SOLSTICIO DE INVIERNO
-¿Qué vas a hacer durante las vacaciones, Albus?-preguntó el profesor Lestrat.
-Nada en especial profesor, pensaba quedarme a seguir investigando.
-¿No irás a Inglaterra?
-Bueno, mis hermanos están estudiando fuera y mi padre supongo que celebrará con su pareja, no creo que pase nada si no voy este año.
-Deberías de ir. Las fiestas del solsticio son para pasarlas en familia, no para estar encerrado en un laboratorio entre calderos e ingredientes.
-¿Intenta echarme, Profesor?-dijo burlón el moreno.
-Nada más lejos de mi intención, pero deberías de vivir un poco más, estar aquí tantas horas encerrado no te harán bien-dijo el hombre mientras recogías sus cosas y ajustaba la bufanda a su cuello.
-Buenas noches profesor-dijo el moreno sin levantar la vista de su pergamino.
-Sal y diviértete Albus, eres joven y París está lleno de diversiones.
-Saldré a divertirme en un rato, se lo prometo, profesor.
-¿Ha llegado alguna carta?-preguntó Harry.
-No ha llegado ninguna- respondió el dueño de la casa sin levantar la vista del periódico.
-Vaya. Esperaba que Albus hubiese escrito ya- suspiro resignado mientras se sentaba a desayunar al lado de su pareja.
Draco lo miró de soslayo, las cosas no estaban siendo fáciles con Albus. De hecho, nada nunca había sido fácil con Albus y eso, hasta él lo tenía que reconocer. Faltaba muy poco para Navidad o mejor dicho, el solsticio de Invierno y presentía que serían unas Navidades poco tranquilas. Es más, empezaba a entrever que Albus no aparecería ese año para celebrar todos juntos. Y eso acarrearía muchos problemas. En realidad, aquella situación, en mayor o menor medida, estaba empezando a afectar a todos. Lily y James tenían una relación de tira y afloja con su hermano, siempre la habían tenido, pero desde el divorcio de sus padres y el apoyo de Albus a su madre, en detrimento de lo que opinaban sus hermanos, era siempre una infinita fuente de discusiones cuando los tres estaban en la misma habitación. Harry tenía una especial predilección por Albus y aunque se esforzaba por no mostrarlo, sobre todo, por sus otros dos hijos, ellos lo sabías y les afectaba.
Por otro lado, la relación de su hijo con Albus siempre había sido muy buena hasta que empezó a degradarse sin que hubiese un motivo real y aunque él mismo en un primer momento pensó que lo que realmente molestaba al hijo de su pareja era la relación de su padre con él, no podía ser realmente eso, ya que él mismo bateaba del mismo equipo.
Suspiró sin saber muy bien cómo manejar aquella situación.
-Aún queda tiempo, Harry, además, ahora Albus estará muy agobiado con el trabajo de laboratorio. No importa que aún no haya avisado, ya lo hará. De todos modos no es precisamente falta de espacio el problema. Puede presentarse sin avisar, esta también es su casa- dijo conciliador.
-No se, Draco, él siempre tarda, pero al final escribe. Lily le ha enviado cartas, yo le he enviado cartas , pero nada. No se que demonios le está pasando-dijo abatido el moreno- es como si no quisiese saber nada de nosotros. Pensé que después de lo que pasó el año pasado habíamos limado asperezas, estuvimos hablando mucho y...nada. Es como si los tres días que estuvo aquí por Navidad hubiesen sido un paréntesis de todo.
-Albus es diferente a James y Lily, quizás si le dejases más espacio...
-¿Más espacio?-interrumpió el moreno-¿Te parece poco espacio doce meses?
El rubio suspiró resignado. Aquello no iba a ser fácil.
-Harry, es tu hijo. Tú eres el que mejor sabe como tratarlo. Si no estás dispuesto a escuchar críticas al respecto,entonces no preguntes por consejo-dijo el rubio mientras se levantaba de la mesa y daba un beso a su pareja en la frente, pese al enfado del mismo, que decidió omitir por completo.
