Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada.
Superando nuestros límites
El día era tranquilo y agradable, había un cálido sol que entibiaba sus frías manos. Respiró profundamente y soltó el aire en un suspiro. Eso le bastó para prepararse y partir su carrera. Miró aquel bosque espeso y sus pies comenzaron a moverse con agilidad. Avanzaba con velocidad y ligereza por en medio de los árboles. La luz del sol apenas entraba a través de las tupidas hojas, pero, en un momento, un suave viento sopló y unos rayos chocaron con el metal que cubría su cara.
En un jardín cercano, una joven de largos cabellos lila alimentaba con ternura unos pajaritos que se posaban ante su presencia. Su dócil vestido se movía con ligereza ante el vaivén del viento. Sin embargo, la divina paz que emitía fue interrumpida con una abrupta llegada. La joven que corría a través del bosque se detuvo en seco al verla y aunque nunca había estado ante su presencia, supo de inmediato quien era.
—Athena— susurró.
—June de Camaleón— dijo la aludida, sonriéndole con tranquilidad y extendiendo su mano para que se acercara con confianza.
Los pies de ella se movieron sin que lo pensara, era como si su cuerpo obedeciera esa orden sin que ella se lo propusiera. A medida que avanzaba, observaba la paz que su cosmo le transmitía. "A esto se refería nuestro maestro Albiore", pensó con nostalgia.
—Señorita Athena— dijo la rubia con respeto al estar frente a ella, haciendo una reverencia. Se quedó ahí, sin levantar su rostro, esperando la respuesta de la joven.
—Mírame, June, no tengas esas formalidades conmigo— le habló con dulzura Saori.
—Disculpe, no había tenido el honor de estar en su presencia. Hace un año que ocurrieron tantas cosas, pero en todo este tiempo permanecí firme, protegiendo la Isla de Andrómeda, tanto como usted y mi maestro querían.
—Lo sé, June. Tu cosmo es poderoso y eres una Amazona confiable.
Esas palabras tuvieron un efecto inverso en ella, ya que eran un halago saliendo de los labios de su agradecida diosa, pero le recordaban su anterior actitud imprudente… cuando le insistió a Shun que no fuera a la batalla al Santuario, cuando le rogó que no la protegiera, sino que se quedara con ella a salvo. Ambos eran niños, pero su vida consagrada a Athena, había estado rodeada de situaciones difíciles que los habían hecho madurar física y emocionalmente antes de tiempo. Su cuerpo era el de unos adolescentes, pero las marcas de batalla en su piel parecían decir lo contrario. Shun era su amigo, parte de la familia que había formado en aquella inhóspita isla. Todos los informes del Santuario y las palabras de su maestro le hicieron actuar sin pensar, intentando salvarlo a toda costa, aun en contra de las convicciones de ambos. Pero, ahora, al fin estaba frente a Athena, que había sido protegida por su tan querido amigo y sus valerosos compañeros.
—Agradezco sus palabras. No tiene idea lo que tranquilizan mi corazón. Saber que los esfuerzos por salvarla y protegerla fueron fructíferos, me alivia enormemente— reconoció con humildad la amazona.
—Te he convocado a esta reunión porque tengo un trabajo muy importante que confiarte, June de Camaleón— dijo con autoridad la joven de cabellos lila. —Sabes que hemos librado duras batallas y que en ellas la vida de numerosos santos fue cegada. Es por eso que se debe entrenar a nuevos aspirantes. Como conocedora de las enseñanzas del anterior Santo de Cefeo, Albiore, alumna personal de él y residente permanente de la Isla de Andrómeda, te nombro maestra del próximo aspirante a la Armadura de Andrómeda.
June quedó en blanco. Su diosa le estaba confiando una gran tarea, un privilegio impensado. Pero, su comisión tenía implícito un temor que la perseguía desde hacía un tiempo. ¿Qué había sucedido con Shun? Si debía entrenar a un futuro Santo de Andrómeda, eso quería decir… quería decir…
Su respiración se hizo irregular, su corazón palpitó con fuerza cada vez mayor y sus extremidades temblaron involuntariamente. De solo imaginar que Shun podía estar… no, ni siquiera podía suponerlo o pensarlo. Había sentido su cosmos perderse hacía unos meses, pero, luego había vuelto percibirlo si se concentraba en buscarlo, suave, calmo, pacífico, tal como era él. Entonces, ¿se había engañado a sí misma? Estaba intentando calmar sus emociones, cuando escuchó que alguien se acercaba.
