Holaaa! Bueeeno, pues aquí vuelvo yo, la plasta de turno con una nueva historia. Bueno, nueva, nueva… no, nueva no es, lleva escrita más de un año, pero cierta persona muy especial para mí me ha dado un empujoncito, y mirad, aquí me tenéis.

No sé cómo lo voy a hacer, no sé cómo voy a poder llevar dos historias al mismo tiempo… Supongo que derramando lágrimas, sudor y sangre U.U''

Pero en fin, las que me conozcáis notaréis que la forma en que me expreso en el fic es diferente a la mía, menos humorística, eso es por lo que ya he dicho, esto lo escribí el verano pasado, xD Pero iré revisando los próximos caps, añadiéndoles una cantidad mayor de mi dosis de humor, y a ver qué tal, ¿si?

Bueno, pues sólo me queda decir una cosa: DISFRUTÁDLA COMO LO HICE YO MIENTRAS LA ESCRIBÍA ^-^

Capítulo 1.

Corría apresurada por los pasillos del enorme instituto en el que estudiaba una chica de largo y negro cabello y esbelta figura.

Entre zancada y zancada cogió del bolsillo del pantalón su teléfono móvil y marcó un número.

-¡Sango! ¿Ha llegado el Sr. Matsumoto?

-No ¿dónde estás?

-Llegando. Por favor, búscalo y entretenlo mientras llego.

-De acuerdo, pero no tardes porque no sé dónde está, ¿eh?

-Eres la más grande, gracias.- halagó agradecida y colgó.

Guardó el móvil de nuevo en su bolsillo y comenzó a correr, ya que tuvo que parar mientras hablaba por falta de aire.

-Epa, epa, epa... ¿dónde va la pequeña Kagome tan apurada? –preguntó un chico, apareciendo de un pasillo unos metros delante de la chica.

El odioso de Inuyasha, pensó Kagome. Lo conocía desde que entró al instituto, pero nunca se habían llevado bien. Se puteaban mutuamente. Es un chico arrogante y cínico, lo que se dice un chico malo, problemático, se salta algunas clases, se mete en líos..., aunque ella no lo dejaba atrás, pero son muy distintos en realidad. Físicamente es de buen cuerpo, alto, musculoso, pero no en exceso, de pelo corto y oscuro como la noche y de ojos entre gris y azul oscuro.

-Llego tarde, apártate idiota. –farfulló empujándolo a un lado, ya que se había interpuesto en su trayectoria. Pero él la agarró del brazo sin dejarla seguir.

-Pues va a ser que no –del brazo con el que la tenía agarrada la empujó, pegándola a la pared- Como me quiero divertir un poco te voy a tener aquí hasta que me de la gana, así llegarás tarde, ¿sí?

-Vale... –bufó sarcástica y cansada después de intentar zafarse del agarre. –No sé que es lo que te he hecho últimamente, pero, por favor, déjame ir, si vuelvo a llegar tarde me van a poner un cero.

-¿Y si no quiero? ¿Y si quiero que te pongan ese cero? –murmuró con una sonrisa burlona.

Por un momento se perdió en la seductora mirada de él, pero reaccionó al ver que él la estaba acorralando entre su imponente figura y la pared, acercándose a sus labios con claras intenciones de besarla.

-¿Tú lo has querido por la malas? Pues por las malas será. –afirmó, y acto seguido le dio al chico un rodillazo donde más duele...

-Ah... maldita... –murmuró con la voz quebrada, agarrándose fuertemente con las manos su...

-Lo siento, cariño. Esto es para que la próxima vez me dejes en paz. –y volvió a correr, esta vez más deprisa. Por culpa de ese idiota le caería una buena.

Con la respiración agitada llegó ante la puerta de su aula, que estaba entre abierta... Miró en su interior, y lo que visionó fue al profesor de espaldas a todos al final del aula, con el libro de historia en la mano y escribiendo en la pizarra. Parecía muy enfrascado en su tarea de copiar lo que leía, así que sigilosamente entró de puntitas, medio agachada, y pasando lo más desapercibida posible, a la clase.

Le quedaban pocos pasos para llegar a su asiento...

-Kagome ya sabes que tienes un cero por llegar tarde, ¿no? –la ronca voz del profesor la hizo erguirse, provocando que un escalofrío la reocrriera de arriba abajo. Todos sus compañeros la miraron– Siéntate y abre el libro por la página 137, cópiala y no quiero ver que te has dejado un solo punto, sino... te suspendo el trimestre.