-¿Dónde vas?- preguntó este aún sin haber empezado a comer.
-A Gringotts, tengo que ir a hacer un par de gestiones. Ya sabes que no me gusta ir muy tarde al banco; se llena de gente y odio las aglomeraciones.
El rubio se despidió dejando al moreno con sus cuitas en aquel salón demasiado grande. Harry suspiró abatido. No paraba de darle vueltas a la cabeza.
Tenía que dejar la maldita costumbre muggle de fumar. En realidad era una pérdida de dinero y de salud, pero últimamente, era lo único que lograba calmarlo. Había sido un año de mierda. El peor de todos. No académicamente, por supuesto, donde había vuelto a sacar unas notas excelentes y donde ahora era el ayudante de uno de los más prestigiosos pocionistas franceses. Con un poco de suerte y un mucho de esfuerzo, en dos años podría optar a una plaza fija en el departamento de investigación.
Pero ahí se encontraba, solo en su minúscula habitación. Fumando y recordando, como tantas y tantas noches. Estúpido él al pensar que aquello podría tener un final feliz. Al final, tanto juntarse con sus hermanos le había hecho mella y si albergaba esperanzas de colegiala enamorada. Eso no era propio de él y desde luego tendría que haber pensado mejor las cosas. Ahora estaba de mierda hasta el cuello. Faltaba muy poco para las vacaciones de Navidad ¿Cómo decirle a su padre que esta vez si que no pensaba ir a la casa de su pareja para pasarlas en "familia"? Se rió de su propia expresión. "Familia" era un concepto que debería de haber tenido en cuenta doce meses atrás cuando se folló a su mejor amigo de toda la vida e hijo de la pareja de su padre. Dio una nueva calada a su cigarro y dejó que el humo inundase sus pulmones. La nicotina lograba tranquilizarlo de un modo que casi ninguna otra cosa hacía últimamente.
Miró a su mesa de estudio donde tenía tres cartas aún sin contestar de su padre preguntándole qué día iría a casa o si necesitaban que lo recogiesen en el ministerio cuando llegase. Y ver esas cartas lo llevaban a pensar de nuevo irremediablemente en Scorpius y en la mansión Malfoy y en su habitación allí y en Scorpius desnudo aquella noche de Navidad y en los besos y caricias y en el placer de tenerlo bajo su cuerpo...y las palabras que dijo.
"Te vi, follándote a ese francés, quien gemía como una zorra. Así que simplemente cerré la puerta y me ocupé de mis asuntos. Mentiría si dijera que no me molestó. Bueno, al fin y al cabo yo ya lo sabía, pero creo que en el fondo esperaba que fueras tú mismo quien me lo confesases,siempre hemos sido amigos y a la hora de la verdad, descubro que no confías en mí"
Era precisamente "ese francés" el que de nuevo ocupaba su cama durmiendo plácidamente mientras él se debatía en el alféizer de la ventana entre los recuerdos y el despecho. Habían follado como locos y realmente él lo necesitaba para olvidar el día que había tenido. Así que encontrarlo en su habitación, esperándolo con una botella de vino y la cena no era algo que dejase pasar por alto. Pierre sabía que jamás llegarían a nada. Que sólo era una diversión para ambos y que algún día, antes o después, él se casaría con una francesa de buena familia, que hubiese estudiado en Beauxbatons, por aquello de la herencia familiar y todo eso, o tal vez le plantase cara a su aburguesada familia y llevase a cenar a su casa a un chico guapo e inteligente, que desde luego no sería él.
De cualquier modo, había tomado una decisión y no se echaría atrás.
Hola papá:
Siento haber tardado tanto en contestar, pero no ha sido hasta hoy que he tenido la confirmación definitiva. Tengo la oportunidad de poder participar en una investigación en Escocia relativa a mi maestría y es una oportunidad que no puedo dejar pasar. Lamentablemente dicha colaboración sería durante las vacaciones de invierno por lo que me será imposible poder acudir a la mansión este año para poder celebrarlo con todos vosotros. Espero que lo entiendas y no te pongas triste, sé que Lily se pondrá insufrible, dile que le escribiré dentro de poco y que no se enfade mucho conmigo. Seguramente tenga unos días libres a principios de Enero, iré a visitaros entonces, lo prometo.
