Disclaimer: ni Rurouni Kenshin ni sus personajes me pertenecen, son propiedad de Nobuhiro Watsuki, yo solo los tomo para crear esta historia que espero sea de su agrado.

-Parlamento-

"pensamiento"

El coraje de vivir

Capítulo 1

Aunque todavía no estaban en invierno el frío que hacía era abrumador, por lo tanto estaban muy abrigados. El invierno era una estación nostálgica para ambos, pero con el paso del tiempo, él estaba muy seguro que podría convertirse en el más ameno de todos.

El tumulto de personas caminaban muy cerca suyo y algunos casi que corriendo, tuvo que hacer juegos de equilibrio tambaleándose cada que, sin querer, tropezaba con muchos de ellos. El mercado estaba muy concurrido esa mañana, inclusive más de lo normal para esta época del año, se atrevió a pensar.

Faltaba una semana para que empezara los festivales anuales. Aprovechando la ocasión, nuevas tiendas abrían por sus alrededores, muchos vendían artículos para los festejos, otros decorativos, otros para rezar en los templos y dar ofrendas, estatuillas para tener en casa, así mismo nuevas tiendas de ropa y establecimientos de comida. Con la apertura hacia los mercados extranjeros, podía ver que también había muchas cosas nuevas de occidente, objetos relucientes, brillantes, bellos y también muy innovadores.

Se estaba distrayendo tanto viendo las vitrinas, que al momento de mirar su entorno, su joven esposa ya no estaba a su lado, se dio cuenta que la había sobrepasado. Se asustó, ella ahora estaba en un especial estado y no podía ser descuidado. Con el paso de algunos meses se había vuelto más sobreprotector. Se preocupó un poco más pues el camino entre tanta gente era muy reducido y ella podría lastimarse.

Se reprendió a sí mismo.

Continuamente se la pasaba recordando con euforia y demasiada alegría el día en que se casó con Kaoru, en su noche de bodas, en los momentos de mimos, cariños y besos y sobre todo, en las veces que en las que hacían el amor constantemente…. Debía aceptar que a pesar de volverse sobreprotector, también se había vuelto un poco más despistado y ensimismado, pues no dejaba de soñar con toda esa felicidad de más que tenía y que lo embargaba por saber que pronto tendría una familia sólo para él.

Reprendiéndose de nuevo, volvió atrás en busca de ella.

Finalmente entre tanta muchedumbre la encontró, no muy lejos de donde él se había detenido. Estaba frente a una pequeña tienda, viendo algo…

Al acercarse mejor, vio que sostenía una ropa, una ropa muy pequeña.

Sonrió.

Con sigilo, se acercó a ella desde atrás.

-es muy bonito, koishi – le dijo suavemente.

Kaoru se sobresaltó solo un poco, vio a su marido y sonrió.

-¿te lo parece?- le dijo, mostrándole el pequeño vestuario.

-claro. ¿Quieres comprarlo? – le pregunto con suavidad.

-No lo creo cariño, no sabemos si será niño o niña – dijo viendo la tela, cuyos motivos y colores eran claramente para un pequeño barón.

-Bueno, algo me dice que será un niño- habló confiado, atreviéndose a acariciar su pequeño abultado vientre con cariño.

-¿Cómo es eso? ¿Es por tu instinto paternal? – pregunto ella con suspicacia y una sonrisa traviesa.

La anciana dueña de la tienda sonreía al verlos, eran una pareja poco convencional pero eran muy agradables, muchas veces se les quedaba observando cada que pasaban frente a su local.

-Bueno, hay pocas ocasiones en las que papá sabe un poco más que mamá – le sonrió travieso como intentando iniciar un pequeño juego con ella.

Kaoru rompió con su contacto visual y volvió a poner la ropa en su lugar, su ánimo de repente había menguado y con ella, también su esposo.

Kenshin soltó un largo suspiro, pensó que podía relajar a su esposa dando un pequeño paseo por el mercado, en los últimos días había notado en ella mucha tristeza, más de lo normal quizás, ultimadamente la vio cociendo en el pórtico con un aura tan decaída y apesadumbrada que ya no sabía qué hacer para animarla. Internamente la compadeció cuando por fin supo cómo se sentía ella cada que él se había encontrado en ese estado tiempo atrás.

Pero… Así como ella no se rindió con él, él tampoco lo haría con ella, nunca.

Tomó su mano, ella lo miro y le sonrió muy tenuemente casi sin ganas, soltó un pesado suspiro, miró hacia otro lado y se quedó congelada, su corazón se agrietó igual que una fina capa de hielo congelado sobre un lago y le dolió todavía más.