-"¿Pero este tío que tiene? Ojos en la nuca, ¿o qué?" -La chica tragó duro. –De... de acuerdo... –contestó obediente, e hizo exactamente lo que le pidió el hombre.

Miró de reojo hacia la ventana que comunicaba su aula con el pasillo, y ahí lo vio. El maldito que le había hecho llegar tarde estaba ahí, mirándola con una sonrisa triunfal en los labios. Le lanzó una mirada de odio.

-Bien, chicos, ¿alguien puede explicarme cómo y por qué se dividió el imperio romano? –preguntó colocándose mejor las gafas sobre el caballete de su nariz para ver a sus alumnos.

-Yo, yo. –contestó una chillona voz levantando enérgicamente la mano.

Kikyo. La peor pesadilla de Kagome. Físicamente eran muy parecidas, pero Kikyo tiene la tez más blanca –haciéndola parecer un fantasma- y la mirada mucho más fría: eso sí, mala como ella sola. Es la novia de Inuyasha, y juntos no paran de fastidiarla, aunque a ella le gustaría ver la cara que pondría Kikyo al saber que su noviecito había intentado besarla más de una vez. Es la niña pija del instituto, la más odiosa de todas, también. Tiene una larga lista de admiradores, chicos, incluso chicas, amigas y más gente detrás, y lo único que hace es ir poniendo verde a todos a sus espaldas.

-Kikyo. –le dio la palabra.

-En el año 395, Teodosio dividió el imperio en dos partes para facilitar la defensa contra los poblados bárbaros del norte; uno fue el imperio de occidente, cuya capital era Roma, que fue destinado a su hijo, Arcadio, y el otro era el imperio de oriente, con la capital en Constantinopla que fue destinado a su otro hijo, Honorio.

-Excelente, se nota que has estudiado. Tienes un positivo. Y tú Kagome, ¿podrías decirme cómo pasó a llamarse el imperio de oriente y por quien era reinado cuando cayó el de occidente?

-Eh... Pues... Sí... –titubeó, nerviosa- Ostia... Que sé cómo se llamaba... –murmuró rascándose la nuca.

-Que no lo sabes. –tajó el profesor.

-Eeeeh... –alargó la "e" esperando que algún nombre razonable llegase a su mente – No –contestó finalmente negando con la cabeza.

-¿Kikyo, puedes aclararle a tu compañera mi pregunta?

-Por supuesto –con un grácil y elegante gesto retiró un mechó que había sobre su hombro y lo mandó a su espalda-. Cuando el imperio de occidente cayó, el de oriente pasó a llamarse imperio bizantino, reinado por Justiniano junto a su esposa Teodora.

-Como me alegro de tener alumnas como tú –dijo feliz el señor de avanzada edad. –Kagome, aprende de tu compañera. –incluyó apuntándole en positivo a Kikyo.

Kagome miró resentida a la susodicha, pero esta sólo le devolvió una sonrisa de triunfo.

Todos los días igual. No es que fuese una mala estudiante, pero sus notas eran muy justas. Sólo tenía dos excelentes: en educación física y en lengua inglesa, todo lo demás lo tenía entre bienes y suficientes... Y cuando el profesor le preguntaba algo y ella no sabía que contestar, Kikyo siempre la pisoteaba respondiendo excelentemente.

Después de una larga clase copiando una larguísima página con la letra más pequeña que se puede permitir escribir en un libro y sin una puñetera imagen, el timbre sonó, salvándola. Aliviada, y con la mano adolorida, recogió todo y preparó las cosas de la clase siguiente, pero esperando a que llegase la profesora fue a hablar con su mejor amiga, Sango.

Esta era de pelo castaño, recogido en una alta coleta y unos ojos color café muy expresivos. Era un poco más alta que Kagome. Ésta la apreciaba mucho desde que se conocieron en primero, son almas gemelas, ninguna entiende mejor que nadie a la otra y son muy fieles entre ellas.

-¿Cómo esta mi morena preferida? –preguntó cariñosamente Sango al ver a su amiga acercarse.

-Bien, pero siento que te hayas jugado el pelo y que al final me hayan pillado. Y todo por culpa de ese estúpido... –murmuró apenada.

-Tranquila, tampoco me ha costado mucho hoy encontrarlo, pero entretenerlo ha sido más difícil que de costumbre, no sabía que decirle y hoy estaba más enfadado de lo normal... ¿Y que te ha pasado? ¿Por qué has llegado tarde?

