Aquí os traigo un pequeño fic que tenía muchas ganas de escribir, esta vez un LuNa. No os entretengo más y nos vemos a bajo :3
Disclaimer: One piece y todos sus personajes pertenecen a Eiichiro Oda-sama
La pelinaranja miraba su reflejo en el espejo. Estaba preciosa como siempre, el vestido se le ajustaba perfectamente al cuerpo hasta las caderas. Una criada detrás de ella cepillaba su largo cabello. Nami siempre había adorado su cabello, era suave y brillante y olía a mandarinas, su fruta favorita. Luffy ya le había dicho alguna vez que le encantaba que oliera a comida, porque él adoraba la comida.
Cuando la criada termino de cepillarle el pelo salió de la habitación dejándola sola, era la costumbre de todos los días y a la chica le gustaba. Nami se dirigió al comedor, donde el desayuno ya estaba servido, como siempre, el delicioso aroma de la comida la inundó nada más entrar al comedor. Como le gustaría que Luffy estuviera con ella, las comidas eran más divertidas con él.
Se sentó junto a sus padres y comió en silencio, con modales perfectos. Después caminó por los pasillos del castillo, sin rumbo fijo, hasta que salió al exterior, era primavera así que el tiempo era perfecto para caminar por el jardín que estaba empezando a florecer. En invierno el jardín se le hacía muy tétrico y apagado, por eso le encantaba pasear por él cuando cada planta parecía despertar de su largo letargo. Maravillada de cada nuevo color, se detuvo a observar cada pequeño detalle del jardín. No tenía prisa alguna, aun quedaba mucho para la hora de la comida así que se sentó en uno de los bancos de piedra.
Una sonrisa se instaló en su rostro al recordar los momentos vividos con su amado en aquel jardín. Cuando eran pequeños ambos corrían y corrían persiguiéndose el uno al otro hasta el agotamiento. Tras unos años, aquellas plantas fueron testigos de las primeras palabras de amor que se procesaron. Nami rió al recordar la primera vez que le había dicho que lo amaba.
- Luffy… –susurró la pelinaranja sonrojada y muy nerviosa. Desde hacía algún tiempo había descubierto, muy a su pesar, que la amistad que sentía por el pelinegro se había convertido en algo más. Pero él era un estúpido y seguro que ni si quiera sabía lo que era el amor.
- ¿Si? –preguntó deteniéndose para mirarla con una gran sonrisa que hacía que el corazón de la pelinaranja latiera más deprisa.
- Te amo –enrojeció hasta la raíz del cabello, notaba que el corazón se le iba a salir del pecho y el hecho de que Luffy no hubiera ni parpadeado desde que había hecho su declaración no ayudaba mucho.
El moreno reflexionó, nunca se había planteado que alguien lo amara ni que él amaría a alguien, él solo quería vivir aventuras, conocer otros lugares y batallar en muchas guerras para llenar su reino de honor y gloria. Recordó que su padre le había comentado que algún día tendría que elegir una reina que gobernara a su lado y en ese momento se dio cuenta de una cosa. No quería tener a su lado a otra mujer que no fuera Nami. Ella sería su reina, la llenaría de regalos cada vez que llegara de una batalla y la amaría hasta el fin de sus días. Jadeó al darse cuenta de su descubrimiento y sonrió ampliamente, muy feliz.
-Yo también te amo, Nami, tú serás mi reina –depositó un suave beso en la mano de ella, como tantas veces había visto hacer a los caballeros con las damas en las fiestas del castillo. Nami sintió que le temblaban las piernas de la emoción, jamás espero una respuesta como esa. Sin poder evitarlo se lanzó a sus brazos y lo abrazó con fuerza.
Días después, aquel mismo jardín había presenciado su primer beso. Torpe e inexperto, pero cargado de muchísimo amor. Años después, allí estaban ellos otra vez. Ahora tenían 17 años y debían enfrentarse a una dura despedida.
- Namii, no llores, estás más guapa cuando sonríes –dijo el moreno intentando animarla, pero la verdad es que él estaba tan apenado como ella.
