Yacía en el suelo tosiendo sangre, por su mente pasaban todas esas metas que quedaban por alcanzar, no quería irse de esa forma. Él estaba a su lado, parado con firmeza sosteniendo una cámara, mirando a los ojos de esa mujer china que, se arrastraba a sus pies acariciando la punta de su zapato negro.
Rebecca no quería hablar, sólo lloraba sabiendo que en cualquier momento perecería. Frank pensó por un momento en acabar con su dolor, apuntarle a la cabeza y, esperar encontrarla en la otra vida, no sería tan malo como para abandonarla en la arena de boxeo, agonizando esperando ser la comida de esos estúpidos zombis.
Pero se dio cuenta que, no lo hubiera logrado de no ser por la intervención de esa mujer de ojos rasgados. Le cargó utilizando sus últimas fuerzas después de matar a TK.
"Cómo duele... Frank".
Alcanzaba a decir Rebecca mientras era cargada por Frank West. Entre la niebla verde y el inminente olor a muerte, ambos cruzaban esos caminos desconocidos. El sonido de zombis hambrientos merodeando los parques haciendo sinfonía al más allá era curioso, West comparó susodicho oír con una melodía enfermiza.
Chang se desangraba en sus brazos, se aferraba a la vida apretando con fiereza la camisa de su salvador, misma que estaba manchada con su sangre.
West tenía como único objetivo salir con vida de la gran Fortune City, atravesar las rejas que aprisionaban el paradisíaco resort y perderse en el horizonte. Supo que el gobierno trataría de dejar caer bombas sobre la ciudad, incinerando los alrededores para terminar con esa peste de una buena vez.
Ese extraño sentimiento que yacía en Frank le permitía pensar con claridad, analizar sus movimientos para no sólo garantizar su supervivencia, sino la de Rebecca. Nunca lo había experimentado con otras mujeres, ni la chica más joven, delgada y de atributos favorables se asemejaba a Chang.
Algernon daba pasos rápidos, ignorando completamente los automóviles explotando debido al cruce del fuego y la gasolina, de los cuerpos podridos tratando de asestarle un buen bocado o gritos a la lejanía de gente desesperada, se enfocaba en sobrevivir sin importar el sacrificio.
Atravesó Fortune Park, se dio cuenta de la existencia de un vehículo militar que no había estado expuesto a un severo daño, entró en él depositando el cuerpo de su fiel compañera. Encendió la jeep y condujo con determinación a las afueras de esa pesadilla.
—¿Y por qué no me abandonaste? Sólo te retrasaba —Preguntó Rebecca con debilidad, tocando su estómago, le dolía.
—¿Con quién compartiría la fortuna que dará esta historia? Necesito un guía, un consejero —Respondió West, se le dificultaba manejar, tenía que seguir un largo camino recto, mientras atropellaba algunos zombis.
—No es verdad, me salvaste porque... soy tu igual ¿No es así? —Dijo la periodista.
—Puede ser... o puede que sea por el simple hecho de que no me gusta la idea de dejar gente atrás. Podré ser un ludópata, a veces tomar la vida como un juego, pero tengo corazón ¿Sabes? —Dando una gran carcajada habló, conducía aún más rápido.
—¡Frank! ¿Qué harás obteniendo todos estos beneficios? —
—Estaré en forma, haré que los noticieros hablen sobre nosotros dos, definitivamente haremos un gran cambio. Lo lograremos —
A medida que se alejaban, veían estrellas, tres de ellas iluminando el cielo oscuro. Cuando lo notaban con claridad, eran misiles, querían destruir lo que alguna vez fue Fortune City, Nevada. Frank aceleró pisando a fondo, podía jurar que una onda de calor se presenció en esa noche triste.
Se sentían a salvo, juntos tenían esa seguridad que nadie pudo darles. Las revistas, periódicos, entrevistas y conferencias estaban del otro lado de la carretera, los West tomarían los brotes víricos como temporada de vacaciones.