-El inútil de Inuyasha, que me parado en el pasillo y me ha tenido entretenida un rato, a sido por su culpa que no he llegado –puso los ojos en blanco-.Y lo peor de todo es que ha estado a punto de besarme... –declaró poniendo cara de vómito.

-Sigue soñando, bonita. –dijo tras ella una voz que reconocía muy bien.

-¿Que sueñe qué? –la encaró girándose.

-Que mi Inu haya intentado besarte. Le das un asco tremendo, igual que a mí.

-Y vosotros a mí también, no te jode... Pero déjame decirte, querida, que no hay peor ciego que el que no quiere ver. El maricón de tu noviete ha intentado besarme más de una vez, y si no lo crees ves y pregúntale, a ver que te dice –respondió orgullosa al ver que Kikyo tenía el rostro desencajado.

Le encantaba putearla como Kikyo hacía con ella.

-Good morning! –saludó la profesora de inglés al entrar por la puerta –Have you prepared the book on the table?- continuó, dando paso a la clase de inglés.

A Kagome le encantaba esa clase, después de la de gimnasia, claro. Adoraba el deporte, pero también le gustaba conocer lenguas nuevas, en especial el inglés; lo adoraba y...

-Kagome, what is the longer Amazon river or the Nile River? –le preguntó la profesora.

-River Nile is longer than river Amazon. –contestó ella.

...no le costaba aprenderlo.

La clase pasó rápido, para ella, aunque teniendo en cuenta que era Lunes... inevitablemente las clases se hacían eternas, pero ahora llegaba la suya, educación física.

En cuanto el timbre sonó recogió sus cosas rápidamente, la mochila, la bolsa de deporte y salió pitando de allí.

-¡Eh! Kagome, ¡espérame! –pidió Sango corriendo tras ella, pero le era imposible alcanzarla, era la chica más rápida de toda la clase.

-¡Venga Sango! –exclamó parándose.

-Joder... Nena... no todos... tenemos la misma rapidez... que tú... –se excusó con las manos sobre las rodillas, recuperando el aire en grandes bocanadas.

-Venga, vamos. –dijo comenzando a correr.

-Oh, dios… ¿Pero de dónde sacará... esa energía y esa rapidez...? –se preguntó comenzando a correr de nuevo.

Cuando Sango llegó al vestuario Kagome ya estaba cambiada. Llevaba unos pantalones cortos, a medio muslo, color negro, una camiseta de tirantes, color blanco y unas bambas rojas. El pelo lo llevaba recogido en una alta coleta.

-Me tienes que enseñar, ¿eh? –dijo Sango, dejándose caer exhausta sobre los bancos del vestuario.

-¿A qué? –preguntó incrédula la morena.

-A cambiarme tan rápido. –contestó empezando a cambiarse.

-Ah, jeje.

Pocos minutos después Sango también estaba vestida, más o menos como Kagome, solo que con pantalón largo.

De repente la puerta del vestuario se abrió dejando ver el arrogante rostro de Kikyo, rodeada por sus "seguidoras".

-Mirad, chicas, quien tenemos aquí. La friki y la amiga de la friki. –dijo riendo, mirando a Kagome y Sango con superioridad.

Sus acompañantes rieron.

-Mira, Sango, quien tenemos aquí, la pija anoréxica con sus mutantes personales. –contestó Kagome de mala gana.

-¿Que has dicho niñata? –gritó acercándose peligrosamente a su oponente.

Sinceramente, el chirrido que producía su voz hacía entrar dolor de cabeza a cualquiera...

-¿Es que eres sorda, además de tonta? –contestó riendo.

-Grrr... –gruñó Kikyo mirándola con odio.

-¡Eh, que la perra gruñe! –exclamó riendo.

Y ¡pam! Una mano se estampó en la cara de Kagome.

Se quedó boquiabierta, pero no tardó en reaccionar y le devolvió la bofetada a la otra.

Y así comenzó una pelea; bofetadas por un lado, puñetazos por el otro, estirones de pelo, patadas, mordiscos, arañazos…

Todas intentaban separarlas, Sango a Kagome y las amigas de Kikyo a ésta.

Kikyo tenía un hilo de sangre cayendo por su labio inferior, otro por la nariz y un moretón en el ojo, en cambio Kagome solo tenía el morado en el pómulo y un poco de sangre cayendo de su ceja, que hacía un bonito estampado con el blanco de su camiseta.

