Esta historia fue escrita hace 23 años. Mi única aportación es adaptarle los personajes de Inuyasha a esta historia, la cual, a petición de la autora, no quiere que se pierda por descuido… Agradeciendo de antemano a quien se anime a leerlo, le recuerdo que la autora solo tenía 13 años.

NOTA: Algunas características y personalidades de los personajes podrían estar cambiadas… Recuerden que es un Fic.

DISCLAIMER: Inuyasha © Takahashi Rumiko

CAP 1 UN CUENTO DE HADAS

Hubo una vez un Rey y su Reina que deseaban con toda su alma tener un bebé. Gobernaban en un lejano planeta, Sengoku, el cual era muy famoso porque no tenía ejército. Su gobernante mantenía alianzas con otros planetas que sí contaban con excelentes ejércitos y podían contar con ellos por si acaso lo llegasen a necesitar. Además, pertenecían a la Confederación Planetaria, la cual aseguraba protección para todos sus planetas afiliados, por lo que contar con un ejército propio no era indispensable.

Con el tiempo, nuestro Rey y su Reina lograron su deseo: una hermosa niña llegó a iluminarles la vida. Pero el destino les jugó una mala broma. La pequeña nació tan frágil y estando a punto de morir, su propia madre recurrió a las artes mágicas prohibidas para preservar la vida de su bebé. A cambio de su propia vida, la Reina Urasue pudo asegurarle a su hija una vida larga, segura que con su compañía su padre no se sentiría solo en su viudez. El joven Rey tomó a la pequeña entre los brazos de su madre que agonizante, pronunciaba el nombre que su pequeña llevaría hasta el fin de sus días: Midoriko.

La tecnología en esa parte de la lejana galaxia había llegado al punto de darse la navegación espacial tan común como hoy en día se dan los vehículos automotores. Había naves comerciales, de carga, de pasajeros y hasta de guerra. Por supuesto, también incluía a los mercenarios y a los piratas. Entre los cuales desatacaban los Shichinintai, el comando pirata invencible, liderados por el temible Bankotsu.

La historia de amor entre Midoriko y Bankotsu se dio como en los cuentos de hadas: Un puerto espacial, un cruce de miradas y el amor se dio por sí solo. Esa fue la parte fácil: Dejó de ser pirata y mercenario espacial para ser el comandante supremo de la defensa de Sengoku. Se encargó de organizar y entrenar personalmente el ejército recién creado para hacerse merecedor del amor de la princesa, la cual lo adoraba…como en los cuentos de hadas. Llegó el día de la boda e incluso la llegada del primer heredero. Con lo que no contaban era con el complot que se gestaba para que cayera Sengoku...bajo la fuerza de Inu no Taisho, el emperador de Inu Youkai.

Aquella mañana Midoriko había empezado a sentir las molestias propias de quien está a punto de dar a luz. Sostenía entre sus dedos la Perla de Shikón, el único recuerdo de su madre, el objeto que resguardaba su energía vital. Gracias a eso, las molestias eran mínimas. Se desperezó entre las sábanas, mientras entraba su asistente personal, Kaede la sacerdotisa, con una gran bandeja con alimentos y frutas frescas. Midoriko desayunaba, mientras Kaede le preparaba el baño. Cuidaba de la princesa desde que había nacido y recibido órdenes exclusivas de la reina Urasue para su protección y cuidado, así como de su entrenamiento en magia antigua…por si se necesitaba.

En Inu Youkai, Inu no Taisho acordaba con el Dr. Naraku los últimos detalles sobre la forma de atacar Sengoku. Lo que no sabía Inu no Taisho era que tanto él como su ejército sólo eran manipulados por el malvado científico, creador de la Organización Miasma, la cual se dedicaba a la manipulación genética y creación de clones, quimeras e híbridos de cualquier especie poderosa, que le permitiera conquistar un planeta y utilizar a sus habitantes como material de experimentación… Y ése planeta era…Sengoku.

Todo era algarabía en el palacio de Sengoku; felizmente, Midoriko había traído al mundo a dos hermosas niñas, mellizas, sin muchas molestias. Bankotsu era felicitado por sus antiguos camaradas, ahora principales generales del Ejercito de Sengoku. Kaede entregaba a la agotada pero feliz madre a la primogénita, la cual la recibió con una sonrisa:- Kikyo…- Dijo la ahora orgullosa Reina. Tres minutos después, le entregaba a la pequeña, a la que recibió con la misma felicidad:- Kagome…- Pronunció la joven madre. En ese momento solicitó la presencia del afortunado padre, para presentarles a las herederas de Sengoku. Luego de entrar a la habitación, Bankotsu se acercó a su amada esposa y tomó en brazos a la pequeña Kikyo, a la que marcó en el hombro derecho con su anillo el escudo Shichinintai, procedió a hacer lo mismo con la pequeña Kagome cuando un estruendo ensordecedor cimbró las columnas del castillo. Apenas pudo evitar que la pequeña se le cayera de los brazos cuando el general Jakotsu entró jadeando a la habitación:- ¡Mi señor, nos están atacando!

Bankotsu, aún con su bebé en brazos, ordenó que se llevaran a la Reina y a la princesa Kikyo a una de las naves de salvamento, cosa que los cortesanos obedecieron de inmediato. Kaede dejó a la Reina con la princesa en la primera nave, cuando los proyectiles se impactaron en el hangar principal, destruyendo las otras dos naves que quedaban. Midoriko, aun débil pero angustiada, imploró a Kaede que volviera por Kagome, a quien su padre aún tenía en brazos, mientras ordenaba el contraataque. Kaede llegó a donde Bankotsu y tomándole a la niña de los brazos le explicó que ya no quedaban naves de salvamento, justo en el momento en el que la nave de la Reina partía del planeta para ponerse a salvo. Bankotsu recordó que en otro hangar, aún se mantenía su antigua nave pirata, el Shichinintai, con la potencia nuclear necesaria para poner a la sacerdotisa y a su pequeña princesa a salvo. Llegando justo al hangar, otro proyectil se impactó cerca de ellos, hiriendo a Bankotsu, quien le ordenó a Kaede que subiera a la nave, que ya estaba programada para ir a un destino seguro. La anciana, estando a punto de subir, recordó que la princesita aún no había sido sellada por su padre. Lo último que hizo Bankotsu antes de morir fue eso: marcar a su pequeña en el hombro izquierdo…y murió.

Kaede corrió hacia la nave, la cual automáticamente se cerró y se puso en marcha, hacia un destino totalmente diferente al que habían tomado la nave de la Reina. Un destino pre programado que le daría a la princesita paz y seguridad… hasta que volviera a encontrarse algún día con su madre y hermana… el planeta Evanescente.

Mientras tanto, Sengoku era defendido por el ejercito dirigido por los seis generales Shichinintai, quienes a pesar de unas cuantas bajas, lograron expulsar con mucho esfuerzo al agresor del planeta. Entre las bajas se encontraba además del comandante supremo Bankotsu, el general Kyokotsu y el general Ginkotsu. Sólo habían quedado escombros de lo que había sido el suntuoso palacio, pero estaban seguros que al mantener a salvo a la Reina Midoriko, la reconstrucción sería un hecho, así como recuperar el esplendor y la gloria del planeta.

Al menos, mientras encontraran a la princesa extraviada en los confines del universo, Midoriko tendría una razón para seguir con vida, a pesar de haber perdido a su Rey y amado esposo.

CONTINUARA…