Kenshin, quien no pasó desapercibido su expresión, fijó su vista en donde ella la tenía.

Metros más allá frente a ellos, vio a un hombre, un hombre de edad madura jugando con una pequeña niña, posiblemente su hija, muy divertidos los dos, era una imagen encantadora…. Ahora lo entendía todo.

Volvió a mirar el rostro de su esposa, sus ojos estaban aguados y casi que soltaban lágrimas y su expresión tan adolorida hizo que a él se le removiera el interior de pesar. Mientras Kaoru seguía concentrada en verlos, Kenshin se acercó sigilosamente a la anciana del local y le pregunto en un susurro por un almanaque.

Cuando lo tuvo en sus manos, vio ante él la respuesta…. Mañana seria 22 de septiembre, el aniversario de sus suegros.

Recordó que tiempo atrás, Kaoru le había dicho que curiosamente sus padres habían fallecido en el mismo día y en el mismo mes, pero en años distintos.

-¿me acompañaras mañana? – le preguntó Kaoru, sacándolo de su ensoñación.

Kenshin le sonrió dulcemente, tomó de nuevo su mano sintiendo como su esposa lo apretaba como gritando que necesitaba de él, eso lo había conmovido de sobremanera. Él le devolvió el apretón, respondiéndole con ello que él siempre estaría a su lado sin importar qué.

-por supuesto amor, más tarde compraremos algunas velas de incienso ¿te parece? – le acarició el rostro alejando una pequeña lagrima que se le había escapado. Ella sonrió y asintió.

-Lo siento – de disculpó ella.

Kenshin supo que se disculpaba por los días de estado ausente y distante por parte de ella y no hablar con él antes.

-No te preocupes Koishi, yo te entiendo.

Y así, tomados de la mano sin importar que pudiesen decir quienes los vieran, fueron donde Tae a comer el almuerzo. Tae estaba sumamente alegre por verlos en el Akabeko y ya que conocía el estado de Kaoru, se aseguró de preparar una comida nutritiva y muy saludable para ella y el bebé.


El cielo parecía estar acorde con la situación de ellos, pues estaba muy nublado, opaco, gris y con unas terribles ganas de soltar un temeroso diluvio… Pero aun así no se detuvieron y prontamente ya estaban en el cementerio más grande de Tokio.

Tuvieron que caminar un poco más puesto que las lápidas se encontraban casi que en lo profundo del campo. Kaoru tomó con fuerza la mano de kenshin, el ambiente sombrío del lugar era muy deprimente para ella, sin exagerar… sentía que desfallecería.

Kenshin algo preocupado, sabía que el estado de su esposa podría empeorar en cualquier momento, pero también sabía que una larga charla con sus padres le serviría para distenderse.

Casi llegando, Kaoru le había señalado cuales de tantas lápidas eran las de sus padres y con súbita sorpresa, vieron que había algo reposando frente a ellas. Ya estando frente a sus padres, contemplaron que ahí se encontraban lirios blancos frescos…

Ambos quedaron absortos, sobre todo Kaoru.

"¿Quién pudo haber puesto estas flores aquí?...¿podría ser…?" Se preguntó ella en mente.

Sintió la mirada de su esposo en ella y vio en sus ojos un matiz que decía que tal vez ella tenía la respuesta.

-No sé quién fue – solo le respondió.- No creo que fuese algún vecino, me habría avisado.

Intentando restarle importancia a las flores, Kenshin prendió las velas, dejo algunos jazmines al lado de los lirios y empezaron a rezar con bonanza.

En medio del pequeño homenaje, Kenshin intentó recordar con cierta premura a sus propios padres, pero a él solo llegaban imágenes de vanos rostros. En cierto modo eran imágenes borrosas, lo más nítido que podía recrear en su memoria eran los verdes campos de cosechas por las que siempre estaban rodeados, inclusive hasta sus voces era sonidos distorsionados para sus oídos.

Pero en cambio, sabía que la mayoría de los recuerdos de su joven esposa estaban inundados de la presencia de su padre, más que de su madre, puesto que falleció cuando ella era muy pequeña así que poco habrían compartido. Kaoru heredo las enseñanzas de su padre y las ponía en práctica todos los días por lo que muy constantemente lo tenía presente en su mente y más que mal, ella lo había perdido hace apenas tres años. El dolor debe ser aun fresco y más todavía cuando has convivido toda una vida con esa persona.