Esas peleas eran de lo más normales entre ellas, no era la primera vez que se tenían que arreglar a golpes.

-Esta me la pagarás, ¡zorra! –gritó Kikyo, llorando, soltándose del agarre de sus amigas.

-¿A sí? Pues que pena que no este aquí tu asqueroso novio para hacerlo por ti, porque que tú no tienes ni media ostia –contestó soltándose también de Sango y limpiándose el rastro de sangre que caía por su sien.

Ambas contrincantes tenían el pelo revuelto, Kagome ya no tenía la coleta, su respiración era agitada y había mucho, mucho odio en sus miradas.

-¿Qué está pasando aquí? –preguntó la profesora de gimnasia entrando al vestuario y viendo las heridas de ambas jóvenes.

-Se han peleado. –dijo alguien.

-Acompañadme. –ordenó.

Se resistieron, pero al final hicieron caso. Minutos después estaban ambas en el despacho de la directora.

-A ver, niñas, ¿qué ha pasado esta vez? –preguntó cansada la directora, ya estaba hasta el moño de ver a ese par cada dos por tres en su despacho.

-Ésta, que me ha llamado pija anoréxica y luego ha empezado a pegarme –contestó llorando.

Kagome rió.

-¿Es eso cierto, Kagome?

-Directora, ¿desde cuándo se cree usted sus mentiras?

-Explícate –pidió.

-Pues que yo estaba tan tranquila en el vestuario, hablando con mi compañera, sin molestar a nadie, cuando Kikyo entró y empezó a insultarme. Por supuesto, yo no me iba a quedar callada, hasta que ella comenzó a agredirme y yo no me pensaba quedar de brazos cruzados, eso téngalo usted bien claro –hizo una pausa al ver la cara dudosa de la mujer. – ¿No me cree? Pregúntele a las que estaban el en vestuario. –concluyó.

-Vamos a hacer otra cosa: la dos estaréis castigadas y asunto arreglado –tajó la directora.

-¿Que qué? ¿Qué yo voy estar castigada por defenderme? ¡Y una polla como una olla! –gritó enfada Kagome.

Kikyo sólo lloraba.

-Por supuesto. Y a la directora no le hables así, niña, aquí yo soy la autoridad –la encaró –Estáis ambas castigadas a quedaros después de clase para limpiar los vestuarios. Y tú, Kikyo, ve a la enfermería a que te miren esas heridas.

-¡Cojonudo! –exclamó Kagome- Definitivamente, si yo cuento esto nadie me cree –masculló poniendo los brazos en jarra –Me voy –avisó tajante, saliendo por la puerta.

-Muy bien, y espero que esto no vuelva a pasar –le advirtió desde dentro de su despacho.

Caminó despacio, enrabiada. Como odiaba ser castigada por defenderse, ya que siempre que había acabado en dirección era por culpa de Kikyo.

-¿Qué yo me voy a quedar castigada, limpiando y con Kikyo? Eso no se lo creen ni ellos... –murmuró cabreada.

De repente unos fuertes brazos la agarraron de la cintura, atrayéndola hacia el torso de una imponente figura.

-Mira quien esta aquí, la gatita salvaje –dijo burlona una voz tras ella.- Sabes que me debes algo, ¿no?

No dijo nada, solo cerró los ojos y dio un largo suspiro de cansancio, dejando caer sus hombros.

-¿Qué te pasa? –preguntó extrañado acercando su mejilla a la de ella.

-Auh...

Quejido por parte de la morena.

Se apartó de él y cubrió su pómulo con la mano.

-Eh, ¿qué tienes? –preguntó apartándole la mano de la mejilla y viendo el morado sobre el pómulo, mas la herida que tenía en la ceja –¿Qué te ha pasado? ¿No me digas que ha vuelto a pasar?... –preguntó con tono de burla.

-Sí, la zorra de tu novia y yo volvimos a pelearnos –dijo apartando su mirada él. Notaba que si lo volvía a mirar caería rendida a sus pies. Extrañamente, ahora estaba siendo más delicado de lo normal con ella.

-Si es que hay que ver... tenéis que dejar de pelear por mí –dijo seductoramente, mirándola con los ojos entre cerrados.

-Jaja, en tus sueños, cariño. –contestó sarcástica, comenzando a caminar.

-Venga, admítelo, te mueres por mis huesos... –dijo siguiéndola.