Un abrazo.
Albus.
Sabía, mientras escribía aquella carta, que no era más que una mala mentira, pero no podía hacer otras cosa, al menos aquella opción, era la menos patética de todas. Se daba asco así mismo de hacer las cosas de ese modo y se odió por ello.
Salió de sus cavilaciones cuando dos brazos conocidos le rodearon el cuello. Pequeños besos de mariposa se posaron en su cuello ascendiendo hacia su oreja, cerró los ojos y los disfrutó olvidando sus preocupaciones.
-¿Qué vas a hacer en Escocia en Navidades?
-Nada-fue la escueta respuesta del moreno mientras metía a carta en el sobre.
-Sigo sin entender cuál es el problema que tienes con la Navidad y tu familia.
-Lo que no entiendo es el interés de todo el mundo por saber lo que hago en vacaciones. No creo que sea un tema tan interesante. ¿Acaso pregunto yo a los demás lo que van a hacer?
-Claro que no preguntas-contestó Pierre mostrando el hastío que le provocaba ese tema de conversación- estás demasiado metido en tu mundo como para pensar que los demás también tenemos uno, crees que todo es un ataque contra ti, Albus, cuando no es así-comenzó a buscar su ropa desperdigada por la habitación-deberías de resolver lo que sea que hace que estés así. La gente se cansa, Albus y por si no te has dado cuenta, todos nos estamos empezando a cansar de ti-dijo saliendo de la habitación del moreno y dejándolo solo en la penumbra y la soledad de sus pensamientos.
El que se cansaran de él, no era un sentimiento nuevo para Albus.
Scorpius volvió a releer la carta que le había enviado su padre. Aquello iba a traer problemas, eso era seguro, pero era su culpa y como tal tendría que arreglarlo, ¿no? Suspiro recostándose en el sillón mientras ponía sus pensamientos en orden de nuevo.
Scorpius:
Espero que estés aquí en la menor brevedad. Tenemos que hablar sobre un pequeño incidente que ha ocurrido y que espero podamos resolver antes de las fiestas del Solsticio.
Ven directamente a mi despacho, es necesario que hablemos antes de ir a la Mansión.
Tu padre.
Aquella carta, escueta y concisa, sólo podía significar una cosa: su padre sospechaba algo. Suspiró de nuevo, cansado de todo ¿Por qué cedió a todo aquello? Había sido una gran tontería, lo había estropeado absolutamente todo, pero desde ese día que lo vio en su habitación con el francés, algo dentro de él se removió, como si alguien le hubiese dado un golpe y le hubiese hecho despertar de un sueño demasiado pesado y largo. No era tonto, por supuesto y sabía desde hace mucho tiempo – y no por nada había compartido habitación con Albus en Slytherin durante siete años- que su mejor amigo sentía especial predilección por los chicos, de todos modos, jamás se había imaginado a Albus con una chica. Aún así prefirió esperar a que fuese él quien se lo dijese. Pero la relación de ambos se había ido deteriorando a pasos agigantados, primero con las distintas asignaturas que cursaban en el colegio como excusa y luego, con la repentina marcha de Albus a París para seguir estudiando
Era cierto que desde cuarto el moreno había empezado a frecuentar el país con los intercambios en Beauxbatons, así que suponía que había sido durante uno de ellos cuando Albus había descubierto que prefería la compañía masculina a la femenina. Pero, tampoco eso le importó demasiado, su amigo siempre había sido muy reservado, así que no esperaba que llegase contándole todo lo que había hecho en tierras galas. Además, podía entender la forma de ser de Albus, teniendo en cuenta a su familia y la lucha con sus hermanos en esa competencia sin fin que tenían entre ellos por el cariño de su padre desde que su madre se fue.