- Pero no es justo Luffy, nos íbamos a casar muy pronto… y ahora debes irte a la guerra y tendremos que esperar a que regreses… –la pelinaranja intentaba con todas sus fuerzas dejar de llorar pero era imposible. Los brazos de Luffy la rodearon y apoyó la cabeza en su pecho, sintiéndose a salvo del mundo.
- No te preocupes, ya he estado en muchas batallas, ganaré en seguida y volveré a casa, nos casaremos y nada nos impedirá estar juntos –le prometió. Ella asintió. Luffy, para asegurarse, selló su promesa con un beso que renovó las esperanzas de la chica. Más animada pensó que él tenía razón, todo iba a ir bien y antes de que se diera cuenta estaría casándose con el amor de su vida.
Pero los meses pasaron, el día de la boda llegó, pero había sido suspendida. Luffy no llegaba y la guerra se estaba alargando más de lo que esperaba. Y ella, como dama que era solo podía esperar y suplicar que nada le pasara a su amado. Una lágrima traicionera se deslizó por su mejilla derecha, se la limpió rápidamente obligándose a mantenerse fuerte y no perder la esperanza tan pronto.
Llegó la hora de comer y a pesar de que ese día habían preparado sus platos favoritos no se encontraba con ánimos para saborear la comida. Tenía un nudo en el estomago, no debió recordar aquello. Se despidió de sus padres con unas breves palabras y se fue a su habitación. Allí se puso a coser intentando distraerse, pero una y otra vez aquella molesta vocecilla le decía "¿y si le ha pasado algo?" "¿y si ha conocido a otra princesa más guapa y más poderosa y ha decidido casarse con ella?" "¿y si está muerto y no volverá jamás?".
"¡No!" se dijo a punto de llorar de nuevo. Aquellas opciones eran demasiado dolorosas incluso para ser hipótesis. Luffy estaba bien, la guerra solo se había alargado un poco, pero él volvería sano y salvo a casarse con ella. "Aunque hace tiempo que no recibo noticias de él… tal vez debería intentar ponerme en contacto con alguien que sepa algo de Luffy…" Pero sabía que eso no era posible. Nadie la escucharía ya que pensarían que solo ayudaría a distraer al moreno de la batalla y eso podría ser un error fatal para todos. Resignándose a lo que le tocaba vivir, Nami siguió esperando y esperando alguna noticia de él.
Y llegó el día en el que esa noticia llegó. Nami estaba en la cocina observando como trabajaban las criadas cuando la avisaron de que un mensajero había llegado y debía estar presente cuando el diera su mensaje. La pelinaranja corrió hasta el salón donde se encontraban sus padres con unos cuantos guardas y el recién llegado.
Estaba cansado y desaliñado, aun así lo único que había pedido era un vaso de agua ya que su mensaje era lo más importante y hasta que no lo entregara su misión no habría acabado. Nami se colocó junto a sus padres y esperó a que el mensajero hablara.
- Este es el mensaje que se me ha ordenado entregar –empezó con voz solemne. Todos lo miraron expectantes.- "Monkey D. Luffy ha sido atrapado por el enemigo. Están negociando para traerlo de vuelta, pero lo más seguro es que nunca pueda regresar y lo maten los barbaros. Es conveniente que la princesa Nami busque otro pretendiente"
El silencio reinó durante unos minutos. Tiempo suficiente para que Nami asimilara lo que había escuchado. Las palabras "atrapado" y "muerte" resonaban en su cabeza. Comenzó a temblar, sollozando, las lágrimas le escocían en los ojos. Su grito de dolor resonó por todo el castillo y entonces se dejó caer, las piernas le fallaron pero por suerte su madre y los guardas la sujetaron y la tumbaron en el sofá. Ella no podía ver, sus ojos estaban acuosos por todas las lágrimas que estaba derramando. Le dolía el pecho y no podía de dejar de sollozar y lanzar gritos de dolor.
¿Buscar otro pretendiente? ¿Qué se habían creído? Ella amaba a Luffy y no iba a permitir que nada lo separara de él. Si debía morir sola, que así sea. Pero otro pensamiento asaltó su mente. ¿Iba a resignarse, dejándolo morir en manos de los bárbaros? En seguida supo la respuesta, no, por supuesto que no, haría algo. ¿Pero qué podía hacer? Se preguntó angustiada.