En esa pequeña conversación íntima y mental con sus suegros, Kenshin imploró que llenaran de paz el corazón de su hija para que pudiera disfrutar de las próximas festividades.

Varios minutos después, ya estaban a la salida del cementerio.

-¿Te sientes mejor? – pregunto Kenshin.

Kaoru, al ver la preocupación en sus bellos ojos violetas, se llenó de inmenso regocijo y asintió abrazándolo.

-gracias por venir conmigo – susurró.

Como respuesta, su esposo apretujo un poquito el abrazo, lo más que su embarazo se lo permitía y le dio un amoroso beso en sus cabellos.

El cielo estaba empezando a derramar pocas gotas, a pesar de que habían llevado paraguas, no hicieron uso de ellos porque ya estaban a pocos metros del dojo.

De repente Kenshin se detuvo rápidamente y puso un brazo frente a Kaoru para protegerla y fijó su mano en la Sakabatto. Kaoru, quien iba absorta en sus pensamientos, miró a su esposo con desconcierto y vio que su mirada estaba cargada de seriedad y en estado de alerta mientras miraba al frente.

Ella siguió su mirada.

Había un hombre, un hombre muy misterioso bajo el tejado de la entrada del dojo, sentado en posición de meditación, sus ropas se notaban algo viejas y su rostro estaba oculto bajo un sombrero de paja grande.

El hombre, al sentir la presencia de ambos un poco más cerca, alzo su rostro y les dio una gentil sonrisa.

Se levantó lentamente y esta vez fijo su mirada en la mujer e hizo una pequeña reverencia hacia ella.

Kenshin, al notar esto, un poco confundido bajó la guardia y miro a su esposa, quien ahora miraba al hombre con una sonrisa nostálgica y cargada de sentimientos mientras le devolvía la reverencia.

El hombre era un conocido de Kaoru…


Kenshin le entregó la taza de té y unos pastelillos al hombre que ahora estaba sentado en la sala de la casa, agradeciéndole tomó un pequeño sorbo.

Cuando entraron al dojo, kenshin sintió que en el aura del hombre no había nada más que calma, utilizó su experta habilidad de lectura de ki y comprobó rápidamente que esta persona no era peligrosa y tampoco venía con dobles intenciones, es más, habían muchos sentimientos de desasosiego a su alrededor, sentimientos muy conocidos por él, como si pueda identificarse con este extraño.

Decidió ser amable con el extraño cuando Kaoru lo invito a pasar y ahora se encontraba frente a él tomando té y esperando un poco ansioso sobre lo que tenía que decir.

El hombre lo notó y sonrió con cierta gracia y decidió que él mismo sería quien hablara primero.

-supongo que usted debe ser el esposo de la señorita Kamiya – le dijo.

-Así es.

-Mucho gusto, me llamo Hiroto Takeuchi, conocí a la señorita Kamiya hace algunos años – le comentó.

-Es un placer, Hiroto-san, soy Kenshin Himura, para servirle – le respondió con una sonrisa.

-Oh, entonces creo que ahora debo llamarla señora Himura. – sonrió amistosamente.

Kenshin soltó una pequeña carcajada y le respondió con amabilidad:

-Bueno, si usted es conocido de ella, puede llamarla por su nombre si lo desea.

Su amena sonrisa desapareció cuando otra sonrisa muy lastimera se forjó en el rostro del hombre.

-No…. No soy digno de llamarla por su nombre – habló con pesar.

El interior de Kenshin se removió, ahora estaba más intrigado en la relación que pudiesen tener su esposa y Hiroto-san, puesto que el aura atribulada de Kaoru volvió a resurgir con la presencia de éste y eso, con franqueza, no le gustaba mucho.

Sin embargo no dejaba de sentir lástima por este hombre… tanta lastima como la que sintió por sí mismo en sus años de vagabundo.

Tragó duro.

Kaoru volvió con sus propios pastelillos, ella le había dicho a su esposo que quería servirse a sí misma y él la dejó, después de todo, no quería molestarla para nada y ella estuvo muy agradecida por ello. Eso reforzó la idea que su esposo era un sol.

-¿Ya se presentaron?-pregunto Kaoru mirándolos a ambos.

-Ya lo hicimos koishi - le respondió su esposo.

Después de un calmo silencio mientras comían y tomaban té, Hiroto habló:

-espero que no le haya molestado las flores en el cementerio, Himura-san – se dirigió a Kaoru.

"Así que fue él" pensó Kenshin, y a juzgar por la expresión de su esposa, supuso que ella muy en el fondo tenía alguna idea de que era él.

Kaoru lo miró con cierta gracia.