Y pensar que cuando sus padres se liaron él vio la oportunidad perfecta para poder estar más tiempo con su mejor amigo, casi como si fuesen hermanos de verdad. Por lo visto, Albus no lo tomó de la misma manera, porque desde ese momento en quinto , su actitud se volvió más cerrada aún, incluso para él, que era la persona más cercana. Las estancias en verano en Beauxbatons fueron la tónica los dos años siguientes y el resto de fiestas de guardar en familia pasaron a ser unos días en los que el moreno intentaba pasar el mayor tiempo posible ocupado en lo que fuese en la biblioteca de la mansión o investigando sobre pociones y hablando con los retratos de la casa o volando en escoba solo por los alrededores hasta que no le quedaba más remedio que volver para cenar. Una vez incluso lo vio azuzando a los pavos reales albinos de la casa para arrancarles unas plumas para sus pociones.
Lo que no se esperó fue la decisión de su amigo de irse a vivir a París y seguir sus estudios allí una vez acabado el colegio. Y aunque la distancia, físicamente no era un problema, emocionalmente Albus había terminado de construir las barreras. Con sus acciones gritaba que lo dejaran en paz, todos, sin excepción alguna, significaba que quería ir por libre.
Las cosas no habían sido fáciles para Albus y él mejor que nadie lo sabía. Era el chico de en medio, compitiendo con el alegre y despreocupado James, centro de atención en Gryffindor y con la encantadora Lily demasiado bonita según su propio padre. Y él era el Slythierin estudioso al que no se le daban demasiado bien los deportes pero si las pociones y los sarcasmos. Era carne de cañón para sus hermanos y primos Weasley.
Abrió el segundo cajón de su escritorio donde guardaba su correspondencia con el moreno, o mejor dicho donde guardaba las cartas que el moreno le había enviado durante ese año y él no se había dignado a contestar. Sabia lo que a Albus le había costado escribir aquello, seguramente muchas noches de insomnio. Había sido todo culpa suya, unos celos casi infantiles lo habían empujado a tirar por tierra una amistad de años en pos de una noche de sexo ¿Había merecido realmente la pena? Al principio pensó que sí, porque había podido tener lo que antes no, casi como un niño que ha pedido durante mucho tiempo una escoba nueva y de repente sus padres se la regalan, pero las consecuencias fueran terribles cuando a la mañana siguiente vio la cara de Albus a su lado durmiendo y el brazo de este atravesado sobre su vientre a la vez que sus piernas se enredaban entre las suyas. Para Albus, no había sido un polvo más, para el moreno, habían hecho el amor.
Y sus temores se confirmaron cuando vio a su mejor amigo hablando con su padre aquella mañana en la biblioteca de la casa,de una manera que hacía tiempo no lo había visto; estaba relajado, feliz, volvía a ser el Albus despreocupado que hacía tiempo no era. Aún recordaba ese día, casi habían sido la familia perfecta, los hermanos Potter riendo y lanzándose pullas unos a otros, Harry poniendo orden entre sus niños y dando apretones de mano a su padre por debajo de la mesa, incluso su propio padre, signo de la seriedad y la elegancia,parecía haber dejado un poco de lado la etiqueta y buen hacer de las fiestas para embriagarse de la alegría que los Potter habían llevado a la vacía y enorme mansión.
Aunque los problemas habían empezado en el mismo momento que se despertaron esa mañana.
-Buenos días- dijo un sonriente moreno aún medio recortado sobre su amigo.
-No recordaba que pesaras tanto-dijo medio en broma Scorpius.
El moreno rió, escondiendo la cara en la almohada, no era el despertar que había soñado después de las primera vez con Scorpius, pero ninguno de los dos era especialmente romántico y eso, él ya lo sabía.
Pasaron unos minutos antes de que ninguno dijese nada. Parecía que las palabras, aunque deseosas de salir, pesaban demasiado. Fue el rubio el primero el romper aquel molesto silencio.
-¿Vuelves mañana por la mañana a París?
