunca había recibido una visita. Y algo se agitó dentro de Tetsu al caer en cuenta que aquel niño de tristes ojos ya no estaba más. Porque Misono sonreía y estaba frente a él, siendo sincero mientras ajustaba su nueva bufanda.
—Por eso…
Entonces, finalmente sintió que las piernas le reaccionaban un poco. Porque pudo girarse y observar a Sendagaya, y aunque la parte inferior de su cuerpo no aguantaría mucho más el peso de su cuerpo, Misono continuó hablando.
—Gracias por encontrarme de nuevo, Tetsu.
Y antes de que pudiera caer, Sendagaya se apresuró en sostenerlo. Sus hombros estaban húmedos y continuaban temblando, solo por eso, decidió que ya era tiempo de volver a la habitación. Acomodó al más bajo sobre su espalda, la respiración de Misono tras su nuca le hizo cosquillas.
Cuando abandonaron la azotea, Tetsu sonrió suavemente al recordar a Misono la primera vez, quien con su ceño fruncido y sus frías palabras le habían advertido que no buscara su gratitud. Las cosas podían cambiar inesperadamente rápido.
—No necesitas agradecer —respondió finalmente—. Te encontraré las veces que sea necesaria, Chibi.
Y antes de que Misono pudiera responder con su característico insulto, Tetsu continuó hablando.
—Porque somos amigos.
Dentro de Misono, la última palabra hace un agradable eco en sus oídos. Sendagaya Tetsu era su amigo. Era la persona que estaba con él en los buenos y malos momentos. La persona que es amable y se preocupa por él, alguien que le aseguró lo cargaría siempre que lo necesitara.
La persona que rompió la ventana de su habitación y entró forzosamente a su vida al igual que aquella olvidada pelota de baseball.
Sendagaya Tetsu decidió involucrarse con él, incluso cuando nadie se lo había pedido…
—Sabes… eres… más que solo un amigo para mí —y el susurro de Misono apenas llega a sus oídos. Sus helados brazos se aferran un poco más a él—. Tú… eres mi héroe, Sendagaya.
En aquel lugar donde solo resuenan sus pasos al bajar las escaleras, sus palabras suenan con bastante claridad en sus oídos. Misono se hunde avergonzado ante sus palabras, pero en ningún momento trata de desmentirlas.
Y Sendagaya solo puede pensar que, ser el héroe de Misono, sonaba bastante bien para él.
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¿Qué quieres ser en el futuro?
Es lo que dice aquella olvidada hoja sobre su futón, una simple pregunta que le había llevado mucho tiempo responder. Sendagaya observa su respuesta sobre la hoja, la que había olvidado entregar y se había confundido con los papeles dentro de su habitación. Escrito en tinta, la respuesta de su yo de hace unas semanas había sido un simple: «solo quiero seguir siendo yo mismo.»
Y al verlo, solo puede sonreír ligeramente. Aquella respuesta que le había tomado tiempo decidir, es simplemente tachada con una línea mal hecha.
Porque ese día veinticinco de diciembre, luego de volver del hospital, Tetsu tenía una respuesta bastante clara para esa complicada pregunta.
«Quiero continuar siendo el héroe de Misono.»
Y eso era todo.
Porque estaba seguro que en diez o veinte años más eso no cambiaría. Nunca lo haría.
Y si podía continuar siendo amigo de Misono durante el futuro…
Él estaría completamente satisfecho.
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