Capítulo 1

Sentada en mi silla, sin ni siquiera moverme, observo a esos pequeños niños de cinco años que acuden a clase cada día, coloreando los dibujos que ellos mismos hacen, sobre su familia o algunos, sobre mí. Es extraño que me dibujen a mí y agarrada de la mano de ellos. Algo golpea la puerta de la clase y voy a abrirla. Es la directora.

-Quinn, te espera una nueva alumna.-Me dice. Asiento y sonrío.

-No hay problema.-Digo. Ella sonríe y se va por donde ha venido. Cierro la puerta, pero apenas acabo de hacerlo, cuando llaman de nuevo. Me levanto y vuelvo a abrir con desgana, no sé qué querrá ahora la directora, pero no, no es ella. Y no puedo creer lo que tengo ante mí. Un chico alto, moreno, con el pelo bien recortado y un flequillo familiar, las manos muy grandes y muchísimo más delgado. Es Finn Hudson. Finn Hudson, mi primer amor, mi primer novio, el jugador del equipo de fútbol pasado de kilos al que todos odiaban está frente a mí. Lleva una camiseta de licra blanca pegada al cuerpo, una rebeca color beis de lana y un gorro marrón oscuro. Es Finn y está… Guapo.

-Quinn…-Dice agarrando de la mano a una pequeña niña y mirándome perplejo.

-Finn…-Digo con la boca abierta, sin saber bien qué decir. Ninguno articula palabra hasta que un niño, se me acerca por detrás y me abraza las piernas. Me doy la vuelta y me agacho hacia él.-Eh, Don, ¿qué has hecho?-El niño sonríe y me tiende el dibujo. Otra vez, soy yo con él. Le sonrío.-Es precioso, Don.-Digo dándole un beso en la cabeza. Don vuelve a su sitio dando pequeños saltitos, y me vuelvo hacia Finn.

-¿Te ha dibujado a ti?-Pregunta sonriendo. No reconozco al Finn que veo, ni siquiera es la misma persona.

-Sí, suelen hacerlo.-Digo sonriendo.-¿Es tu… Hija?-Digo mirando a la pequeña que tiene a su lado.

-No, no. Es mi hermana.-Dice sonriendo.

-Oh, dios mío, tu madre y Burt…-Digo perpleja. El asiente, resopla y se encoge de hombros.

-Bueno, te presento a Jamie.-Dice. Miro a la pequeña que sonríe. Es rubia, y tiene los ojos de Finn.

-Hola, Jamie. Pasa y siéntate, hay lápices de colores para pintar.-Le digo. La niña sonríe y asiente, entrando en la clase. Vuelvo a mirar a Finn, que está ahí parado delante de mí.

-Quinn, te invito a comer. Hace siete años que no te veo.-Dice metiendo las manos en los bolsillos de los pantalones.

-Está bien.-Digo sonriendo.

-Vengo a por ti a la hora de la salida. Hasta luego.-Dice dejando una leve sonrisa, a la vez que desaparece por la puerta. La cierro, y me quedo paralizada ante lo que acaba de pasar. Finn Hudson, he visto a Finn después de siete años sin verlo.

Me siento de nuevo en mi sillón, mirándolos a todos y observando el reloj, en el que no pasan las horas.

El timbre suena, y todos los niños bajan en busca de sus padres al patio del colegio. Yo bajo detrás de ellos, observando que ninguno se caiga al correr hacia la salida. En una esquina, apartado, veo a Finn con las manos metidas en los bolsillos de su rebeca de color beis, mirando hacia el suelo. Me acerco a él, haciendo que levante la cabeza y me mire, esbozando una leve sonrisa. No pronunciamos ni una palabra, y salimos hacia una cafetería cercana.

Me siento en frente de él, en uno de los asientos/sofá de la cafetería, mientras veo cómo él se quita la rebeca, dejándome ver los músculos casi tallados de su brazo, dejando la rebeca a su lado.

Se sienta y me mira.

-Vaya, Finn… Has cambiado demasiado.-Digo sonriendo.

-Al contrario que tú, sigues siendo la misma chica preciosa que cuando tenías dieciocho años.-Sonríe. La camarera llega con un bloc de notas en la mano.

-¿Qué van a tomar?

-Hamburguesa con beicon, patatas y un batido de fresa. ¿Y tú?-Pregunta mirándome.

-Lo mismo.-Digo sonriendo. Él me mira, fundiendo sus manos en una encima de la mesa, mirándome.-¿Qué has hecho estos años?-Pregunto mirando sus brazos, su torso y finalmente sus ojos.

-Hice medicina, y luego, me metí en el ejército. Ahora soy coronel Hudson.-Dice mirándome. Me quedo perpleja, sin saber qué responder.-¿Y tú?

-Estudié arte dramático en Yale, pero acabé de maestra en un colegio público de Manhattan, como ves.-Sonrío de mala manera y él estira su mano para acariciarme la cara.

-Está claro que el mundo no te hace justicia, Quinn Fabray.-Niego y acaricio la mano que tiene puesta sobre mi mejilla.

-¿Has encontrado a alguien en tu vida?-Pregunto con tono tímido. Él niega, y la camarera nos trae las hamburguesas.

-¿Y tú?-Dice quitando con el dedo un poco de kétchup y llevándoselo a la boca.

-Rollos de una noche.-Respondo.

Comenzamos a comer, mientras él me cuenta cómo Kurt es una estrella de Broadway al lado de Rachel, que han triunfado por todo lo alto y en sus ojos veo un reflejo de tristeza, de que él ha fracasado. Pero ríe, me cuenta anécdotas del ejército, bocado tras bocado y sorbo tras sorbo de ese batido, me quedo mirándolo, ni no tiene ni la sombra del chico al que mentí, del chico que sacó a Santana del armario, no tiene nada de Finn Hudson.

Nos quedamos en silencio, y vuelve a alargar su mano hacia mí, pero esta vez hacia mi boca. Su dedo índice se posa en la comisura de mis labios, quitándome un resto de kétchup que quedaba.

-¿Quieres saber por qué ese niño te dibuja con él?-Me pregunta sin mirarme a los ojos, sino a mis labios. Asiento.-Porque está completamente enamorado de ti.-Dice levantando la vista hacia mis ojos, retirando su mano.-Y no lo culpo.-No voy a responder, así que sonrío y niego. Deja veinte dólares en la mesa, que quito y pongo yo los míos. Él me da mis veinte dólares, y deja los suyos, agarrándome de la muñeca y sacándome del bar, sin dejarme pagar.

-Te mereces algo mejor que rollos de una noche.-Dice serio, comenzando a caminar.

-Quizás es que no soy suficiente para alguien.

-Los tíos no somos lo suficiente para ti.-Dice volviendo la mirada hacia mí.