Albus no sabía el motivo de aquella pregunta. Era cierto que a la mañana siguiente volvía a París pero¿Porqué lo preguntaba Scorpius si ya lo sabia? ¿Sería una manera de pedirle que se quedase un poco más? El estómago el dio un vuelco ante tal perspectiva.
-Si,bueno, tengo contratado el traslador en el Ministerio para las nueve de la mañana, aunque siempre suelen retrasarse-dijo tentativamente.
Scorpius volvió a quedarse callado mirando el techo de la habitación y Albus comenzaba a sentirse incómodo de tener su brazo y sus piernas enredadas con las del rubio. Tal vez la pregunta era para saber cuanto tiempo tendría que aguantarlo más en la mansión. Pero aquello era absurdo, Scorpius era su mejor amigo, era él quien había buscado aquello, seguramente le pediría que se quedase más tiempo, que apurase al máximo sus vacaciones de Navidad pasándolas en la mansión con todos, y con él, por supuesto, o tal vez le pediría que le acompañase unos días a Irlanda antes de tener que volver a París.
-Creo que deberíamos de levantarnos ya-dijo Scorpius al tiempo que se incorporaba en su cama y comenzaba a buscar su ropa- el desayuno será en menos de una hora, sería mejor que volvieses a tu habitación antes de que tus hermanos te vean, no habría que darles motivos de chismorreos, ¿verdad?-dijo guiñándole un ojo al moreno al tiempo que se ponía la bata y se levantaba hacia el cuarto de baño.
Desdobló las cartas que le había enviado el moreno desde París los meses siguientes y que él se había limitado a recibir y no contestar. Eran unas diez cartas, el fin de su amistad resumido en diez trozos de papel, y todo por su culpa, por sus celos de niño de cinco años, por sus malditas ganas de ser siempre el primero y el centro de atención, por su mala cabeza.
Y ahora, esa carta de su padre, hacía estallar todo otra vez.
-¡Albus no puede hacernos esto!-se quejaba Lily durante la cena con su padre y el Señor Malfoy.
-Lily, tu hermano está muy ocupado con la maestría en pociones, sabes lo en serio que se toma sus estudios,debemos de apoyarlo, aunque no nos guste. Además aún no es seguro, estoy convencido que Albus hará lo imposible para venir a pasar las Navidades con todos nosotros.
Draco miraba toda aquella escena sin querer intervenir.
-¿Porqué no vas a hablar con él? Tal vez si vas tu lo convences, papá. Sabes que al final no puede decirte que no- propuso Lily esperanzada-
-Podría ser una buena idea-reconoció el moreno- aunque sabes como es él, no le gustará que lo agobiemos.
-Vamos papá ¿Qué será la Navidad si no estamos todos? Además, tío Ron y tía Hermione van a venir este año con Rose y Hugo, tenemos que estar todos, hace mucho tiempo que no esta toda la familia junta.
Draco prefirió guardar su opinión al respecto dentro de su copa de vino, mientras la hija menor de su pareja había organizado un encuentro multitudinario en su casa el día de la cena de Navidad. Suspiró pensando en los sacrificios que había que hacer en pos del amor.
-Tienes que ir papá, sino, imagina lo que te dirá tía Hermione. Tienes que traer a Albus, me niego a que no estemos todos juntos.
El moreno miró a su pareja intentado buscar una segunda opinión.
-No se cómo manejar esto, Draco- admitió el moreno abatido.
-Vamos, deja el dramatismo de lado-intentó animar el rubio en la oscuridad de la habitación.
Eran las tres de la mañana y desde que se habían acostado, el moreno no había podido conciliar el sueño. Es más, se empeñaba en dar vueltas en la cama, eso si, procurando no hacer ruido para no despertar a su acompañante, aunque, eso eso era algo bastante difícil, teniendo en cuenta que no paraba de suspirar.
-Albus siempre ha sido diferente a sus hermanos y primos y puede que la culpa de ello sea mía porque siempre lo protegí más que a los demás-confesó medio avergonzado.
