Disclaimer: Los personajes pertenecen a Rowling.
Aquí estoy otra vez, con un fic sobre mi querido Remus. Sobre la maldición que lo atormenta y que le hace tan maravilloso.
Es luna llena. Y al pequeño Remus le encanta la luna llena.
Por eso sale al jardín sin preocuparse de nada, para ver la hermosa luna, que hoy parece que brilla más que otros días.
Está tan embelesado que no se da cuenta de que detrás de unos arbustos altos unos ojos amarillos inyectados en sangre lo acechan.
Una forma oscura se prepara para saltar. Huele la carne tierna. La sangre le llama. Es el momento.
Lleva toda la noche acechando la casa de los Lupin, esperando. Esperando, como buen cazador paciente que es, el momento en el que el niño saliese solo.
El momento ha llegado. Ahí tiene al chiquillo, mirando la luna llena como si fuera algo maravilloso.
En un recóndito lugar de su irracional mente, no puede evitar pensar que es irónico. Dentro de poco, el niño odiará la luna, ansiará la sangre y acechará agazapado en los arbustos. Exactamente igual que él.
El chico entenderá mejor su actitud cuando le haya mordido y haya pasado su primera transformación.
Entenderá que hay que acechar, ocultarse y ser paciente para conseguir buenas presas.
Pero el lobo quiere acabar con eso cuanto antes, porque está cansado de pasar las lunas allí, escondido en un arbusto, acechando la casa y sin comer nada.
El pobre Remus ve una sombra lanzarse encima suyo, se agacha y grita para avisar a alguien. Pero ya es tarde.
Porque ya lo tiene encima y le muerde.
Remus llora, porque siente un dolor intenso en el costado y nota la sangre correr. Y patalea, intenta liberarse, suplica.
Pero el lobo no le suelta, porque después de tantas lunas acechando, cree merecer un premio.
Cuando el niño se desmaya por el dolor y parece que alguien sale de la casa, se va, dejándole ahí tirado, y relamiendo la sangre que le resbala de su boca.
Ha merecido la pena, sí. A un hombre-lobo nunca se le escapa su presa.
Y menos a un hombre-lobo como Fenrir Greyback, que puede estar años acechando, esperando el momento idóneo para atacar.
No sabéis cuánto me ha costado escribir esto. No soporto ver sufrir a Remus.