Cuando ya no le quedaron más lágrimas que derramar y enfocó su visión se dio cuenta de que estaba en su dormitorio. No se había dado cuenta de que la habían llevado allí pero no le importó. Estaba sola, justo lo que necesitaba en esos momentos. Pensó y pensó, hasta que una idea se instaló con fuerza en su cabeza.
"Debes ir tu misma a salvarlo. Se la heroína que siempre quisiste ser"
Pero en seguida comprendió que esa idea era absurda. Ella no sabía pelear ni defenderse, nunca le habían enseñado y nunca había tenido interés en ello. Se maldijo por no pedirlo en su momento. Intentó pensar en otra cosa, acorde con su posición social, pero no encontraba nada. Sin embargo, aquella idea que le había parecido tan absurda seguía allí y cada vez se le hacía más atractiva y posible. Podía aprender a pelear durante el viaje y buscar algún ejército por el camino que la ayudase.
Su madre entró en su habitación sacándola de sus pensamientos. Bellemere, una mujer pelirrosa y muy bella, se sentó a su lado en la cama. Le acarició el cabello con dulzura y con un paño húmedo le limpió los rastros de lágrimas de las mejillas. Nami se sintió de nuevo como una niña pequeña que necesitaba a su madre para superar sus miedos.
- ¿Estás mejor? –preguntó con suavidad, intentando no molestarla. Ella asintió y se incorporó un poco en cama, dándose cuenta de que aun estaba vestida.
- Madre, no quiero casarme con otro que no sea Luffy, yo lo amo a él y solo a él. –la voz de Nami se apagó al final de la frase. Tenía un nudo en la garganta y tenía la sensación de que los ojos se le llenaban de nuevo de lágrimas, pero ya no le quedaban lágrimas que derramar.
-Lo sé, mon chere –le dijo con dulzura su madre.- Tu padre va a preparar a sus hombres y en un mes irán a ayudar a Luffy.
Nami iba a protestar, pero supo que lo más inteligente en ese momento era asentir y callar. Un mes era demasiado tiempo, el pelinegro necesitaba ayuda ya. Y ella sería la que le llevaría esa ayuda. Abrazó a su madre, mostrándose conforme con lo que le había dicho, pero en su mente ya estaba pensando en su plan para escapar cuanto antes. Se quedó de nuevo sola con sus pensamientos, miró por la ventana, cada vez más decidida a llevar a cabo su plan.
Al atardecer Nami por fin pudo salir de su habitación, su madre no la había dejado temiendo que tuviera otro ataque de ansiedad y se desmayara en algún lugar donde nadie pudiera atenderla. La pelinaranja apreciaba la preocupación de su madre, pero haberla encerrado había hecho que perdiera mucho tiempo para preparar su plan.
En una bolsa de cuero ya había metido la ropa que iba a llevarse, un par de vestidos, los más cómodos, aunque tenía la sensación de que esa ropa seguía siendo inapropiada para su misión. Pero no tenía otra. Después fue a hablar con uno de los caballeros de su padre, el más fiel a su familia y el que normalmente se ocupaba de cuidar de ella.
Se encontraba haciendo guardia cerca de su habitación. Llevaba la armadura puesta y el yelmo bajo el brazo, seguramente le tocaría cambiar el turno. Se acercó a él intentando no levantar sospechas, a pesar de que estaban solos en el pasillo, pero nunca se sabe quien puede salir de una de las estancias.
-Sanji –dijo Nami dulcemente. Sabía que el rubio haría todo lo que le pidiera sin preguntar la razón, era completamente servicial a las mujeres. Él la miró con curiosidad y se contuvo para no decirle algún piropo a su señora.- Necesito hablar contigo, a solas.