—Athena, ¿solicitó mi presencia?— preguntó una voz que era inconfundible para ella.
Su corazón volvió a acelerarse y sin poder evitarlo, se volteó para poder comprobar que no era su imaginación jugándole una mala pasada. Ahí pudo verlo, con su rostro gentil, su mirada transparente y su cosmo pacífico.
—Shun— susurró sin poder retener sus labios.
—¿June?— preguntó asombrado el aludido. —June, eres tú.
El joven se acercó rápidamente a ella, y sin evitarlo, la abrazó con fuerza. La joven, feliz de volver a verlo con vida le correspondió el abrazo, mientras las lágrimas corrían por sus ocultas mejillas. Era un abrazo que habían guardado por mucho tiempo, un abrazo fraternal que se debían desde que Shun había tenido que dejarla sola al resguardo de la Fundación Graude.
—Estás bien, Shun—dijo, separándose un poco de él. — ¡Qué gusto me da volver a verte! Tenía tanto miedo, tanto temor…
—Gracias por tu preocupación, June. Siempre estuviste a mi lado.
La diosa observaba con agrado la escena. Sabía la paz que traería a ambos el reencontrarse después de todos esos difíciles meses. Se lo debía a Shun, que la había acompañado y protegido aun torciéndole la mano a su cruel destino.
—Gracias por venir, Shun— dijo Saori, interrumpiendo el momento. —Estaba encomendando una importante misión a June y es primordial que estés presente. Desde la última batalla, el Santuario está desprotegido y muchas armaduras están sin dueño. Es por eso que he decidido formar nuevos Santos para que puedan portar aquellas armaduras.
El Santo de Andrómeda estaba al tanto de todo eso y sabía que pronto Athena tomaría aquella decisión. Un suspiro de nostalgia abandonó sus labios, soltando un poco de la ansiedad que le provocaba este nuevo paso.
June se quedó meditativa. No podía entender que estaba sucediendo. ¿Acaso Shun iba a renunciar a ser Santo? ¿Dejaría atrás todo lo que su maestro le había enseñado? ¿Por qué tenía que entrenar a un nuevo Santo de Andrómeda? Sus dudas quedaron resueltas con las siguientes palabras de su diosa.
—Shun, ex Santo de Andrómeda, desde ahora debes partir a la Isla de Andrómeda para entrenar junto a June de Camaleón a tu sucesor. En ese tiempo, debes entrenar tu propio cosmo y fortaleza para cumplir con el propósito de tu otra estrella guardiana, Virgo. Desde este momento, te despojo de tu armadura, la que volverá a la roca del sacrificio, esperando a su nuevo dueño— sentenció Athena.
Su cosmo se elevó, dorado y poderoso, haciendo aparecer la caja de pandora de Andrómeda, la que viajó de vuelta a su lugar de resguardo. Shun sintió el cosmo cálido de Andrómeda agradeciéndole su entereza y sacrificio, permitiéndole protegerlo en todas sus batallas. Habían sido años difíciles para obtenerla y luego de ser su portador, las guerras santas se había apoderado de su vida. Pero, la armadura de Andrómeda nunca lo había abandonado ni mucho menos rechazado, al contrario, había estado a su lado siempre. Le sonrió al cielo, despidiéndose con agradecimiento. Luego, volteó hacia su diosa con determinación.
—Athena, con esmero cumpliré con su comisión. Si es su orden, entrenaré para ser un digno portador de la armadura dorada de Virgo— habló con reverencia.
June observaba la escena anonadada. ¿Shun, Santo de Virgo? ¿Un Santo de oro? ¿Cómo era eso posible? Ya habría tiempo para conversar y ponerse al día, después de todo, desde ese momento volverían a vivir juntos en Isla de Andrómeda.
Continuará…
NA: Es difícil volver a escribir después de tanto tiempo, pero la imaginación llega cuando uno menos se lo propone. Todo este tiempo que ha pasado ha sido complicado y más aún cuando el escribir trae recuerdos dolorosos a mi mente. Pero, creo que ya ha pasado el tiempo suficiente como para retomar. Estos últimos días volví a abrir esta página y he leído algunas historias, las que nuevamente despertaron mi imaginación.
Me siento igual que la primera vez que subí una historia, solo espero que la lean. Disculpen si cometo errores de redacción, creo que también la habilidad. Quizás algún día recupere la inspiración para retomar mis otras historias, las que se perdieron en mi dolor.
Es muy breve, a modo de introducción; intentaré actualizarla con constancia.
Muchas gracias por su atención. Saludos,
Selitte :)