-No te culpes por ello, hiciste lo que cualquier padre, proteger a tus hijos- Draco enredó sus piernas entre las del moreno- no creo que haya nada de malo en proteger a uno más que a los demás.
-No lo entiendes, Draco, tú sólo tienes un hijo, pero no he hecho lo correcto y ese, siempre fue un tema de discusión en casa-dijo el moreno evitando mencionar a su ex-esposa- sé que lo he hecho mal y que proteger a Albus más que a sus hermanos se ha podido volver en nuestra contra. Draco, él siempre fue...
-¿Diferente?-concluyó el rubio tomando la mano de su pareja bajo las mantas y enredando sus dedos fríos entre los calientes del moreno- Yo no soy quien para decirte cómo educar a tus hijos . O los errores que has cometido en ello, quizás inconscientemente lo protegías porque sabías que era diferente, aunque nunca lo dijeses en voz alta, imagino que siempre te sentiste identificado con él, pero creo que no estás viendo las cosas del lado de Albus.
-¿De su lado?
-¿Cómo te sentirías si toda tu familia, enorme y perfecta, con tus abuelos, tíos, primos, hermanos y padres son la viva imagen de los ideales Gryffindor?
-No me puedo creer que vayas a empezar ahora con esas ideas de las Casas, Draco- advirtió el moreno molesto.
-Sshh, calla y escucha. Imagina por un momento. Toda tu familia es una cosa que tú nunca serás. Todos tus primos, tus hermanos, tus padres, tíos y abuelos son Gryffindors, todos cuentas anécdotas, viven juntos, comen juntos, tienen clases juntos. Les gusta el quidditch y son bromistas. En cambio tú, eres tranquilo, no eres demasiado aficionado a los deportes de altura y lo más importante, perteneces a otra casa, que por tradición, es la antagonista a la de toda tu familia, ya sabes como somos los ingleses para las tradiciones-bromeó el rubio- la cuestión es, que a pesar que todo el mundo te sonríe, tú eres diferente. No ves a tu familia y todos tus primos y hermanos están en otra Casa, hacen bromas sobre ti y en tu propia Casa rumorean a tus espaldas por ser le hijo de Potter. Nadie está de tu parte, no tienes amigos ¿No crees que eso influiría en le carácter de cualquiera? Tu único aliado es tu padre y en el fondo te sientes mal por ello, porque sabes que tus hermanos te harán la vida imposible por ser el consentido de Harry Potter.
-Pero yo no...
-El problema, Harry es que tu hijo Albus se ha hecho mayor y no quieres verlo. Sigues tratándolo como si tuviese once años y tuvieses que protegerlo de todo y todos, apostaría la mitad de esta casa a que la primera conversación de hombre a hombre que tuvisteis fue en las fiestas del año pasado después del espectáculo que montasteis sobre sus preferencias sexuales.
A pesar de la oscuridad de la habitación, Harry rogó porque su pareja no pudiese ver el sonrojo en su cara como aceptación de la verdad dicha.
-¿Porqué no vas a París, como sugirió Lily y hablas con él? No para convencerlo de que venga a casa, sino para que descubras cómo es tu hijo, para que descubras al hombre que es Albus. Allí no tiene las presiones de Inglaterra, seguramente se sentirá más relajado.
Uno de los elfos apareció con una bandeja con café y le informó que su padre aparecería en breve.
Scorpius llegó temprano aquella mañana. Había utilizado el traslador a primera hora, y se encontraba tal y como le había pedido su padre, en su despacho esperando a que llegase. Negar que se encontraba inquieto sería mentir. Era como volver a su infancia cuando esperaba a que el cabeza de familia leyese sus notas, porque aunque fuesen buenas, siempre había alguna asignatura en la que se podía mejorar.
Draco apareció directamente, al fin y al cabo, era el único que tenía permiso para hacerlo allí dentro, tomó asiento y esperó a que su hijo tomase asiento. Aquello no iba a ser una distendida charla entre padre e hijo, eso, ambos lo sabían.
-Buenos días padre-dijo pausadamente Scorpius.