-Y yo soy Britney Spears... –murmuró sin hacerle caso.

Siguieron caminando, durante largo rato. Ella no lo miró, pero él estaba atento a todos sus movimientos. Se recorrieron el instituto de un lado a otro hasta que él se cansó y protestó.

-Vale ya ¿no? Deja de caminar de un lado a otro.

Pero ella lo ignoró y siguió caminando.

-Quieta ahí –ordenó estirándola del brazo y atrayéndola a él.

La tenía acorralada entre su cuerpo y la pared, apretándola, sin dejarla escapar, pero tampoco sin aplastarla. Sus rostros estaban muy cerca el uno del otro. Sus alientos chocaban y los latidos de su corazón se fundían en uno.

Él intentó acercarse a ella para besarla y...

¡PAM!

Bofetada sonora. Sonó hueco e hizo un largo eco en todo el pasillo.

Inuyasha sonrió y se tocó su mejilla. Entonces ahí se despistó Kagome y él la agarró más fuerte, apretándola más, agarrándola de las muñecas sin dejarla moverse, y al fin consiguió su propósito, besarla.

En ese momento no se lo esperaba, no le dio tiempo a reaccionar. Estaba quieta, rígida, nerviosa. Sentir esos cálidos labios sobre los suyos... Sus ojos seguían abiertos por la sorpresa. Y entonces por el rabillo del ojo vio a Kikyo aparecer por la esquina.

Entonces empezó a corresponder al beso.

Lentamente se soltó del agarré de Inuyasha y sus brazos se pasearon por todo su torso hasta rodear el cuello masculino, al igual los de él la cintura femenina.

Sus labios se movían pausadamente, sin prisa. Rozándose, bebiendo de la boca del otro. Ambos estaban con los ojos cerrados, disfrutando de ese beso.

Precavido, él, metió su lengua en la boca de ella, recorriéndola de lado a lado, deleitándose de su dulce sabor.

Cómo le gustaría poder hacerlo todos los días...

Ella no se quejó, pero en su interior lo único que quería era venganza, y si estaba aguantando todo eso, que le daba un asco horrible, era sólo porque sabía que su peor enemiga los estaba observando.

La venganza es tan dulce...

Él empezó a masajearle la espalda y ella a jugar con su pelo.

Kikyo no aguantó más esa escena y se fue. Kagome lo notó y abrió los ojos, para ver que, efectivamente, esa arpía se había ido. Entonces lo apartó de un empujón de ella y de sus labios.

Inuyasha tenía una cara de sobado que no podía con ella. Los ojos medio abiertos para ver que pasaba y la boca abierta.

-Inútil, ¿te has gustado? –preguntó divertida.

-Si... –contestó saliendo de su embobamiento.

-Pues creo que a tu novia no le ha gustado tanto –dijo riendo, señalando a la esquina.

-¿Qué... qué Kikyo nos vio? –preguntó alarmado.

-De principio a fin –contestó burlona.

Él la miró y vio como escupía y se limpiaba la boca con la muñeca.

-¿Ahora me dirás que no te ha gustado? –preguntó arrogante.

-En vez de preguntarme eso tendrías que ir tras tu noviecita... Y no, no me ha gustado en lo más mínimo.

-Entonces... ¿por qué has correspondido? –preguntó confundido.

Ella se acercó seductoramente a él, muy cerca su rostro con el suyo y contestó.

-Por que vi como aparecía por la esquina tu guarra novia, y quería… darle una lección –y le dio un corto beso en los labios para luego irse de allí.

-Mierda... –murmuró por lo bajo el chico, apretando los puños.

***

-Bueno, hasta mañana Sango. –se despidió alegremente de su amiga.

-Kagome, ¿seguro que no te pasará nada por no ir al castigo? –preguntó preocupada.

-Que no. Tranquila, me inventaré cualquier excusa y ya. –dijo sencillamente.

-Vale –contestó no muy convencida- Adiós –y siguió su camino.

-Chao. –y entró a su edificio.

Subió las escaleras pensando en que le diría a su madre por lo del golpe.

-Ya estoy en casa. –avisó enérgicamente cuando entró al piso.

-Hola hija. –la saludó su madre cuando entró al salón –¿Qué te ha pasado? ¿De dónde ha salido ese morado? –preguntó viéndole el pómulo.

-Nada, que sin querer me han dado en el instituto con una pelota de fútbol. –mintió. Para la tranquilidad de su madre prefería que no supiera de sus peleas.