-ya le había dicho Hiroto-san, que usted es libre de visitar a mi padre y rendirle tributo cuando desee. – dijo con suavidad.

Kenshin los observó extrañados, Kaoru vio esto e intentó adivinar lo que pasaba por su mente y le respondió a su esposo:

-Él conoció a mi padre.

Su esposo asintió y volvió su vista al hombre, quien ahora tenía la mirada baja y tragaba con fuerza. Le causo curiosidad, la verdad es que todo el hombre le causaba demasiada curiosidad, su apariencia era la de un hombre de edad madura mayor que él… le hacía sentir como si él guardase los secretos más misteriosos de la vida.

-creo que la señora Himura ya tiene una idea del porque estoy aquí – se refirió a ella con gracejo, intentando hacer más amena su visita.

Kaoru respondió a su gesto con una pequeña sonrisa:

-ya lo creo que sí.

Kenshin los miraba a ambos con fisgoneo… esa conversación tan llena de enigmas para él lo hacían sentir como un niño ansioso de saberlo todo, admitió a sí mismo que aquello le provocaba soltar una carcajada, pero se contuvo.

Hiroto metió su mano entre sus ropas y saco un pequeño objeto.

El pelirrojo fijo su vista en ello concentrado y se dio cuenta de que era un pergamino.

-Lo cuidé con mi vida, espero que las condiciones en las que se encuentra sean de su agrado – le entró el objeto a la joven.- siento que ahora puedo devolvérselo.

Kaoru miro lo que tenía en sus manos, suspiró y volvió a sonreírle tenuemente.

-está en perfectas condiciones, gracias por cuidarlo – le respondió con suavidad – iré a guardarlo.

Cuando la mujer ya no estaba en la habitación, Hiroto volvió a fijar su cansada vista en el pelirrojo que no dejaba de verlo con sus ojos penetrantes e inquietos.

-Sé que tiene muchas dudas, señor Himura, y yo tengo deseo de responderlas, después de todo usted es el esposo de la señorita Kamiya y por lo que veo… todavía no han hablado de mí y lo entiendo…– habló con mesura.

El ex-hitokiri inclinó un poco la cabeza. Es que jamás… jamás en su vida alguien le había provocado tanta curiosidad, ni siquiera su maestro, o Soujiro o incluso el mismo Saito… era una sensación compleja.

-¿podríamos vernos mañana frente al cementerio, después de medio día? – preguntó el pelirrojo.

Hiroto sonrió cortamente.

-por supuesto, señor Himura – le reverenció.

Cuando Kaoru volvió, terminaron de comer la merienda y charlaron sobre temas mundanos por un rato. Poco tiempo después, el hombre visitante decidió que ya era hora de abandonar el lugar y lo comunicó. Declino con sumo respeto el ofrecimiento de una habitación cómoda por parte de Kaoru, no quería tensar el ambiente de su casa, él sentía que no tenía derecho y menos que veía que ella estaba en embarazo, no quería causar penas con su mera presencia.

Vio sincera preocupación en los ojos de la bella mujer cuando volvió a insistir, pero declinó de nuevo, amablemente. Entonces, Kaoru aceptó su partida.

Sin embargo él le habló por última vez.

-No creo que nos volvamos a ver, señora Himura, o al menos, no en mucho tiempo. Como usted sabe, todavía tengo mucho por hacer y recorrer – le habló calmadamente – no se imagina cuánto me alegra ver que ha formado su propia familia, siento que un peso grande se fue de mis hombros, pero aún quedan muchos más…

Kenshin notó que Hiroto se dirigía a su esposa con flamante intensidad, de pronto sintió calambre por todo su cuerpo.

-felicidades, por esa criatura que viene en camino – volvió a hablar y esta vez puso sus ojos en kenshin – sé que ese bebé será muy feliz al cuidado de sus amorosos padres.

Hiroto volvió a fijarse en Kaoru.

-Adiós…- se inclinó, tragó duro y prosiguió - … Kaoru-dono.

El pelirrojo no puedo evitar estremecerse ante aquel apelativo. Respondió a la despedida que Hiroto-san le dirigió a él antes de desaparecer por la puerta y miró a su esposa.

Se dio cuenta de que su dulce boca temblaba y sus ojos se aguaron.

No tenía ni la más remota idea de lo que Hiroto-san debe suponer para Kaoru, posiblemente fue un amigo muy cercano a su padre… o ¿tal vez algún familiar? No. Kaoru le dijo que no tenía más familiares a parte de sus padres…

Se sobó la cien, su mente era un mar de enigmas y confusión….pero estaba seguro de que ambos, Kaoru y Hiroto-san, estaban involucrados en un asunto intenso.

