Estira un poco sus piernas, sus dedos se mueven cuan impulso nervioso esta experimentando, no sabe que elegir, si parar de ver el techo en intento de no morir de la vergüenza u observar detenidamente para morir de una vez.
Su piel suda, sus ojos incluso han comenzado a lagrimear, los cabellos de su frente se han estampado a la zona debido al calor, el vapor no para de escaparse de sus labios.
Intenta reprimir, contener aquellos gemidos que asegura serían escandalosos y quizás hasta molestos, pero no sabe…
No sabe exactamente que debe hacer, aun cuando él mismo fue quien sugirió aquella acción tan comprometedora.
-¿Qué sucede Mikoshiba? ¿Ya te arrepentiste?
Su voz arde, roza en su oído provocando aumente su calentura, aquella lengua que recorre su cuello con travesía lo lleva a tener deseos poco conocidos, incitándolo a dejar a un lado su razón.
El cuerpo de Yamasaki es grande, frondoso, musculoso, su imponencia aumenta cada vez más cuando se pega más a él, allí bajo su cuerpo siente que no habrá salida ni escapatoria por mucho miedo que comience a sentir.
Cierra sus ojos en respuesta sin poder detener su temblor y ello ocasiona una risa de parte del mayor.
-eso creí
Responde su superior insinuando victoria, sintiendo como su gran cuerpo intenta abandonarlo, así que estira sus brazos y lo abraza hacia sí en intento de detenerlo.
Impresionando a ambos por así decirlo, pues él tampoco cree en si pero hay una cosa que si sabe…
-no me arrepentiré
Aún cuando sus ojos tiemblan y sus labios a penas han podido sacar esas palabras, la fuerza del sentimiento, de aquel gran sentir que lo corrompe a más no poder, habla por él mismo.
-yo… yo realmente te quiero sempai…
Porque no es ninguna broma…
De verdad está locamente enamorado de aquel ser, de aquella persona que jamás creyó caer en algún tipo de sentimiento.
-En serio… que voy hacer contigo…
Y ahí está, de nuevo aquel suspiro cargado de cansancio y molestia que obtiene desde tiempo atrás por ser tan osado…
Por llegar a esos extremos…
Por su tremenda osadía.