-Ah, pues ves con más cuidado la próxima vez. Una cosa, ¿tienes ropa... así... un poco decente? –preguntó de repente.

-Si... –contestó dudosa, alzando una ceja. –¿Por qué?

-Tú sabes... mi... –intentó no decirlo pensando que le molestaría su hija.

-Tu actual pareja sentimental –dijo sarcástica pero a la vez alegre.

En su caso, muchas jóvenes pensarían eso con odio, pero ella no. Su padre... bueno, el que puso el espermatozoide, nada más, abandonó a su madre cuando se quedó embarazada de ella, y en ese entonces su madre sólo tenía 18 años. Tubo que criarla sola, y la idea de tener un padre era tentadora, la verdad, y más a ese hombre. Le caía muy bien y le daba la sensación de que podría hacer feliz a su madre y hacerle olvidar ese oscuro recuerdo que es la culpa de todas sus noches en vela, llorando... Pero ella no era tonta, y sabía que en los 8 meses que ellos llevaban juntos su madre no había vuelto a llorar ninguna noche más... y eso era bueno.

-Exacto. Pues nos ha invitado a su casa ha cenar esta noche, quiere presentarnos a sus hijos, que por cierto, uno es de tu edad.

-¿Qué? ¡Eso no lo sabía yo! –exclamó –Pues si está como el padre... ¡yo tengo que conocerlo! –bromeó.

-Kagome... –murmuró con las mejillas rojas, dándole un codazo en las costillas a su hija, haciéndola reír.

-Es la verdad.

-¿Tienes deberes que hacer para mañana, pervertida? –preguntó con una alegre sonrisa.

-Solo tengo una cosa de lengua, la hago enseguida y empiezo a arreglarme-contestó de forma cómplice- Son... –murmuró mirando su reloj de pulsera. –Las cinco... ¿A qué hora hay que estar allí?

-A las ocho, sino se hace muy tarde y tanto tú como sus hijos tenéis que ir mañana al instituto.

-Vale, pues me voy a mi cuarto –se encaminó a su habitación, pero paró en el pasillo y desconectó el teléfono. –Así ya no podrás avisar a mi madre... –y se fue a su cuarto.

Una vez allí abrió la ventana para que su cuarto se ventilara un poco. Hizo los deberes rápidamente y se fue a la ducha.

Se desvistió y abrió el grifo del agua de la ducha. Estuvo un rato observándose en el espejo. Era muy guapa, físicamente, aunque no como a ella le gustaría. Tenía un cuerpo espectacular, no era muy alta, pero tampoco muy bajita. Y para sus quince años ya tenía unas curvas muy definidas y la piel blanca y suave.

Cuando vio que el agua ya estaba caliente se metió bajo esta. La reguló hasta tenerla a una temperatura agradable para su cremosa piel y luego dejó que ese relajante líquido recorriese su figura de pies a cabeza. Ese era el momento más agradable del día. Cómo lo agradecía.

Entonces sin saber por qué, a su mente llegó el recuerdo de ese beso. En su momento sintió que algo recorría todo su ser, pero ahora al recordarlo sabía lo que era; un escalofrío. No quería admitirlo, pero le había gustado...

Para su desgracia, él iba a su clase. Era el segundo año que les tocaba juntos, en primero también estuvieron en la misma aula. Desde ahí, que se conocieron por primera vez, ya que ella se mudó antes de entrar al instituto, no se podían ver ni en pintura, eran como polos opuestos.

Ese día, después de lo del beso, él se dignó a entrar en clase, ya que las de la mañana y todas las que le daba la gana se las saltaba. Bueno, el caso es que se presentó, y no paró de mirarla, y ella lo notó, igual que también notó las miradas de rabia que Kikyo le lanzaba.

No sabía por qué, pero le inquietaba que él la mirara, y más de aquella forma tan penetrante, como si quisiese saber lo que pasaba por su mente. Por un momento sus miradas chocaron y se mantuvieron. En ese momento ella le pidió a todos los dioses que dejase de mirarla, pero parecía que sus plegarias no fueron escuchadas, hasta que después de largos minutos, él apartó la vista y la centró en la ventana. Suspiró tranquila…

Cerró el grifo de golpe, pensando enfadada en todo eso. Salió con una toalla enrollada en su cuerpo y otra en el pelo, y se dirigió a su cuarto para ponerse algo "decente" como dijo su madre. A ella no le gustaban los trajes, los uniformes, ni los vestidos estrafalarios, o sea, la ropa decente o elegante, como decía su madre. Para ella, donde hubiese unos buenos vaqueros que se quitase todo lo demás. Como mucho se ponía un vestidito si tenía que ir a alguna ceremonia, pero nada más, y bueno, de vez en cuando se ponía minifaldas, al menos que enseñase sus espectaculares piernas.