Se acercó a su esposa y la abrazó con suavidad, le susurró que la cena seria lo que ella quisiera y ella a gusto le dijo que quería tallarines de cerdo.

Y así, pronto termino el día.


Hoy también estaba lloviendo, no tan fuerte como ayer pero lo suficiente como para usar la sombrilla y un abrigo sobre los hombros.

Sus pasos eran pesados sobre la tierra húmeda.

Suspiró con somnolencia, durante toda la mañana y el almuerzo había sopesado su encuentro con ese misterioso hombre Hiroto Takeuchi, pero al final, fue él mismo quien acordó con el acercamiento, no podía dar a retorcer su palabra nunca fue de ese tipo de personas y aunque la idea estufo fija en su mente más tiempo de lo normal, trató de convencerse de que sacaría algo muy bueno de todo esto… o eso esperaba.

Después de todo, el señor Hiroto no era una mala persona.

Pero le intrigaba tanto que él le provocara reacciones consternadas a su amada. Era lo único que lo agobiaba.

El olor a eucalipto típico del cementerio ya se estaba haciendo sentir en el ambiente, se acentuaba todavía más con el clima húmedo, lo que era una clara indicación de que estaba muy cerca del lugar de la reunión. Volvió a suspirar.

Por lo menos estaba tranquilo de que Yahiko y Tsubame estaban cuidando de su esposa embarazada en el dojo, ella ahora necesitaba compañía.

Pronto divisó al hombre frente a la entrada del cementerio.

Cuando estuvieron cara a cara, Hiroto habló:

-gracias por darme la oportunidad, Himura-san.- se inclinó.

Kenshin sonrió conciliadoramente como siempre lo hacía.

-No es nada… todos merecemos una.-contempló.

Venteó un poco fuerte mientras llovía. Estuvieron varios segundos en silencio.

-¿usted cree? – preguntó con una sonrisa incrédula.

El pelirrojo suspiró con gran nostalgia.

-aprendí por las malas que sí. – no dijo nada más.

El hombre mayor solo asintió, no quiso ahondar en la problemática del pelirrojo, después de todo no era él quien tenía que desahogarse y contar su historia. Porque estaba seguro que Himura-san tenía una gran historia trágica… tal vez más que la suya propia… pero, no era él quien buscaba algún tipo de ayuda divina o respuesta para su desasosiego…

Decidieron hablar en el santuario más grande dentro del cementerio, los protegería de la lluvia.

Sentados ya en el pórtico del inusitado templo, el viento resopló un poco más fuerte y con ello los arboles eran más ruidosos… parecía como si el lugar estuviera gritando.

-los muertos están agitados… - explayo Hiroto observando el lugar.

Kenshin estuvo de acuerdo y solo asintió.

"Solo espero que ellos se apiaden de mí ahora." pensó el hombre mayor con cierto desasosiego y suspiró profundamente.

-Mi hermano y yo asistimos al llamado de Takamori Saigo…- habló con pesadez.

Ante esto, kenshin abrió más sus ojos y empezó a atar cabos sueltos en su mente. Takamori Saigo fue el mayor líder de la rebelión de Satsuma, también conocida como la guerra de Senian… guerra donde… el papá de Kaoru…

Después de unos sepulcrales y ansiosos segundos, El hombre mayor habló:

-…fui yo- dijo él al fin.

Kenshin lo observó muy interrogante.

Hiroto esta vez miro a los ojos del pelirrojo. Kenshin se sorprendió al ver la expresión tan desconsolada de un hombre mayor y con susto pensó que detrás de todo esto había una tragedia muy grande.

-Fui yo… quien mató al padre de la señorita Kamiya…

De repente…Los muertos hicieron silencio.


Notas de la autora: Hola¡ feliz año nuevo 2015 supongo que ahora es un poco tarde jajaja este es mi regalo tardío de año nuevo, esta idea siempre estuvo muy fija en mi mente y hasta ahora no había visto que se abordara en este tema y quise hacerlo, este fic solo constara de 2 capítulos, al principio quería que fuese un One-shot pero sentía que sería muy largo y una escritura larga siempre es cansador para nuestros ojos, por lo que decidí cortarlo en dos, espero que les guste y espero haber hecho un buen trabajo intentando redactar este tipo de situaciones complejas y profundas, gracias a todos por leer¡ y de nuevo, feliz año¡ que se cumplan todas sus metas, nos leemos luego¡