Dicho esto lo arrastró hasta su habitación. Sanji confundido se dejo llevar por la princesa. El rubio empezó a crearse sus propias historias, en las que Nami le declaraba su amor. Aunque muy a su pesar, en el fondo, sabía que eso era completamente imposible, porque el corazón de su señora pertenecía a Monkey D. Luffy. "Estúpido suertudo" había pensado Sanji cuando se había enterado del compromiso de los dos. Pero luego había visto la felicidad de la pelinaranja y no tenía más remedio que estar conforme, porque si su dama era feliz, ¿quién era él para impedir su felicidad?
Nami cerró la puerta, haciendo que el rubio volviera al mundo real. La chica lo miró seriamente, intentando encontrar la mejor manera para contarle su plan. Al final decidió que cuanto más directo mejor.
- Voy a ir a rescatar a Luffy.
Sanji parpadeó, creyendo haber escuchado mal, pero Nami seguía igual de seria y sus palabras comenzaron a tener sentido. Impresionado y horrorizado agarró a Nami de los hombros.
- ¡Mi señora, eso es una estupidez! Deje que su padre vaya a salvarlo, usted no sabe pelear ni defenderse, fuera del castillo está indefensa –casi gritó el caballero. La pelinaranja se mordió el labio inferior, asaltada por la verdad que había dicho él, pero eso no era suficiente para romper su decisión.
- ¡Ya lo sé! Por eso, quiero que vengas conmigo y me enseñes durante el camino, sé que cerca de la cuidad en la que secuestraron a Luffy hay un campamento con soldados de nuestro reino, iremos allí y entonces, juntos salvaremos a Luffy –confesó con decisión mirándolo a los ojos.
- Es un suicidio, mi señora, no puedo permitirlo –Sanji la soltó y dio un paso atrás mirándola con la misma seriedad que ella lo miraba. Nami gruñó, pensó que convencer a Sanji sería lo más fácil del mundo ya que él siempre decía que si a todo lo que le pedía, pero al parecer si eso implicaba un daño para ella su respuesta sería negativa. Aun así no se iba a rendir e iba a conseguir convencerlo.
- Muy bien, si no vienes conmigo iré sola –dijo con decisión y Sanji supo que no mentía. Suspiró. Su misión siempre había sido proteger a la princesa, no podía fallar ahora.
- Está bien, la acompañaré, también la instruiré en el manejo de las armas, pero yo decidiré el camino a seguir, él más seguro y será mejor que vayamos de incognito.
Nami sonrió feliz de haberlo conseguido y abrazó a Sanji con fuerza que se dejó gustoso. Se quedaron un rato más en la habitación porque el rubio quería ver la bolsa que ya había preparado. Al parecer aquellos vestidos no eran buenos, llamarían mucho la atención. Rápidamente Nami le quitó todos los adornos, le puso remiendos y quedaron más humildes. Igualmente, ambos estuvieron de acuerdo en que los vestidos no serían lo más adecuado para el viaje.
Aquella noche, Nami no cenó mucho, sus padres lo atribuyeron a la terrible noticia que había recibido hoy. En parte era así, pero sobretodo era por el nerviosismo y la emoción que le provocaban su nuevo viaje.
Mientras que su familia terminaba de cenar, ella se cambió, recogió su bolsa y después fue a la sala de armas. Contempló cada una de ellas, cogió una espada, la que le pareció la más ligera y la guardó en su funda, después la lió en tela y se la colgó al hombro. Era una sensación extraña para ella, pero le gustó.
Se reunió con Sanji en la puerta trasera, la que daba a las cocinas. Él ya se había encargado de coger comida para el camino y entre los dos llevaban suficiente dinero para hacer su viaje con relativa comodidad. A ella le sorprendió verlo sin armadura, con ropa humilde, pero si querían ir de incognito eso sería lo mejor. Los caballos estaban listos y esperando al lado de la puerta.
Atravesaron en silencio las murallas del castillo y después montaron en el caballo. Se alejaron del castillo, sin mirar atrás. A Nami le dolía dejar allí toda su vida, para lanzarse a una aventura que no sabía si tendría un final feliz.
Pues hasta aquí el primer capitulo ^w^ Espero que os haya gustado y os haya dejado con la intriga ewe Ya sabéis acepto críticas y opiniones, lo que busco es mejorar jum ewe Intentaré no tardar mucho en subir el siguiente :3
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Besos ;3