Estaba a punto de desenrollarse la toalla del cuerpo cuando vio por la ventana a su vecino con la boca abierta.

-Míralo que pillín... –murmuró Kagome divertida.

-Ah... eh... yo... –balbuceó el chico nervioso, era un poco más mayor que ella.

-Suyoshi, lo siento... –dijo burlona tapando la ventana con la cortina.

-No ¡Kagome! –pidió el chico desde la otra ventana.

Ella rió por lo bajo.

Ese era su vecino y mejor amigo, Suyoshi. Lo conoció cuando se mudó hace tres años allí. Fue el primero que estuvo con ella y la ayudó a perder la vergüenza. Digamos que la convirtió en la dulce y rebelde Kagome de ahora.

Fue a mirar en el armario, pero no encontraba nada a su gusto...

Al final se decidió por unos tejanos de pitillo, ajustados, color azul oscuro; unas votas negras, con unos cinco centímetros de tacón y acabados en punta; para arriba se cogió una camiseta al estilo palabra de honor color rosa, que hacía juego con el cinturón.

Se fue al baño, allí se maquilló levemente, tapándose el morado del pómulo y disimulando la herida de la ceja. Con tonos pastel sobre las mejillas, un poco más fucsia en los párpados, la raya del ojos y rimel. Ah, y gloss en los labios.

Aprovechó que tenía el pelo húmedo y se le rizó con espuma y con laca. Luego con el difusor se lo secó para que le quedase en esa forma, llegándole hasta la cintura.

Volvió a su cuarto y abrió la cortina, al ver que Suyoshi no estaba allí lo llamó.

-Dime –apareció rápidamente por la ventana.

-¿Cómo estoy? –preguntó poniéndose delante de la ventana y dando un lento giro sobre sus pies.

-Estas guapísima. –contestó mirándola con ojos de pervertido. –¿Y se puede saber a dónde vas tan guapa? –preguntó curioso y un poco celoso.

-A conocer a los hijos del novio de mi madre, y se ve que uno es de mi edad... Como estén como el padre yo me los ligo ¡pero ya! –exclamó divertida.

-De eso nada, monada... –contestó sarcástico.

-¡Bah!... Adiós. –y cerró la ventana aparentando enfado.

Fue corriendo a la habitación de su madre.

-¿Está bien así? –preguntó.

-Perfecta –comentó mirándola maravillada- Informal pero guapa. Se nota que eres mi hija –dijo orgullosa la mujer

-Tú tampoco estás nada mal. Sinceramente, ya de por sí no aparentas la edad que tienes. Te vistes, te maquilla y te peinas como una adolescente, cualquiera diría que tienes treinta y tantos años. –comentó.

Su madre iba con unos vaqueros también ajustados color negro; unas botas negras con tacón y en punta; en la parte de arriba llevaba una camiseta blanca, de tirantes, con un considerable escote.

Ya estaba maquillada, llevaba unos tonos más elegantes y el pelo liso, completamente, que le llegaba hasta los hombros.

-Son las siete, todavía nos queda una hora –informó- ¿Te ayudo? ¿Me engancho al ordenador?... ¿Qué hacemos? –preguntó.

-Yo quiero limpiar un poco el piso antes de irnos, por que seguramente llegaremos sobre las 11 y no tendremos ganas de hacer nada.

-Pues venga que te ayudo.

-Vale, pero no te manches la ropa.

-De acuerdo –contestó divertida. –¿Dónde están los delantales? –preguntó igual.

Se pasaron los 45 minutos restantes limpiando y riendo. Era muy divertido tener una madre tan joven, sino, ¿quién entenderá mejor a una quinceañera, una treintañera o una cuarentona? Está claro que cuanto más joven y cerca de tu edad esté, más te entenderá.

La hora llegó y pidieron un taxi.

Kagome no se abrigó, era muy calurosa y hasta en pleno invierno iba en manga corta. Pero ahora estaba entrando el veranito, ya estaban en mayo y el calor cada vez se hacía más intenso. Su madre si que se puso una chaquetita, eso era lo único distinto entre ellas, que la madre era friolera y la hija calurosa.