-Espero que el traslador fuese bueno.
-Lo era, como siempre.
El silencio se extendió de nuevo entre ambos.
-Podríamos habernos visto en la biblioteca de casa-observó Scorpius.
-No podíamos. Porque no quiero que sepan que ya has llegado sin que antes yo hubiese hablado contigo.
-Nunca has sido aficionado a los misterios.
-Ahora mismo Harry está camino a París.
-Ya veo. Escondes a tu hijo en tu despacho y le prohíbes ir a su propia casa mientras despides a tu amante en uno de sus viajes de trabajo-dijo en broma para aligerar la tensión del encuentro.
-No escondo a mi hijo, sino que lo llamo a mi despacho para poder hablar con él y no despido a mi amante, sino que le digo adiós a mi pareja que se va a a París no por cuestiones de trabajo, sino para estar con su hijo Albus.
Ante la mención de aquel nombre, Scorpius no pudo evitar una punzada de culpabilidad.
-Visto que no vas a comenzar tu-dijo Draco- lo haré yo. Hay una situación...peculiar, que debe de ser solucionada cuanto antes. De ello dependen muchas cosas.
-¿Situación peculiar?
-No actúes como si no supieras de lo que hablo, Scorpius- dijo molesto el cabeza de familia- y desde luego no repitas mis palabras como si fueras un maldito elfo.
El tono cortante y la última frase le dio la pauta a Scorpius de saber que no saldría bien parado de aquella charla. Su padre había tomado las riendas de la familia y eso sólo significaba una cosa: haría su voluntad a como diese lugar.
-¿Sabes porqué Harry se encuentra ahora mismo en París con su hijo?
-Querías ganar tiempo-dijo el menor de los Malfoy.
-Exacto. Quería ganar tiempo para ti. Par que me expliques qué ha pasado y ver si puede evitarse una catástrofe en esta familia.
-No hay nada que explicar, padre-contestó cortante el rubio al verse tratado como un niño de cinco años al que su padre tiene que resolver los problemas.
-Claro que hay que explicar. Tienes que explicarme qué pasa entre Albus y tú.
-No tengo que explicarte nada de mi vida privada, padre. Y si crees que puedes traerme aquí como cuando era pequeño y darme una charla estás muy equivocado. Te recuerdo que soy un adulto.
-¡Entonces, maldita sea compórtate como tal!-perdió la paciencia Draco.
Scorpius se quedó petrificado. Jamás en todos sus años había visto a su padre hablarle de ese modo.
-No me subestimes, Scorpius. Soy tu padre. Y tampoco te tengo a ti, mi hijo por un ignorante. ¿Serás capaz de negarme en mi cara que no sabías que Albus está enamorado de ti?
Era como si su padre hubiese dado un pellizco directamente en su corazón.
-¿Serás capaz de negarme que las fiestas pasadas no tuviste mejor idea que follarte a tu mejor amigo e hijo de mi pareja?
-Yo no...-intentó débilmente defenderse el rubio-
-No intentes negarme la verdad- la mirada de Draco era gélida y cortante- ahora y gracias a tu idea, Albus se niega a volver a esta casa, por miedo a verte, porque soy capaz de apostar que has rehuido tener con él la consabida charla requerida después de esa noche. Como comprenderás, tus actos afectan a todos, en mayor o menor medida.
Scorpius permanecía callado. Mirando a su padre intentando no dejar traspasar su vergüenza por un lado, al saberse descubierto, su indignación de estar siendo requerido por sus actos, precisamente por alguien que tampoco había tenido una vida ejemplar hasta hace unos cuantos años y su culpabilidad al enterarse que Albus no quería volver a la mansión.
-No voy a decirte lo que tienes que hacer-siguió Draco- pero espero que seas capaz de solventar esta situación en la primera oportunidad que tengas. Y por tu bien espero que ese oportunidad la encuentres antes del solsticio.
Draco volvió a sus documentos, dando por finalizada aquella charla.
Scorpius se sentía más miserable que nunca.
