Este es mi primer fic, así que sed benévolas conmigo. Acepto vuestras sugerencias y críticas, siempre serán bienvenidas.

Trata sobre Ron y Hermione durante su estancia en Hogwarts, más en concreto empieza en el verano antes de su tercer año.

Por fin llegó la carta de Hermione Hogwarts con los libros para este tercer año, así que al día siguiente tendría que ir a comprarlos y de paso volver a ver a sus compañeros. Los echaba de menos, sobretodo a Ron, últimamente no paraba de pensar en Ron, suponía que será por las horas que pasó con ella en la enfermería mientras estaba petrificada, si, sería eso o ¿es que estaba empezando a sentir algo por él?

Mientras leía los nuevos libros por cuarta vez, decidió mirar en mi baúl si falta alguna cosa más, un par de rollos de pergaminos, más tinta, un par de plumas más... Mientras sigue haciendo la lista, encuentra una pequeña nota entre los objetos que le regalaron mientras estaba en la enfermería, iba con un par de ranas de chocolate y era de Ron, estaba sin abrir todavía.

- Que extraño...pensé que las había abierto todas- Dijo Hermione para si misma mientras la abría.

"Querida Hermione,

Sé que no te lo digo muy a menudo pero te aprecio y espero que pronto estés de vuelta. Te prometo que Harry y yo encontraremos al culpable y haremos que pague por lo que te hizo.

Te echo mucho de menos, no sé que haría sin ti.

Ron Weasley"

Algo en su interior se encendió, ¿Ron echándole de menos? No significaría nada, solo le escribió esto porque pensó que quizás podría haber muerto por el basilisco, si hubiera pasado ...¿quién le ayudaría con los deberes? No puede ser que sienta nada por ella, -solo soy una rata de biblioteca que se pasa los días entre los libros de la biblioteca. - pensó.

Al día siguiente se despertó pronto para irse al Callejón Diagon para comprar todo y obviamente, estaba deseando ver a Ron y darle las gracias por esa nota, sabía que era un chico de pocas palabras, sobretodo si esas palabras eran escritas aunque últimamente le escribía más. Cada pocos días le enviaba una pequeña nota para ver como estaba y que si quería pasar algunos días en su casa estas navidades.

Durante todo el trayecto pensó en lo vivido estos dos años, en nuestras pequeñas aventuras y en que me podría deparar este año. Espero que ningún otro basilisco, por su culpa se perdió gran parte de los exámenes y claro tuvo que pedir a los profesores que se los repitieran. Al llegar al Caldero Chorreante,fue directa a la habitación con un barril y golpeo con su varita el tercer ladrillo encima del cubo para poder entrar al Callejón Diagon, se seguía sorprendiendo a pesar de que era su tercer año, -hay tantas cosas increíbles que los muggles ignoran...- pensó. Al entrar, sus padres fueron a cambiar dinero mientras iba camino a comprar los libros a Flourish y Blotts. Estaba tan concentrada leyendo la lista de libros una y otra vez que no escuchó a Ron gritando su nombre y se tropezó con él.

- ¡Hermione llevo tres horas gritando tu nombre! ¿Recibiste mi regalo de Egipto? ¿Te gustó? es un chivatoscopio, avisa cuando alguien quiere hacerte daño, a Harry le compré otro, así sabremos cuando estemos en problemas. ¿Te gustó? - preguntó cada vez más emocionado.

- Sí, lo recibí y me pareció muy útil visto como han ido estos dos años... Por cierto - Empezó a decir mientras se ponía muy, muy roja- encontré una nota en mi baúl, la escribiste cuando estaba en la enfermería petrificada y no la había visto hasta ayer, muchas gracias por preocuparte por mi. Fue muy bonito por tu parte dejarme una nota tan bonita, sé que no sueles escribir tanto. ¿Quieres que vayamos a comprar los libros y luego a tomar un helado y me cuentas que tal por Egipto?

Ron aceptó y, tras terminar las compras, se se sentaron en la heladería de Florean Fortescue, pedimos dos helados de chocolate y empezamos a hablar de nuestros veranos sin parar, era genial volver a ver a Ron, estaba más pecoso pero estaba muy guapo. Por fin vimos aparecer a Harry y lo empezamos a llamar -Harry, Harry, aquí, estamos aquí.-

—¡Por fin! —dijo Ron, sonriendo a Harry de oreja a oreja cuando éste se sentó—. Hemos estado en el Caldero Chorreante, pero nos dijeron que habías salido, y luego hemos ido a Flourish y Blotts, y al establecimiento de la señora

Malkin, y...—Compré la semana pasada todo el material escolar. ¿Y cómo os enterasteis de que me alojo en el Caldero Chorreante?

—Mi padre —contestó Ron escuetamente. Seguro que el señor Weasley, que trabajaba en el Ministerio de Magia, había oído toda la historia de lo que le había ocurrido a tía Marge.

—¿Es verdad que inflaste a tu tía, Harry? —preguntó Hermione muy seria.

—Fue sin querer —respondió Harry, mientras Ron se partía de risa—. Perdí el control.

—No tiene ninguna gracia, Ron —dijo Hermione con severidad—.Verdaderamente, me sorprende que no te hayan expulsado.

—A mí también —admitió Harry—. No sólo expulsado: lo que más temía era ser arrestado. —Miró a Ron—: ¿No sabrá tu padre por qué me ha perdonado Fudge el castigo?