El taxi las llevó hasta donde Sonomi le dijo. Las llevó ante una mansión enorme; hecha de ladrillos anaranjados; tenía muchísimas ventana repartidas entre dos plantas y el tejado era de color blanco.

-¿Pero a dónde me has traído, mamá? –preguntó alucinada la pelinegra.

-Pues aún no la has visto por dentro... –murmuró con una risa divertida su madre.

La mujer pagó al taxista y ambas se encaminaron hasta la puerta. Tocaron el timbre y rápidamente una sirvienta les abrió la puerta.

-Bienvenidas –hizo una pequeña reverencia.- Esperen aquí, por favor, enseguida estará con ustedes el señor.

-Gracias –dijo Sonomi.

Kagome lo miraba todo alucinada.

La casa, por dentro, estaba muy bien decorada, con muebles de la mejor calidad y cuadros un tanto exóticos y pintorescos, también un poco raros, pero atractivos...

-¡Hola! –saludó una voz que hizo despertar a Kagome de su embobamiento.

-Hola mi amor –saludó Sonomi acercándose al hombre que hizo acto de presencia para besarlo en los labios.

-Hola... –murmuró Kagome sintiéndose pequeña, y le dio dos besos en las mejillas al novio de su madre.

Sinceramente, cada vez que veía a ese hombre le recordaba a alguien, pero no sabía decir a quien.

-Kagome ¿te importaría acompañarme? –preguntó lazándole una mirada tranquilizadora a su pareja.

-No, por supuesto –y se apresuró a seguirlo.

-Verás, es que quiero hablar con tu madre, y de paso quiero que conozcas a mis hijos. Bueno, de momento a uno, el otro sabrá Dios dónde estará... – dijo una vez entraron a un pasillo de la segunda planta, él se acercó a una puerta, picó y luego entró.

-Hey –saludó- Anda, ¿y tú cuando has llegado? –preguntó mirando a uno de los dos chicos que había en la sala.

-Hará como un cuarto de hora... pero como estabas en el baño ni te has enterado... –respondió de mala gana.

-Vale –contestó secamente –Chicos, vengo a deciros que Sonomi y su hija acaban de llegar, yo quiero hablar con ella y quiero que vosotros estéis con su hija que está aquí fuera.

-¿Qué? –exclamó enfadado el chico que antes había contestado a su padre –Yo no pienso encargarme de ella, seguro que será una niña enana.

-Tú sí que eres un enano. –contraatacó el otro chico. –Ya me encargaré yo, padre –contestó.

-Gracias hijo. –agradeció y seguidamente asomó la cabeza fuera de la puerta –Pasa... –murmuró.

A pasos lentos ella se fue acercando. Los nervios y la curiosidad la estaban matando.

Un paso, dos pasos, otro paso más y...

-Hola –saludó con una sonrisa.

-Buenas –contestó uno de los chicos levantándose de golpe de su asiento delante del ordenador y dándole dos besos a Kagome.

-Adiós –murmuró con sarcasmo, boquiabierto y con fastidio el otro.

Entonces Kagome, al escucharlo, lo miró. Sus ojos se abrieron como platos y su barbilla tocó el suelo.

-No puede ser... –susurró ante su sorpresa y su enfado.

*****

¿Qué tal? ¿Os ha gustado? Ya os podéis imaginar quien es el hijo del novio de la madre de Kagome, ¿verdad? Soy demasiado obvia, lo sé -.-' Jajaja.

Bueno pues, ahora os toca la última faena, clicar ahí abajo, donde pone "Review this Story/Chapter" y dejar vuestra opinión, sea para lo que sea, para pedirme que continúe o para mandarme de una patada al infierno, lo que sea, jejeje.

Eso sí, os pido por favor que me digáis si os gusta, porque si no es así -o si no recibo un mínimo número de reviews, ya veremos- yo borro y aquí no ha pasado nada, ¿ok? (Por qué será que siempre digo eso? O.o)

Y por último, lamento si hay algún tipo de error tanto ortográfico como a la hora de expresarme, comprended que esto lo hice con mucha menos experiencia y más ignorancia que ahora –aunque lo he revisado-. En fin, de todas formas, lo lamento.

Un beso enorme para todos, y esperaré ansiosa vuestras opiniones. ¡Adéu!

Se despide una fiel servidora:

dark priinCess