—Probablemente, porque eres tú. ¿No puede ser ése el motivo? — Encogió los hombros, sin dejar de reírse—. El famoso Harry Potter. No me gustaría enterarme de lo que me haría a mí el Ministerio si se me ocurriera inflar a mi tía. Pero primero me tendrían que desenterrar; porque mi madre me habría matado. De cualquier manera, tú mismo le puedes preguntar a mi padre esta tarde. ¡Esta noche nos alojamos también en el Caldero Chorreante! Mañana podrás venir con nosotros a King's Cross. ¡Ah, y Hermione también se aloja allí!

Asentio Hermione con la cabeza, sonriendo.

—Mis padres me han traído esta mañana, con todas mis cosas del colegio.

—¡Estupendo! —dijo Harry, muy contento—. ¿Habéis comprado ya todos los libros y el material para el próximo curso?

—Mira esto —dijo Ron, sacando de una mochila una caja delgada y alargada, y abriéndola—: una varita mágica nueva. Treinta y cinco centímetros, madera de sauce, con un pelo de cola de unicornio. Y tenemos todos los libros. —Señaló una mochila grande que había debajo de su silla—. ¿Y qué te parecen los libros monstruosos? El librero casi se echó a llorar cuando le dijimos que queríamos dos.

—¿Y qué es todo eso, Hermione? —preguntó Harry, señalando no una sino tres mochilas repletas que había a su lado, en una silla.

—Bueno, me he matriculado en más asignaturas que tú, ¿no te acuerdas? —dijo Hermione—. Son mis libros de Aritmancia, Cuidado de Criaturas Mágicas, Adivinación, Estudio de las Runas Antiguas, Estudios Muggles...

—¿Para qué quieres hacer Estudios Muggles? —preguntó Ron volviéndose a Harry y poniendo los ojos en blanco—. ¡Tú eres de sangre muggle! ¡Tus padres son muggles! ¡Ya lo sabes todo sobre los muggles!

—Pero será fascinante estudiarlos desde el punto de vista de los magos- repuso Hermione con seriedad.

—¿Tienes pensado comer o dormir este curso en algún momento, Hermione? —preguntó Harry mientras Ron se reía.

Hermione no les hizo caso:

—Todavía me quedan diez galeones —dijo comprobando su monedero—. En septiembre es mi cumpleaños, y mis padres me han dado dinero para comprarme el regalo de cumpleaños por adelantado.

—¿Por qué no te compras un libro? —dijo Ron poniendo voz cándida.

—No, creo que no —respondió Hermione sin enfadarse—. Lo que más me apetece es una lechuza. Harry tiene a Hedwig y tú tienes a Errol...

—No, no es mío. Errol es de la familia. Lo único que poseo es a Scabbers.

—Se sacó la rata del bolsillo—. Quiero que le hagan un chequeo —añadió, poniendo a Scabbers en la mesa, ante ellos—. Me parece que Egipto no le ha sentado bien.

Scabbers estaba más delgada de lo normal y tenía mustios los bigotes.

—Ahí hay una tienda de animales mágicos —dijo Harry, que por entonces conocía ya bastante bien el callejón Diagon—. Puedes mirar a ver si tienen algo para Scabbers. Y Hermione se puede comprar una lechuza.

Así que pagaron los helados, cruzaron la calle para ir a la tienda de animales.

Aquella noche, tras la cena Hermione fue a ayudar a empaquetar sus cosas para el colegio porque Percy había puesto toda su habitación patas arriba buscando su insignia de Premio Anual. Mientras recogían se dedicaron a hablar sobre el verano y las excesivas asignaturas que ella iba a cursar este año.

-Hermione tienes tantas asignaturas que no te voy a poder ver- Dijo indignado ponienose muy rojo de repente.

-No te preocupes por eso, sabes que siempre he tenido tiempo para ti- contestó Hermione indignada- A lo mejor no lo demuestro pero me importas.

Pararon de recoger las cosas y se sentaron juntos, se miraron a los ojos, él le cogió la barbilla y la besó suavemente, era un beso pausado y muy dulce. " Un primer beso muy dulce" pensó Hermione. Al separarse, ambos estaban perplejos, no sabían como habían llegado hasta ese beso.

-Hermione tengo que confesarte que siempre me has gustado, no sólo como una amiga, sino como algo más. - Dijo Ron

-¿Desde cuando lo sabes? - Preguntó Hermione desconcertada.

-Pues cuando me dijeron que estabas petrificada... -empezó a balbucear - esto yo... empecé a sentir que te echaba de menos pero no sabía que sintiera algo tan fuerte, quiero decir siempre sentí algo por ti, eres una gran amiga pero en ese momento... me dí cuenta que era algo más y que quizás podrías haber sido asesinada por el monstruo de Slytherin... yo sentí... - ella no lo dejo terminar y lo besó, lo besó como si no pudiera separarse de él.

-Ron, no te preocupes, siempre estaré a tu lado y venga, debemos terminar de recoger todo o sino nunca llegaremos a Hogwarts.- Empezaron a recoger todo y una vez listo, ambos se despidieron en la puerta con un fugaz beso de buenas noches.

Al llegar a su habitación, Hermione comprobó que tenía todas sus cosas sin poder parar de pensar en ese beso, se puso el pijama torpemente e intentó centrarse en su lectura pero era imposible. Había sido su primer beso y con Ron, le dió mil y una vueltas pero nada, los libros no podía hacerla desconectar y finalmente, decidió ir a su habitación a verlo.